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Capítulo 9


Cada segundo en la escuela era tiempo perdido, al menos eso creía Amy. Le costaba acostumbrarse a un sitio tan venenoso como aquel, poblado de alumnos que solo sabían burlarse de ella. La apuñalarían sin dudar, por la espalda, a la vez que fingían ser sus amigos. ¿Cuántas veces fue traicionada? no podía contarlas. No obstante, no dejaba de dar oportunidades y aceptar disculpas con suma facilidad. En definitiva, era demasiado noble.

Odiaba cada segundo junto a gente tan hipócrita, por desgracia, no le quedaba otro remedio que soportarlo. La secundaria resultaba ser un interminable bosque, del que solo se libraría cuando pasase al último año. Menos mal, que Oliver y ella habían logrado llegar a octavo grado. Pese a todas las faltas a la escuela, a las escapadas en busca de aventuras y a las pocas ganas de estudiar. Aunque, esos momentos de recorrer las calles más allá de la secundaria, serían el recuerdo más bello que tendrían.

Todo comenzaba por lo que bautizaron como “camino de ratas", el cual se hallaba detrás del tan conocido —e inaccesible para meros estudiantes— Hotel Nacional. Una cascada caía sobre una especie de media fuente, y allí, iniciaba el viaje. Rodeados de arbustos, tanto en lo alto de la terraza-patio de dicho hotel, como en el mismísimo camino.

Descrito así cualquiera pensaría en un paraíso natural, hasta que veías correr a toda velocidad a las ratas. Estas iban de un arbusto a otro, bajaban por las paredes de piedra de la cascada. A Amy casi le da algo cuando, durante la primera escapada, vislumbró a una correr. ¡Que asco! no le gustaban nada estos roedores. A Oliver tampoco, el pequeño salto que dió tras verla lo demostró.

En la travesía de las escapadas, llegaron a un parque al que también nombraron. Amy no recordaba cual era, eso sí, tenía algo que ver con el edificio alto de enfrente. El parque se encontraba rodeado de muchos edificios. Oliver y ella soñaban con vivir en uno, junto a todo el grupo de amigos al que pertenecían. En tales sueños uno de estos contaría con varios negocios, incluido una clínica veterinaria para Karen.

El destino final del viaje sería sin duda el mejor y el más especial para ellos. En el estadio abandonado, les gustaba sentarse en las gradas y contemplar el mar. Hablaban a la vez del futuro, de anime, de videojuegos o cualquier cosa que les pasase por las mentes.

Exploraron cada rincón del estadio, dejaron sus nombres escritos por todas partes. Amaban este lugar y se convirtió en una tradición ir allí.


***

La partida de uno de sus mejores amigos fue quizás el comienzo. Aunque, en realidad, sería el hecho de encontrar mayor afinidad con Ra. Tal cosa lo decidía todo en una amistad y Franchis se sentía más cómodo con ella.

Ra y él compartían gustos, una promesa e incluso sueños entrelazados. Mientras que Ra estaba decidida a ser una cantante aclamada, él sería un bailarín de renombre. Harían un vídeo juntos y colaborarían para crear algo mágico.

En definitiva, el mundo daba muchas vueltas. Franchis fue testigo personal de dicha frase, tras vivir un hecho que la ameritaba en carne propia. Gracias a un día cualquiera en la casa de Ra.

—¡Ra! ¿Cómo estás? —la hermana mayor de su amiga, Amy, saludó muy alegre a Ra y luego le notó a él —¡Contra, mira quien es! ¡Cuanto tiempo!

Amy se giró hacia un chico que recién notó, puesto que entró a la habitación de atrás después, y le pidió que se acercara.

—Oliver, este de aquí es un amiguito de Ra y se llama...

Al mismo tiempo, Ra comenzó a presentarle al chico.

—Mijo, este es un amigo de mi hermana. Su nombre es...

Franchis no tardó en reconocer al vecino que siempre veía desde el balcón de su edificio, al chico que a primera vista consideraba un creyente.

—Ya sé quién es, es el chiquito que vive frente a mi casa —el chico le fulminó con la mirada y él le miró divertido, habían dicho las mismas palabras a la vez.

Las dos únicas chicas presentes miraron entre uno y otro, se notaba que querían enterarse del chisme.

—¡¿Cómo es eso?! ¡El mundo es un pañuelo entonces! ¡Tremenda casualidad! —la hermana mayor de Ra casi quería saltar de alegría.

—Pero, a ver, ¿cómo ustedes se conocieron? —Ra le preguntó y él se rió en respuesta.

—Yo solo lo conocía de vista, no en persona y lo veía desde el balcón de mi edificio parado en el suyo —le contestó a su amiga.

—Sí y te la pasabas tirando papelitos con otro ahí —el chico le fulminó con la mirada —Ven conmigo a la sala, Amy.

Amy y el chico se fueron. Una vez que se quedaron solos Ra lo miró curiosa.

—Mijo, ¿por qué tú le hacías eso de tirarle papelitos?

Franchis se encogió de hombros.

—Estaba aburrido, tú sabes cómo soy. El guajirito con el que me llevo, del que te conté, estaba igual.

—Mijo, ¡tremenda puntería! Igual, no deberías hacer más eso.

—Era un niño, imagínate.

A partir de aquel día, nació una especie de odio mutuo entre él y quien supo luego que se llamaba Oliver. Con este tenía discusiones tontas, que hacían reír a las otras tres chicas del grupo. Quizás fue una forma de bajarle los humos, tal vez se enamoró a primera vista o algo así. Como sea, se llegó a acostumbrar a su presencia.

Se integró tras un tiempo, justo cuando el piquete pasó por una tormenta tras la fuerte discusión de Amy con el chico. Por suerte, llegaron a reconciliarse y todo fue a mejor. La verdad no comprendía porque de un momento a otro Amy no se hablaba con Oliver, razón para que tuvieran que aplicar la ley de hielo.

Algunas de las vivencias con aquel grupo fueron dramáticas, ya que como todo en la vida había momentos felices. Estaban también los tristes, los de enfado o injustos. Resulta que su madre era una mujer estricta, por lo que al inicio no es que saliera mucho con ellos. Por dicha razón estos amigos suyos le apodaron “La Generala”, el cual se mantuvo pese a que comenzó a ser convencida por la mamá de Ra.

La madre de su amiga poseía un nivel de convencimiento bastante increíble. Con Beth todo quedaba resuelto, y los no se transformaban en sí. Costó trabajo pero al final se le permitió ir al Parque Lenin. Fue en el cumpleaños número catorce de Amy, cuando ya decidieron que desde entonces se llamarían Fairy Tail. La travesía para llegar era casi una odisea, en donde primero se cruzaba el túnel tras montarse en una de las como quince guaguas que había. Luego, buscabas otra que te llevase hasta el parque.

El montón de vegetación, junto a los arbustos de flores te daban la bienvenida. El parque Lenin era un parque de atracciones, con algunos equipos que no funcionaban en lo absoluto. Sin embargo, supieron sacarle provecho a pesar de las largas colas que se creaban en ellos. Montaron en La estrella, blanca y bastante colorida que resultó ser una decepción.

—¡Tremenda *pinga La Estrella esa! —Oliver fue el primero en bajarse del equipo, seguido de Karen que montó con él.

—Sí, es demasiado lenta —Karen arrugó el ceño.

—Asimismo —Franchis se incluyó en la conversación —La Estrella de La Maestranza, es más rápida y mil veces mejor.

Tras esto, fueron a los Carritos locos en busca de verdadera diversión. A diferencia de La estrella, esta atracción tenía una fila mucho mayor.

—Bueno, ¿quién va a montar con quién? —Amy les miró sonriente a todos —Por lo que veo, solo se pueden montar tres personas en cada carrito.

Oliver se agitó una parte del cabello negro con un mano.

—Yo voy a montar con Amy, que es mi amiguita.

Karen lo miró como si la hubiesen ofendido.

—¡¿Perdón?! Amy es mi amiga también, tengo el mismo derecho que tú.

Karen y Oliver se enfrentaron con las miradas, momento en que Franchis intervino.

—Caballeros, Amy es mi amiga también y yo quiero montar con ella.

Amy se rió nerviosa, a la vez que Karen y Oliver miraron mal a Franchis. Pese a que tanta leña al fuego era más que suficiente, Ra decidió echar combustible.

—Caballeros, Amy es mi hermana, miren a ver lo que ustede' van hacer.

Amy río a carcajadas, a la vez que Oliver daba la sentencia final mientras todos se fulminaban con las miradas.

—Miren, hagamos esto: vamos a competir en los carritos y el que gane se monta con Amy.

—Sirvió, sirvió —dijo Franchis y tras montarse con Ra empezó la competencia.

Los gritos de “gira a la derecha" o “vamos, vamos" era lo que más se escuchaba en todo el suelo metálico por el que pasaban los carritos. Tras un choque entre los que lideraban él y Oliver, el tiempo se les acabó. No hubo ningún ganador, por lo que la competencia continuó en El Deslizador.

Tres veces se subieron a la atracción y la última vez de todas sería para Franchis la más graciosa.

—Creo que es hora de que compitamos chicos contra chicas. Oliver tiene la ventaja porque va con Amy —dijo Karen mientras se dirigía con los demás a la fila para montar en El deslizador.

—Perfecto, así decidimos de una vez quién gana —dijo Oliver, cuya sonrisa decía que sería él.

Transcurridos unos minutos les llegó el turno de subirse y allí comenzó el show. Oliver gritaba que echase agua, mientras que Franchis reclamaba que no fuese vago y lo hiciese también. En otro carro, el cual les seguía de cerca, Karen discutía con Ra.

Momentos después, los cinco rieron a carcajadas al notar como les miraban las personas. Poco les importó aquello, las sonrisas felices en las fotografías que los padres de Amy y Ra hicieron lo demostraban.

Estas se imprimirían y mantendrían en un álbum creado por Amy, para la posteridad.

***

«En su torre se hallaba la princesa, admiraba el colorido mundo exterior. Le parecía asombroso todo lo que sus ojos verdes veían, hasta que el corazón se le quedó prendado por el vagabundo. Aquel chico lleno de sudor y fango, que jugaba fútbol en los bajos de la torre»

Ra creó esa historia inspirada en Karen, se lo mostró un día a Amy y esta se lo comentó. A su mejor amiga la historia le parecía divertida. A Karen quizás no tanto, pese a ser cierto que daba para una novela de romance. Era la historia de su primer amor, todavía no existía Fairy Tail y solo eran ellas tres en el grupo. Amy ni conocía a Oliver y Ra no tenía una relación tan estrecha con Franchis.

Acontecían las vacaciones de verano, aquellas anteriores a su entrada a la secundaria. Esos días típicos de cierta euforia, debido a las leyendas alrededor de esta. Karen y Amy tenían ganas de vivir algún drama adolescente. Un romance apasionado o una aventura súper dramática, tal como en las series y peliculas que disfrutaban. Tuvo el placer de vivir uno, aunque luego descubriría que era unilateral.

Tal como en esa mini novela que Ra se inventó, a Karen le gustaba contemplar el mundo. Por supuesto, no en una torre sino en el balcón de la casa de las hermanas. Allí fue cuando posó los ojos en él, en el vagabundo cubierto de fango para Ra o Coki para ella y los colegas. Fue un flechazo instantáneo, de los que Cupido causaría al lanzarte una flecha. Por desgracia, nadie le lanzó un hechizo o algo para perder la pena.

Mas, así resultaba ser esto del amor. Era incapaz de apartar la mirada de él, mientras las mariposas le hacían estragos en el estómago. Al confesarles esto a las hermanas, estas se dedicaron a llevar a cabo acciones para que le hablara. Desde gritar el apodo antes mencionado, que descubrieron después, hasta encerrarla en el balcón. Aquel día en que eso último sucedió, gritó como si estuviera condenada y a ratos miraba al chico que le gustaba.

Tras esto, Karen decidió escribirle otra carta de tantas e incluyó un poema romántico. Halló este en un libro del que no recordaba el nombre. Pasó trabajo para entregarla puesto que no se sentía con el valor para hacerlo. Jamás le dió de manera personal todo lo que ella le hizo a Coki, Ra siempre se encargaba de ello. Una pelota y las otras cartas fueron todos esos presentes. Él solo aceptó lo primero y no se dignó a abrir ninguna de las segundas. Eso le dolió muchísimo pues con esto le demostraba rechazo.

Al tener la oportunidad de verlo de cerca, Karen se decepcionó. Coki no poseía nada de especial, perdió todo ese encanto que la vista desde lo alto le ofrecía. Eso pensaba hasta que él notó su presencia, le sonrió y se le ocurrió modelar delante de ella sin camiseta.

En ese momento Karen tomaba un helado que compraron al doblar, junto a las hermanas y su mami. Ante la vista que el chico le ofrecía, casi se le cayó.

—Respira Karen, respira y mantente allí con tu helado. Disimula un poco que la mirada pesa —dijo su madre ante sus amigas, cosa que causó que se sonrojase.

Este fue un enamoramiento fugaz, jamás exitoso pese a los intentos por su parte.


Nota de autora:
Hoolaaa, mis personitas pacientes!!! 😁 Este sábado fue un poco cargado, ya cambié las actualizaciones para el domingo.

Bueno, ¿qué podemos decir de este capítulo? Creo que viene con un granito de todo. Desde el punto de vista de Amy (lo mucho que odia la secundaria y por supuesto, más detalles de las escapadas con Oliver) Hasta del mismo Franchis, no teníamos nada de él desde el capítulo 3 o 4. Pues ya lo tienen, su punto de vista respecto a cómo conoció a Oliver.

Por último, una historia de amor más y es la de Karen. Espero que les guste mis nada convencionales historias y sí, pasaron de verdad 😅.

Por cierto, si les gusta la fantasía y el romance pueden encontrar la historia "Invictus: Amores que rompen destinos" en mi perfil y en el de carluchii18

Nada como mezclar ángeles, demonios y yokais (mitología japonesa) en la misma ecuación, ¿A qué si? Y no es por pavonear ni nada, pero mi amiga escribe súper. Pasen por su perfil y verán novelas románticas, con un toque de humor y erotismo.

Besos o lo que sea, Titania.

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