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Capítulo 18

Días memorables del último año de secundaria no tenía muchos. En realidad, no deseaba dejarla pues le temía al futuro que le deparaba. Si por Karen fuera, sería por siempre una niña. A solo unos meses de acabar el curso escolar, se debatió entre coger veterinaria, un *técnico medio o el *preuniversitario. Cuando por fin se decidió, casi no le dan lo que quería. No era de las mejores en el escalafón, tampoco de las peores.

Pero la suerte se puso de su lado, la persona que quería la última plaza de preuniversitario la rechazó. Ese día se hallaba nerviosa y sudaba en demasía. Trató de controlar los pequeños temblores, fuera la esperaban su madre y su novio Yaniel.

Accedió a la dirección, el director la recibió con una sonrisa.

—Felicidades, tienes el pre.

Karen quería saltar de alegría, aquel era uno de esos momentos que no olvidaría. El otro fue un quince de abril, su cumpleaños, cuando le lanzaron agua por tradición. Se rió muchísimo porque sus compañeros inundaron el aula. El profe los paró a todos en el patio para que se secaran con el sol. Estuvieron desde el mediodía hasta las tres de la tarde. Resulta que se mojaron las pruebas de Física y por ello, el profesor suspendió al aula entera.


***

Una semana después de la pelea con Mamota, el tiempo de graduarse del último año de secundaria llegó para Oliver y Amy. Sería un gran alivio, a ella poco le importaba el técnico medio que le dieran o el futuro. No poseía sueño alguno que perseguir; perdió la motivación para hacerlo. No culpaba a sus padres, o a su abuela materna, ellos solo eran realistas. Sin embargo, deseaba que le dieran ánimos. Conocía la crueldad del mundo, le asqueaban algunos comportamientos. Tal sensación casi rozaba una emoción peligrosa llamada odio.

¿Podían hacer todos, el maldito favor de dejar de señalarla? Se miraba bastante al espejo, sabía todos los defectos que poseía. Ojos oscuros sin nada especial, una cara redonda que no atraería a nadie. En las novelas románticas, el color claro del iris y los rostros ovalados eran la regla. Siempre chicas delgadas, de baja estatura. Parecía que las robustas, como ella, no tenían derecho a encontrar el amor.

¿Por qué ser una chica alta no era algo bonito? Amy no pidió nacer con tanta fuerza, ni medir más que la media. Las personas y sus comentarios estaban allí; todo para que nunca olvidara quien era mucho más bonita. A los ojos de otros, Ra se llevaba el premio de la belleza. El cabello rizado que tenía siempre fue halagado, el rostro también. ¿Lo mejor? Con el pasar de los años las curvas se le desarrollaban, dejaría pronto de ser una niña muy delgada. Ya no se burlarían de su hermanita por tal motivo.

Al principio, le resultó extraña la sensación de que le faltaba algo. Era feliz pero, algo le pesaba en el corazón. Mas luego se acostumbró a tales sensaciones, incluso al vacío. Amy comprendió que como hermana mayor, daba bastante pena. Su adorada hermanita la sobrepasaba en todo. Aprendía más rápido, el carácter fuerte y su madera de líder atraía a los demás. Como el sol brillante sobre el firmamento, alrededor del cual giraban las personas. No podía evitar compararse, ni desterrar el sentimiento del fracaso.

¿En qué momento tales pensamientos lograron reinar en su mente? ¿Por qué permitía que todo eso le afectase? Debía de tener cosas buenas. Se consideraba valiente, una chica noble que pecó por ser amable.

También era impresionante, ¿verdad? Sin embargo, habitaba en lo profundo de un abismo personal.

Aquella mañana, la semana de los exámenes finales del curso, Amy se levantó para hacer el de física. El poco deseo que tenía de asistir, fue reemplazado por la ira gracias a ciertas palabras.

—La prueba es por la tarde. Ahora lo que darían serían las notas de las otras pruebas —la tranquilidad de la portera era, cuanto menos, detestable.

—¿Entonces, puedo entrar a verlas?

—No están listas todavía.

Levantarse temprano, perder el tiempo de una manera tan estúpida no le gustaba nada.

—¿A qué hora empieza la prueba de física? —Amy imitó la calma de la portera, con éxito.

Esta la miró extrañada.

—Es por la tarde, ¿no te lo dijeron? Ven a la una y media.

«Si lo hubiera sabido, no estaría aquí, calva» pensó Amy mientras le sonreía a la mujer.

No obstante, resultó luego que la portera estaba desinformada. Horas después de tal conversación, Oliver la llamó para decirle que habían hecho la prueba. Un chico desconocido tenía que hacerse la fisioterapia, por consideración la adelantaron.

—¿A qué hora fuiste a la escuela? —le preguntó su amigo por teléfono.

Amy se demoró unos segundos en responder. Decidió deleitarse con la imagen mental que tanto le gustaba evocar a Lara; la escuela en llamas.

—Por la mañana, bien temprano, a las siete.

—Hicieron la prueba dos horas después, a las nueve.

—Ya tú sabes, tendré que ir ahora a la escuela.

Y en efecto, tuvo que caminar hasta allá otra vez. ¿El día podría ponerse más malo? Por supuesto que sí, la vida no dejaba de sorprenderla. Tras ver al fin las notas de los otros exámenes, pues en un principio no pudo, le dijeron que haría la prueba justo cuando le tocaba matemáticas. Por ello sus padres la obligaron a visitar a su tía paterna, para que le repasara la dichosa asignatura.

Le tocó soportar matemáticas por una hora, aunque no le fue del todo mal. Llegó a casa con la confianza en sí misma algo renovada, feliz por tal logro.

Jamás se le pasó por la agotada mente la escena que hallaría.

Oliver y Karen estaban sentados en el sofá. Parecían enfadados, ambos tenían los brazos cruzados bajo el pecho.

—¿Qué pasó? —Amy no entendía tal actitud.

—Tenemos que hablar —Karen se le adelantó a Oliver.

Amy sintió que las piernas se le aflojaban, contuvo las lágrimas que amenazaban con salir y forzó una sonrisa. ¿Por qué estaba tan sensible?

—Caballeros, ¿por qué tanta tensión?

Karen le fulminó con la mirada, luego la dirigió al pasillo.

—Pregúntale a Ra, ella fue la que empezó todo.

Karen no dijo nada más. Oliver le miró triste, antes de que ella abandonase la sala.


***

Karen siempre se creyó la más linda, Oliver notaba que se sentía intimidada cuando conocía a alguien que la superaba en belleza. No obstante, toleraban esos problemas de inseguridad que tenía, las malas actitudes incluso. Pero, poco a poco, nació una brecha que aumentó hasta hacerse difícil de reparar. La primera vez que esta se creó, fue el día que como tantas veces llamó a casa de Amy. Le contestó la madre de esta, cuyo tono de voz agradable debería de dar vergüenza a operadoras telefónicas de *Etecsa.

—Buenas, Beth, ¿Amy se encuentra?

—Claro que sí, mi niño, ahora te la pongo. Tú sabes cómo es tu amiga, vaga hasta para responder el teléfono.

Oliver se rió con el comentario, escuchó de fondo como su amiga le decía a Beth que creyó que era para esta última.

—Mijo, ¿cómo te va? ¿Qué pasa?

—Nada, voy a buscarte para salir a ti y a Ra.

—Está bien, voy a llamar a Franchis entonces.

No tardó mucho en estar en casa de las hermanas, llegó unos minutos antes que Franchis. Esta vez, Oliver no se hallaba solo pues su prima Lorena se incluyó a la salida. Se saludaron en los bajos del edificio de Amy y Ra, con los efusivos abrazos a los que su amiga acostumbró a todos.

—Lorena, mija, ¿y eso que sales con nosotros? —Ra preguntó antes que Amy, la cual la miró curiosa.

—Estaba aburrida, cogí a Oliver a punto de salir —respondió Lorena.

—No importa, nos vamos a divertir igual —comentó Franchis.

—Bueno, vámonos entonces que hay que buscar a Karen.

—A ver si sale con nosotros —Ra puso cara de que no creía en ello.

De camino a casa de Karen compraron unos bocaditos de helados, que vendían al doblar del edificio de las hermanas. Se lo comieron entre conversaciones sobre qué marca de zapatos era la mejor. Resultó que su amiga no se negó a salir con ellos pero les hizo esperar hasta que acabó de prepararse.

—Siéntense en el sofá, yo termino en unos quince minutos más o menos —Karen se fijó en que Lorena llevaba algo en la mano, era el bocadito de helado que ella compró extra —¿Quieres que te guarde en el bocadito?

—Si no es mucha molestia —su prima le dió el bocadito, Karen la miró con desprecio mientras lo tomaba.

Miraron lo que sucedía entre ambas en silencio mas no ahogaron las exclamaciones, que cierto comentario de su amiga causó.

—Yo solo te guardo el bocadito porque eres prima de Oliver, porque si no… —su amiga no acabó la frase y se dispuso a irse con este.

Lorena se lo quitó y le fulminó con la mirada.

—Deja, ya no hace falta que me lo guardes.

—Se va a derretir.

—¡No importa, que se derrita!

Hubo un momentáneo duelo de miradas entre ellas, que terminó al Karen encogerse de hombros antes de irse a su habitación. Aquel incidente quedó como algo que les causaría risa.

Tras dar un paseo por el *bulevar, acompañaron a Lorena y regresaron a casa de las hermanas. Oliver sintió que no era el único molesto por lo sucedido, que esto solo era el comienzo de algo que acabaría por romper la amistad que los unía.

No se equivocaba.

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