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capítulo 6

¡Último capítulo!

Pero mañana a las 8:00 pm hora México se sube el Epílogo, un extra de mi parte.

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¡Disfruten! 

- - - - - 

Cuando Lara abrió la puerta de su casa, fue imposible no derrumbarse.

La joven cerró la puerta sin importarle si Checo seguía ahí o no, el piloto le dijo antes de bajarse que le mandaría las cosas que había dejado en su casa por medio de su hermana junto con su liquidación por tres años más los días extra de sus vacaciones, que él le informaría a sus hijos de la noticia y que por obvias razones ya no estaba invitada a partir rosca con ellos.

Lara solo asintió, no iba rogarle al imbécil de su jefe por mucho que estuviera enamorada de él, pero no mentiría si no decía que quería despedirse de sus chicos.

Y una vez que estuvo en terrenos conocidos se soltó a llorar.

Su casa estaba en silencio a comparación de la mañana, supuso que todos se habían ido y mañana regresarían a terminar lo que fuera que no hubieran terminado ese día, así era como se hacía en años anteriores.

Desgraciadamente para ella, sus padres estaban en la sala viendo la tele y podía verlo por la luz que había, no había manera de evitarlos y sabía que la verían llorar desconsoladamente por Checo Pérez y eso era lo último que Lara Monter quería, porque eso solo significaba que sus padres tenían razón y habían ganado.

Sin importarle mucho, pasó por la sala directo a su habitación soltando en voz alta que no quería hablar y que la dejaran sola, solo para después correr escaleras arriba y azotar la puerta con más fuerza de la que ella quería.

Sus padres se voltearon a ver con impotencia en sus caras, pero la dejaron ir sin decir nada.

Lloró hasta quedarse dormida.

Checo, por otro lado, no había podido moverse desde que Lara había cerrado la puerta. Estaba estático pensando cómo había escalado todo, fue como si su cerebro lo hubiera abandonado durante la pelea arruinando todo a su paso.

Encendió su camioneta y salió de ahí, pero se tardó más de lo necesario en llegar a su casa. Una vez que lo hizo, fue recibido por su hermana con una cara de decepción.

—Dijiste que hoy llegarías temprano —Otra vez la culpa se hizo presente.

—No encontramos la puta muñeca —Sergio soltó todo el coraje que sentía con él mismo en esa oración.

—Y supongo que tampoco trajiste lo que te pedí.

El silencio de su hermano menor le dio su respuesta.

—Checo, Marilú tiene 7 años, creo que podrá perdonar a Santa si no le trae lo que ella pidió, pero ¿a su papá por no pasar tiempo con ellos? —Fue como si Lara y su hermana se hubieran sincronizado para hacerle saber que estaba fallando como padre.

Sergio la ignoró y se adentró en su casa.

Todo el lugar estaba en silencio, el árbol de Navidad todavía estaba encendido y era la única fuente de luz que había, él ya iba a despedir a su hermana, pero entonces vio un pequeño bulto en el sillón, era su hijo mayor con su pijama puesta completamente dormido.

—¿Qué hace aquí? —Checo preguntó viendo como su hermana tomaba su chamarra para ponersela y agarraba sus cosas.

—Te estaba esperando.

Otro golpe directo, Sergio pudo sentir como sus ojos comenzaban a lagrimear.

—Dime por favor que mañana ya no saldrás. Tus hijos quieren estar contigo —Paola se acercó a su hermano para despedirse y Checo negó.

—No.

Estaba por decirle que había arruinado todo, que Lara no regresaría, pero no quería destruir las fiesta y estresar a su hermana con la búsqueda del reemplazo.

—Descansa, nos vemos mañana.

Y eso fue todo, Paola se regresó a su casa y Checo se sintió completamente solo. El piloto estaba viendo a su pequeño dormir, siempre había adorado verlos dormir, porque en su cara se veía una paz como ninguna otra.

Estaba por cargarlo y llevarlo a su cama cuando escuchó unos pasos viniendo, al voltear era Marilú, descalza y arrastrando su cobijita.

—¿Papi?

—Hola mi amor —Checo fue hasta ella y la tomó en brazos para llenarla de besos lentamente. Unas cuantas lágrimas se derramaron.

Él solo quería lo mejor para sus hijos, pero al parecer lo estaba haciendo todo mal.

—Te extrañé muchísimo —Marilú le regresó un beso y dejó que él caminara con ella en brazos hasta donde estaba su hermano —¡Está dormido aquí!

La pequeña se rió al ver a su hermano mayor rendido en el sillón.

—Sí. Te voy a bajar y lo llevaré a su cama ¿me acompañas? —La niña asintió y Checo hizo lo que le había dicho.

Luego, con cuidado tomó a su hijo, que estaba cada día más grande y sin despertarlo caminó con Marilú detrás hasta sus recámaras. Entraron a la de Chequito y lo acomodó mientras su hermana agarraba uno de los muñecos de su hermano y se lo puso a un lado, justo como ella dormía. Su padre no tuvo corazón para decirle que él ya no dormía con muñecos, solo la dejó hacerlo.

Una vez que lo dejaron bien acomodado, Checo volvió a cargar a su pequeña y la llevó hasta su recámara. La niña se quedó acostada y cerró sus ojitos, Sergio se quedó un rato ahí acariciando su cabello hasta que escuchó su respiración cambiar y supo que estaba dormida.

Se levantó y como ya había visto a 2 de 3, fue hasta el cuarto de Noel y lo vio completamente dormido. Su hijo menor dormía boca abajo con sus piernas dobladas y el trasero arriba. Nunca entendía cómo terminaba en esa posición, simplemente lo dejaba ser y cuando podía lo acomodaba, como lo acababa de hacer. Le dio un beso y salió directo a su cama.

Se cambió y se recostó en su lado, pero no pudo dormir hasta altas horas de la madrugada cuando fue el cansancio quien lo venció.

Checo sintió como si apenas hubiera cerrado los ojos cuando su puerta se abrió completamente y tres terremotos se subieron a la cama gritando y riendo.

—¡Hoy llega Santa! ¡Papá despierta! ¡Papá! ¡Papá vamos a desayunar! ¡Hoy llega Santa! ¡Espero me traiga todo lo que le pedí! ¡Ya levántate papá! ¡Papi! ¡Es Navidad! ¡No, es Nochebuena!

El piloto mexicano ya estaba despierto en cuanto abrieron la puerta, pero decidió escuchar sus gritos con los ojos cerrados y cuando hubo un segundo de silencio se levantó asustándolos.

—¡Buuuu! Nunca dejan dormir en esta casa —Los tres salieron volando y comenzaron a reír al ver que su padre fingía molestia.

—Vamos, papá. Hay que desayunar —Chequito lo jaló por su manga de su pijama.

—Hoy vamos con la abuela —Marilú le recordaba que sería ahí donde pasarían la nochebuena.

—¡Vamos! —Noel brincó sobre el pecho de su padre sacándole el aire.

—Ya voy, ya voy.

Era imposible quedarse otros cinco minutos en la cama cuando sus pequeños estaban así de inquietos.

Los cuatro fueron directo a la cocina, Checo trataba de prestarles atención a todos, pero los niños hablaban al mismo tiempo y de cosas completamente diferentes. Al llegar, el piloto les ofreció cereal, huevo y fruta y se puso manos a la obra.

—¡Yo pongo la mesa! —Marilú gritó y corrió a poner los manteles que usaban en la mesa.

Checo sonrió mientras veía a Noel sacar vasos y platos y Chequito le pasaba los alimentos. Los niños muy en el fondo sabían que su padre estaba solo y siempre que podían ayudarle lo hacían.

El piloto mexicano estaba rompiendo unos huevos cuando a lo lejos vio a su hija poner la mesa, pero lo que llamó la atención fue ver su pequeña lengua salir de su boca. Conocía ese gesto lo había visto miles de veces en otra persona. Lara.

No dijo nada y continuó con lo suyo.

Luego, mientras terminaba de hacerles el desayuno, Marilú y Noel se habían ido a jugar, pero Chequito se había quedado con él platicando. Le gustaba hacerlo pues le gustaba escuchar a su padre y sus historias.

Entonces, su hijo se puso de pie y se quedó quieto buscando cómo hablar con su padre de un tema complicado para él.

—¿Papá?

—¿Sí? —Checo habló sin voltearlo a ver.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Claro que sí.

Chequito comenzó a jugar con el dobladillo de su playera y a morder su labio esperando que su papá no se molestara con él.

—¿Hoy también vas a salir todo el día? —El piloto dejó de hacer lo que estaba haciendo para ver a su hijo mayor y nuevamente se encontró con un reflejo de la niñera.

¿Desde cuándo los niños habían agarrado sus gestos? Aunque la verdadera pregunta era, ¿cómo no hacerlo cuando ella tenía razón? Sus hijos pasaban más tiempo con Lara que con cualquier otra persona.

Sergio bajó la flama y se agachó para estar a su altura, colocó su mano sobre su hombro y lo miró a sus ojos.

—No, hoy no pienso separarme de ustedes.

Chequito sonrió y luego aprovechó el buen humor de su padre para volver a tentarlo —¿Y Lara está bien? La tía Paola dijo que estaba en el hospital.

Sergio suspiró cansado por el recuerdo de sus errores y asintió.

—Sí, Lara está bien. Está con su familia ¿ok?

—Sí.

—Pero ¿sabes? —Checo se puso de pie y comenzó a hablar con su hijo mayor, lo mejor es que les fuera haciendo la idea de que Lara no regresaría —Creo que debemos de aprender a hacer las cosas por nuestra cuenta.

Chequito frunció el ceño mientras que el padre trataba de parecer calmado y no alterar las aguas.

—¿Por qué?

—Porque ustedes ya están grandes y Lara... ¿no crees que ella ha pasado ya mucho tiempo con nosotros?

—¿Eso qué importa? Noel todavía no se sabe limpiar bien y todo el tiempo quiere que Lara lo cargué. Está chiquito.

—Bueno sí, pero alguien más podría ayudarnos.

Checo comenzó a servir todo y a poner los platos en la mesa mientras llamaba a los otros niños, una vez que estuvieron todos en su asiento, comenzaron a desayunar, pero Chequito no podía dejar de tener preguntas.

—¿Lara se va a ir? —Soltó sin tacto alguno

—¡¿Qué?! —Marilú casi tira su leche al escuchar a su hermano mayor.

—¿A dónde se va a ir? —Noel preguntó con la boca llena.

Checo debió de haberse quedado callado, solo quería prepararlos poco a poco.

—No se va a ir a ningún lado —Checo calmó a sus hijos con una mentira piadosa —Pero, piensen que ha pasado mucho tiempo con nosotros ¿no creen que debería avanzar?

—¿Cuidar otros niños? —Chequito preguntó con asco en la cara.

—No, me refiero a que ella no es niñera, es maestra después de todo. Ella debería de dar clases ¿no creen? —Checo se metió un poco de fruta a la boca esperando que eso le diera un poco más de tiempo.

—¿Y en sus tiempos libres nos cuidara? —Marilú preguntaba con duda —Porque si ella quiere ser maestra está bien. Podría dar clases en mi escuela y al salir podemos venirnos juntas a la casa.

Sus hijos no lo sabían, pero cada vez que los niños hablaban era como si le estuvieran clavando cuchillos en el pecho.

—Sí puede ser una opción —Nuevamente mintió para no arruinarles la Navidad.

—De todos modos es Lara, ella no podría dejarnos —Chequito sonrió y comió su cereal.

Sus hermanos menores estuvieron de acuerdo, porque si él lo decía era por algo.

Checo sonrió y prefirió ya no hablar de absolutamente nada y escucharlos a ellos. 

Por otro lado, Lara había despertado por el ruido que sucedía en su casa, al revisar la hora se dio cuenta que casi era mediodía y que su madre no la había despertado para nada.

Se quedó un buen rato viendo al techo recordando todo lo que había pasado anoche, como si hubiera sido un mal sueño, pero no fue así. En verdad había pasado.

Se levantó, con su mano vendada por su corte, tomó una sudadera, se puso sus chanclas y bajó sólo para encontrarse otra vez el relajo de su familia terminando la cena para esa noche, sus tíos terminando de arreglar el jardín y sus primitos corriendo y jugando esperando la llegada de Santa.

Lara entró a la cocina saludando a sus tías, las cuales podían notar sus ojos hinchados de tanto llorar y su semblante serio y triste.

—Hola, mamá —La joven fue hasta su madre y le dio un beso en la frente —¿Quieres que te ayude con algo?

—Ya casi está todo listo y no quiero que tu mano se infecte.

—Está bien. Quiero hacer algo, necesito mantenerme ocupada —Lara lo sabía porque de no ser así, se volvería loca y no dejaría de llorar.

—¿Segura? Puedes estar un rato en tu cuarto, por eso no te desperté —Su madre sabía que quería que todo terminara entre ella y los Pérez, pero por cómo llegó su hija anoche, también sabía que no lo quería de esa forma.

Porque ella solo quería que Lara estuviera a salvo.

—Segura.

—Puedes llenar las piñatas, tu padre fue en la mañana por los dulces y la fruta. También mete unas monedas que dejé en una bolsa de plástico.

La castaña asintió y se fue al comedor donde estaban las piñatas con todo para llenarlas. Para que nadie la molestara se puso sus audífonos e iba lanzando todo a las ollas de barro tratando de que en todas hubiera la misma cantidad de cosas, misma cantidad de dulces, de dinero, de mandarinas y cañas.

Estaba tan envuelta en su tarea, que no se percató que uno de sus primos había llegado hasta ella. Él tenía 30 años, un año mayor y desde pequeños se habían criado juntos.

La joven se quitó los audífonos mientras lo fulminaba con su mirada, pues su primo traía una cara traviesa que para nada demostraba paz.

—No puedes agarrar nada hasta que se partan o te partiré tu madre yo —Lara lo amenazó llevándose pesado, era de las pocas personas con quien podía hacerlo. Eran casi hermanos y nadie veía esa faceta de ella, excepto él.

Salvador soltó una carcajada mientras negaba y aún así robaba una picafresa.

—Escuché lo de tu jefe y tú.

—¿Qué? —Lara sintió como el color se le iba de la cara.

—Ya sabes, que estaban buscando a la muñeca esa que todos quieren. ¿La encontraron? —Al parecer su madre no le había dicho a nadie sobre su desgracia de anoche y lo agradecía.

—No.

—Ay Larita, siempre tengo que salvar tu trasero —Y de una bolsa que estaba en el suelo sacó a la jodida muñeca.

—¡Salva! ¿De dónde carajos la sacaste? —Lara dejó todo lo que estaba haciendo y tomó la caja para verla de cerca y asegurarse de que fuera ella y no una imitación.

Su primo tenía una sonrisa triunfante en su cara al ver que su prima estaba feliz.

—Lo mejor será que no preguntes, pero escuché que Checo la quería para su niña y sé lo mucho que quieres a esa familia, así que, decidí ser buena persona y conseguirla para ti. Solo que no dije nada en caso de que no pudiera lograrlo.

Lara había comenzado a llorar de nuevo, porque era increíble que toda su familia supiera lo mucho que los Pérez significaban para ella, y aunque sí, hablaban de ella y hacían chismes, de cierta forma la apoyaban. Porque suponía que eso hacían las familias.

—Muchas gracias —Lara dejó la caja en la mesa y abrazó a su primo con cuidado de no lastimar su mano.

—De nada, Larita.

—¡Salvador, ven acá que te necesito! —Su tía le gritó y los dos se separaron, dejando a Lara sola nuevamente.

La joven terminó a toda velocidad de llenar las piñatas y luego subió corriendo a su habitación para esconderla de sus primitas y que no creyeran que era de ellas. Lara ya les había comprado regalos.

Estaba terminando de acomodar la muñeca en su closet cuando su puerta se abrió.

—¡No! —Gritó la joven creyendo que eran sus primitos, pero era su madre —Oh, eres tú. Pasa.

Su madre traía un plato con un sandwich y ponche. Lara amaba el ponche.

—No has comido nada y todavía falta muchísimo para la cena. No quiero que te desmayes, además de que te traje tus medicinas que dijo el doctor —Su mamá dejó todo en su escritorio y se sentó en su cama para asegurarse de que su hija estaba bien —¿Quieres hablarlo?

—Me despidió —Lara soltó sintiendo como su voz se rompía.

—¿Fue por lo que le dije?

—No, fue porque le dije que era un mal padre, básicamente se lo grité en medio de la calle —Lara se soltó a reír sin dejar de llorar.

—¡Lara! Tú no eres así —Mireya se sorprendió al escuchar a su hija hablar. Porque su hija huía de las confrontaciones y nunca le gritaba a nadie, por más enojada que estuviera.

—Lo sé, pero no podía quedarme callada y luego dijo que no me podía despedir de los niños —Ahora sí que la joven no dejaba de llorar mientras se acostaba en su cama poniendo su cabeza sobre las piernas de su mamá —Y Salvador me acaba de dar la muñeca que Marilú tanto deseaba y nunca voy a poder ver a mis niños.

Tal vez la muñeca se la podía dar a Paola cuando le entregara sus cosas, pero la verdad es que ella quería estar ahí para ver a su nena abrirla.

¿Y a quién engañaba? Quería estar todas las Navidades con los Pérez, quería pasar los cumpleaños y abrazarlos cuando estuvieran enfermos. Quería ir a gritar a sus graduaciones y ayudarlos para sus exámenes. Cocinar con ellos... o tal vez eso no, pero quería ayudarles a hacer sus disfraces de halloween y poner su ofrenda el día de muertos.

Quería estar con esa familia, pero no como niñera.

Amaba al terco y orgulloso de su padre y cuando la iba a besar el otro día sintió como si una barrera se hubiera roto, con eso, tal vez ellos podrían avanzar, pero ahora todo se había arruinado porque ella no pudo quedarse callada.

Mireya solamente pasaba su mano por el cabello de su hija mientras la dejaba llorar y desahogarse.

—¿Sabes? Si quieres seguir siendo su niñera, puedes hacerlo. Prometo que no voy a regañarte —Su madre habló sabiendo que por mucho que le doliera, no quería que su hija sufriera.

Pero eso solo hizo que Lara se levantara de golpe.

—¡Pero ya no quiero ser su niñera! —Lara gritó con la cara roja de tanto llanto.

—Ay Lara —Su madre fue hasta su pequeña y la abrazó —La verdad es que no sé qué venga en tu futuro, pero quiero que sepas que lo que decidas hacer, estaré para apoyarte. ¿Vale?

—Gracias, mamá. Te amo.

Y fue así que continuaron con su día. Lara comió en su cuarto y comenzó a arreglarse poniéndose un vestido negro corto con magas largas, medias color vino para el frío y botas porque estaba dispuesta a meterse en la piñata a pesar de su herida en su mano, y en un tiempo extra que tuvo, envolvió el regalo de Marilú.

Ahora era momento de salir con su familia a disfrutar.

Checo había tardado más en arreglar a sus hijos de lo que ellos habían tardado en desarreglarse.

Ahora se encontraban en casa de sus padres y todos los niños de la familia estaban en el jardín jugando con lucecitas de bengala. El piloto estaba ayudando a Noel a sostener la suya mientras vigilaba que sus otros dos terremotos no se quemaran o quemaran su ropa.

—¡Papá! ¡Papá! Ya se me apagó la mía —Marilú llegó hasta él corriendo con la bengala mediana totalmente apagada y doblada después del uso.

Checo apenas iba a girarse a ella, cuando sintió como su hija la acercaba suficientemente a su cuerpo quemando su abrigo con el alambre.

—Perdón —La pequeña soltó la bengala por el susto y se alejó mientras que Checo le quitaba la bengala a Noel y revisaba el daño.

Vale, adiós abrigo favorito supuso él, pero aún así no le gritó a su hija.

Era como si desde que se había peleado con Lara, toda su vida se había vuelto un desastre.

—No te preocupes, solo ten más cuidado. No quieres quemar tu ropa, ¿o sí? Ve con tu tío Toño a que te de otras dos, sin prender y vienes.

Marilú obedeció y regresó en unos segundos.

—¿La otra es para mí?

—No, es para tu hermanito.

—¡Sí, es mía! —Noel le sacó la lengua a su hermana mientras se la arrebataba y Checo seguía viendo la quemadura en su abrigo, en verdad le gustaba ese abrigo.

Después de estar así un rato, los niños se tuvieron que calmar porque las luces se les habían terminado y era hora de cenar. Al ser una familia donde en su mayoría tenían hijos pequeños, ahora cenaban más temprano o los pequeños no resistirían.

El piloto trató de disfrutar la cena lo más que pudo, trataba de estar presente mientras estaba atento de sus hijos en la mesa de niños, pero se sentía como una de las peores Navidades de su vida.

Mientras veía a sus hermanos con sus parejas no podía dejar de pensar en Lara y lo mucho que le hubiera gustado que estuviera ahí, o al menos lo arrepentido que estaba con ella y que supiera que la vería pronto, pero no. Él lo había echado a perder.

—Familia, ahora que estamos todos reunidos, me gustaría hacer un anuncio —Paola se puso de pie junto con su pareja sonriendo de oreja a oreja mientras todas las miradas se ponían sobre ellos —¡Estoy embarazada!

Los primeros en saltar de la mesa fueron sus padres, pero todos en ese momento se pusieron de pie y fueron con la feliz pareja a felicitarlos.

Todo mundo sabía que Paola había intentado por años tener un bebé y ahora, finalmente lo había logrado, Checo podía ver a su hermana llorar de felicidad y recibir el cariño de todos.

—Lo siento, lo hubiera anunciado antes si un tonto no hubiera estado saliendo todos los días —Ese comentario fue directo para él y Checo solamente sonrió con un poco de tristeza.

—Te ves espectacular y muchas felicidades, Pao —El piloto fue hasta ella para abrazarla y dedicarle algunas palabras.

Los niños, al ver que todos se estaban abrazando, fueron hasta ellos.

—¿Ya es Navidad? —Noel preguntó porque el pequeño sabía que a las "12" se abrazaban, que en realidad era como a las 10, por ellos.

—No —Checo lo cargó y sonrió —Pero su tía Pao va a tener un bebé y estamos muy felices por ella.

—¡Un bebé! —Marilú gritó emocionada, ella amaba a los bebés porque creía que eran como un nenuco.

—Felicidades tía —Chequito fue a abrazarla y la mujer lo recibió igual.

—No crean que me olvidaré de ustedes, pero ya tendrán alguien más con quien jugar.

—Papá. Tú deberías tener otro bebé y así el bebé de la tía Paola no estará solo —Marilú comentó mientras iba a abrazar a su tía.

—No creo que Checo pueda tener bebés, Mari —Toño le comentó tratando de no soltarse a carcajadas —Solo las mujeres pueden.

Esa respuesta dejó pensando a la pequeña y luego soltó:

—¡Pues con Lara!

Si antes todo mundo estaba riendo, abrazándose y celebrando, ese comentario fue suficiente para que todo mundo se quedara callado y compartiera miradas entre la niña y su padre. Checo, por otro lado, quería desaparecer porque podía ver la cara de todos diciendo "Sí ya es hora".

—¡Lara! —Checo la reprendió con el nombre de la niñera y supo que estaba empeorando todo —Digo, ¡Marilú! Ella no, ella no porque es su niñera, no mi novia.

—¡Pues que sea tu novia! —Noel agregó desde los brazos de su papá y el hombre se sintió traicionado.

Chequito estaba callado pero se podía ver que quería soltarse a reír, porque su padre se veía claramente afectado.

—Mejor sigan cenando —Checo agarró la cabecita de su hija y la movió directo a la mesa de niños, soltó a Noel e hizo lo mismo mientras su hijo mayor los seguía sin problema alguno.

Una vez que los niños se fueron, sus hermanos voltearon a verlo tratando de decir algo, pero Checo los detuvo.

—Ni siquiera se les ocurra —Los amenazó mientras ellos soltaron una carcajada.

La cena continuó.

Después de un rato, de intercambiar regalos, darse abrazos y todo eso, Checo se fue de la casa de sus padres para regresar a la de él con tres niños que parecían más bultos que otra cosa.

Primero subió a Noel junto a Marilú, para después ir por Chequito, cerrar la camioneta y la casa.

Hizo el mismo trayecto que ayer y fue a dejarlo a su cuarto, estaba agotado pues no había dormido, pero justo cuando iba a salir del cuarto de su hijo, escuchó su voz llamándolo.

—¿Papá? —El piloto se giró y sonrió.

—Duérmete, ya es Navidad y en cualquier momento Santa llega, pero no lo hará si no estás dormido.

—¿Lara va a dejarnos? —Al parecer, al mayor de sus hijos no se le había olvidado el tema.

—Yo-

—No quiero que se vaya —Chequito comentó sonando triste.

De cierta forma, sintió que podía ser honesto con su hijo, tal vez no del todo, pero sabía que lo entendería más que los pequeños.

—Si te soy honesto, yo tampoco —Checo se sentó en la cama de su hijo mientras ponía una mano sobre su hijo —Pero no sé si ella quiera quedarse.

—¿Y ya le preguntaste?

—Sí.

—¿Y qué te dijo? —Su hijo no se iba a quedar con respuestas a medias.

—Que quiere ser maestra. Ella los quiere muchísimo, pero quiere hacer lo que ella ama y yo más que nadie quiere que Lara sea feliz.

Chequito asintió en silencio mientras parecía analizar su siguiente pregunta.

—¿Te gusta Lara?

—¿De dónde sacaste eso? —Checo soltó una risita nerviosa.

—El tío Toño lo dijo hace unos días. Nos dijo que no nos preocupáramos por ti porque tú estabas muy feliz saliendo con alguien y luego la Tía Paola nos dijo que estabas con Lara —El padre quiso asesinar a sus hermanos, pero lo cierto es que su hijo fue quien había armado el rompecabezas —Entonces ¿te gusta?

Derrotado, Checo respondió.

—Sí.

—Pues deberías invitarla a salir.

—¿Y no te molesta que salga con otra mujer que no sea tu madre?

—No sí es Lara —Chequito sonrió somnoliento tratando de mantener sus ojos abiertos, pero le era casi imposible.

—Voy a ver que puedo hacer. Te amo.

Y con eso, Chequito cayó rendido, pero Sergio estaba más despierto que nunca, el hombre estaba determinado y ya era hora de enmendar sus errores, ¿quién sabe? Tal vez en un milagro de Navidad, Lara lo perdonaría.

Lara estaba sentada comiendo con sus tías escuchando los chismes más recientes mientras se terminaba una taza de rompope.

La cena seguía en marcha y podía sentir como poco a poco se llenaba de todo lo que habían cocinado. Sus primos estaban en la calle quemando cohetes, pues su mamá no le había permitido hacerlo dentro de su casa.

Ya eran las 2, casi 3 de la mañana y para este punto, la mitad de los adultos estaban ebrios, los niños estaban o dormidos o jugando, las tías estaban comenzando a guardar la comida, pero platicando y las piñatas ya las habían partido.

La joven solo podía esperar a que todos se fueran para poder ir a dormir y claro que deseaba hacerlo.

Estaba por escaparse a su cuarto, cuando Salvador, uno de los adultos que estaban con los niños quemando cohetes, entró y fue hasta donde ella estaba.

—Ven, ayúdanos a cuidarlos.

—Salva, odio esas cosas, me estresa que alguien se pueda quemar.

Además de que Lara no estaba del mejor humor posible, se sentía triste, enojada y todo mientras trataba de aparentar que su vida no se había ido por el drenaje.

—¡Ven, Lara! —La niñera o ex niñera, rodó los ojos y se levantó de la mesa para ir con su primo.

—Que sepas que te odio.

—No creo que lo hagas —Los dos salieron a la calle.

Había suficiente luz del alumbrado público y de algunas casas que dejaban sus focos encendidos por precaución. La mayoría de sus primos pubertos estaban lanzando el arsenal que los mayores habían conseguido mientras se reían y salían corriendo cada vez que encendían uno.

Lara se cruzó de brazos porque de verdad odiaba esas cosas.

—A la siguiente si quieres le digo a todo mundo que él llegó —Salvado señaló a lo lejos y vio a Sergio de pie esperando por ella.

El hombre estaba recargado en su camioneta, jugando con su cabello mientras veía a los primos de Lara jugar. No se había percatado que ella había salido por lo nervioso que estaba.

—¿Qué hace aquí? —Lara trató de esconder su sorpresa, pero era imposible. Estaba tratando de no sonreír, tenía que mantenerse fuerte y no caer.

—No tengo la menor idea, pero estuvo estacionado como 15 minutos. Si no es porque José Luis y Azul lo vieron, nadie se hubiera dado cuenta.

Salvador estaba sonriendo divertido al ver como su prima perdía la cabeza por el piloto, vale, mucha gente en ese país estaba enamorado de él, pero Lara era la que más tenía posibilidades de que fuera correspondido.

—Corre. En un rato meteré a los niños para darles privacidad.

Salvador le hacía honor a su hombre, porque de verdad era lo único a lo que se había dedicado esa Navidad.

La joven se acercó poco a poco escuchando a sus primos gritar por lo que sea que hubieran encendido y fue ahí que Checo volteó a verla.

Lara tenía su cabello castaño suelto y parecía más lacio que otros días, además de que su maquillaje era algo cargado, estaba usando un atuendo el cual no podía distinguir los colores, pero en cuanto conectaron sus ojos sonrió.

—¿Qué haces aquí? —El tono agresivo de la joven lo trajo de vuelta a la realidad.

Que él había arruinado todo y estaba aquí para tratar de arreglarlo.

—Vine a pedirte disculpas y a darte tu regalo de Navidad.

Lara frunció el ceño y esperó a que el piloto dijera algo más antes de que ella pudiera reaccionar.

—Jamás debí de haberte dicho todo lo que te dije. Fue algo estúpido y completamente inaceptable de mi parte —Lara asintió cruzándose de brazos —Ten.

De la bolsa de su abrigo sacó un sobre blanco y se lo entregó.

La niñera se tardó unos segundos en tomarlo y cuando lo hizo dijo:

—Gracias, puedes irte. Hubieras esperado a que Paola me diera mis cosas —Lara no tenía ni la menor idea de donde estaba sacando el coraje para hablarle así, pero lo estaba haciendo.

—Ábrelo.

Lara frunció el ceño y abrió el sobre, una vez que lo hizo sacó su contenido y pudo ver que era una carta, pero por la luz que había, no podía ver bien que decía.

—Es una carta de recomendación, sé que tiene faltas de ortografía y sé que tú podrías escribir una mejor y yo solamente tendría que firmarla —Checo comenzó a hablar sintiendo cómo le temblaba la voz —Pero quiero que sepas que confío en tí y que de verdad quiero que tengas la vida que siempre quisiste y no pienso detenerte.

>>Lo de la otra vez, mis gritos, fueron porque tenía miedo —El hombre dio un paso hasta ella y tomó sus manos para obligarla a verlo.

A lo lejos pudo ver cómo todos se metían a la casa, porque ya estaban más atentos en ellos, que en sus cohetes.

—¡Ya luego salen! —El primo de Lara que fue por ella los estaba acarreando porque ninguno quería meterse —¡Y más vale que no digan nada o me voy contra ustedes y diré que estaban fumando y tomando!

Lara y Checo no pudieron evitar soltar una risita.

—Quiero que sepas que nunca quise sobrepasar límites, ni ocupar el lugar de su madre —Lara no se arrepentía de todo lo que le había dicho a su jefe esa noche, pero sí se arrepentía de esto.

—Lo sé.

—Sergio —Lara se soltó de él, pero no se alejó —Esto significa mucho, gracias.

Y lo decía completamente en serio, con una carta de él podría empezar donde fuera.

Ella creía que era todo, pues solamente era su jefe enmendando su error.

—No he terminado —Checo soltó un suspiro y continuó —Desde que llegaste a mi vida, a nuestras vidas, solo has traído bendiciones y yo no podría imaginar a una mejor niñera para mis hijos.

Lara sonrió.

—Pero ya no quiero que seas su niñera —La joven comenzó a sentir cómo las lágrimas se acumulaban en sus ojos, después de todo, esto era todo para ellos —Y no porque no quiera tenerte en mi casa todos los días, a todas horas, si no porque quiero que salgas conmigo. Quiero algo serio para nosotros y siento mucho si de alguna manera te estoy presionando, tengo tres hijos que vienen conmigo y no me avergüenza, pero entenderé si es demasiado para ti.

>>No quiero que dejes tu sueño de volver a ser maestra, para eso es la carta, para que sigas con tu camino y tu vida, pero quiero que sepas que yo quiero seguir en ella y apoyarte a cada paso que des y mis niños estarán encantados de hacerlo junto a nosotros. Te aman y te adoran, incluso más que a mí.

Checo soltó otra risita nerviosa mientras se acercaba a ella y limpiaba una lágrima de su mejilla.

Ahora era imposible para ella no llorar, el nudo en su garganta no le permitía hablar.

—Desde la primera vez que te vi en esa cafetería quedé flechado contigo y no fue hasta que comenzaste a trabajar para nosotros que me enamoré completamente de ti. Alguien te puso en mi camino y no pienso dejarte ir.

—Sergio, yo-

—Eres la única persona con la que quiero hablar después de cada noche y adoro la forma en la que usas tu corazón, no te avergüenzas de todo lo que sientes y haces muchas cosas sin esperar nada a cambio, eres la mejor persona que conozco y cada día que pasabas conmigo, me enamoraba más de ti. Entonces, ¿qué dices? ¿Quieres salir conmigo?

Lara asintió frenéticamente para lanzarse a sus brazos y por fin poder besar a ese hombre.

El saltó de Lara lo agarró desprevenido, pero cuando reaccionó la tomó por la cintura acercándola más él y abrazándola como si en cualquier momento ella fuera a desaparecer.

Había soñado tantos días con sus labios que cuando por fin pudo sentirlos se sintió como en la cima del mundo. El beso transmitía todo lo que ambos habían sentido por años guardando en sus corazones.

Lara había tomado la cara de Sergio acariciando su cabello rebelde y sonrió volviendo loco al piloto.

—Ven conmigo a casa. Los niños estarán muy felices de verte y quiero que vean que estamos juntos.

—¿Qué? —Exclamó con sorpresa.

—Hablaré con tu madre, ella puede venir más tarde o nosotros podemos regresar para que pases el 25 con tu familia —Checo le decía con una sonrisa en su rostro sin soltarla, no lo haría nunca más.

—¿Estás seguro de esto?

—Nunca he estado más seguro en mi vida.

—Mi desastre de familia se convertirá en la tuya —Lara sonrió divertida.

—Eso es lo que espero, muero por decirle suegros a tu papás y ver sus caras —Ese comentario hizo que Lara soltara una carcajada y fue música para los oídos del mexicano.

—Ven.

La joven se soltó de sus brazos y tomó su mano para jalarlo directo a su casa, Sergio se dejaba manejar siguiéndola hasta llegar al jardín, donde estaban todos tratando de averiguar cómo se prendía la máquina de karaoke.

Lara estaba buscando a sus padres para decirles que se iría, pero que volvería en un rato, esperando que está vez no le pusieran peros.

—Están en la cocina —Su hermana le comentó mientras veía a su hermana menor de la mano de su jefe, solo sonrió y se fue a ayudar a los demás para darles privacidad.

Lara fue con Checo hasta la cocina y al entrar vio a sus padres compartiendo un beso casto mientras su mamá le daba indicaciones a su padre de donde poner los restos de la comida.

—Mamá, papá —La joven llamó la atención de ambos y los dos voltearon a ver a su hija.

Ahora, su pequeña tenía una sonrisa de oreja a oreja, completamente diferente al semblante de ayer y a su lado, estaba la razón de esa sonrisa.

—Me voy, sé que dije que iba a pasar Navidad aquí, pero tengo que ir a ver a mis niños —Lara comentó soltando de nuevo unas cuántas lágrimas.

—Prometo que la traeré después de que hayan abierto los regalos —Checo sonrió y luego estiró su mano libre para saludar —Por cierto, buenas noches. Siento haber llegado sin avisar.

—Parece ser que te gusta hacerlo —Mireya comentó divertida, está vez no había hostilidad en su voz.

—¡Regalos! Sergio, espérame aquí —Y sin esperar soltó su mano para irse a su cuarto donde estaba la muñeca de Marilú. Si llegaban antes de que se despertaran, Santa habría cumplido con todo.

Sergio sonrió al verla irse mientras que el silencio se hacía en la cocina, donde Jorge y Mireya no dejaban de verlo.

—En verdad prometo que la traeré de vuelta, solo quiero que los niños abran los regalos frente a ella. Lara ama ver sus caras —El piloto no quería comenzar su noviazgo con el pie izquierdo.

—¿Y piensas venir al rato? —Mireya preguntó curiosa.

—Ummm- Checo no sabía si estaba invitado, así que no sabía la respuesta a eso.

—Deberías venir al recalentado y traer a tus muchachos, les gustará, tenemos otra piñata, porque nunca son suficientes —El padre de Lara se acercó hasta él y extendió su mano.

Estaba claro que la actitud de ambos había cambiado, porque en el fondo, ellos solamente querían que su hija fuera feliz y Sergio Pérez hacía a su hija feliz.

—Gracias —Sergio aceptó la mano y sonrió, solo para después encontrarse a la madre de Lara esperando por él.

—¡Feliz Navidad! —La señora lo abrazó y mientras lo hacía susurró a su oído —Si le haces daño iremos tras de ti.

Checo soltó una risa pero asintió, porque sabía que los Monter no bromeaban cuando se trataba de su "Larita" y él no pensaba lastimarla nunca.

—¡Vamonos! —Lara bajó corriendo y sonriente, se había puesto una chamarra, traía su bolsa y una caja roja en sus manos —Vengo al rato.

Lara abrazó a sus padres y volvió a tomar la mano de su novio, ¿podía llamarlo así? No importaba, era suyo y salió de ahí jalando nuevamente a Sergio.

El piloto condujo por las calles desiertas mientras Lara le explicaba cómo había conseguido la muñeca. Una vez que llegaron, de la cajuela, sacaron los regalos y comenzaron a acomodarlos bajo el árbol. Lara tomó una de las galletas que habían dejado para santa y la comió mientras dejaba otras mordidas, tomó un poco de leche y todo estaba listo.

La joven estaba viendo el árbol repleto de regalos, era lo único que estaba encendido creando una atmósfera completamente romántica.

Fue entonces que sintió unas manos tomarla por la cintura, ella sonrió de inmediato porque se sentía en casa. Checo recargó su cabeza sobre ella y comenzó a hablar.

—Lara Monter, eres increíble.

Eso fue suficiente para que ella se volteara sin que el piloto la soltara, nuevamente no quería hacerlo.

Tomó su cara y sonrió

—Tú y tus hijos jamás han sido demasiado para mí. Te amo, con tu trabajo demandante y esos tres pequeños los adoro como si fueran míos.

Ahora, quien parecía querer soltarse a llorar era el padre de familia.

—Nunca ocuparé el lugar de su madre, pero te amaré como si fueras mío al igual que a ellos.

Lara se acercó a besarlo nuevamente y los dos cayeron al sillón.

—Pero yo soy tuyo.

Checo soltó al separarse, solo para volverla a besar.

A él más que nadie le hubiera gustado tomarla entre sus brazos y llevarla a su habitación, pero los niños despertarían en cualquier momento y quería ahorrarles el trauma. Además, quería explicarles la noticia.

Solamente que está vez estaba encantando de poder decirles que Lara no sería más su niñera.

Los dos estuvieron hablando y besándose un rato hasta que se quedaron completamente dormidos en el sillón. Sergio había tomado a Lara y así era como estaban recostados.

Pronto, el sol comenzó a salir y con él, los niños se despertaron, pues querían ver sus regalos.

Los tres estaban juntos y llegaron a la sala de la misma forma, pero la sorpresa no fue ver el árbol repleto de cajas forradas de varios papeles de colores, la sorpresa fue ver a su padre completamente dormido con Lara en brazos.

Chequito volteó a ver a sus hermanos y ninguno podía creer lo que veía, pero ahí estaban y entonces no pudieron contenerse más y gritaron despertándolos.

—¡Lara! ¡Papá! —La parejita se despertó de golpe poniéndose de pie y tratando de pensar en su siguiente movimiento.

—¡Si viniste! —Marilú fue la primera en lanzarse a ella y Lara la recibió con los brazos abiertos.

Los otros dos chicos siguieron el ejemplo de su hermanita haciendo que la niñera volviera a caer sobre el sillón.

—Jamás me lo perdería —Checo solo podía verlos desde lejos completamente enamorado de la imagen.

—Lara, creí que ya no volverías —Chequito le dijo haciendo que ella se sorprendiera y fulminara al padre con su mirada, mientras recibía un "luego te explico" de su parte.

—Chicos, Lara y yo les tenemos una noticia —El tono serio de su padre llamó su atención haciendo que ellos dejaran de abrazar a su niñera.

Checo y Lara se sentaron en el sillón mientras los pequeños estaban de pie esperando la noticia.

—Lara ya no será su niñera —Los tres iban a comenzar a quejarse, pero la mano en el aire de su padre los detuvo —Eso es porque ella volverá a ser maestra, pero, Lara pasará mucho tiempo con nosotros, porque hemos decidido comenzar a salir.

Chequito y Marilú abrieron la boca por la sorpresa, mientras Noel no parecía entenderlo del todo.

—¿Eso significa que es tu novia? —Noel preguntó mientras Lara reía.

—Sí, creo que se podría decir que somos novios —La pareja volteó a verse con una sonrisa esperando no arruinarles el día a los chicos.

Fue entonces que ahí, los tres pequeños sonrieron de oreja a oreja y comenzaron a gritar y abrazar a su padre y Lara mientras hacían muchas preguntas y los regalos se quedaban sin abrir por unos minutos.

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Nota de Autora: Cabe aclarar que en mi opinión personal no solo las mujeres pueden tener hijos, si no, las personas con útero, pero no creo que le digan eso a los pequeños. 

¡TA-DA! Este es el hermoso final de nuestra minific, pero no se olviden que mañana publicaré el epílogo y una sorpresa más que estaré anunciando en mi perfil de Instagram: JavaddMad

De verdad espero que les haya gustado porque yo lo amé, no dejé de sonreír como loca, disculpen los errores pero lo voy terminando de escribir y Feliz Navidad.

Las amo 

Fer <3 

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