Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3

La ceremonia de graduación del sexto grado de primaria fue inolvidable, no tanto por lo bonita o el hecho de que la secundaria se abriría para ella. Lo que en verdad alegraba a Amy era que pronto, mandaría a la mierda a los profesores y a los cabrones de sus compañeros. Podría decir que algunos de sus amigos fueron falsos, que solo Karen se quedó a su lado y siempre estuvo allí.

Durante todos estos años a Amy no pararon de molestarla algunos niños del salón. Que sí, podían ser buenos, pero veces la hacían enojar y terminaban golpeados por ella. En verdad no gustaba de la violencia, solo que no le quedaba más remedio.

El último día de sexto de primaria fue en búsqueda y captura de sus notas, emocionada pues, pese a descuidarse un poco se graduaría con una nota aceptable.

—Estás suspensa —dijo el cabrón del maestro de matemáticas. El mundo se le vino abajo por unos segundos tras oír tal cosa.

—¿Está seguro? —el maestro pareció ofenderse y convencido de que tenía la razón lo reafirmó.

Amy salió del aula donde daban las notas triste y molesta, el pasar un año más en esta porquería de colegio la volvería loca. Fue con varias amigas e incluso con Karen, para que el profesor buscase una y otra vez en el registro que tenía a mano con las calificaciones. Al final, este le mostró el dichoso registro y por supuesto, estaba aprobada con nada menos que ochenta y uno.

¿Suspensa, ella? Que broma de mal gusto, comenzaba arrepentirse de haberle regalado por el día del educador.

En definitiva, no extrañaría a nadie más que a su profesora Yania; la única que valía la pena en todo ese colegio se retiraba por embarazo. Quizás, le pesaba en la conciencia aquellos rumores que jamás comprobó. Fue divertido, tendría algunas cicatrices en su corazón mas estas se curarían, pues ¿Qué otra cosa mala podría pasarle de ahora en adelante?

El mundo podría resultar ser una auténtica y maravillosa mierda.

***


Dos sentimientos encontrados habitaban en Karen; alegría, por el hecho de que evitaría la secundaria que le correspondía (aquella conocida como la peor) y tristeza, porque Amy no iba a estar con ella. Estudiarían en secundarias separadas, solo tendría de compañía a Carla. Notaba que sus amigas se tenían celos entre sí, no obstante mientras no se jalaran los pelos todo estaba bien.

Con seguridad no extrañaría nada de la primaria, ni siquiera a Damián (bueno, tal vez un poco). Las niñas del salón fueron bastante malas con ella y hubo una en específico a la que odiaba. Solo recordar el apodo con el que los demás compañeros de aula la nombraban le era suficiente. Era “chiquipioio”, debido a su baja estatura y a esos bichejos que tenía en el pelo, quien se valió de la manipulación para que Amy le hiciese maldades. Gracias a esto pelearon en varias ocasiones, dando la amistad por perdida.

Siempre le estaría agradecida a la profe Yania, porque las amonestó a Amy y ella para obligarlas a disculparse su amistad perduró. Se llevaba malos recuerdos de la primaria, la vez que la operaron de apendicitis y nadie fue a visitarla o su fiesta de cumpleaños, a la que no fue Amy, eran solo algunos. Sin embargo, jamás olvidaría aquel día en cuarto grado donde toda el aula se unió en un juego y reinó la armonía. Fue la única vez en que consideró algo bueno hallarse en ese salón.

***

Los de sexto grado de primaria eran considerados los chicos geniales, esos inalcanzables como celebridades, por los que todos los menores ansiaban llegar a ese grado para ser como ellos. Tal deseo se acrecentaba ahora que se graduaban del cuarto y pasaban a quinto, pues solo quedaba un año más para entrar a las grandes ligas de la primaria. Ra y todos sus compañeros en general creían en esto, pese a que su hermana Amy afirmaba que no era la gran cosa. Según esta, los de sexto no se acercaban al concepto de genial sino más bien al de patéticos.

Pese a la emoción de la que Ra gozaba por ascender a otro grado, no negaría que el cuarto le dejaba varias vivencias. En ese tiempo Franchis se sentaba a su lado, lo que hizo que su casi inexistente relación mejorara.

Se podría decir que Franchis fue un extrovertido que decidió acogerla bajo su ala, al que ella comenzó a traer a casa y él a la suya. Allí conoció a sus vecinos, esos *guajiros que comían espaguetis con arroz, boniatos, chícharos y otras “exquisiteces”. Jugaba mucho con la prima de Franchis, Amy, al teléfono enredado y en la cuadra de él además (siendo sinceros su jugar en la cuadra era dar tres pasitos en ella, jugar en su edificio resultaba el término correcto). Solo una vez jugaron en el edificio de al frente al escondido, eran como ratas que corrían y chillaban por todos lados.

Ra no solo apreciaba la amistad con Franchis, también algún que otro buen recuerdo de primaria y el día de la guija fue uno de ellos.

Sucedió en el cambio de tercero a cuarto grado o a inicios de este último, no recordaba con exactitud. En aquel entonces, todavía seguía sin profesor y la tirana maestra que sería su grano en el culo tampoco había aparecido (siendo sinceros ojalá no hubiera llegado a conocerla). Esa mañana, de un día inexacto, estaba en clase y como siempre esta era aburrida. De esas que te daban sueño al tener en cuenta que trasnochaste, tras verte un anime entero con tu hermana noctámbula.

Era un fastidio aguantar las clases, atenderlas cuando tú solo deseabas pegar tu cara a la incómoda mesa y quedarte dormida.

Ra se encontraba sentada junto a la ventana, mejor dicho, al lado del ventanal. El aula en la que se hallaba era la segunda a mano izquierda tras entrar al colegio. Respiró hondo, estaba todo lo bien que se podía estar, a la vez que pasó una mano por su cabello castaño, oscuro y rizado para acomodarlo. De pronto, la chica sentada justo a su lado soltó una exclamación que fusionó con un grito explosivo, mientras le pedía que no se moviese. Ella le obedeció pese a la extraña naturaleza de la orden.

—No, no muevas la cara, no mires pal lado —en la voz de su compañera de asiento se notaba el temor.

¿Por qué no debía moverse? ¿Qué es lo que había? La curiosidad mataba a Ra y con el rabillo del ojo ella miró hacia el lado derecho. Al hacerlo, descubrió a una abeja que todavía se hallaba en la acción de subir hasta su hombro.

«¡Ayy, dios mío, me picará!» pensó asustada sin dejar de observar el movimiento de subida de la abeja, la cual llegó hasta su cara y allí se quedó. Ra no se movía en lo absoluto, pese a que tenía sed y ganas de ir al baño, le comentaron hace un tiempo que en estos casos lo mejor era eso.

—Profe, profe —llamó desesperada tras unos minutos.

—Profe, profe —la muchacha que le alertó del "peligro" se unió a ella.

La profesora no parecía oírlas, ya que continuó con la escritura de la clase en la pizarra.

—Profe, profe —Ra insistió y siguió sin captar su atención, hasta que su compañera la llamó a gritos —¡Profe!

La maestra se giró estresada.

—Niña, ¿Qué tú quiere'? —Ra movió la mano con suma lentitud y se señaló el rostro. La profesora abrió los ojos como platos tras notar a la abeja.

—Tiesa, quédate tiesa —la maestra comenzó a sudar —No te vayas a mover que te va a picar esa mierda. ¡No te vaya' a mover!

«No se preocupe que yo no me muevo» pensó Ra, a la vez que la miraba con fijeza. Debido a la abeja apenas gesticulaba al hablar, con temor a que por la vibración de las mejillas, esta se alterase y acabase por picarla.

—¡Ay dios mío, Ay que hago! —repitió la profesora con los nervios a flor de piel. Estuvo unos instantes entre sus pensamientos hasta que tuvo una idea —¡Ya sé lo que voy hacer! voy a buscar a la directora.

—¡Oye, oye! ¿La va a dejar con ese bicho? ¡Negligencia, profe, negligencia! —se quejó su compañera, mientras que Ra miró a la maestra con ojos llorosos.

—¡Cógela con suavidad! ¡Con un vaso! ¡Cuidado que te va a picar! —gritaron los vecinos, personas que vivían frente a la escuela y se hallaban en los portales de sus hogares.

La profesora se aproximó a su mesa de trabajo, agarróel vaso de merienda (ese que todo maestro que se respetara poseía, para quitarle refresco a los niños) y capturó con suavidad a la abeja, para luego liberarla a través del ventanal.

Después de ese sustoRa se relajó, abrió la mochila y tomó el pomo para beber el agua que necesitaba. Pensó mientras lo hacía que todo quedaría así y tendría una tarde sin más problemas. Sin embargo, cinco minutos después de regresar del baño, la abeja la esperaba en la mesa. Como si fuese natural, se posó en su hombro en cuanto se logró sentar sin alterarla.

«¡Ayy, dios mío, se va salar la cosa! ¡Demonios! de nuevo sin poder moverse o mirar para el lado ¿La abeja tenía alguna obsesión con ella o qué?» Todos estos pensamientos transitaron por la mente de Ra, porque pese a que la maestra le volvió a quitar de encima a la abeja, esta no conocía la palabra rendirse y regresaba sin descanso tras recuperar fuerzas en el quicio del ventanal. De todas esas veces, fue un alivio que no fuese de nuevo a su hombro o al rostro.

Gracias a tal perseverancia de la abeja, la maestra no tardó mucho en alterarse.

—¡Pérate un momento! —la profesora realizó su captura una última vez, agotada por todas las veces que lo hizo antes, y cerró con brusquedad el ventanal tras la liberarla.

La mitad del día este se mantuvo cerrado, por lo que la abeja no pudo entrar otra vez. Ra se hallaba aliviada, pues al parecer ese bicho se obsesionó en ella. Sintió mucho temor, de verdad, cuando estuvo posada en su cara sin permitirle hacer ninguna acción. Un escalofrío le recorrió al recordar la sensación de tener a ese abejón sobre la piel.

Durante la tarde —luego de ir a su casa para almorzar— les obligaron a regresar a la escuela, con la amenaza de que luego les quitarían el derecho a hacer las pruebas finales por ausencias injustificadas. Su hermana le aconsejó que no fuese, mientras le comentaba que ella nunca iba a la sección de la tarde. A esta le parecía una pérdida total de tiempo, la escuela le interesaba poco y lo demostraba con las notas que tenía. Aquellas excelentes que tuviese en grados anteriores quedaron atrás.

No obstante, ella era más responsable que Amy. Conocía a la perfección que era en vano asistir a esa sección, al tener escasez o ausencia de profesores no daban clases durante la tarde. Aún así, tenía que cumplir porque las ausencias pesaban en el expediente. Además, ella y algunos de sus compañeros se pusieron de acuerdo para regresar.

Cuando llegó al colegio, advirtió que el aula donde horas antes ocurrió el suceso del abejón no se hallaba abierta. Por tal razón a ella y a los dos alumnos que llegaron al mismo tiempo, les dejaron en el aula del exterior; cuya puerta daba a la entrada de la escuela.

Comenzaron a llegar poco a poco los otros estudiantes: Raúl, Roxana (una muchacha alta como su hermana y de cabellos cortos), Jenna, Laura, Jennifer, Jorge, Ariana y Olivia. Juntos formaban un pequeño grupo, ya que medio salón no asistió.

Y, allí estaban, esperaban que algún profesor se apiadara de sus condenadas almas y les dejara irse a la comodidad de sus hogares. Que mínimo les impartieran clases, cosa que la verdad era muy poco probable. Todo ese aire de aburrimiento continuaría, hasta que el timbre que marcaba el fin de la escuela sonara. Todo seguiría igual, si no fuese porque a Roxana se le ocurrió la brillante idea de jugar un inofensivo juego.

Con tal de pasar un rato divertido, el pequeño grupo de estudiantes y la misma Ra aceptaron la idea. ¿Qué podía salir mal? La respuesta llegaría muy pronto.

Se reunieron todos en la mesa de Roxana, la mejor del colegio pues su padre carpintero se la construyó.

—Juguemos a Charlie Charlie —afirmó Roxana, orgullosa de tener la llave para erradicar el aburrimiento.

—Charlie Charlie es una mierda. Charlie Charlie no, Charlie Charlie no —Ariana estaba en desacuerdo con la idea, quizás por llevarle la contraria.

—Mama, decídete: te rizas o te haces papelillo —Jennifer interrumpió la conversación entre ambas —No podemos estar aquí todo el día.

—Mija, es que no sé. Es que el otro día me pasó... —les respondió Ariana, iba a comenzar a contar la historia de algún amor nuevo. Ra rodó los ojos y suspiró.

Entonces Raúl les salvó de una interminable historia al ponerle la mano en el hombro a Ariana.

—Muy bonita historia, pero a mí me importa un comino en este momento —Raúl lo dijo con seriedad, para acto seguido girarse al grupo para pedir que hicieran algo mientras sonreía.

—Yo conozco un juego que mi abuela jugaba cuando era niña —Jorge llamó la atención de todos —Demen un papel ahí.

Olivia arrancó un papel de una de sus libretas y Ra le prestó un lápiz, acto seguido Jorge empezó a escribir el abecedario. Agregó un sí, un no y el adiós justo entre los dos.

—Caballeros —los ojos de Jorge se clavaron en el pequeño grupo —¿Alguien tiene una velita por ahí?

Nadie supo porqué —tampoco era que se les hubiera ocurrido inquirir sobre este extraño detalle— Roxana traía una vela en la mochila, de esas eléctricas que funcionaban con pila. Por supuesto, si hubiera resultado el caso de que alguien trajese una vela real, no colaría mucho y el juego acabaría tan rápido como se enciende un fósforo. Se decidió entonces jugar a la guija, en cuanto Raúl reconoció que Jorge se refería a ese juego. Muchos rumores habían alrededor de este, se decía que sucedían cosas extrañas.

Uno de los chicos rebuscó en su mochila hasta hallar una moneda, que puso justo en el centro del papel escrito. Todos colocaron los dedos en ella y empezaron a llamar a la guija a base de insultos. «Conche tu madre, me cago en tus muertos» eran solo algunos de estos.

Alguien, Ra no lograba recordar con exactitud quién demonios fue, gritó que la guija no hacía nada y que estaba partida.

—Caballeros, no le falten el respeto —pidió Olivia, el caso del perro a su pedido.

De pronto el cielo se oscureció, la ventana se abría y cerraba gracias al viento, el cual instantes después cesó. A la vez que uno de los chicos gritó a todo pulmón “Guija, me cago en tu madre" la puerta del aula se cerró de golpe, la vela eléctrica se apagó y el salón se sumió en la oscuridad. Todos los niños gritaron asustados: —¡Ay, dios mío! ¡Ay, dios mío que nos morimos! —seguidos de chillidos que les hacían parecer puercos llevados al matadero en vez de niños.

—¡Cálmense, caballeros, que tampoco es pa'tanto! Vamos abrir la puerta —dijo Jenna mientras se aproximaba a esta. La empujó hacia adentro y notó que no cedía

—Niña ¿qué pasa? ¡Acaba de abrir la puerta! —demandó Raúl.

—¡Ay caballero'! —a Jenna le tembló la voz —La puerta no se abre.

—¿Cómo es eso? —cuestionó Raúl, que se aproximó a la puerta e hizo lo mismo que ella.

Los demás se acercaron paraayudar, tras ver que Raúl no decía ni una sola palabra y solo empujaba la puerta.

—¡Ay, caballeros nos quedamos trancados! —sollozó Olivia.

—Ay, mija no formes ese drama que me pones nerviosa —pidió Jenny, al borde de un ataque de nervios.

—No le contestes eso que la puerta no se abre —le dijo Jorge.

—Pero tú empuja, tú empuja ahí. No te veo haciendo nada —dijo Jenny, con los brazos en jarras.

—¡¿Pero tú está' bizca?! ¡¿Tú no ves que la puerta no se abre?! —se quejó Jorge.

—¡Ay, dios mío!—Jenny respiró hondo, mientras aleteaba los huecos de la nariz y miraba el suelo en busca de respuestas.

Todas la chicas, menos Jenna que dirigía el empuje de la puerta y daba palmazos, estaban sentadas. Ninguna sabía con exactitud lo qué pasaría a continuación, hasta que a Jenny le vino la luz.

—Caballeros hay que gritar ¡griten, griten!

Ariana y Olivia fueron las primeras en gritar a todo pulmón, seguido de las otras chicas que se sumaron.Cuando Ra pensaba hacer lo mismo, escuchó un ruido proveniente del ático, al que se accedía través de la escalera que había en el cuarto junto al aula.

—Caballeros, ¿ustedes oyeron eso?—dijo Ra.

—Ay, ¿tú también escuchaste eso? ¿Me estaré volviendo loca? —le preguntó Jenny.

Ra en vez de responder la dejó hablando sola, puesto que tuvo la impresión de que ella no esperaba una respuesta.

La situación no era la mejor, estaban asustados y la puerta seguía sin abrirse. Jennifer propuso investigar el cuarto del ático einició una discusión sobre quién iba a ir.En pleno apogeo de esta, decidieron entrar a la habitación y pararse ante la escalera del ático. Entonces, algo rodó por la escalera mas jamás llegó al suelo.

El miedo se transformó en pavor.Ariana afirmó que se escuchaban pasos y ruidos, Olivia que la puerta al final de la subida se abrió y una cara pudo verse. A Ra le pareció ver una especie de ser oscuro que sacaba la cabeza para volverla a entrar pero, en vez de temblar de miedo ella se rió.

—¡Tú va ver, la guija, el espíritu o lo que sea nos mata aquí! —exclamóOlivia.

—Bueno, ¿quién va a subir hasta allá arriba? estamos todos de acuerdo en que hay algo. ¿Quién va subir, quién va subir? —Laura les miró a todos.

Cada uno de ellos buscó cualquier escusa para negarse, “no tener tiempo"o “hallarse ocupados" eran con creces las ganadoras. Puesto que nadie se brindaba a subir, no quedó más remedio que usar la coacción. A través de este método, designaron para la misión a nada más ni nada menos que a lamás cobardedel grupo; Olivia.

—Dale Olivia ve tú pa' allá. ¡Sube, sube, sube! —exclamó Jenna.

—¿¡Qué?! Yo tengo tremendo miedo, ¡caballeros son unos pesados, ñoo! —Olivia empezó a llorarpor verse obligada a esto.

—Olivia no te va a pasar nada, no te preocupes, estás con nosotros. Estamos aquí abajo y no nos iremos a ningún lado, te vamos a ver —le dijo Raúl para tranquilizarla.

—¡Caballeros no, alguien me tiene que acompañar! —exigió Olivia entre lágrimas.

Todos se miraron a la vez mientras asentían.

—No te preocupes Olivia, va a ir Ariana contigo.

—¿¡Cómo?! ¡¿Por qué yo?! ¡Caballeros no, no sean pesados! —se quejó Ariana enojada —Vaya alguno de ustedes.

Las escusas, está vez mejor elaboradas, regresaron de nuevo. “Tengo una pata coja" o“soy muy obesa" reinaron por sobre las demás. Ra solo giró la cara a la vez que se cruzó de brazos. En su opinión, esto no tenía nada que ver con ella.

—Olivia no te preocupes, es más, yo te acompaño —afirmó Ra segundos después al notar el temor de la chica.

Luego de tanta coacción, ambas chicas se tomaron de las manos para subir. Ra iba al final de la comitiva, solo subió tres escalones y dió media vuelta. Olivia fue la única que llegó a la puerta del ático, ya que Ariana la abandonó al ascender hasta la mitad y quedarse allí.

—¡Ay, caballero' esto está trancado! —al parecer, Olivia empujó la puerta para comprobarlo.

—¡Tú empuja, empuja bien que allí hay algo! —le gritaron todos desde abajo.

—¡Ay, caballeros tengo miedo! ¡Ay, Ariana!

—No te preocupes niña, yo te ayudo —Ariana subió lo que le quedaba de escalones para ayudarla y, cuando solo le faltaban tres se quedó estática en el sitio.

Ra, ni ninguno de ellos supo que fue lo que vieron ese día. Lo que si pueden asegurar es que la puerta, que jamás cedió a los empujes de Olivia, se abrió sola y les dió un susto de muerte tanto a ella como a Ariana. La luz del sol accedía a través de una puerta en ese cuarto de desahogo o ático, aquella era una salida del colegio. Sin embargo, esta luz natural se ocultó por un momento y la lámpara del lugar donde se encontraban se apagó. Ambas chicas corrieron despavoridas por la escalera, algo pareció volver a salir de esa puerta.

—¡Corran, corran! —gritaron los demás estudiantes desde abajo, acto seguido estos fueron en manada hacia la puerta del aula. Ra se quedó atrás para ayudar a levantarse a Ariana y Olivia, esta última rodó por la escalera y arrastró su amiga con ella.

—¡Queremos salir! ¡Ayuda, Ayuda! —rugieron a coro. La desesperación reinaba en sus voces, junto a la sensación de que la muerte se aproximaba a cada paso.

¡Y por fin, libertad! La puerta cedió y algunos cayeron desperdigados en la entrada del aula. Gritaron de nuevo por ayuda, al mismo tiempo que corrían por todo el portal del colegio e iban hacia al portón de este para irse.

—¡¿Qué está pasando aquí?! —el pequeño grupo se detuvo y miró fijo a la dueña de la voz —¿Qué es esto? ¡Entren al aula!—gritó la directora alterada, quien bajabapor la escalera al segundo piso.

Los niños se acercaron a ella.

—¡Profe, Profe hay un bicho allá dentro! —dijo uno de ellos.

—¡Profe, hay un muerto allá dentro! —dijo otro.

—¿En dónde, en dónde?

Acompañados de la directora, entraron al salón encantado y se dirigieron a la habitación del ático. Ra iba al lado de esta aguantando la risa, segura de que el bicho no estaría allí.

—¿Ustedes subieron al ático? —la directora cada vez se hallaba más molesta.

—Profe no, nosotros vimos que hay algo allí —respondió Roxana.

—¿Ustedes se metieron aquí? ¿Se pararon en la puerta?

—¡Profe, había algo allí! —exclamó Ariana.

La directora les miró con fijeza y acto seguido rugió:

—¿Quién les mandó a entrar allí? —miró a cada alumno —¡Está prohibido entrar allí, eso se está cayendo!

—Profe, pero es que... —Jorge trató de decir algo, la directora le fulminó con la mirada.

—¡Pero es que nada! ustedes no tienen porque entrar allí. ¡Son un indisciplinados! los voy a cambiar de aula.

Los alumnos se sintieron aliviados con la decisión, a la vez se hallaban molestos. Pese a que acompañaron a la directora a otro salón, pensaban que lo mejor era irse si perderían el tiempo en la escuela. Algunos de su pequeño grupo tuvieron suerte y se fugaron.

Nadie sabía qué demonios había en ese ático, se mantendría como un misterio por resolver y un elaborado rumor.

Nota de autora:
¡Volvemos con más drama! Espero les esté gustando la historia, ¿Qué creen de los personajes, sus acciones?.
Me estoy divirtiendo mucho escribiendo los recuerdos míos y de mis amigos.

Besos o lo que sea, Titania.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro