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Capítulo 15

—Muy bien —murmuró Muzan, su voz baja pero cargada de satisfacción. Se inclinó hacia Tomioka, sus labios rozando suavemente su frente en un gesto casi posesivo— Bienvenido al inicio de nuestra era.

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Los pasos resonaban con fuerza en la vastedad de la fortaleza. Rápidos, decididos, casi desesperados, como si cada golpe contra el suelo fuese una declaración. Las puertas se abrían con violencia, conectando espacios que parecían infinitos. La gravedad cambiaba constantemente, complicando el movimiento, pero el no se detenía. Su respiración era irregular, más por la urgencia de la situación que por el esfuerzo físico. Algo lo movía, algo que ardía como un fuego dentro de él.

Los corredores oscuros se sucedían uno tras otro, y las luces débiles de los faroles apenas iluminaban el camino. Su mente estaba enfocada, ignorando el ambiente opresivo, los ecos de sus propios pasos, y el frío que se filtraba en el aire. Solo tenía un destino claro. No podía permitirse fallar.

Finalmente, tras lo que parecía una eternidad, llegó a una gran sala iluminada por la tenue luz de un cielo artificial proyectado en el techo. Allí, en el centro del espacio, dos figuras se enfrentaban. Uno de ellos, envuelto en un aura imponente, portaba una espada que parecía vibrar con energía contenida. El otro, más ágil y fluido en sus movimientos, tenía los ojos negros clavados en su oponente, siguiendo cada uno de sus pasos.

El recién llegado se detuvo en seco, su pecho subiendo y bajando mientras intentaba recuperar el aliento. 

Al recomponerse vio como el choque de las técnicas resonaba en la sala, creando un espectáculo tan hipnótico como intimidante.  parando abruptamente al sentir la nueva presencia. 

Los ojos negros y cansados chocaron con el dorado y su kanji. —¡Giyuu... Estas aca!

La cara del nombrado paso de una concentrada a una llena de asombro, no entendia el por que de su preocupación —Claro que estoy aquí, Akaza. ¿Paso algo malo?— Pregunto mientras buscaba algún signo de pelea en el cuerpo contrario.

—No, no paso nada, solo estaba consternado sobre- Su frase quedó flotando en el aire cuando fue interrumpido por Kokushibo.

Su mirada, severa y helada, cayó sobre Akaza como una espada afilada. Bajó lentamente su arma, pero la tensión en su postura dejaba claro que no estaba complacido.

—¿Quién te dio permiso para interrumpir? —su voz era grave, resonante, y cargada de autoridad.

Akaza, inclinó ligeramente la cabeza, pero no se mostró intimidado.

—Disculpe, Kokushibo-sama —dijo, su tono respetuoso pero firme—. Necesito hablar con giyuu-san. Es importante.

Tomioka frunció el ceño preocupado, claramente confundido por la urgencia del otro demonio. Sin embargo, no tuvo tiempo de responder antes de que Kokushibo diera un paso adelante, su presencia como una sombra que lo envolvía todo.

—¿Y crees que tu "importante" justifica interrumpir mi entrenamiento? —gruñó Kokushibo, el enojo evidente en su tono.

El ambiente en la sala se volvió pesado, como si el aire mismo temiera la confrontación. Tomioka, aunque sorprendido, colocó una mano en el hombro de Kokushibo, un gesto pequeño pero cargado de significado.

—Déjame escuchar lo que tiene que decir, Kokushibo-sama. Akaza es mi amigo y si esta asi de agitado puede ser algo importante.— Dijo mientras se acercaba a pasa firme al peli-rosa.

—Esta bien, tómalo como cinco minutos de descanso— Tomioka asintió mostrando una mueca de agradecimiento hacia el mas alto—... Ah, y Akaza — El nombrado miró fijamente a los ojos principales, en silencio. —Nunca más vuelvas a interrumpir así, o van a ver consecuencias.— Amenazó con brusquedad mientras se alejaba a una esquina.

Tomioka, el cual se encontraba frente a Akaza, soltó una risa por la seriedad del momento. Quebrando por completo el ambiente tenso.

—Giyuu-san... —comenzó Akaza, su tono bajando un poco al darse cuenta de lo mucho que le costaba expresar su inquietud—. Vine porque en la última reunión no me quedó claro lo que Muzan-sama dijo sobre tu posición.

Tomioka frunció ligeramente el ceño, pero no respondió de inmediato. Kokushibo, desde su posición, dejó escapar un gruñido de impaciencia, pero decidió no intervenir aún.

—¿Mi posición? —repitió Tomioka, claramente confundido, levantando su mano mientras inclinaba su cabeza y tocaba justo debajo de su labio.—. ¿A qué te refieres?

Akaza apretó los puños, tratando de encontrar las palabras correctas. No estaba acostumbrado a preocuparse por otros, pero esta vez algo dentro de él no lo dejaba en paz.

—Muzan-sama mencionó que habría una nueva Luna Inferior... y eso me hizo preguntarme si eso significa que ya no estás entre nosotros. —Su voz era grave, cargada de preocupación, aunque trataba de mantener la calma—. Te he visto entrenar, te he visto luchar. Eres valioso para él. No entiendo por qué haría algo como eso... y si lo hizo, ¿qué significa para ti?

El silencio que siguió fue denso, como una tormenta en el horizonte. Tomioka se quedó inmóvil por unos segundos, procesando las palabras de Akaza. Finalmente, soltó un suspiro y negó con la cabeza.

—Akaza, no tienes por qué preocuparte por mí —respondió, con un tono sorprendentemente tranquilo otorgándole una sonrisa calmada—. Estoy exactamente donde necesitó estar. Mi destino no depende de un título o una posición. Yo... ya acepté mi lugar junto a Muzan-sama.

La respuesta, aunque firme, dejó a Akaza con una sensación de inquietud. Había algo en la calma de Tomioka que no lograba comprender del todo. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, Kokushibo intervino, su paciencia agotada.

—Si eso es todo lo que viniste a preguntar, ya has desperdiciado suficiente tiempo. Tomioka tiene entrenamiento que completar, y tú tienes tus propias responsabilidades. —La severidad en su voz era inconfundible, y sus ojos de múltiples iris parecían perforar el alma de Akaza.

Pero Akaza no se dejó intimidar. Inclinó la cabeza ligeramente en señal de respeto hacia Kokushibo antes de mirar de nuevo a Tomioka.

—Solo quería asegurarme de que estuvieras bien —dijo con sinceridad—. No porque dude de ti, sino porque sé lo que significas para todos nosotros, aunque algunos no lo digan.

Tomioka lo observó con una leve expresión de sorpresa, quizás incluso de agradecimiento. Asintió lentamente, como si aceptara las palabras de Akaza en silencio.

—Estoy bien —respondió al fin—. Y lo seguiré estando. Ahora ve, Akaza. No quiero que Kokushibo-sama pierda más tiempo por mi culpa.— Finalizó otorgándole una sonrisa sincera, una calidez se apoderó de él y quizás, un cariño familiar que nunca había sentido en el se apodero de su corazón.

(...)

Los golpes de las espadas habían cesado, y la sala de entrenamiento estaba en completo silencio, salvo por el goteo del agua que se escurría por el suelo tras el último ataque de Tomioka. El cansancio era evidente debido a las horas continuas del trabajo.

Tomioka ahora se encontraba en el suelo junto a su agua, sus extremidades extendidas como una estrella marina, con los ojos fijos en el techo. Respiraba con dificultad, sintiendo cada músculo de su cuerpo protestar por el esfuerzo. El suelo del lugar nunca le habia parecido tan comodo, hasta ahora. Sin embargo, la voz grave de Kokushibo lo arrancó de sus pensamientos.

——Giyuu. Creo que ya estás listo para tu última prueba.

El tono solemne del mayor resonó en la sala, haciendo eco en las paredes. Tomioka giró la cabeza hacia él, sus ojos llenos de agotamiento pero también de curiosidad.

—¿Última prueba? —preguntó entre jadeos, sin molestarse en levantarse aún—. Pensé que ya la había pasado.

Kokushibo, sentado frente a él, cruzó las piernas en una postura perfecta, con su espada descansando sobre sus rodillas. Cerró los ojos brevemente, como si buscara las palabras correctas para explicar su propósito.

—No del todo. —Su tono era tan serio como siempre, pero había una pizca de aprobación en su mirada cuando volvió a fijarse en Tomioka—. Te he enseñado a luchar, a anticipar movimientos y a manejar tus emociones. Pero lo que falta... es que aprendas a valerte por completo de ti mismo. Esta prueba no solo será física, sino mental..  

Tomioka escuchaba como Kokushibo hablaba y hablaba aunque él estaba sin prestarle mucha atención, pero no lo malinterpreten, le tiene mucho respeto después de todo, solo que ya estaba cansado y quería pegar el ojo unos momentos.

—Y eso nos lleva al último punto. La comida — Ése terminó causó ruido en la cabeza perdida del ojinegro. —. Muzan-sama otorgó esta prueba para ver si ya estás listo para valerte por ti solo y cuidar a los pequeños.

Tomioka se reincorporó lentamente, sentándose frente a Kokushibo. Aunque su cuerpo estaba exhausto, su mente estaba alerta. La palabra "Comida" le hacía tensarse, pero no por miedo, sino por una mezcla de expectativa y responsabilidad.

—¿Qué incluye exactamente esta prueba? —preguntó con cautela, su voz apenas un susurro.

Kokushibo lo observó detenidamente, como si estuviera evaluando cada aspecto de su ser antes de responder. El aire a su alrededor se sentía denso, casi tangible, como si las palabras que estaba a punto de pronunciar tuvieran un peso especial.

—Es algo simple. Tendrás que ir a una aldea desconocida y conseguir, como mínimo, a cuatro humanos de los cuales puedas alimentarte. No podrás depender únicamente de tus habilidades actuales; deberás adaptarte, improvisar y mantenerte alerta. —Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran profundamente antes de continuar con un leve tono de advertencia—. Y, por supuesto, no será un lugar deshabitado. Hay cazadores de rango bajo patrullando la zona, y no dudarán en atacarte si te consideran una amenaza.

Tomioka asintió, sus ojos brillando con determinación. Había aceptado esta nueva vida, este destino, y sabía que cada desafío lo llevaba un paso más cerca de convertirse en lo que Muzan y Kokushibo esperaban de él. A pesar del agotamiento que pesaba en sus hombros, la idea de esta prueba despertó algo dentro de él: una mezcla de ansiedad y emoción.

—Entendido —respondió, su voz más firme de lo que esperaba.

Kokushibo se levantó con gracia, como si no estuviera afectado en lo más mínimo por el largo entrenamiento. Extendió una mano hacia Tomioka, ayudándolo a ponerse de pie.

—Descansa por ahora, en el anochecer vas a partir.

El silencio volvió a llenar la sala cuando Kokushibo se giró y salió, dejando a Tomioka con sus pensamientos. El pelinegro se quedó mirando la puerta por un momento antes de exhalar profundamente, intentando liberar la tensión acumulada.

Tomioka se movía con agilidad, saltando y casi volando entre las estructuras del lugar. Su mente divagaba en todo lo que había ocurrido durante el entrenamiento, pero al mismo tiempo se esforzaba por no perder el enfoque y mantenerse en su camino mientras avanzaba rápidamente.

Había adoptado esas acciones de los niños, quienes siempre corrían y saltaban de un lado a otro, explorando cada rincón de la fortaleza. A pesar de que Muzan ya les había explicado que el lugar era infinito, ellos se negaban a creerlo y afirmaban con determinación que algún día encontrarían el límite del lugar.

Hasta que una puerta diferente a las demás llamó su atención.

La habitación era sorprendente, más llamativa que cualquier otra que hubiese visto en la fortaleza. Por primera vez, encontraba un lugar con vegetación cuidada, además de la sala de entrenamiento. Aquí, algunas flores parecidas a los lirios de araña azul se asomaban entre la penumbra, sus delicados pétalos brillando suavemente bajo la luz tenue. Aunque no eran los verdaderos lirios, su belleza era innegable y atrapaba la mirada como un hechizo silencioso.

Con pasos firmes, casi atraído como una polilla hacia la llama, avancé al interior. Había una pequeña finca en el centro, sencilla, pero de apariencia casi hogareña, contrastando con el ambiente lúgubre de la fortaleza. En mitad del lugar, una figura se alzaba, imponente. No la reconocí de inmediato, pero lo que sí identifiqué fue un sonido: el crujido inconfundible de huesos siendo triturados.

La curiosidad me empujó a acercarme un poco más, hasta que un destello dorado llamó mi atención. Era el cabello rubio de Douma. Mi cuerpo se tensó al instante; había algo en su presencia que nunca me daba buena espina. Todo en mí gritaba que debía darme la vuelta, dejar que siguiera con lo suyo, pero entonces lo escuché.

—Ayúdame... por favor... —La voz débil y quebrada de una humana llegó hasta mis oídos. Era apenas un susurro, cargado de un dolor que se me clavó en el pecho. No era por el hecho de que fuera humano, no me afectaba tanto su especie. Era el hecho de que, a pesar de estar siendo devorada viva, aún luchaba desesperadamente por liberarse.

Mi corazón dio un vuelco, estrujado por la escena frente a mí. Quise apartar la mirada, pero no podía. Algo me mantenía clavado en el suelo, como si un peso invisible me obligara a presenciar esa presa.

Lamentablemente, no había nada que pudiera hacer. Aquella mujer estaba condenada desde el momento en que cayó en las garras de Douma. Yo, al igual que Akaza, nunca he recurrido a alimentarme de mujeres ni niños, pero Douma... él no tiene ningún escrúpulo. Es un ser despreciable, insensible a cualquier noción de compasión o límites.

Cuando por fin logré salir del trance y darme la vuelta, algo cambió en el ambiente. La temperatura cayó drásticamente, tanto que un escalofrío recorrió toda mi espalda. Como un acto reflejo, rasguñé mi propia mano, dejando que mi sangre se transformara en agua, y con ella, formé mi katana.

El sonido del cuerpo de la mujer desplomándose -junto a un quejido casi desvanecido- al suelo resonó detrás de mí. Douma se puso de pie, su figura tan tranquila como siempre, pero sus movimientos eran inquietantes. Permanecí en mi posición de defensa, sin voltearme hacia él. Fue un error.

Una ráfaga helada pasó a mi lado, tan rápida que apenas tuve tiempo de procesarla. De repente, unas manos largas y heladas se posaron sobre mis hombros. Otro escalofrío me recorrió, como si un veneno invisible me estuviera quemando la piel.

—Hola, bonito —murmuró Douma con una voz dulce y maliciosa a la vez—. Veo que por fin podemos estar los dos solos.

La repulsión me invadió al instante. Sin pensarlo dos veces, reaccioné con un movimiento rápido, cortando sus manos con mi katana de agua y retrocediendo para ganar distancia. Douma, en cambio, solo se rió, como si aquello fuera un simple juego. Las manos que había cortado se regeneraron en cuestión de segundos, y él las levantó en un gesto teatral, como si se rindiera.

—Tranquilo, no quería asustarte... al menos no demasiado —dijo con una sonrisa que hacía hervir mi sangre.

Lo observé fijamente, cada músculo de mi cuerpo tenso. Sabía que Douma no era de fiar, pero ¿qué estaba planeando ahora?

—¿Qué? ¿Por qué me miras como si te fuera a morder?... Primero interrumpes mi comida, luego me atacas sin decir nada... ¿Acaso no tienes modales? —preguntó Douma con su eterna sonrisa fingida, esa que no lograba esconder la oscuridad que lo envolvía.

Lo miré con desdén, manteniendo mi katana firme en mis manos, mientras buscaba las palabras adecuadas para responderle. Finalmente, decidí jugar su juego.

—Solo estaba caminando por el lugar. Tienes un bonito... —hice una pausa, fingiendo buscar el término adecuado, aunque mi intención era claramente molestar—... comedor, Douma. —Mi tono de interés falso estaba cargado de sarcasmo. Era casi como si ambos estuvieran en una batalla de falsedades, probando hasta dónde podía llegar el otro.

—Veo que has agarrado confianza aquí, ja ja ja —respondió, su risa tan vacía como su mirada. Sus ojos me estudiaban, como si intentara desentrañar cada uno de mis pensamientos ocultos—. Es sorprendente lo rápido que lograste tener a algunos comiendo de la palma de tu mano.

Su mirada parecía penetrar en lo más profundo de mi alma, buscando respuestas donde yo solo le ofrecía silencio.

—Parece que... —Su frase quedó interrumpida por un grito desgarrador. Ambos giramos la cabeza hacia la mujer, que seguía en el suelo, apenas aferrándose a un hilo de vida.

Douma, con la rapidez de un depredador, sacó uno de sus abanicos y lo lanzó hacia ella, cortándole el cuello en un movimiento limpio y preciso. La sangre salpicó el suelo, formando un charco que poco a poco se expandía bajo su cuerpo.

—Vaya, es una lástima. Era una mujer linda, pero muy chillona —comentó con total indiferencia, mientras su mirada volvía a encontrarse con la mía.

El ambiente se volvió aún más pesado, como si el aire mismo se negara a circular. Apreté la empuñadura de mi katana, resistiendo el impulso de atacarlo de nuevo. Sabía que Douma estaba disfrutando cada segundo de esto, cada gesto mío que delatara incomodidad o desagrado. Y yo no iba a darle esa satisfacción.

—¿Te divierte esto, Douma? —le pregunté finalmente, rompiendo el incómodo silencio, mi tono tan frío como la habitación.

Su sonrisa se amplió, mostrando una falsa inocencia.

—¿Divertirme? Claro que sí, mi querido Giyuu. ¿O acaso debo llamarte Kibutsuji Giyuu? —preguntó Douma mientras avanzaba lentamente hacia mí. Sus pasos eran calculados, casi tortuosos, disfrutando cada instante de la tensión que crecía en el ambiente. Sabía que, si quisiera, podría llamar a cualquier demonio y poner fin a esta escena, pero Douma quería jugar, quería ver hasta dónde podía llegar.

—¿Sabes qué? Me intrigas. Dime, ¿hasta dónde llegarías por complacer a nuestro amado señor Muzan? —Su tono burlón estaba cargado de una provocación que me instaba a perder el control, a caer en su juego.

No respondí. Solo mantuve mi mirada fija en la suya, midiendo cada movimiento. Ambos estábamos preparados, como si en cualquier momento todo pudiera estallar en un combate.

—Veo que no respondes —continuó, extendiendo una mano hacia mí. La detuve con la katana antes de que pudiera acercarse más, pero él no parecía inmutarse—. Otra cosa que me sorprende es lo mucho que has durado aquí... sabiendo cuál era tu verdadero propósito.

Sus palabras me descolocaron. ¿"Mi verdadero propósito"? No entendía a qué se refería. Mi propósito siempre había sido el mismo: servir a Muzan, quien me rescató de las garras de la Cofradía.

—¿De qué... ? —titubeé, más por curiosidad que por temor. Aunque todo lo que salía de la boca de Douma solía ser mentira, había algo en su tono esta vez que lograba despertar mi intriga. —¿De qué estás hablando? Mi propósito está claro.

—Para ser un demonio, eres muy inocente aún —respondió, tomando mi mandíbula con fuerza, obligándome a mirarlo directamente. Su toque era helado y desagradable, pero no lo aparté de inmediato. Sin embargo, la incomodidad era evidente en mi postura—. ¿Por qué crees que Muzan-sama te llevó esa noche? ¿Acaso piensas que se enamoró de ti a primera vista? Por favor, deja de soñar, lindo.

—Claro que no se enamoró de mí —respondí con firmeza, ignorando el peso de sus palabras—. Me eligió para ser más fuerte, para servir a su lado. Algo que tú nunca podrás hacer.

Al decir esto, la presión de su mano aumentó ligeramente, y su sonrisa se ensanchó. Sus ojos se achicaron, casi cerrándose por completo, mientras unas venas sobresalían en su rostro.

—Escucha bien, Giyuu. Solo porque tengas una cara bonita no significa que eso te salvará de todo —espetó con un tono venenoso, mientras yo apretaba más fuerte mi katana, intentando contener la ira que crecía dentro de mí.

—Deja de jugar, Douma, y ve al punto —escupí las palabras, con la paciencia al límite—... O te corto de una vez tu maldita sonrisa.

—Wooow, cálmate —dijo Douma, alzando las manos en un gesto de rendición, aunque su sonrisa seguía tan inamovible como siempre—. Está bien, si tanto quieres escucharlo... —hizo una pausa, alargando el silencio como si quisiera saborear mi irritación—. El señor Muzan solo te quería para hacer un trueque con la Cofradía.

Esas palabras fueron la gota que derramó el vaso. La paciencia que había intentado mantener hasta ahora finalmente colapsó. Con un rápido movimiento, mi katana cortó sus manos de un tajo limpio. Antes de que pudiera reaccionar, me alejé unos cinco metros con un salto ágil, buscando poner distancia entre nosotros. No quería seguir escuchando su voz, no después de esa mentira tan descarada.

¿Un trueque con la Cofradía? Era absurdo, ridículo. Pensé en las muchas formas en las que Douma intentaba manipular a quienes lo rodeaban, pero esta mentira era caer demasiado bajo, incluso para él.

Douma bajó la mirada a sus muñones regenerándose lentamente, y su falsa felicidad desapareció. Su expresión cambió a una de enojo puro, su verdadera naturaleza asomándose por fin.

—Odio a los mentirosos —reclamé con furia, sosteniendo mi katana con firmeza mientras lo observaba con desprecio.

Por un breve momento, su rostro mostró confusión, pero pronto volvió a reír como si todo fuera una broma. Esa risa hueca y forzada me resultaba insoportable.

—Jajaja, perdón, perdón —dijo entre risas, mientras sus manos se regeneraban casi por completo—. Pero, dime algo, ¿en serio crees que estoy mintiendo?

—¿Sabes qué? —dije, interrumpiéndolo antes de que pudiera continuar con sus provocaciones—. Ya no me interesa perder más tiempo contigo.

Sin esperar respuesta, me di la vuelta y me lancé de puerta en puerta, dejando atrás la escena y la molesta risa de Douma. Mi respiración era pesada, y aunque intentaba mantener la calma, su cara no se borraba de mi mente.

Mientras seguía perdido en sus pensamientos, Giyuu llegó a un lugar de la fortaleza que no reconocía. Este espacio se veía distinto a los demás, no solo por su apariencia, sino por el peculiar olor que lo invadía.

El fuerte aroma químico llenó sus fosas nasales, provocándole un ligero mareo, aunque no lo suficiente como para detenerlo. Sin pensarlo mucho, se adentró en la sala con pasos rápidos, sin prestar atención a las posibles consecuencias.

Dentro, el panorama era extraño e inquietante. Su mirada se detuvo en la figura que estaba en el centro del lugar: su pareja. Muzan estaba concentrado en sus experimentos, rodeado de demonios de rango más bajo que se retorcían de dolor en el suelo. Algunos parecían al borde de la desintegración, sus cuerpos desmoronándose poco a poco, mientras otros luchaban débilmente por escapar.

Giyuu sintió una punzada de lástima en el pecho al ver la escena, pero recordó de inmediato por qué se hacían esos experimentos. Todo esto era por el bien de todos. Muzan no hacía nada sin un propósito, y ese propósito era conquistar el sol, un objetivo que aseguraría la supervivencia y el poder absoluto de su especie.

El lugar estaba lleno de instrumentos de aspecto extraño y mesas repletas de frascos con líquidos de colores brillantes. La iluminación tenue hacía que todo se viera más siniestro, pero Muzan no parecía afectado. Su rostro reflejaba concentración, y sus movimientos eran precisos, casi elegantes, mientras manipulaba los frascos y ajustaba las herramientas.

Al percatarse de la presencia de Giyuu, Muzan levantó la mirada. Una sonrisa suave apareció en su rostro, disipando momentáneamente el aire pesado de la habitación.

—Mi querido Giyuu —dijo con su habitual tono tranquilo, caminando hacia él—. Llegas en el momento perfecto.

Sin decir más, se acercó a Giyuu y le dio un beso en la mejilla. Luego, con un movimiento natural, pasó un brazo alrededor de su cintura, guiándolo hacia los experimentos.

—Ven, quiero mostrarte algo —continuó Muzan, con una calidez que contrastaba con la frialdad del lugar.

Giyuu permitió que lo guiara, su mirada todavía fija en los demonios que yacían en el suelo. La lástima seguía presente, pero no podía dejar que lo afectara. Sabía que todo esto era necesario. Muzan siempre tenía razones para lo que hacía, y Giyuu confiaba en él por completo.

Cuando llegaron más cerca, Muzan señaló a uno de los demonios que aún resistía, su cuerpo parcialmente desintegrado pero luchando por mantenerse entero.

—¿Ves este? —dijo Muzan, casi con orgullo en su tono—. Está mostrando resultados prometedores. Su regeneración es más rápida de lo normal, y parece tolerar mejor la exposición a la luz solar. Es un paso adelante, aunque no suficiente todavía.

Giyuu observó en silencio, notando el leve temblor en las extremidades del demonio y la mirada desesperada en sus ojos.

—Sé que puede ser difícil de ver —continuó Muzan, apretando ligeramente la cintura de Giyuu, como si buscara consolarlo—, pero recuerda, esto es por un bien mayor. Cuando conquistemos el sol, nada podrá detenernos.

Giyuu asintió lentamente, apartando sus emociones. Sabía que Muzan tenía razón. Todo sacrificio era necesario para alcanzar su meta.

—Confío en ti —dijo finalmente, mirando a Muzan con determinación.

Muzan sonrió, complacido, antes de girarse hacia su mesa y tomar otro frasco.

—¿Te puedo hacer una pregunta...? —dijo Giyuu con un tono vacilante, nervioso bajo el peso del brazo que seguía descansando en su cintura.

Muzan no desvió la mirada de sus experimentos, pero su respuesta fue inmediata y cargada de sinceridad.

—Puedes hacerme todas las que quieras —respondió, su voz suave pero firme, mientras sus manos seguían trabajando con precisión. No lo soltó ni por un momento.

Giyuu vaciló, su mente dando vueltas entre lo que realmente quería preguntar y lo que era prudente decir. Sabía lo que Douma había insinuado, y esa duda seguía rondándole. Pero, al mismo tiempo, algo en él le decía que debía confiar en Muzan, como siempre lo había hecho.

—Mmm... —murmuró, buscando las palabras adecuadas, mientras apartaba la mirada por un segundo. Finalmente, optó por algo más sencillo—. ¿Por qué me mandaste a esa prueba?

La pregunta no era la que inicialmente había planeado, pero salió con suficiente seguridad como para parecer genuina.

Muzan levantó una ceja, girando ligeramente el rostro para mirarlo de reojo antes de responder.

—Te envié porque quiero que seas más fuerte, Giyuu —dijo, su tono completamente neutral, casi como si la respuesta fuera obvia—. Esa prueba no era solo un desafío físico, sino mental. Necesito saber que puedo confiar en ti en cualquier circunstancia.

Su mirada volvió a los experimentos, pero la presión en la cintura de Giyuu se intensificó un poco, como si buscara transmitir algo más con ese gesto.

—Eres importante para mí —continuó Muzan con voz baja, casi como si lo estuviera confesando—. No solo como un aliado o un subordinado, sino como alguien en quien realmente puedo confiar.

Las palabras de Muzan dejaron a Giyuu inmóvil por unos segundos. ¿Importante? Aquella afirmación lo tomó por sorpresa, aunque no lo dejó ver. Simplemente asintió, esforzándose por no mostrar demasiada emoción.

Muzan tomó otro frasco y lo agitó suavemente, observando cómo el líquido dentro cambiaba de color.

—Espero que eso responda a tu pregunta —dijo finalmente, volviendo a su tono habitual, casi despreocupado.

Giyuu asintió una vez más, murmurando un leve "sí". Sin más que añadir, dejó que el silencio se instalara mientras Muzan volvía a concentrarse en su trabajo. A pesar de la tranquilidad aparente, el peso de las palabras de Douma seguía presente en su mente, aunque por ahora decidió no darle importancia.

Cuando Muzan terminó con el último de los frascos, soltó lentamente la cintura de Giyuu y le dedicó una última sonrisa.

—Es tarde, cariño. Ve a descansar —le ordenó con suavidad, mientras sus ojos mostraban un brillo el cual, tan unico que el único privilegiado en poder verlo, es el pelinegro.

Giyuu asintió y salió del laboratorio sin decir nada más, sus pasos resonando en los pasillos vacíos de la fortaleza. Mientras regresaba a su habitación, no podía dejar de pensar en lo que había ocurrido ese día: los experimentos, las palabras de Douma, y aquella extraña sensación de que algo más se estaba gestando a su alrededor.

Cerró la puerta tras de sí, dejando que el silencio de la habitación lo envolviera. Por ahora, decidió dejar las dudas de lado. Si algo había aprendido desde que estaba con Muzan, era que el tiempo siempre revelaba las respuestas.

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————続ける————
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Datos y rumores de la era Taisho:

»Muzan al estar tan concentrado en los experimentos, no vio ni escuchó la escena de Douma y Giyuu. 

»Giyuu le iba a preguntar a Muzan el por que Douma había dicho eso, pero se arrepintió y decidió no desconfiar en el.

» Akaza ve a Giyuu como el amigo demonio que jamás pudo tener. Su relación, aun que no lo acepten, es de una amistad y preocupación.

Datos:

Hola, lo se... Les permito lincharme pero lamentablemente si estuve muy ocupada. Con los últimos exámenes y con malas amistades.

A veces quisiera tener el tipo de amistad que tienen Sabito y Giyuu en el manga/Anime, pero a mi me toco el tipo de relación que tienen en este fanfic 🤣(Es llanto)

Pero bueno, mucha quejadera. 

Ya sali de las pruebas por lo que estoy oficialmente de vacaciones lo que significa voy a seguir mis dos fanfic, y próximamente sacar más proyectos. *Guiño, guiño*

Y para los que pensaron que no iba a actualizar más, creanme que ya desapareci una vez por casi dos años, pero no más vvs.

Por cierto, no sé si notaron que no hay separadores, pero eso sucedió ya que cambie teléfono y los perdí jiji. Por lo que voy a hacer nuevos y después voy a actualizar esta capítulo para ponerlos.

Los amo mucho, y pido perdón nuevamente por la espera.

Se despide: konavx

Palabras: 4870

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