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capítulo 2

Segunda parte del especial lista para ustedes. No olviden darle amor.

Y de una vez diré que la mamá se Lara está sumamente inspirada en la mía, así que si la funan sepan que están funando a mi mamá y le enseñaré todos sus comentarios (broma)

¡Disfruten! 

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—¿Otro trabajo? —El mexicano preguntó frunciendo el ceño, alejándose unos pasos y cruzando sus brazos. Estaba claro que todo su lenguaje corporal había cambiado.

Lara sabía que sería complicado, así que para evitar el contacto visual con su jefe, continuó con su tarea de arreglar las cajas y guardar todo.

—Sí.

—¿Puedo saber por qué? —La niñera frunció el ceño, ¿era normal que tu jefe te preguntara por qué querías dejar todo de lado? No, solo lo decías y listo, pero ahí estaba Sergio Pérez haciendo todo más complicado de lo que debería ser.

—Yo... —Pero sus palabras se quedaron en su lengua, no podía decirle la verdadera razón por la cual se iba.

—¿Es por dinero? Si es por dinero puedo aumentar tu sueldo —Checo no quería que la desesperación se escuchara en su voz, pero el hombre estaba sudando como si Lara Monter lo estuviera haciendo correr un maldito maratón.

—No es por dinero.

—¿Es mucho trabajo? También podemos ver que se te den más vacaciones, los niños están más grandes o más días libres.

Checo trabaja de resolver cualquier obstáculo que la mujer le pudiera enfrente.

—No, tampoco es la carga de trabajo —Lara dejó salir una pequeña risa.

Fue entonces que Sergio pensó lo peor.

—¿Es por los niños? —Sí, pero no de la forma en la que él lo veía, pensó Lara. —¿Han hecho algo? ¿Pasó algo en mi ausencia?

"No, tú y tus hijos son maravillosos" Y ese es el maldito problema.

—Los niños no son el problema, jamás lo han sido —Lara dejó por un segundo lo que estaba haciendo y volteó a verlo a sus ojos cafés completamente perdidos y desorbitados tratando de comprender la situación —Es solo que, ya pasaron tres años y yo... quiero regresar a ser maestra. Después de todo, tengo un título universitario, casi cumplo 30 años y quiero algo más.

En parte era cierto, después de trabajar en una cafetería, ser niñera había sido una gran mejora, pero era momento de ir por algo más grande, algo más ambicioso, además de que debía conseguirse una vida, una familia, porque por el momento estaba robándose una familia que no era ella.

Podía jugar a la casita, pero los hijos de Checo crecerían y pronto dejarían de necesitarla y ella habría visto pasar su vida frente a sus ojos criando hijos que no eran de ella, pero que Lara consideraba suyos en secreto.

Y por otro lado, el mayor miedo de Sergio se estaba cumpliendo. Lara quería volar e irse para tener objetivos mayores. Sabía que eso sucedería, pero no pensó que sería tan pronto.

—Por eso estaba pensando que sería mejor decirte desde ahorita, para que vayas encontrando mi reemplazo, puedo quedarme a entrenarla hasta seis meses y para que los niños se acostumbren a ella, porque en verano es en donde las escuelas hay más movimiento y una carta de recomendación tuya sería increíble —Lara continuó hablando y Checo supo que este no era un pensamiento aleatorio, ella en verdad lo había pensado lo suficiente.

Él quería decirle algo, tomarla por los brazos y sacudirla, hacerle ver que esta era su vida, que no tenía que irse, y mientras pensaba eso, pensó en tomarla en sus brazos y besarla. Besarla en serio, hacerle saber que él más que nadie quería que Lara se quedara, pero no pudo, porque siempre que pensaba en hacer algo al respecto pensaba que ella lo rechazaría y pensaba en su esposa.

Y con ese recuerdo, venían sus hijos, no quería que ellos olvidaran a su madre, no quería que ellos pensaran que la estaba reemplazando por alguien más (él estaba listo para avanzar, pero no sabía si sus hijos lo estaban) y como si fuera una señal divina, los niños regresaron corriendo, gritando y agitando sus cartas.

—¿Te parece bien que lo hablemos después de tus vacaciones de Navidad? —La castaña asintió y continuó acomodando cajas —Solo, no le digas nada a los niños por ahora.

Checo todavía podía escuchar la conversación en su mente y trataba de repasarla para ver si algo había hecho mal, él creía que no había sido ese el caso, pero lo cierto es que solo quería que Lara cambiara de idea.

—¿Checo? ¿A dónde te has ido? Te hemos estado hablando desde hace años.

Su hermano, Toño, le había aventado una servilleta sucia que hizo que su mente regresara a la tierra lejos del planeta Lara.

—A ningún lado.

Para toda la familia era perceptible que el piloto se había puesto de un humor de perros desde hace unos días, pero al ser casi Navidad se le permitía comportarse como un imbécil porque entendían que la temporada era difícil para él, más con tres niños.

—¿Todo bien? —Paola, su hermana habló y Sergio solamente asintió, pero era obvio que nada parecía estar bien.

—Dios, lo mejor será preguntarle a Lara que chingados te picó para poder averiguar cómo tratarte —Toño volvió a hablar esperando sonar más gracioso de lo que había pensado.

El escuchar el nombre de Lara fue como si le vertieran agua hirviendo al menor de los Pérez.

—Más vale que no la molesten porque está de vacaciones —Y Checo no sabía si era una advertencia para sus hermanos o un recordatorio para él.

Desde que habían hablado y ella se había ido a pasar un tiempo con su familia. ¿Cuántas veces no había querido salir corriendo a buscarla? Tocar a su puerta y obligarla a quedarse como un maldito hombre de las cavernas.

Los dos hermanos Pérez compartieron una mirada que decía todo lo que pensaban: Algo había pasado con Lara y algo grave para que Sergio estuviera como si el Sol no lo calentara.

Para toda la familia de Checo era conocido que el menor tenía una cierta fijación con Lara, él nunca lo admitiría, pero desde que ella había comenzado a trabajar para ellos su humor había cambiado y todo para bien. Los hijos de su hermano florecían ante ella y Sergio adoraba ver eso.

También sabían que era un tema complicado, porque Checo no había estado con nadie desde el fallecimiento de su esposa, a pesar de que le habían presentado una que otra mujer y varias llegaban de la nada, él nunca volteó a verlas, así que fue una grata sorpresa ver como su hermanito se volvía completamente un charco por la niñera.

—¿Todo bien con Lara? —Sus hijos estaban lejos de ahí, con sus primos y sus abuelos.

—Mhm —Checo respondió sin voltear a ver a ninguno de sus hermanos y ese asentimiento parecía más que una queja.

—Si sabes que sabemos cuando mientes, ¿verdad? Eres un idiota y se te nota todo en la cara —Toño comentó metiéndose uno de los bocadillos que su madre les había preparado en la boca, para darle un poco de tiempo a su hermano.

—Podemos ayudarte —Paola, por otro lado, estaba tratando de verse más accesible.

Checo pasó sus manos por su cara, cubriendo sus ojos y suspirando cansado, no había estado durmiendo bien. Luego, se rindió, después de todo, tarde o temprano su hermana tendría que volver a ayudarle a encontrar el reemplazo de Lara. ¡Dios! De solo pensarlo podía sentir cómo su estómago se volvía loco.

—Lara quiere irse.

Vale, lo había soltado.

Los dos hermanos Pérez se quedaron en completo silencio por unos segundos solo para volver a hablar.

—¿Qué mierda hiciste? —Toño se quejaba como si fuera su culpa.

—¡Sergio! No puedes dejar que se vaya —Paola, también.

—¡Creen que no lo sé! Ella es la mejor —El mexicano esperaba que los niños no escucharan —Pero ella... ella quiere.

No pudo terminar, todavía no sabía cómo decirlo.

—¿Más dinero? Pfff, lo tienes. Además ¿qué no cada año subes su sueldo?

—No. Ella quiere —Una vida que no puedo darle, pensó para él.

Pero Paola, supo leer entre líneas.

—Ella quiere continuar, ¿no es cierto? —Su hermana no dejaba de verlo esperando a que Sergio confirmara sus sospechas. Checo solo pudo asentir mientras tomaba su bebida.

Paola no podía estar enojada con la niñera por querer algo más. Siempre pensó que los sentimientos de su hermano eran correspondidos, pero ¿cómo puedes corresponder esos sentimientos cuando Checo no hacía nada por estar viviendo en pausa?

—Sergio —Paola volvió a hablar y sabía que cuando su hermana usaba su nombre significaba que algo serio venía —¿No crees que-

Pero no pudo, no podía obligar a su hermano a hacerle frente a algo para lo que no estaba listo. Toño pudo ver como la cara de su hermana se llenaba de arrepentimiento en cuanto cerró la boca.

Todos los Pérez habían llegado a amar a la esposa de Checo y entendían que para su hermanito había sido difícil perder a su gran amor y todo mundo creía que esa era la razón por la cual Checo no avanzaba.

—¿Qué?

—Nada.

Checo solo negó derrotado y se concentró en ver a sus hijos a lo lejos, esperando que la noticia no la tomaran tan mal como él la estaba tomando.

—Solo consígueme nuevas candidatas. No podemos permitir que la señorita Monter se quede atascada con nosotros.

Y sin esperar respuesta se levantó de su silla para ir a jugar con sus pequeños y fingir que todo estaba bien.

Por otro lado, Lara solo podía pensar que estar en la casa de los Pérez sería mejor que estar en su propia casa.

Debido a su trabajo, la niñera no había conseguido otro lugar para vivir, no tenía caso cuando pasaba la mayoría de los días con los niños, viajaba con ellos y pocas veces dormía en un lugar que no fuera ahí.

Es más, su cuarto en la casa de Checo era mejor que el de aquí.

Ahora que tenía vacaciones, regresaba a casa de sus padres para pasar con ellos las fiestas y estaba ayudando a su madre a que la casa quedara reluciente para recibir la Navidad y luego, el Año Nuevo.

—Lara, talla bien las escaleras —Su madre le repetía por quinta vez mientras ella se dedicaba a lavar el comedor. ¿Por qué mierdas lavarías el comedor? Se preguntaba la chica.

—Mamá, el mundo no va a terminarse si no lavamos cada centímetro de esta casa.

—Tal vez no, pero me gusta tener mi casa limpia y vives aquí. Así que limpia.

Lara tomó como una señal que su madre no quería discutir con ella cuando subió el volumen de la salsa que estaban escuchando y continuó con su tarea.

La joven estaba usando unos pescadores de mezclilla, una playera enorme que su madre le había prestado para limpiar de un partido político y un paliacate o pañoleta en el cabello, casi casi como Cenicienta, porque así era como se sentía. Se había quitado sus sandalias porque sentía que se iba a resbalar y estaba descalza por la casa.

—Ya terminé.

Lara fue a buscar a su madre para que le asignara su siguiente tarea, pero está vez su madre la recibió en la cocina con un poco de café de olla y chilaquiles para almorzar.

—Supuse que podríamos tomar un descanso para comer algo antes de continuar.

La joven sonrió.

Su padre estaba trabajando, su hermana mayor ya tenía su familia y casa propia, así que Lara apreciaba estos momentos con su madre.

—Gracias, ¿le puedes poner más crema? ¡Y cebolla! —Lara gritó mientras su madre rodaba los ojos, pero lo hizo, porque eso es lo que hacen las madres.

Luego, una vez que los chilaquiles estuvieron preparados a su gusto, las dos se sentaron a comer en la barra de la cocina.

—¡Me gusta mucho tenerte en casa! Ya era hora.

Lara rodó sus ojos mientras aprovechaba para buscar un pan. Su madre quería a Checo porque decía que era un buen jefe y le pagaba más de lo que debía, pero lo odiaba porque según ella, la hacía trabajar mucho y pasar mucho tiempo alejada de la familia. Eran sentimientos encontrados, Lara solo quería que su madre viera lo mismo que ella veía en el piloto mexicano.

—Estaré aquí hasta que Sergio tenga que regresar a trabajar y partiré rosca con los niños, a petición de ellos —Lara le informaba a su madre de sus planes, para que no la sorprendiera a la mera hora y se enojara.

—Laraaa.

Ese tono de reproche ya lo conocía a la perfección, lo escuchaba cuando su madre no estaba de acuerdo en una de sus decisiones.

—No te preocupes, también llegaré a partir rosca con ustedes.

—Lara Monter.

—Madre.

—Pasar festividades con ellos... es muy íntimo... no eres su madre.

—Lo sé.

—Mira, sé que adoras a esos niños y ellos a ti, pero ¿has pensando cuando dejes de trabajar para ellos? —Su mamá no tenía la menor idea que ella ya planeaba irse.

La joven niñera comenzó a jugar con su comida, moviendo sus chilaquiles de un lado a otro.

—No dejo de pensarlo —Soltó el cubierto y tomó su taza de café —Es por eso, que creo que debo de buscar otro trabajo. Ya pasaron tres años, tal vez pueda volver a una escuela.

Y ese comentario fue suficiente para hacer que su madre dejara de comer y le prestara toda su atención.

—¿Pasó algo? —Lara negó agachando la mirada —El señor Pérez... hizo algo.

Nuevamente, Lara negó.

Mireya Lozano conocía muy bien a su hija y una vez que fue invitada a la fiesta de cumpleaños de uno de los pequeños Pérez pudo identificar que su pequeña estaba completamente flechada por su jefe. Desde ese día, Mireya odiaba todo el tiempo y la energía extra que su hija proporcionaba a su empleo, aún más sabiendo que al final quien pagaría las consecuencias sería su corazón.

Lara siempre había sido una niña dulce y tierna, llena de compasión y sin ninguna pizca de maldad en el cuerpo. Cuando creció, eso nunca cambió haciendo que la gente se aprovechara de ella por su bondad y no quería que un hombre con mejor posición en todos los aspectos, tanto de dinero como de poder, tuviera ventaja sobre ella.

Fue por eso, que desde que se percató los sentimientos de su hija por el piloto, cada que podía hablar del tema, trataba de que ella volviera a su empleo y al parecer Dios había escuchado sus plegarias porque su hija había abierto los ojos.

—No pasó nada mamá. Solo quiero un cambio.

Su madre asintió y continuó comiendo, pues no quería decir un comentario que hiciera que Lara se arrepintiera.

—¿Sabes? Creo que los Pérez fueron muy afortunados por el tiempo que estuviste con ellos, pero un cambio te hará bien.

Lara sonrió volviendo a comer, la verdad es que era algo que se repetía todos los días para no arrepentirse de lo que había hecho.

Después del almuerzo, Lara y su madre volvieron a la limpieza profunda de la casa, Lara estaba tallando el piso, aún descalza y divirtiéndose como si de una fiesta se tratara. Su madre, por otro lado, estaba en el piso de arriba lavando los baños.

Fue entonces, que el timbre de la casa sonó poniendo en pausa su tarea.

—¡Yo voy! —Lara gritó por sobre la música para que su madre la escuchara.

Cuando Lara abrió la puerta no pudo creer lo que veía.

Sergio Pérez estaba parado detrás de la puerta, con los ojos desorbitados, el cabello despeinado y la respiración entrecortada.

—Te necesito.


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¡Hola! Aquí ha llegado el final del capítulo dos y espero que lo hayan disfrutado tanto como yo.

Sé que es algo corto, pero el de mañana será el más largo de la mini-fic

¡Nos vemos mañana para saber que pasará con Lara y Checo! 

Las amo, paséenla bonito

Fer <3

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