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Capítulo XVI: Objetivo

"No es posible huir en este mundo del recuerdo y el remordimiento. El espíritu de las malas acciones nos acecha tanto si nos arrepentimos como si no".

Gilbert Parker.


Tras resguardarnos en la seguridad que brinda las sombras de la casa ruinosa, pude ser capaz de respirar aliviado totalmente. Además, ya me sentía preparado para escuchar la historia y Chris también estaba listo para contarla. Pero antes de todo ello, primero teníamos que cuidar nuestras heridas.

—¿Cómo está tu mano? —preguntó con un tono algo alejado.

—Duele un poco, pero creo que ya está sanando —le dije. Él hizo un gesto raro que no supe interpretar—. ¿Tu herida como está?

—Viviré —aseguró, restándole toda importancia—. Tardarán más de lo normal ya que fueron hechas con armas benditas.

—Ahora que lo dices, recuerdo que el hombre se extrañó mucho cuando vio que no me afectaran los símbolos raros que tenían sus dagas y su bolso.

—Runas sagradas —corrigió—. Es una lengua antigua, usada para exorcizar demonios y también otorgan mucho poder a los portadores. Los cazadores las usan para estar a la par con los monstruos y grabarlas en sus armas para volverlas mortales en los nuestros. Solo mirarlas nos debiera causa malestar.

—Entiendo, pero a mí no me afectaban mucho. Digo, las podía ver sin problema —expliqué.

—Eso es porque yo te transformé. De la misma manera que adquiriste cierta resistencia al sol, también tomaste algo de mi inmunidad a los objetos sagrados. Estos pueden matarme, como a cualquier vampiro, pero no emboban mis sentidos como ocurre con los demás.

—¿Posees resistencia al sol y también resistencia a las runas sagradas? ¿Cómo es que posees dos virtudes? Pensaba que los vampiros solo tenían una. Y ahora que recuerdo, también hiciste algo extraño con la chica —realmente necesitaba respuestas. Me estaba dando cuenta que casi no conocía a Chris. Pensaba que me tenía confianza luego de compartir tantas cosas como lo habíamos hecho, pero parecía que estaba equivocado.

—Hay muchas cosas que no te he contado —comentó, aunque con algo de retraimiento—. No soy un viajero sin rumbo, como he aparentado desde que nos conocimos. No soy lo que crees y la realidad va mucho más allá que lo que piensas —aseveró—. Algunos clanes me contratan con el fin de eliminar a alguien, ya sean cazadores o vampiros. Voy avanzando de ciudad en ciudad exterminando objetivos. Podría decirse que soy un asesino a sueldo.

Ciertamente fue algo impactante. No me esperaba algo así. Tal como él había dicho, lo veía como un viajero errante, alguien desvinculado de todo que solo viajaba de un lado a otro, viviendo y padeciendo su inmortalidad. Ahora comprendía la razón de su apodo. Pero me decepcionaba el hecho que me guardara tales secretos.

—Entonces... ¿es por eso que esos cazadores te están buscando? —me atreví a preguntar.

El vampiro asintió algo vacilante—. Aunque también es porqué maté al compañero y hermano mayor de Boris, Nikolai —confesó cabizbajo—. En un trabajo hace un par de años, estaba buscando en Moscú a un viejo cazador llamado Boris Lermontov. Había exterminado a varios miembros de un clan en Minsk, por lo que ellos me contrataron para que lo acabase. Luego de terminar con el trabajo, me topé con el par de cazadores, así que me defendí y terminé matando a Nikolai. Supongo que desde ese día, Boris ha estado cazándome. Me he topado con él un par de veces, pero nunca me interesó tener una confrontación con él.

—¿Cuál es tu objetivo aquí? —pregunté con seriedad.

—Estoy buscando a un ex-cazador llamado Alan Shawn. Mató al hermano del líder de un clan en Estados Unidos. Pero a diferencia de otro trabajo, solo tengo que encontrarlo y retenerlo hasta que mi empleador llegue, ya que él quiere ser quien lo mate.

—V-vaya... no me imaginaba que tuvieses ese tipo de trabajos —aseguré, claramente perturbado.

Apenas empezaba a afrontar el asesinato para alimentarme. Mi mente estaba asumiendo ese hecho como algo necesario. Por lo que matar por encargo o simplemente placer iba mucho más allá de mi capacidad de aceptación. Simplemente no podía asumirlo como algo normal, cuando ni siquiera veía totalmente normal el tener que matar para poder vivir.

—Sé que esto es algo que no esperabas. He hecho el papel de alguien errante, cuando en realidad soy un cruel asesino a sueldo —dijo mirándome fijamente con sus ojos, tan negros como la oscuridad que nos envolvía—. Le temes a tu propia naturaleza, aun cuando muestras arrepentimiento y rechazo por derramar sangre inocente; ¿qué quedaría para mí entonces, si supieras que soy un monstruo mucho peor?

—Debiste haberme contado, al menos para saber a lo que me afrontaba quedándome contigo —espeté sin siquiera mirarlo a la cara—. Tienes razón, temo de mí, de mi fuerza, de mis instintos; miro mis manos y lo que veo es sangre cubriéndolas; cuando cierro los ojos, solo veo desesperación y sufrimiento; mis pinturas parecen nacidas de las pesadillas de una mente trastornada y deseo gritar por todo lo que me abruma —él se levantó de golpe de una vieja silla donde reposaba frente a mí. Luego se dirigió hacia la ventana, con la mirada baja y dándome la espalda—, ¿pero sabes cómo escapo de todo ese caos? Hablando contigo, escuchándote, mirándote. No te habría abandonado ni tampoco temido. Eres mi calma en el mar tormentoso en que se ha transformado mi vida, y me había hecho ilusiones pensando que yo era la tuya. Pero parece que tus fantasmas son más poderosos.

Él se giró a mirarme fijamente. Inmediatamente se me hizo un nudo en mi garganta al mirar su expresión dolida, minimizada por un falso gesto de seriedad. Podía sentir su pesar, aun cuando él se empeñara en ocultarlo. Eso me dolía, ya que me daba la razón. Chris no me tenía confianza ni siquiera para mostrar realmente sus verdaderos sentimientos.

—Tienes razón, no me das calma —aseguró con tono frío, dejándome totalmente sin aliento—. Eres...

De repente sentí que me desvanecía por todo lo que me abrumaba. Caí pesadamente suelo, ni siquiera tuve la fuerza para interponer mis manos y minimizar el golpe. Sentí como algo brotaba de la herida en mi mano, era un líquido negro y de aspecto repugnante. Comencé a temblar y mi vista se enturbiaba. Percibí entre sombras como Chris se aproximó rápidamente hasta mí.

—Es veneno —aseguró con solo mirar la herida—. Las dagas de Boris tenían veneno, ¡maldición! —espetó con rabia—. Tranquilo, lo voy a resolver.

—C-Chris... n-no... —mi garganta se sentía aprisionada, como si alguien estuviese apretándola.

El chico me alzó cuidadosamente del suelo y me dispuso encima de una mesa de madera, donde usualmente yo dibujaba. Sin cuidado tiró todo al suelo solo para darme espacio. Luego sentí como me envolvió con una manta vieja. No sentía frío, por lo que en un principio no comprendí lo que pretendía.

—Necesitas el antídoto, sino... Por favor, resiste y espera mi llegada —su voz temblaba y era suplicante. Intenté hablarle, pero no podía hacerlo—. No tardaré, lo prometo.

No quería que se fuera así, luego de haberme dicho lo que dijo. Aunque el dolor que sentía era inmenso, no se comparaba la sensación amarga que se asentaba en mi corazón. Cuando quedé en completa soledad, el verdadero suplicio comenzó.

"¿Qué soy para él?" —me pregunté, atormentándome por sus palabras insensibles. Pero solo obtuve silencio, uno que era más mortal que el veneno que corría por mi decadente cuerpo.

Mi cuerpo temblaba, más que cuando Chris se fue. Hacía un esfuerzo enorme en intentar acompasar mi respiración y apretaba con fuerza mi muñeca, evitando que más veneno se esparciera por mi cuerpo. Era muy similar a cuando tomé la sangre de Chris y me transformé en vampiro. El dolor era muy parecido, al igual que la soledad que me rodeaba.

"Para que vivir, si ya no tengo nada" —surgió ese pensamiento de lo más profundo de mi ser. Era como si alguien estuviera implantando esas ideas. Pero no podían estar más en lo cierto.

No tenía una verdadera razón para vivir. No podría cumplir mi sueño de ser un pintor famoso. Ya no tenía amigos ni tampoco familia. Como vampiro era incapaz de sobrevivir por mi cuenta y para aquella persona que amaba, no era nada más que una carga pesada. Mi propia existencia era innecesaria.

Entre mis temblores, me moví para ponerme en mejor posición, pero la vieja y carcomida mesa cedió ante mi peso y una de sus patas se rompió. Lo siguiente fue caer pesadamente al suelo, como un costal de papas. Mi dolor físico producto del veneno eclipsó por completo la sensación de la caída. No podría encontrarme en peor posición; arrastrándome en la suciedad como una alimaña sucumbiendo al veneno, en total oscuridas y cubierto de sangre y mugre. Pero lo peor de mi lamentable situación era estar en completa soledad.

Alcanzaba a sentir los trozos de papel dispersos en el suelo. Seguramente eran mis dibujos aberrantes que estaban en la vieja mesa, antes que Chris las apartara con brusquedad para acostarme en ella. Con mucho esfuerzo y dolor me arrastré por el suelo, dejando tras mi paso un camino de agonía y desesperanza. Aunque la salida estaba cerca, mi lento y doloroso arrastre hacia la salida tardaba una miríada más de lo que me hubiese tomado si fuera caminando, sano y con vitalidad. Necesitaba algo de brisa fresca, ya que sentía como el encierro de la casa y el esfuerzo por salir de ella me asfixiaba lentamente.

Con cada arrastre, mi fuerza poco a poco desaparecía. Pero tras tanto esfuerzo llegué hasta la puerta, que afortunadamente no estaba cerrada, solo puesta apenas y sin seguro. No tuve necesidad de hacer mucha fuerza, simplemente la empujé y tras mi acto, una fría brisa nocturna envolvió mi ser marchito, impulsándome con mi arrastre hacia un lugar donde morir por fin.

El cielo empezaba a volverse más azul con la aproximación del alba. Podía sentir en el aire el inminente amanecer. Pero en vez de traer las ilusiones de un nuevo día, solo alcanzaba a percibir la desesperanza de un destino oscuro.

Después de todo lo había acontecido esa noche, no había necesidad de seguir esforzándome por vivir. Como humano nunca alcancé mis sueños y como vampiro solo supe ser un inútil. No hay necesidad de resistirse a la muerte, ya que ella cuando anhela a alguien, su funesto destino es sellada por siempre. Aunque logré escapar de ella una, dos y hasta tres veces, llega un momento en el que el agotamiento termina por someternos y nos rendimos ante el abrazo frío y eterno de la muerte.

Arrastrándome por la tierra húmeda, logré llegar hasta un lugar donde los árboles no obstruían el cielo azulino, salpicado por unas pocas estrellas que se resistían en vano a la llegada del amanecer. Me giré para quedar tendido mirando hacia arriba. Irónicamente, el lugar donde yacería, escondía bajo tierra a los cadáveres de aquellos que murieron para que yo pudiese vivir.

El dolor parecía haber desaparecido o mi cuerpo se había acostumbrado y ya no sentía nada. Mi mano herida estaba totalmente negra, al igual que mi antebrazo y un poco más arriba. El azul del cielo se volvía más intenso y las aves comenzaban con su canto matinal, ignorantes de la decadencia de un ser inmundo como yo. Si el veneno no me mataba, el sol si lo haría. Aunque no me importaba con qué la muerte acabaría con mi vida, ya que para un asesino como yo, cualquier final atroz es más que merecido.

Estando en las últimas, veía el cielo y me imaginaba un cuadro de él hecho de azul, violeta y negro. Para las pocas estrellas renuentes a desaparecer, usaría amarillo y celeste para resaltar su resplandor en el cielo crepuscular. Hubiese sido hermoso, tal vez.

Unas intensas arcadas me hicieron vomitar un líquido negro y amargo, tal como el que brotaba de mi herida. Mi respiración cada vez se volvía más pesada y dificultosa. Ya estaba acercándose la hora. El infierno me esperaba, si es que ese era el lugar para aquellos como yo.

No esperaba una luz blanca y cálida que me llevara al más allá, como dicen algunos. No lo merecía. Mi destino era perecer sin paz en oscuridad, silencio y agonía; tal como en ese instante, en completa soledad, incapaz de preguntarle al amor de mi vida qué era yo para él. Moriría sin saber si realmente él me quería, o todo había sido una ilusión nacida por la atracción fugaz de compartir un crimen atroz.

"¿Quién soy yo? ¿Dan Cohen? ¿Un pintor sin sueños ni esperanzas? ¿Un monstruo sanguinario que anhela su humanidad?" —me pregunté mirando hacia arriba, admirando claros y penumbras que formaban un montón de nada.

Ciertamente cuando me transformé en un monstruo para salvar mi vida, mi propia esencia se desvaneció en ese instante; dejando en su lugar a un ser nefasto que le teme a la luz y repudia a las sombras.




Mi gente bella, aquí tienen el tercer capitulo de esta tanta. Espero que les haya gustado, porque para mi fue bastante emocionante hacerlo. Pueden dejarme sus opiniones y comentarios, los leeré con gusto.

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