Capítulo 12
Anteriormente:
Lo que ninguno de los dos sabía, es que alguien había escuchado sus planes.
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La noche cayo en los afueras de la sede de cazadores, los últimos rayos de luz solar se habían ocultado por completo, dando así el inicio de su guardia nocturna.
El peli melocotón se encontraba reflexionado lo pasado en estos meses. Primero, el encuentro con las lunas, segundo el rapto de su mejor amigo, tercero el encuentro de Uzui con las lunas y su retiro, no sin antes proporcionar la información necesaria junto a unas palabras algo conmovedoras.
(...)
"Sabes que me voy a desligar totalmente de mi trabajo como cazador. Eso implica que no estaré en todas nuestras juntas y reuniones. Sin embargo, no quiero perder el contacto con ninguno de ustedes," dijo Uzui, dirigiéndose a todos los pilares. Su tono era serio, pero sus palabras estaban llenas de sinceridad.
Luego, Uzui se volvió hacia Sabito, sus ojos reflejando una compasión rara vez mostrada. "Sabito, sé que no pierdes la esperanza de encontrar a tu amigo, pero por favor, descansa un poco. A todos nos preocupas," dijo, su voz bajando un tono, casi como si estuviera hablando solo con él. "Y si sabes algo o necesitas ayuda con el tema de Tomioka, siempre vas a poder contar con tu extravagante amigo."
Sabito asintió, sintiendo una mezcla de gratitud y tristeza.
(...)
Y por último, las palabras que Tokito le había dicho antes de irse a la Villa de los Herreros realmente lo habían dejado desconcertado y con una leve pérdida de esperanza.
(...)
"Sabito-san" Le llamo la atencion el más pequeño, sorprendiendo a Sabito ya que recordó su nombre.
"¿Si tokito, que necesitas?"
"Hay algo que me a estado dando vueltas en la cabeza, se que yo olvido todo pero esto no lo e olvidado por alguna razón" Dijo algo ¿nervioso? en realidad el oji morado no lograba descifrar la cara del menor. "El dia que Tomioka desapareció, en la mañana tuve un muy mal presentimiento. Por primera vez logre recordarlo un día seguido y algo me decía que el no fuera en la próxima misión"
Sabito escuchaba atento a todas las palabras del pelinegro, algo atónito por toda la información revelada.
"Yo hable con el antes de ir a la misión, me dijo que no me preocupara ya que no le iba a pasar nada pero, los dos sabemos como terminó" Continuo Tokito bajando la mirada algo triste. "No se por que pero, siento algo extraño. Como si ya hubiera perdido a alguien importante en mi vida y esos sentimientos renacieron de nuevo lo cual es raro ya que nunca tuve mucha comunicación con el, su presencia era agradable" Finalizó
Sabito quedo sin palabras ya que estaba en shock. Por todo.
(...)
—Definitivamente me voy a tomar un descanso cuando encuentre a Giyuu —murmuró Sabito, casi sin darse cuenta de que hablaba en voz alta.
—¿Y no piensas invitarme? —preguntó una voz recién llegada, una que Sabito reconoció al instante.
—No, van a ser unas vacaciones bien merecidas para mí y Giyuu. Nadie más —respondió Sabito en broma, girándose para ver a Makomo, quien lo miraba con una sonrisa divertida.
—Vamos, Sabito, no seas así. Después de todo, he estado ayudándote a buscar a Giyuu también. Al menos merezco una pequeña mención en tu descanso —dijo Makomo, poniendo una mano en su cadera y fingiendo un puchero. Sinceramente se había cansado de discutir con sabito con el tema de Giyuu, asi que decidió apoyarlo, pero si se sobre exigía lo detenía.
Sabito rió, aliviado por la presencia de su amiga. El peso de la conversación con Tokito todavía pesaba en su mente, pero la ligera conversación con Makomo le ofrecía un respiro.
—Está bien, está bien, Makomo. Tal vez podamos organizar una pequeña reunión después de que Giyuu y yo hayamos tenido nuestro tiempo de descanso. Pero primero, tengo que encontrarlo —respondió Sabito, sonriendo.
—Eso suena justo —asintió Makomo, su tono volviendo a ser serio—. Y sabes que siempre puedes contar con nosotros para ayudarte en lo que necesites. No estás solo en esto, Sabito.
—Gracias Makomo.
El ambiente se volvió relajado, un pequeño silencio se instaló en el gran bosque. El soplido de la brisa era el único ruido presente, y la luz de la luna permanecía en las altas copas de los árboles, las cuales no le daban paso para estar en el piso. El bosque parecía una fortaleza natural, susurros de hojas y ramas creaban una melodía tranquila que envolvía el lugar en una serenidad única.
Sabito, sentado en una roca cubierta de musgo, observaba el paisaje con una mezcla de melancolía y esperanza. La búsqueda de Giyuu había sido ardua y agotadora, pero momentos como este, en la tranquilidad de la naturaleza, le daban la fuerza para seguir adelante.
El susurro de la brisa le traía recuerdos de tiempos más simples, cuando él y Giyuu entrenaban juntos bajo la tutela de Urokodaki. Los días llenos de risas y camaradería parecían tan lejanos ahora, pero eran esos mismos recuerdos los que lo impulsaban a no rendirse.
De repente, un suave crujido de ramas rompió la quietud del lugar. Sabito se puso en guardia junto a sus sentidos alerta. Sin embargo, pronto se tenso, desenvainando su katana para volver a su trabajo de patrulla, pero ahora con su amiga.
—¿Entonces? ¿Que opinas?— Pregunto El mitad peli azabache buscando la aprovación del mayor.
—Por favor padre, hace años que no salimos.— Rogo el mayor de los tres niños mientras agarraba el kimono de su "madre"
—¡Es verdad! Además Giyuu okaa-san nos va a cuidar muy bien— Trato de complementar a su hermano, el niño rubio
—Por favor.— Suplico el peli rojo.
—Mmm, debido a que estamos tan cerca de logar ser invencibles al sol. Creo que les voy a dejar salir solo por hoy.— Les dijo con su típica seriedad. Logrando que los tres pequeños explotarán en felicidad.
—Sin embargo— continuo hablando. —Los tres mocosos se van a ir a preparar para salir y tu— Apunto a Tomioka —Vas a comer algo antes de salir.
El pelinegro sabía que no tenía caso reclamar o tratar de decir que no, así que sin más acepto.
—Muy bien, así me gusta.— Respondió dándole una sonrisa. —Kokushibo te está esperando.
—Entiendo.
Tomioka con pasos lentos se fue en busca del demonio, mientras que los pequeños fueron a su habitación para arreglarse.
Los pasos livianos resonaban por el lugar mientras que su mirada buscaba al de coleta alta. Debido a que hoy no iba a entrenar ya que Muzan le dio el día "libre" se dirigió directamente a que habían quedado de acuerdo para comer los martes.
Al llegar a la habitación tocó delicadamente la puerta corrediza esperando el pase de afirmación.
—Kokushibo-san, soy yo, Tomioka —dijo Giyuu casi en un susurro, pero lo suficientemente alto para que se escuchara.
—Pasa —respondió Kokushibo desde el interior de la sala.
Giyuu empujó la puerta y entró con paso vacilante. La habitación estaba iluminada por la tenue luz de unas lámparas de papel, que proyectaban sombras danzantes en las paredes. Kokushibo estaba sentado en un cojín, frente a una mesa baja que sostenía un plato lleno de restos humanos.
—Hola. Me dijeron que ya era hora de comer —dijo Giyuu, tratando de mantener la calma.
—Sí, hablé con Akaza sobre tus peticiones para comer y gracias a eso te traje esto —terminó de decir Kokushibo, extendiendo el plato hacia él. —Un humano totalmente ermitaño, sin familia pero extremadamente fuerte.
Por primera vez, Giyuu no sintió asco al ver la comida. Había aceptado su nueva naturaleza y la necesidad que venía con ella. Tomó asiento frente a Kokushibo y agarró un brazo del plato, separando el hueso con facilidad.
—Gracias, Kokushibo-san —dijo, comenzando a comer con una calma sorprendente.
Kokushibo lo observaba con sus seis ojos, todos fijos en el pilar convertido en demonio.
—Para nuestro primer entrenamiento, vas avanzando muy bien. Tienes potencial en bruto —comentó Kokushibo.
Giyuu asintió mientras masticaba. Los sabores y texturas eran extraños, pero no desagradables. Mientras comían, ambos se sumieron en un silencio cómodo, interrumpido solo por el suave crujido de los huesos al partirse.
—Es un honor escuchar palabras así de alguien tan fuerte —dijo Giyuu, recordando el consejo de Akaza de alabar la fuerza del demonio para ganarse su confianza más rápido.
Kokushibo miró a Giyuu con intriga, sus seis ojos brillando con una mezcla de sorpresa y aprobación. Su expresión severa se suavizó ligeramente al procesar las palabras, y un atisbo de satisfacción se reflejó en su rostro.
—Agradezco tus palabras, Tomioka —respondió Kokushibo, con una leve inclinación de cabeza.
El pelirrojo se destensó un poco, su postura rígida relajándose mientras esperaba en silencio a que Giyuu terminara de comer. La atmósfera en la sala cambió, volviéndose más cálida y menos tensa.
Después de la comida, Kokushibo se levantó y miró al pelinegro.
—Es hora de que regreses con Muzan-sama. Pero recuerda, mañana continuaremos con tu entrenamiento. Tienes mucho potencial, Tomioka, y no voy a dejar que lo desperdicies.
—Gracias, Kokushibo-san —dijo Giyuu, levantándose también. —Aprecio mucho tu ayuda y guía.
—Nos vemos mañana —dijo Kokushibo, dándole una leve sonrisa antes de salir de la habitación. Era agradable para el encontrar a alguien tranquilo, que lo respetara y que no fuera débil.
Giyuu tomó un momento para respirar profundamente antes de dirigirse a la cámara de Muzan. La fortaleza estaba tranquila, sus pasillos iluminados solo por la luz de la luna que se filtraba por las ventanas altas. Caminó con pasos firmes, decidido a enfrentar lo que viniera con la misma determinación que siempre había tenido como cazador.
Al llegar a la cámara de Muzan, tocó suavemente la puerta antes de entrar. El pelinegro estaba sentado en un trono, esperándolo. Sus ojos carmesí se iluminaron al ver llegar a su azabache.
—Giyuu, espero que la comida con Kokushibo haya sido amena. Lamentablemente no los podré acompañar en la salida— Dijo Muzan con voz suave pero llena de autoridad. —
—¿Que? ¿Por qué no?— Pregunto desconcertado mientras se acercaba al contrario en busca de aclara sus dudas.
Muzan sonrió y se levantó, acercándose a Giyuu y tomando su rostro entre sus manos.
—Ya sabes la respuesta—dijo, antes de besar a Giyuu suavemente en los labios. —Alguien tiene que experimentar para lograr la inmunidad al sol.— Realmente a Giyuu no sabia por que se entristecía al saber que Muzan no iba a acompañarlos.
—Ey, no te preocupes es solo un poco de tiempo que no voy a estar contigo ya que después lograremos estar juntos por toda la eternidad. — Dijo notando la tristeza del contrario.
Al parecer ya tenia a Tomioka comiendo de la palma de su mano. Lo cual le encantaba ya que después de todo su plan inicial no era enamorarlo ni mucho menos enamorarse el, pero en los planes siempre hay un pequeño fallo.
—Vamos, el sol ya se ha ocultado y tienes que estar de vuelta antes del amanecer —dijo Muzan, tomando la mano de Giyuu y guiándolo hacia la salida de la fortaleza.
—Espera, ¿voy a ir solo?— preguntó Giyuu, curioso y un poco sorprendido.
—Claro —mintió Muzan con una sonrisa enigmática —Me has demostrado que ya tienes la suficiente capacidad para cuidarte solo.
El agarre que tenía en la cintura de Giyuu se reafirmó, sus dedos apretándose con una firmeza que reflejaba la posesividad de sus palabras.
—Oh, entiendo— respondió Giyuu, su voz temblando ligeramente. Algo dentro de su mente le decía que escapara, que aprovechara la oportunidad, pero otra parte le decía que no. Que por una vez en su vida fuera egoísta y disfrutara lo que tenía.
Mientras avanzaban en busca de los más pequeños, Tomioka podía sentir las miradas de varios demonios enfocarse en él. Esta atención, en lugar de intimidarlo, le generaba un extraño orgullo que crecía en su interior con cada paso. Era una sensación nueva y poderosa, una que nunca había experimentado como cazador.
—Sabes, dentro de muy poco vas a poder pasearte por la gran fortaleza, dando órdenes y comandando a mi lado —susurró el oji rojo en el oído de su pareja, su voz suave y seductora—. Todo bajo el nombre de Kibutsuji Giyuu.
Un escalofrío recorrió la espalda baja de Giyuu, las palabras resonando en su mente como una campana. Era como si cada sílaba hubiera sido diseñada para incrustarse profundamente en su conciencia, remarcando el destino que Muzan había planeado para él.
—Me gusta —las palabras escaparon de sus labios casi sin pensarlo, como un reflejo.
Muzan, sorprendido, miró de reojo a su pareja. Una chispa de satisfacción iluminó sus ojos carmesí al notar la aceptación en la voz de Giyuu. Sabía que el proceso de transformación estaba llegando a su fin; la resistencia humana de Giyuu estaba siendo erosionada, reemplazada por la lealtad y el poder que él mismo había sembrado. Su obra de arte estaba dando frutos, y la evidencia estaba justo frente a él.
—¡Se estaban demorando mucho!— La voz chillona de un niño irrumpió el momento.
—Perdón Takeomi— Se disculpó rápidamente su "padre" —Su madre tuvo que comer antes de salir, ya que no puede estar débil. Alguien tiene que protegerlos.
—Entonces ¿No nos va acompañar, padre?— Pregunto algo decepcionado el mayor.
—Lo siento Uraki, pero por hoy no— Le brindo una leve sonrisa al niño. —Ya ya, váyanse antes que se haga más tarde. Recuerden que cualquier peligro que aparezca o simplemente quieran volver llamen a Nakime.— Les ordenó con una mezcla de preocupación.
—Gracias— Dijo el azabache mayor, mientras depositaba un beso en los labios de su pareja por primera vez. —Nakime, ya es hora. Despídanse de su papá niños
—Adios, padre/papá.— Dijeron en conjunto los niños.
La biwa resonó por el vasto lugar, y en un parpadeo, los cuatro presentes desaparecieron como si nunca hubieran estado allí.
Muzan se tomó un momento para reflexionar y procesar la situación. Después de tanto tiempo, el amor que anhelaba del cazador finalmente se había concretado.
Unos segundos pasaron en silencio, mientras permanecía inmóvil, casi como un maniquí. Cuando salió de su trance, llamó a su luna más preciada para seguir y proteger a su azabache.
—¡Kokushibo!— Exclamó, y nuevamente esperó unos segundos hasta que la biwa sonó de nuevo y un demonio apareció detrás de él.
—¿Qué necesita, Lord Muzan? —preguntó Kokushibo con una voz respetuosa.
—Síguelos, pero asegúrate de que no detecten tu presencia. Elimina a cualquier cazador que encuentres cerca. —Ordenó con una voz firme y seria.
—Entendido —respondió Kokushibo, listo para cumplir la orden de su maestro sin cuestionamientos.
Entonces la biwa sonó y el demonio apareció en mitad de un frondoso bosque, buscando con la mirada a su nuevo discípulo. El cual se encontraba a unos metros frente suyo.
El pelinegro trataba de encontrar algún pueblo para ir de compras o alguna laguna pequeña para matar tiempo. Realmente no se acordaba para nada del lugar en el cual se encontraba; todo era tan nuevo para él. Mientras caminaban, observaba los alrededores con atención, tratando de identificar algún punto de referencia, pero la vegetación densa y los caminos sinuosos no le ofrecían mucha ayuda.
—¿Estamos perdidos? —preguntó el pelirrojo, llamando la atención del mayor.
—¿Qué? Claro que no, solo estoy buscando algo para entretenernos —respondió Tomioka,
—Si usted lo dice —volvió a hablar el pelirrojo, mirándolo con una mezcla de curiosidad y desconfianza.
El camino no fue el más ameno, pero tampoco el más incómodo. Los niños, con su energía y curiosidad, lograban sacar algún tema de conversación entre los tres, haciendo el viaje más llevadero. Las risas ocasionales y las preguntas constantes sobre la fauna y flora del lugar hacían que Tomioka se diera cuentas que los niños casi nunca salían de la fortaleza ya que cada paso que daban hacían una pregunta nueva "¿Como se llama esa flor? "¿Cual es ese animal? o incluso afirmaciones "¡Miren esta despierto de noche!"
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, encontraron una pequeña laguna oculta entre los árboles. El lugar era pintoresco, con aguas cristalinas y rodeado de rocas y vegetación exuberante. Tomioka dejó que los niños disfrutaran del agua un pequeño tiempo, mientras él se daba la libertad de caminar por los alrededores sin alejarse mucho.
Se sentó en una roca, observando cómo los niños jugaban en el agua, salpicándose y riendo. Era un momento de paz y tranquilidad, algo que no había experimentado en mucho tiempo. Pero en ese instante, con la risa de los niños como fondo, se permitió disfrutar del momento.
Tomioka había dejado que los niños disfrutarán el agua un pequeño tiempo, por lo que se dio la libertad de caminar por los al rededores sin alejarse mucho.
Su caminata era tranquila, deteniéndose para observar cada detalle del lugar, mirando las flores y apreciando la bella oscuridad. El silencio del bosque nocturno le ofrecía un consuelo inesperado, alejándolo momentáneamente de sus preocupaciones. Sin embargo, su tranquilidad fue rota al escuchar pisadas no muy lejanas, pero que no eran provenientes de los niños. Solo lograba distinguir dos pares de pisadas y no tres, además de que venían de la dirección opuesta.
Para no arriesgarse a ser descubierto en su forma demoníaca, cambió a una apariencia más humana, conservando su cabello largo azabache con puntas azules pero cambiando su piel a una más morena y sus ojos a unos negros. Trató de volver antes de cruzarse con esas personas, sin saber quiénes se trataban, pero sin querer arriesgarse.
—Disculpa.
Supo que su plan de escapar había fracasado al escuchar cómo se dirigían a él.
—¿Qué necesita? —Fue directo al grano sin darse vuelta, tratando de escapar rápido de todo, pero sin ser grosero.
—Lamento nuestra osadía, pero estamos informando y tratando de que toda la gente como usted que sale a esta hora vuelva a su casa. Es muy peligroso salir en la noche —habló una chica detrás suyo.
—Realmente no me importa, sé cuidarme solo, gracias —respondió con desgana mientras comenzaba a caminar de vuelta al lago.
De repente, sintió como una mano intrusa tomó su hombro, obligándolo a darles vuelta.
—Me alegra escuchar que puede cuidarse solo, pero reitero lo que dijo mi compañera: "es peligroso salir en la noche", señorito —habló el chico, mirando fijamente los ojos del contrario.
Y ahí fue cuando Tomioka cayó en cuenta. Frente suyo estaba el dueño de los ojos violetas, los cuales muchas veces le sacaron más de un suspiro. El chico de sus recuerdos humanos, su mejor amigo: Sabito.
—Yo... está bien, me iré a casa —fue lo único que dijo antes de por fin darse vuelta e irse.
De pronto, unos impulsos lo hicieron detenerse y voltear.
—¡Espera, Sabito!
—¿Sabito? ¿Cómo sabe mi nombre? —preguntó curioso. Que él recuerde, nunca le dio su nombre.
Tomioka titubeó, buscando desesperadamente una excusa que sonara convincente.
—Yo... —comenzó, pero las palabras se le escapaban. Quería decirle la verdad, quería decirle quién era. —Los escuché hablando hace poco —mintió finalmente, aunque sabía que sonaba poco convincente.
Sabito lo miró con desconfianza, pero no dijo nada. En su mente, trataba de recordar si en algún momento había mencionado su nombre o Makomo lo había dicho. La situación era confusa y los tres lo sabían. Sin embargo, la chica no quería intervenir a menos que fuera necesario.
—Bueno, está bien —dijo Sabito, rompiendo el incómodo silencio. —¿Necesitabas algo más?
Tomioka sintió una mezcla de alivio y tristeza. Alivio porque Sabito no insistió en su pregunta, y tristeza porque su amigo, su querido amigo, no lo reconocía, olvidando completamente que no se encontraba en su verdadera forma humana.
Una pequeña voz en su mente le decía que escapara, que saltara en los brazos de su mejor amigo para tranquilizarse y que este lo ayudaría a escapar. Pero la voz fue rápidamente reemplazada por otra.
—Ni lo pienses, él no te reconoce. Él no te ama como yo lo hago, mi reina. Déjalo atrás y vuelve a mis brazos —fueron las palabras dichas para después ser reemplazadas por un leve dolor de cabeza, indicando que debía respetar la orden dada.
Llevó una de sus manos a sus oídos y luego a su cabellera, intentando sacar el dolor de cabeza.
—Oye, ¿estás bien? —habló la chica mientras se acercaba a él.
—Sí, lo siento. Estoy algo enfermo y supongo que el frío lo empeoró —dijo tratando de recomponerse. —Perdón por las molestias, me tengo que ir —habló antes de irse casi corriendo por el bosque.
Mientras corría, su mente estaba en un torbellino de emociones y pensamientos. Los recuerdos de su amistad con Sabito se mezclaban con la realidad de su vida actual. Sabía que no podía quedarse, que su lugar ahora estaba con Muzan, pero eso no hacía que el dolor fuera menos agudo.
Finalmente, llegó al lugar donde los niños estaban jugando. Los encontró riendo y salpicándose en la laguna, ajenos a sus propios conflictos internos. Tomioka los llamó, su voz temblorosa, pero firme.
—Vamos a otro sitio, niños. —Los pequeños se acercaron rápidamente, tomando sus manos y comenzando otro camino.
—Nee, madre.— Llamo la atención el pelirrojo. —¿Por que nos vamos?
—Hay gente... Gente mala merodeando, es por su seguridad.— Y no mentía, era obvio que si descubrían que los pequeños eran demonios, no durarían en matarlos.
—Oh, pero si estás tu, no nos pueden hacer daño— Dijo ahora el rubio mirando en dirección a Tomioka.
—¡Es verdad! ¡Mamá es muy fuerte!— Complemento el pelinegro, sacando una risa al mayor.
Tomioka era fuerte, más ahora, pero ¿Será lo suficientemente fuerte en un futuro?
¿O fallara como siempre?
Después de todo, nunca lograba proteger a alguien por su propia cuenta.
—Oh, y otra pregunta, mamá— dijo el niño, mirando a Tomioka Giyuu con curiosidad en los ojos.
—¿Qué pasa, pequeña cabeza de Akemi?— preguntó Giyuu, soltando la mano de uno de los niños para luego darle un leve golpecito en la frente con un gesto cariñoso.
—¿Por qué tienes esa apariencia?— inquirió Akemi, inclinando la cabeza con genuina curiosidad.
—Oh, cierto, casi lo olvido— respondió Giyuu con una sonrisa que no lograba ocultar su aparente despiste. Con un movimiento ágil, regresó a su forma demoníaca, mostrando sus rasgos afilados y sus ojos azules mezclados con negro resplandecientes. —Como les mencioné antes, había personas... malas— agregó, su tono cargado de una gravedad que trataba de evitar profundizar en el tema.
—¿Y por qué dudas tanto al decir eso?— preguntó el niño pelirrojo, frunciendo el ceño con interés.
—¿No creen que están haciendo demasiadas preguntas por ahora?— intentó Giyuu cambiar de tema con una sonrisa amable pero firme. —Mejor busquemos un pueblo cercano para que puedan visitar una feria nocturna.
—¡Woow! ¡Suena genial!— exclamó uno de los niños, sus ojos brillando con entusiasmo.
—¿Habrá lo que nos dijiste? ¿Cómo se llamaban?— preguntó otro niño, ansioso por saber más.
—Se llaman dulces— explicó Giyuu, su rostro iluminado por una sonrisa indulgente.
—¡Yo quiero probar dulces!— gritó un niño, casi saltando de emoción.
Las risas y la emoción llenaron el aire, creando un ambiente de alegría contagiosa que contrastaba profundamente con la seriedad de las preguntas anteriores. A pesar de los años que llevaban y las experiencias que los habían marcado, se comportaban con una vivacidad infantil. Era una imagen refrescante, un vivo contraste con la frialdad y distancia que solían mostrar Daki y Gyutaro.
Que descansen en paz.
—¿Dime que a ti también te pareció raro?— preguntó el peli durazno, mirando a su amiga con una mezcla de preocupación y confusión en sus ojos.
—Sabito, en todo el recorrido. Nunca te nombré— la confesión de la chica lo dejó completamente helado. La información se asentó como una pesada roca en su mente, y por un momento, su respiración se volvió más superficial. El silencio que siguió fue casi ensordecedor, y Sabito se quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos mientras su mente trabajaba a toda velocidad.
El chico se tomó unos segundos que parecieron eternos para reflexionar sobre la situación. Intentó reconstruir mentalmente los eventos recientes, el recorrido que habían hecho, las conversaciones que habían tenido. La extrañeza se transformó en un nudo apretado en su estómago. De repente, una idea escalofriante le atravesó la mente, y su cuerpo reaccionó de inmediato. Su rostro se endureció y, con un rápido movimiento, desenvainó su katana, poniéndose a la defensiva.
—¡Hay que volver! ¡Acabamos de hablar con un demonio!— la urgencia en su voz era palpable, y sus palabras salieron cortadas por la adrenalina.
—¿Por qué crees eso?— la chica replicó, imitando rápidamente los movimientos de Sabito, su expresión se tornó grave y atenta, con los músculos tensos, preparada para cualquier cosa.
—Soy un Hashira, Makomo. Es la única respuesta lógica de por qué sabe mi nombre si no nos conocemos— explicó Sabito, sus palabras cargadas de una mezcla de indignación y alarma.
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————続ける————
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Datos de la era Taisho:
»Cada vez las ganas de escapar de Tomioka son menos, debido a todo lo que le a hecho muzan.
»Los niños al ser demonios pueden comer comida humana, solo que casi toda la encuentran desagradable por eso al nombrar los dulces, piensan que van a saber diferentes a otra comida humana y que les puede gustar.
»Muzan solo usa un pétalo de la flor para experimentar y no perderla. Por eso su demora en encontrar la cura.
»(...) esto implica que se estaban viendo flashbacks.
Datos:
Tengo que admitir que este capitulo me tarde como dos semanas en escribirlo por falta de inspiración e ideas, fue simplemente una tortura para mi.
Les pido que comenten mucho, me gusta ver con las ideas que salen plisplis
Este se podría clasificar como el primer reencuentro de Tomioka y Sabito, no obstante puede que sea el único reencuentro de ellos. Ya que alguien tiene que morir ¿verdad?
Era broma, no me crean, nadie va a morir por ahora.
Aún no voy a superar la muerte de Gyutaro y Daki aunq yo misma los mate.
Era necesario para la trama, lo juro.
Por último pido perdón si hay muchos errores, cuando termine el capítulo ya no quería verlo más pq me tarde haciéndolo jiji.
Anyways eso es todo, los amo mucho! <3
Se despide: konavx
Palabras: 4355
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