Capítulo 14
A Amy no terminaban de gustarle las cosas románticas, pensar en ramos de flores o en cenas a la luz de las velas le hacían querer vomitar. Oliver la llamaba dama de hielo por esa manera de pensar cada vez que hablaban de romance. ¿Era una persona algo fría como su mejor amigo decía? Sí, pero solo con las personas que no fueran allegadas.
Sentada en la plazoleta del *Parque trillo, Amy suspiró hondo. Era mejor no pensar tanto en ello pues se suponía que fingía estar agotada, con tal de no regresar a jugar al *cogido con sus compañeros de aula. Desde aquí les observaba correr, divertirse bajo un sol que rajaba las piedras.
«Me gustaría ser como ellos y no cansarme tan rápido» pensó Amy luego de un rato mirándolos, para acto seguido encogerse de hombros.
No tenía porque lamentarse, disfrutar la sombra era mil veces mejor que sudar. Se abanicó con la mano y volvió a suspirar. Pese a hallarse lejos del alcance de la luz solar, podía sentir como el vapor provocaba ese molesto picor en la garganta por la sed.
—Como me gustaría tener un *pomo de agua ahora mismo —Amy miró a su alrededor, debido al miedo que tenía de que la oyeran hablar. Tras no ver a nadie subió las piernas y las cruzó.
Sería loco de su parte pensar que alguien aparecería con un pomo de agua bien fría, que se sentaría a su lado y dejaría esta al alcance de las manos. ¿Lo extraño? que todo eso pasó unos minutos después, cuando un hombre se sentó junto a ella. Tuvo que parpadear varias veces y soportar el impulso de pellizcarse.
¡¿Qué demonios?! ¿Esto pasaba en la vida real? La probabilidad de que lo que deseas se te aparezca al lado, ¿era tan grande? o ¿era su suerte? Bien, fuera lo que fuera, no pudo evitar sorprenderse.
En algún punto de tales cavilaciones, los ojos del desconocido se clavaron en ella. Amy lo notó unos segundos después, cuando sus miradas encontraron y el corazón se le paró unos segundos.
—Hola —la voz del hombre no era del tipo impertinente, dulce, ronca o sexy, como describían muchos de los libros que leyó. El color de los ojos, de una tonalidad azul pero con líneas amarillas y violetas, era la cosa más inverosímil que viera alguna vez.
No tenía ninguna lógica que ella se pusiera a analizar a detalle tales cosas, cuando no le había respondido siquiera. Amy quería tocarse las mejillas para comprobar si se sonrojó, carraspear para disimular la posible ronquera gracias a la sed y a una ligera alergía. Tras eso respondería un hola sin quedar en completa vergüenza.
«Vamos Amy, tú puedes, solo tienes que decir una palabra» dentro de su cabeza trató de armarse de valor, aunque en la realidad se mantenía callada.
De nuevo, tenía esa guerra mental consigo misma. Trataba de vencer la timidez mas el hecho de que él la mirase fijo solo la ponía más nerviosa. ¿Es que no aprendió nada de la experiencia con Omar? ¿Se pasaría toda la vida siendo así?
Le gustaba complicarse la existencia, de verdad.
El desconocido le sonrió y el contacto visual que tuvieron se perdió. Amy se dió una cachetada mental cuando casi suspira de alivio delante de él. La sensación de derrota pesó en su corazón, junto a la idea de que ella solo sabía ponerse cadenas. Aquellas emociones no le llegaron al rostro, no deseaba que nadie las notara. Lo único que pudo hacer, como la cobarde que era, fue mirarle para luego disimular al cambiar de objetivo.
El hombre sacó de la mochila negra que traía una libreta y una pluma transparente de tinta azul. Comenzó a escribir fórmulas físicas que reconoció debido a su padre. Este estudió Física en la universidad y, aunque no terminó la carrera, a día de hoy mantenía los libros guardados de las distintas asignaturas. Como a ella le gustaba husmear en el librero de la habitación de sus progenitores desde pequeña, no le costó nada descubrirlos. Cuando lo hizo, su padre le enseñó algunas fórmulas porque ella preguntó.
Aquel recuerdo reemplazó la sensación de derrota por la de triunfo, se alegraba de tener un tema para conversar. Claro, solo si lograba vencer la pena el descubrimiento valdría de algo. Y en efecto, desperdició la oportunidad para contentarse con verlo hacer cálculos.
Al día siguiente, la vida le ofreció una segunda oportunidad. El hombre se sentó a su lado, Amy volvió a darse ánimos para hablarle de una vez. ¿Qué sucedió? que su amigo Oliver se sentó justo entre ella y el desconocido.
—Amy, ¿no vas a jugar más al cogido?
Negó con la cabeza a la vez que miró al hombre de reojo.
—Hay tremendo sol, no estoy pa' eso.
Con tal respuesta, creyó que Oli regresaría a jugar pero en cambio se quedó allí. Amy miró entre el desconocido y su mejor amigo, la idea de que este último le *pusiera la piedra con él le pasó por la mente. No obstante, ese pensamiento se esfumó enseguida, se dió cuenta que no sería capaz de tener una plática con el hombre.
Que incompetente resultaba ser a veces.
***
Esa misma tarde en que dieron educación física en el Parque Trillo, tras salir de la escuela, Oliver acudió a casa de Amy como tantas veces. En el camino la notó distraía pero no le comentó nada al respecto. A ella le gustaba tener la cabeza en las nubes de vez en cuando.
—Mami, ya llegué —tras ambos dejar las mochilas sobre el sofá, fueron a la cocina saludar a la madre de Amy.
Esta última abrazó y le dió un sonoro beso en la mejilla a su madre.
—¡Mi niña! ¡Oliver! ¿Cómo les fue?
Oliver dió un beso en la mejilla a la madre de su amiga.
—Bastante bien a pesar del calor.
—Que bueno —esta se secó las manos húmedas con *paño de cuadros —Ve a saludar a Ra, está en el cuarto de atrás.
Asintió con la cabeza, acto seguido acató la orden. Antes de acabar de atravesar el corto pasillo oyó a Amy hablar.
—Má' tengo hambre, ¿Qué hay de comer?
—Tolondrones para los preguntones.
—Mami, eso no es la respuesta que quería.
La madre de Amy se rió, justo en el momento en que él llegó al cuarto de atrás. Allí encontró a Ra viendo la televisión en compañía de su hermano Darío.
—Mijo, ¿Cómo te va? —Ra se levantó de la silla de metal en la que estaba —¿Dónde está Amy? ¿En la cocina buscando comida?
Oliver se rió mientras se sentaba en la otra silla disponible. Entabló una conversación que no se centraba en ningún tema con Ra, hasta que Amy colocó su plato sobre la mesa de cristal.
—¡Mija, te serviste cantidad! —exclamó al echarle un vistazo a la comida de su amiga, la cual se encogió de hombros antes de empezar a comer.
—Mijo, si no me sirvo así no me lleno —ella cambió el tema antes de que él o Ra pudieran replicar —Oye, Oli, ¿Y si hacemos una pillamada en tu casa? Así aprovechamos el hecho de que tú mamá se fue para *El bahía.
—Sirvió —Ra fue la primera en aceptar y una vez Amy acabó la comida subieron los tres al segundo piso.
Él observó sentado en la cama de su amiga como guardaban las almohadas y demás cosas necesarias en una mochila negra. No tardaron mucho con aquello así que mientras Ra iba a bañarse, se encargó de elegir películas para llevar en una memoria USB junto a Amy.
—¡Dios mío! —su amiga buscó en distintas carpetas —No hay nada que sirva.
—Asimismo, casi todas las hemos visto y las demás son una mierda —Oliver cerró una película que abrió para solo ver los primeros minutos —Esta no da miedo ninguno.
Amy se levantó para dejarle la silla frente a la máquina a él, luego le dijo que iría a llamar a Karen y a Franchis.
—Ok, yo buscaré un poco más a ver si encuentro alguna película buena —contestó Oliver y su amiga asintió con la cabeza.
En lo que Amy llamaba a los otros dos amigos y seguro aprovechaba para entrar al baño, Ra apareció en la sala. Oliver suspiró hondo, le dejó la computadora para luego sentarse en el sillón.
—¿Seguro? —Ra le miró por unos segundos.
—Sí, al final no encontré ninguna película que nos vaya a gustar —afirmó Oliver.
Una hora después tocaron la puerta, era Karen.
—¡Hola! —la alegría de esta se le notaba en la voz —¿Dónde está Amy?
—Seguro bañándose, viene dentro de poco pa' acá —Ra respondió sin mirarla, centrada en los combos que hacía en el juego Talismania.
Karen le dedicó una mirada de desprecio y Ra se giró para sacarle la lengua. En ese mismo momento Amy regresó a la sala, comentó que mientras se bañaba tuvo una idea buenísima.
—¿Cuál? —Karen le sonrió a su amiga, a quien notó bastante emocionada.
—Comprar *papitas en la cafetería de al lado del edificio, así comeremos algo rico —tras decir esto Amy aplaudió y todos los presentes en la sala se rieron.
Después de invitar a Ra a ir con ellos y esta declinar la oferta fueron a por las papitas. La cafetería de la que Amy hablaba tendía a estar abierta hasta tarde, vendía *cangrejitos, lo que venían a buscar y algunos dulces de *La Chopi. En dependencia del día, tenías la suerte de recibir buena o mala atención. Esta vez les tocó ser atendidos por la dueña del lugar, la mujer de corazón amargo y malísima actitud. No obstante, Oliver no dejaría que ella le arruinará el día por lo que tras quejarse olvidó el tema.
Amy subió a por su hermana, cuando vino en compañía de esta y con la mochila en la espalda se dispusieron a partir a casa de Oliver. Conversaron en el camino sobre todo lo que harían, Amy afirmó que no llegarían a dormirse debido a tanta diversión.
—Tú siempre de noctámbula, ¿eh? —le dijo Ra a su hermana mayor, la cual le miró risueña.
—Soy un alma de la noche —le contestó Amy.
Debido a que no deseaba que los chismosos de sus vecinos dijeran que haría una fiesta en la casa, Oliver le comentó a las tres chicas que entrarían por la parte de atrás. Lo que antaño fue un patio gigante que pertenecía a su casa, ahora era un *parqueo. No les costó nada acceder, el padre de las hermanas trabajaba allí de custodio.
Lo hallaron en la caseta del sitio, con todas las cosas que traía desperdigadas por el pequeño espacio.
—Papi, te trajimos la comida que mamá te mandó —Ra le extendió un *pozuelo, envuelto en una *jaba que este no tardó en tomar.
—¿A dónde van a esta hora? —el padre de Amy y Ra detuvo la mirada en las mochilas que todos llevaban —¿Van a hacer una pillamada?
—Sí —Amy sonrió —La mamá de Oliver no está en casa y tenemos que aprovechar.
—Está bien, pero entren que sino les va a coger la lluvia —el padre de sus amigas miró al cielo tras decir eso, ellos lo imitaron.
Entonces comenzó a llover con fuerza y los cuatro corrieron hasta la puerta trasera de la casa. Oliver introdujo la llave en la cerradura, la giró y fue el primero en entrar. Las tres chicas le siguieron dentro, dejaron las mochilas sobre la mesa del comedor. Cada uno tomó una silla, la cual acomodaron cerca de la máquina.
Una vez sentados Karen se cruzó de brazos.
—¿Qué hace Emilia aquí? —esta puso mala cara cuando la miró por unos segundos —Nadie me dijo que la iban a invitar.
—Es verdad —Amy apoyó lo dicho por Karen —No pensé en ella cuando planeé la pillamada.
Oliver miró a Emilia antes de susurrar.
—Mi madre la invitó para que limpiara, por eso se queda en mi casa.
—No *cojamos lucha entonces —Amy se encogió de hombros —Ahora es más importante saber por qué Franchis se demora tanto.
—Sí, se está *dando tremenda lija. Como cuando vamos a la escuela, se mete un siglo para prepararse —comentó Ra.
—Yo no sé qué está haciendo ese muerto oscuro que se demora tanto. Amy lo llamó y él ya sabe lo que vamos a hacer.
—Puede que esté esperando a que escampe —Karen se colocó un dedo sobre la barbilla.
—¡Ni que él fuera una sirena, que no puede mojarse porque se transforma! —exclamó Oliver.
Y justo iba a comenzar su típica retahíla de quejas e insultos dirigidos a Franchis, cuando este entró por la puerta de atrás que dejaron abierta.
—¡Franchis, mijo, justo estábamos hablando de ti! —los cuatro lo rodearon mientras Oliver hablaba —Te has demorado cantidad, muerto...
Franchis había entrado sin mirarles las caras. Cuando la madre de este apareció entendió el porqué.
—Buenas —un relámpago la iluminó, el sonido hizo que se pusieran firmes.
—Buenas —le dijeron los cuatro a coro, ninguno se atrevía a respirar o tragar saliva.
En ese instante notó de reojo a Emilia, quien pasó cual sombra por detrás de ellos.
—¿Ella quién es? —los ojos de la madre de Franchis captaron el mismo movimiento.
—Una amiguita mía —él mantuvo la tranquilidad pese a toda la tensión reinante.
—Está bien —la madre de Franchis miró seria a su hijo —A las ocho de la mañana lo quiero en la casa, él sabe el porqué.
—Voy a poner una alarma en el teléfono, yo mismo me encargaré de levantarlo.
—Está bien —volvió a decir la madre de Franchis antes de irse por donde mismo vino.
***
Minutos después de que la madre de Franchis se fue, todos se quedaron quietos mientras se miraban. Cual general de un ejército, esta dejó atrás un aire de firmeza y disciplina. Solo el sonido de las gotas de lluvia se oía, ninguno daba el paso para eliminar los nervios del ambiente.
—Franchis, ¿Por qué tu mamá te trajo hasta aquí? ¿Se piensa que te vamos hacer algo? —Oliver preguntó lo que estaba en la punta de la lengua de todos.
Franchis, quien continuaba de pie delante de ellos, fijó la vista en él.
—No le avisé que venía a tu casa para una pillamada.
Ra ahogó una exclamación.
—¡Pero, mijo! ¡¿Cómo se te ocurre?! Tú sabes perfectamente como es tu mamá.
—Imagínate, no me quería dejar venir —Franchis se puso la mochila que traía en la espalda en las piernas, al sentarse al lado de ellos. Él mismo tomó una silla de la gran mesa de comedor que había en la casa.
—Por eso tuvieron que traer al niño bonito hasta acá, no sabe venir solo el pobre —Oliver empezó a burlarse de él y Franchis le miró risueño.
—No empieces, strigoi, que luego eres el primero en quejarte.
Oliver sacudió su cabello, iba a comenzar pronto una discusión entre ellos y Amy los interrumpió.
—Dejen eso, hay que decidir que vamos a hacer.
—Sí, caballeros, aprovechemos el tiempo que Franchis se tiene que levantar temprano —Ra miró entre ambos —Vamos a ver una película y...
—¡Comemos papitas mientras la vemos! —Amy aplaudió —¡Vamos a prepararlas ahora mismo! —pronto empezaría a agitar las manos, esa cara de golosa que ponía cuando iba a probar algo sabroso era una de las señales.
Karen se rió de la actitud de su mejor amiga, pues esta hasta se levantó de la silla mientras decía que ayudaría a vaciar las papitas en un cuenco. Oliver y los otros se rieron también.
—Está bien, voy a dejar que tú y Ra me ayuden —Oliver miró a Emilia, quien durante toda la conversación estuvo centrada en su celular —Emilia, ¿Quieres ayudarnos? ¿Quieres ver la película con nosotros?
—No quiero nada —ella no levantó la vista cuando respondió, cosa que Karen interpretó como que no deseaba pasar tiempo junto a ellos.
¡Que chica más desagradable! Oliver la intentó incluir a lo que harían pero al parecer, Emilia se debía de pensar que eran ceros a la izquierda.
Amy, su hermana menor y Oliver atravesaron el marco gigante que había por puerta. Conducía a la cocina y al patio de la casa, no les alejaba por completo del rincón con la computadora de mesa. Karen notó que tenían detrás un pequeño espacio en donde se ubicaba el motor de agua del edificio. Solo unos pasos los separaban de esa zona y de la mesa donde antes tomaron las sillas que colocaron delante de la computadora.
Minutos después, oyó las voces de Ra y Oliver mientras le pedían a Amy que tomara el cuenco hondo de la izquierda.
—Chicos —esperó un momento para comprobar si ellos la escuchaban, se levantó con la intención de asomarse en la puerta —Chicos, tengo...
Amy tenía en la mano dos jarras con refresco de cola, le entregó ambas y le dijo que eran para ella y Franchis. Asintió con la cabeza, le dió una de las jarras a su amigo antes de tomar asiento.
No pasó mucho rato para que Oliver y compañía trajeran tanto las jarras como el cuenco. Karen esperó a que Ra dejara esto último en la esquina que le quedaba cerca, sobre la cómoda que hacía de mesa para la computadora, antes de hablar:
—Tengo en la memoria una peli llamada El aro, es de terror.
Amy fue la última en sentarse, justo entre ella y Ra.
—¿Y está buena? Últimamente las películas de terror están en candela —Amy bebió un poco de refresco de su jarra.
—Asimismo, la mayoría no da miedo y son súper aburridas —Oliver dejó la suya en la cómoda pero lejos de la pantalla y el teclado —¿Tienes la memoria encima?
—La solté cuando llegué con ustedes, está sobre la torre.
Oliver comprobó lo que dijo, luego insertó la memoria en una de las ranuras de la torre.
—Hace falta que no sea una mierda...
—Y que esté tan buena como Evil Dead —Franchis acabó la frase por Oliver, cosa que se ganó las miradas de Amy y los otros.
—¿Se acuerdan? Me reí cantidad con la escena esa en que la poseída manda a callar a una tipa allí.
—Era la mejor amiga de la poseída —le recordó Ra a su hermana mayor.
—Esa misma.
—Mi abuela me dijo que vale la pena —Karen tomó un par de papitas del cuenco, a la vez que Oliver hizo clic en la película en cuanto la memoria salió en la computadora.
—Vamos a ver si es verdad.
Una hora después, el filme casi acababa. Tuvo varias escenas buenas pero en su mayor parte resultó aburrida.
—¡Tremenda mierda!
Karen bostezó.
—Sí, mi abuela me mintió al parecer, está aburridísima.
De pronto las luces de la casa empezaron a parpadear, la lluvia que acontecía fuera se tornó más fuerte y su sonido se mezcló con el de los truenos. No importaba si cerca o lejos pues uno tras otro los relámpagos caían. Gritaron por toda la conmoción producto de la naturaleza, no dejaron de hacerlo cuando miraron otra vez a la pantalla. Oliver se abrazó a Ra, esta lo hizo a su hermana y al final, todos acabaron acurrucados lo más cerca posible del otro.
En la película, una chica de pelo liso doblaba los brazos de manera inhumana mientras salía poco a poco de un pozo. Con lentitud se aproximaba a la pantalla pues un hombre miraba un video donde ocurría todo. El agua comenzó a salir de la pantalla del de la película, se desbordó cuando la niña sacó el brazo. Lo impresionante, era que todo parecía tan bien sincronizado que resultaba creíble.
Todo aquello hizo que sus corazones latieran a mil por hora y casi explotaran al tener que pausar la peli por lo que Emilia dijo.
—¿Ustedes oyen esos pasos?
Ella, por primera vez desde que empezaron a ver la película, dejó el teléfono a un lado. Su mirada se centró en el pasillo, el cual llevaba al baño, a los cuartos de Oliver, de la hermana y de la madre. Como esta dijo, se escuchaban pasos que provenían de la oscuridad, que se acercaban a un ritmo ni lento ni rápido.
—¿Y eso que es? —Franchis fue quien se armó de valor para murmurar la pregunta, nadie le respondió porque todos estaban asustados.
—Oliver, ¿no se supone que nadie vendría hoy? —Amy le miró fijo mientras le preguntaba.
—Sí, mi casa iba a estar vacía hoy —aseguró él.
—¿Entonces? —Amy se cruzó de brazos.
—¡Yo que sé! —exclamó Oliver asustado.
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