Capítulo 11
Anteriormente:
Supuso que afuera de la fortaleza ya era de día. Comenzó a caminar con pasos lentos y arrastrados hacia su futón, necesitaba un descanso después de todo lo sucedido.
-----
Dentro de ese lugar nunca podías saber cuánto tiempo había pasado desde la última vez que viste el sol.
Tomioka se removió en la cama, abriendo sus ojos ligeramente. Al enfocar su vista, notó una presencia más a su lado. Los cortos cabellos negros del contrario caían salvajemente sobre su cara, sus labios ligeramente entreabiertos dejaban escapar ciertos suspiros, y un brazo musculoso estaba alrededor de su cintura, manteniéndolo cerca.
Muzan, su esposo y el Rey Demonio, dormía plácidamente junto a él. La visión de Muzan en un estado tan vulnerable era rara y extrañamente reconfortante para Giyuu. Sin embargo, la realidad de su situación nunca estaba lejos de su mente. Se giró lentamente, intentando no despertar a Muzan, y observó el techo oscuro de la habitación, sus pensamientos vagando entre su pasado como cazador y su presente como la consorte de Muzan.
Recordaba las primeras veces que se había despertado así, con una mezcla de temor y desconcierto, sin poder asimilar del todo cómo había llegado a esa posición. Pero ahora, aunque los sentimientos de confusión no se habían desvanecido por completo, se habían mezclado con una aceptación resignada y una determinación firme de sobrevivir y encontrar alguna forma de reconciliar su antigua vida con la nueva.
De repente, sintió el brazo de Muzan moverse ligeramente, y pronto los ojos rojos carmesí del Rey Demonio se encontraron con los suyos. Una sonrisa perezosa apareció en el rostro de Muzan mientras lo observaba.
—Buenos días, Giyuu —dijo Muzan, su voz suave pero cargada de autoridad.
—Buenos días, Muzan —respondió Giyuu, tratando de mantener su tono neutral.
Muzan se incorporó un poco, apoyándose en un codo mientras su otra mano permanecía en la cintura de Giyuu. —¿Dormiste bien?
Giyuu asintió. —Sí, dormí bien.
Muzan lo observó por un momento antes de acercarse y plantar un beso en su frente. Luego, deslizó sus manos alrededor de la cintura de Giyuu, atrayéndolo hacia él.
—Amo tu cintura —dijo el mayor mientras se ponía detrás de él, sujetando firmemente su cintura.
—No sabía qué demonios tan poderosos como tú necesitaban dormir —inquirió Giyuu, tratando de cambiar el tema.
—No lo necesitamos —respondió Muzan con simpleza, apoyando su cuerpo contra el de Giyuu y descansando su mentón sobre la cabeza de su esposo.
—¿Entonces por qué dormiste conmigo?
—¿Acaso no puedo dormir contigo? —preguntó de vuelta, con una voz cargada de suavidad y autoridad.
El ambiente se volvía caluroso, los dos cuerpos estaban muy juntos y sus calores se mezclaban con el del otro. Giyuu sentía los latidos constantes y firmes de los corazones de Muzan. Ya que anteriormente se entero que este no solo poseía uno, por lo que cortarle la cabeza era pura perdida de tiempo.
—Dormiste gracias a que la transformación a consumido mucha energía apesar que se a tardado, demasiado desde mi punto de vista. Al parecer tu sangre humana era especial —continuó Muzan, su tono ahora serio y analítico.
Giyuu se tensó ligeramente ante las palabras de Muzan. Había tenido siempre una ligera esperanza de que, de alguna manera, su humanidad persistiera, pero esas palabras lo hacían confrontar la realidad de su situación. Sinceramente se estaba comenzando a replantear querer volver a su antigua vida.
—¿Especial? —repitió Giyuu, buscando comprender más.
—Sí —respondió Muzan, girando a Giyuu para que lo mirara a los ojos—. Tu sangre tiene una resistencia inusual. Es una de las razones por las que te elegí. Eres diferente, Giyuu. Y eso te hace aún más valioso.
Giyuu asimiló esas palabras, sintiendo una mezcla de orgullo y resignación. Ser valioso para Muzan significaba estar bajo su control, pero también significaba que tenía un poder que podría utilizar, quizás, algún día, para cambiar su destino.
—Entonces, ¿qué debo hacer ahora? —preguntó Giyuu, decidido a enfrentar lo que viniera.
Muzan sonrió, una sonrisa que contenía tanto calidez como frialdad.
—Hoy va a ser tu último entrenamiento con Akaza. Luego vas a entrenar un par de días con Kokushibo hasta que lo superes, y por último, eso nos dará suficiente tiempo para encontrar la cura y casarnos —dijo Muzan con simpleza, como si lo hubiera planeado todo esto hace milenios.
—¿Qué? —Un hilo de voz salió de la garganta de Giyuu, su incredulidad evidente.
—Nos vamos a casar —repitió Muzan, apretando aún más su agarre alrededor de la cintura de Giyuu, haciéndolo más poderoso—. Nunca te irás de mi lado y yo nunca me iré del tuyo.
Las últimas palabras crearon una poderosa confusión en Giyuu. Una parte de él estaba muy feliz, sintiéndose poderoso y amado bajo el manto de Muzan, pero otra parte tenía miedo.
—¿Por qué tengo miedo? ¿Por qué estoy aterrado? Él no me ha hecho nada malo estando acá. ¡¿Pero qué mierda estoy pensando?! Él es el rey de los demonios y yo un Pilar —pequeños fragmentos de su memoria lo golpearon fuertemente, trayendo consigo una tormenta de emociones contradictorias.
Muzan, al escuchar los pensamientos de Giyuu, se enfureció. Giró bruscamente al menor, quedando cara a cara. El rostro sorprendido de Giyuu no duró mucho, ya que al sentir los labios del otro en los suyos, solo pudo pensar en cerrar los ojos y corresponder.
—Creo que es hora de que te dé más sangre —susurró Muzan entre el beso, para posteriormente clavar su uña en el brazo de Giyuu, haciéndolo rápido e indoloro.
La sangre de Muzan, caliente y poderosa, se mezcló con la de Giyuu, provocando una oleada de energía y algo de dolor. Giyuu sintió cómo su cuerpo reaccionaba, sus sentidos agudizándose, su fuerza aumentando, el cabello creciendo hasta sentirlo debajo de los pectorales y un azul extendiéndose por sus puntas. Por otra parte sintió un dolor en sus ojos y pequeñas cosquillas en su mejilla. Aunque una parte de él se resistía, otra parte se entregaba completamente a este nuevo poder.
—Nunca olvidarás quién eres y a quién perteneces —murmuró Muzan con una voz cargada de posesión y afecto, retirando su uña y sellando la herida con un último beso.
Giyuu, aún procesando todo, asintió lentamente. La confusión en su mente comenzaba a disiparse, reemplazada por una aceptación resignada. Sabía que su vida había cambiado irrevocablemente, pero también sabía que tenía un propósito y una conexión más allá de lo que había imaginado.
—No lo hare— Respondió totalmente aturdido, no le dolía todo como las ultimas veces, más que nada era una leve molestia.
—Lo sabía. Juntos, seremos invencibles —dijo, mientras abrazaba a Giyuu más fuerte, sellando su destino con una promesa que resonaría a través de los tiempos. —Ahora ve donde Akaza, yo iré a encontrar la cura para nosotros.—
Giyuu asintió, su mente aún procesando la intensidad de las palabras de Muzan. Con una última mirada hacia su prometido, se dirigió al lugar donde lo esperaba Akaza para su entrenamiento final
—Voy a extrañarte —fueron las únicas palabras que resonaron en el lugar.
El entrenamiento había acabado oficialmente. Akaza se encontraba en el suelo, derrotado. Giyuu estaba frente a él con una mirada nostálgica mientras sostenía su katana de agua.
—Yo no —respondió Akaza mientras trataba de levantarse. Sin embargo, ambos sabían que esas palabras eran una mentira.
—Nunca pensé decir esto nuevamente y menos a un demonio —habló el pelinegro mientras le ofrecía su mano a Akaza para ayudarlo a levantarse—. Gracias por ser mi amigo.
—No lo soy —dijo Akaza tratando de autoconvencerse de la mentira. Más que nada porque tenía miedo, no quería aceptar que se había encariñado con él. No quería aceptar que Giyuu le recordaba a alguien—. Solo fui tu maestro en todo esto.
—Entonces, gracias por ser mi maestro —dijo Giyuu con sinceridad. Sus ojos reflejaban su calma y tranquilidad usual.
Akaza tomó la mano de Giyuu y se levantó con esfuerzo. Los sentimientos encontrados lo golpeaban con fuerza, su corazón le dolía, no quería dejarlo ir. Se podría decir que fue su único amigo en todos estos milenios.
—Espero que te vuelvas poderoso, Giyuu —dijo Akaza finalmente, su voz temblando ligeramente. Intentaba mantener la compostura, pero la tristeza en sus ojos era evidente.
Giyuu asintió, entendiendo el dolor detrás de las palabras de Akaza. Sabía que, a pesar de todo, Akaza había encontrado una especie de redención en su entrenamiento juntos.
—Lo hare, despues de todo entrene con el mejor.— Bromeo Giyuu con una pequeña sonrisa.
Los dos se quedaron en silencio por un momento, el aire lleno de una mezcla de despedida y esperanza. Finalmente, Akaza dio un paso atrás, su rostro endureciéndose mientras recuperaba su fachada de dureza.
—No te retrases para tu entrenamiento con Kokushibo. No es tan indulgente como yo —dijo Akaza, tratando de ocultar su emoción con una advertencia.
—No lo haré —respondió Giyuu, sabiendo que Akaza realmente se preocupaba por su bienestar.
Mientras se alejaba, Giyuu no pudo evitar sentir una punzada de tristeza. Sabía que sus caminos junto a los de Akaza se habían separado después de un corto tiempo, y esa separación pesaba más de lo que había anticipado.
Akaza, por su parte, se quedó viendo cómo Giyuu se alejaba, luchando contra la creciente tristeza en su interior. Trató de no mirar la espalda que se encontraba algo descubierta gracias a su nueva ropa y procedió a dar la vuelta sobre sus talones para dirigirse a retomar sus misiones como demonio. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de seguir adelante, sintió unos fuertes brazos rodeándolo, sacándolo de su ensoñación.
Tomioka se encontraba detrás de él, abrazando su espalda. Akaza se tensó por un momento, sorprendido por el gesto inesperado.
—Gracias, Akaza —murmuró Giyuu, su voz suave pero llena de emoción—. Gracias por todo.
Akaza se quedó en silencio, sin saber qué decir. El abrazo era cálido y reconfortante, algo que no había experimentado en mucho tiempo. Lentamente, relajó sus músculos y permitió que la calidez del momento lo envolviera.
—Giyuu... — Empezó a decir, pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta. No estaba acostumbrado a mostrar vulnerabilidad, pero en ese momento, no pudo evitarlo.
—Sé que dijiste que no somos amigos, pero para mí, siempre serás alguien importante —continuó Giyuu, su voz apenas un susurro—. No importa lo que pase, siempre recordaré lo que hiciste por mí.
Akaza cerró los ojos, tratando de mantener la compostura. Sentía una mezcla de gratitud y tristeza, sabiendo que este podría ser uno de los últimos momentos en los que compartieran algo tan genuino.
—Me alegro de haber sido de ayuda—dijo finalmente, su voz firme pero cargada de emoción—. Si kokushibo es muy duro contigo, siempre sabes a donde volver.
Giyuu asintió, aflojando el abrazo y dando un paso atrás. Miró a Akaza una última vez, sus ojos reflejando una profunda gratitud.
—Cuídate, Akaza —dijo con una pequeña sonrisa, antes de girarse y continuar su camino. —No te atrevas a morir— Recalco lo último recordando su leve amistad con los anteriores demonios.
Akaza se quedó parado, observando cómo Giyuu se alejaba. Una vez más, sintió el peso de la separación, pero también una extraña sensación de paz. Sabía que había hecho todo lo posible por ayudar a su reina, y eso le daba un pequeño consuelo.
(...)
Giyuu se encontraba caminando por los pasillos oscuros de la fortaleza de Muzan, dirigiéndose al área de entrenamiento designada. La estructura era vasta y laberíntica, con corredores que parecían interminables, decorados con tapices antiguos y velas que emitían una luz tenue y parpadeante. La atmósfera estaba cargada de una mezcla de tensión y expectativa.
Al llegar al área de entrenamiento, Giyuu sintió una presencia poderosa antes de ver al hombre al que iba a encontrarse. Kokushibo, la Primera Luna Superior, estaba de pie en el centro de la sala, su figura imponente proyectando una sombra larga en el suelo iluminado por antorchas. Su cabello largo y oscuro caía en cascada sobre sus hombros, y sus seis ojos escudriñaban el entorno con una calma penetrante.
—Tomioka Giyuu —dijo Kokushibo, su voz resonando como un eco en la sala vacía—. Espero que estes listo ya que si eres débil tu entrenamiento se volverá mil veces más difícil— sentenció tratando de seguir con su actitud fría e indiferente
Giyuu asintió, sintiendo una mezcla de respeto y aprensión. Había oído muchos rumores sobre la fuerza y las habilidades de Kokushibo, y sabía que este entrenamiento no sería fácil por algo el era la luna superior uno.
—Es un honor, Kokushibo-dono —respondió Giyuu con una reverencia.
—No estamos aquí para honores, sino para fortalecer tu poder —replicó Kokushibo, su tono severo—. Muzan-sama espera mucho de ti, y no debemos decepcionarlo.
Con un movimiento rápido, Kokushibo desenvainó su espada. La hoja brillaba con una luz oscura, reflejando la ferocidad del demonio que la empuñaba.
—Hoy empezaremos con tu dominio sobre la Hidroquinesis avanzada —anunció el demonio superior—. Debes aprender a controlar el agua en todos sus estados y usarlo en combate sin vacilación.
Giyuu asintió nuevamente, concentrándose. Con un gesto de su mano, comenzó a manipular el agua de la fuente cercana, haciéndola fluir y cambiar de forma. Kokushibo observaba atentamente, evaluando cada movimiento con sus múltiples ojos.
—Bien, pero necesitas ser más rápido y preciso —dijo Kokushibo, avanzando hacia Giyuu con su espada en alto—. No tendrás tiempo para dudar en una batalla real.
Giyuu apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando Kokushibo atacó, sus movimientos rápidos y mortales. El agua a su alrededor se solidificó en un escudo, bloqueando el golpe, pero la fuerza del impacto lo hizo retroceder. Sin embargo, Giyuu no vaciló. Con un giro de su mano, el agua se convirtió en vapor, envolviendo a Kokushibo en una niebla espesa.
—Interesante... —murmuró Kokushibo, claramente complacido por la estrategia de Giyuu—. Pero necesitarás más que trucos para derrotarme.
Con un gesto, la niebla se disipó y Kokushibo reapareció, su espada brillando peligrosamente. Giyuu respiró hondo, preparándose para el siguiente asalto. Sabía que este entrenamiento sería el más difícil que había enfrentado, pero también que era necesario para cumplir con las expectativas de Muzan.
El combate continuó, con cada movimiento de Giyuu siendo evaluado y corregido por Kokushibo. Aunque la Primera Luna Superior no mostraba misericordia, Giyuu podía sentir que cada golpe y cada corrección lo hacían más fuerte, más rápido y más preciso. A medida que las horas pasaban, Giyuu empezó a comprender el verdadero alcance de sus habilidades y la responsabilidad que venía con ellas.
Finalmente, Kokushibo hizo una pausa, observando a Giyuu con una mirada aprobatoria.
—Tienes potencial, Tomioka Giyuu —dijo Kokushibo—. Pero todavía queda mucho por aprender. Muzan-sama espera nada menos que la perfección.
—Lo entiendo, Kokushibo-dono —respondió Giyuu, su voz firme—. No lo decepcionaré.
—Entonces continuaremos esto otro día —dijo, guardando su espada—. Ah, por cierto, antes de que se me olvide... —Sus seis ojos se volvieron a enfocar en el pelinegro—. El martes, después de tu entrenamiento, nos vamos a reunir a comer. ¿Aceptas?— Más que una pregunta, parecía una orden.
Tomioka rio bajo al ver la cara algo avergonzada de la Primera Luna Superior. Al parecer, después de todo, Kokushibo quería ser su amigo.
Aunque se preguntaran, ¿cómo Tomioka sabe eso? Bueno, él también optó por tener esa actitud cuando estaba entre los pilares, por lo que reconocía fácilmente cuando esa máscara se caía. La sinceridad en la voz de Kokushibo, aunque mezclada con su habitual severidad, no pasó desapercibida para Giyuu.
—Por supuesto, aceptaré la invitación —respondió Tomioka, esbozando una pequeña sonrisa.
—Perfecto —respondió Kokushibo, su expresión volviendo a su habitual seriedad—. Hasta entonces, descansa y prepárate. Los próximos días serán intensos.
Giyuu asintió y se inclinó en señal de respeto antes de girarse y salir del área de entrenamiento. Mientras caminaba de regreso a sus aposentos, sus pensamientos se desviaron hacia la próxima reunión con Kokushibo. A pesar de la dureza de su entrenamiento, había algo reconfortante en la perspectiva de compartir una comida y, quizás, una conversación más relajada con el antiguo cazador convertido en demonio.
El trayecto de vuelta se le hizo corto, y al llegar a su habitación se dejó caer sobre su futón, exhausto pero satisfecho con su progreso. Cerró los ojos, permitiéndose unos momentos de descanso antes de retomar sus pensamientos sobre el día que había tenido.
—¡Madre!— Nuevamente una pequeña voz se abrió paso en su habitación. Haciendo que el pelinegro abriera sus ojos de forma pesada.
—Takeomi ¿Como estas?— Pregunto mientras le hacía el ademán para que se acurruque entre sus brazos
—Bien— Respondio con simpleza acatando la orden de su nueva madre.
—¿Y tus hermanos?—
—Oh, puede que estén ayudando a nuestro padre ya que la superior cinco y cuatro se fueron a una misión.— Tomioka abrio los ojos como platos. ¿Acaso Muzan estaba usando a sus propios "hijos" como conejillos de india?
—Le pido perdón por parte de todos.— Habló nuevamente el pequeño desconcertado al mayor. —Se que nuestro padre es muy estricto con los entrenamientos, pero lo hace por su seguridad.— Explicó mientras se removía en el regazo de peli azul.
—No te preocupes, lo entiendo perfectamente— Dijo mientras le proporciona caricias en la cabeza.
—Nuestro padre nunca le dijo cómo nos encontró ¿verdad?— preguntó mientras sus miradas se cruzaban.
—Ahora que lo recuerdo, creo que no— Reflexionó mirando los ojos azules del niño.
—¡Entonces yo le cuento!— Dijo mientras una gran sonrisa se hacía presente en su cara.
El viento nocturno hacía crujir las ramas desnudas de los árboles alrededor de la casa abandonada, mientras Akemi y Takeomi, dos niños de once años junto con su amigo Uraki de doce años, se encontraban fuera, con los corazones palpitando con fuerza. Habían logrado escapar del orfanato en la que habían sido criados, desafiando el miedo y las sombras que habían oscurecido su infancia.
Akemi miró hacia atrás, con los ojos llenos de temor y asombro. —No puedo creer que finalmente lo hayamos hecho, Uraki. ¿Crees que nos seguirán?— Le pregunto mientras cargaba al menor de los tres en su espalda.
Uraki se acercó a ellos, tratando de ocultar su propio nerviosismo. —No lo sé, pero no podemos quedarnos aquí. Debemos alejarnos lo más posible.—
Takeomi asintió, su voz apenas un susurro. —¿A dónde iremos ahora?— pregunto débil, a pesar de ser menor por algunos meses, su cuerpo era más frágil y su resistencia casi nula.
Uraki apretó la mandíbula, pensando rápidamente. —No lo se— Dijo derrotado —Nunca pensé que de verdad lo lograríamos.— Confesó, los otros dos niños lo miraron atónitos. —Tendremos que caminar hasta encontrar algún pueblo cercano ¿Pueden?—
—Yo puedo cargar a Takeomi algunas horas más— Dijo el rubio.
—Entonces vamos— Con la linterna en mano, Uraki lideró a sus hermanos a través del bosque oscuro, cada paso resonando en la quietud de la noche. Recordaban los rincones oscuros y los rincones donde habían jugado de niños, ahora vistos con un temor renovado.
Su marcha seguía lenta pero segura por el oscuro sendero. Cada cierto tiempo, se turnaban entre ellos para cargar al menor, cuyo rostro pálido y tembloroso reflejaba el deterioro causado por las implacables temperaturas nocturnas.
Después de horas de caminar en silencio, finalmente encontraron un pequeño refugio entre los árboles, una pequeña cueva. Exhaustos, se detuvieron y se abrazaron con fuerza, sus cuerpos aún jadeantes por el esfuerzo y temblando no solo por el frío, sino también por el miedo latente que los perseguía.
De repente, una voz desconocida y siniestra rompió el silencio. —¿Qué hacen estos mocosos acá? —La voz resonó en la cueva, fría y amenazante.
Los dos niños más grandes se congelaron, el rubio agarró con fuerza el cuerpo dormido de el menor tratando de ocultarlo mientras que Uraki, el mayor, se armó de valor y se puso delante de sus "hermanos".
—¿Quién es usted? —preguntó, su voz temblando pero decidida.
—Nadie muy importante —respondió la figura, su tono despectivo mientras se adentraba en la oscuridad de la cueva.
—¡No se acerque! —gritó el pelirrojo, el pánico evidente en su voz. Temía por la seguridad de los menores.
—Tranquilo, ya comí —dijo el intruso, sin detener su avance dejando a los dos niños confundidos al no entender el por que de esas palabras. Muzan ni siquiera sabía qué lo había llevado a esa cueva, pero algo lo impulsaba a seguir. Una curiosidad insaciable lo empujaba hacia lo que el niño intentaba desesperadamente ocultar al final de la cueva.
El pelirrojo viendo que el adulto no se detenía, sintió el pánico escalar. En un impulso desesperado, corrió hacia Muzan, agarrando su pierna con todas sus fuerzas, intentando frenarlo.
El pelinegro mayor se detuvo por un instante, su mirada fría junto a su color rojo chocaron con los ojos del menor, los cuales brillaban con miedo reflejando todos su sentimientos junto a pequeños sollozos.
Los cuales de un momento a otro cesaron. Por unos segundos el ruido se disipó al ver que la cabeza del niño explotó, manchando así a todos los presentes con su propia sangre
El cuerpo inerte cayó sin delicadeza alguna al suelo. El demonio no le tomo importancia y siguió con pasos lentos pero firmes. Akemi al sentir el líquido carmesí golpear su rostro y cuerpo, entró en un shock haciendo que no pueda ni emitir algún sonido.
—Si que era terco— Volvió a hablar el demonio.
—Tu... ¡Tu lo mataste!— El grito rasgó la oscuridad como una daga, resonando en las profundidades de la cueva. Akemi, con el corazón palpitando de terror y rabia, reafirmó su agarre en el cuerpo de su hermano menor.
—¡Eres un monstruo! ¡Él nos salvó! ¡¿Acaso no tienes corazón?! ¿Por qué nos hac—Las palabras se ahogaron en su garganta, interrumpidas abruptamente. En un instante, la cabeza de Akemi explotó, esparciendo sangre y fragmentos en todas direcciones. Su cuerpo inerte, sin embargo, nunca soltó al menor, su último acto de protección.
—¿Hermanos? —Su pregunta salió como un hilo de voz, acompañada por una terrible tos. —¿Qué...? ¿Qué les has hecho?- Su pequeño cuerpo no se movía; el miedo lo había paralizado.
Muzan, con una frialdad imperturbable, observaba la escena, su mirada vacía y sin remordimientos. El silencio reinó por unos segundos, ignorando las preguntas del niño hasta que el mayor volvió a hablar, su voz gélida y desprovista de emoción.
—Dime, pequeño. ¿Quieres vivir por toda la eternidad o morir como débil junto a esos mocosos?
Takeomi, con lágrimas en los ojos, miró a los cuerpos inertes de sus hermanos. Su mente era un torbellino de emociones, pero su deseo de vivir era fuerte.
—Quiero vivir... —susurró, su voz temblorosa. —Pero quiero vivir junto a mis hermanos.
Muzan se quedó inmóvil, estudiando al niño con una intensidad desconcertante. En los ojos de Takeomi, vio un reflejo de sí mismo, de su pasado. Recordando lo débil que era, recordando el cómo no se podía ni levantar del futón por su frágil cuerpo.
—Muy bien, —dijo finalmente Muzan, su voz suavizándose ligeramente. —Viviremos juntos. Te concederé lo que pides.— Dijo mientras le clavaba una uña en su cráneo mezclando las sangres. Al ver que el niño caía al suelo tratando de soportar su sangre continuó con los otros dos.
con un movimiento suave pero firme, Muzan se inclinó sobre los cuerpos de los hermanos caídos. Extendió su mano y con un corte preciso, dejó que su sangre oscura y densa goteara en los cuellos cortados de los niños. Sus cuerpos reaccionaron de inmediato, convulsionando mientras la sangre demoníaca se mezclaba con la suya, transformándolos. De repente las cabezas de los niños volvieron a aparecer y la tensión en el aire se disipó, dejando un extraño y perturbador silencio. Los cuerpos inertes de Akemi y Uraki se alzaron, sus ojos brillando con una luz antinatural.
—Desde ahora serán mis hijos, niños fieles que me seguirán siempre. —dijo Muzan, su voz resonando con un poder oscuro. —Viviremos juntos, por toda la eternidad.—
El menor al por fin lograr enfocar su mirada debido al gran mareo que sintió trato de volver a sentarse, todavía estaba débil pero ahora también estaba lleno de una nueva fuerza, miró a sus hermanos revividos. Sus ojos, aunque diferentes, seguían siendo los mismos. Con una mezcla de alivio y temor, supo que su deseo había sido concedido, aunque a un precio terrible. La noche, que había comenzado con terror y desesperación, ahora los envolvía en un manto de oscuridad eterna.
—Sé que suena mal, pero nos salvó, me salvó de morir en esa cueva con mis hermanos, —dijo Takeomi, su voz quebrándose ligeramente al recordar aquellos eventos terribles. Su mirada estaba fija en el suelo, como si reviviera cada momento de aquella noche fatídica.
Tomioka, con su habitual calma y compasión, lo observó en silencio. Sus ojos reflejaban una mezcla de comprensión y tristeza. Había escuchado muchas historias de horror y sufrimiento en su vida, pero cada una siempre le dejaba una marca profunda.
—Entiendo —respondió Tomioka, su voz suave pero firme. Se acercó y colocó una mano reconfortante en el hombro de Takeomi. — Me alegra que me pudieras contar cosas asi, creeme que ahora que estamos los cuatro juntos no habrá que temerle a nada más-
Takeomi levantó la mirada, encontrando consuelo en los ojos de Tomioka. Aunque las cicatrices del pasado nunca desaparecerían, el apoyo y la comprensión de su madre le daban una nueva esperanza.
—Gracias—murmuró Takeomi, sintiendo una oleada de alivio. A pesar de todo lo que había pasado, sabía que no estaba solo.
—¿Y no te aburres estando acá? —El mayor intentó cambiar de tema, buscando alivio en una conversación más ligera.
Takeomi lo miró y, después de un breve momento de reflexión, hizo una mueca.
—En realidad sí. El lugar es grande, pero a veces es muy aburrido, —respondió, su personalidad infantil y alegre resurgiendo en cuestión de segundos.
El mayor sonrió, contagiado por el entusiasmo de Takeomi.
—¿Qué te parece si mañana le pedimos permiso a tu padre para salir del castillo? —le preguntó, aunque en realidad la propuesta era para ambos. Él también deseaba escapar por un rato, habiendo perdido la noción del tiempo en ese lugar opresivo.
Los ojos de Takeomi se iluminaron con emoción.
—¡Sí! ¡Eso sería genial! —exclamó, ya imaginando las aventuras que podrían tener fuera del castillo.
-Pero primero tengo que descansar un poco- Le explico mientras se recostaba en el futón sin quitar al demonio de sus piernas.
-¿Puedo descansar contigo?- Le pregunto con esa mirada inocente que solo un niño puede hacer.
-Claro que si.- Respondió con una sonrisa mientras levantaba un poco la manta para que Takeomi pudiera acurrucarse junto a él.
El menor se deslizó bajo la manta, encontrando un lugar cómodo junto a su madre. El calor compartido les proporcionó un consuelo silencioso, alejando cualquier rastro de frío. El cansancio acumulado de las ultimas horas finalmente los venció. En cuestión de minutos, ambos estaban profundamente dormidos, respirando acompasadamente.
Lo que ninguno de los dos sabía, es que alguien había escuchado sus planes.
______________________________________
_____________続ける____________
______________________________________
Secretos y rumores de la era Taisho:
»Takeomi y Akemi siempre han visto a Muzan como su salvador, en cambio Uraki lo vio como su perdición.
»Debido a Tomioka todavía no come humanos por voluntad propia Muzan le dijo a kokushibo que haga algo a respecto y el demonio lo invitó a comer para tratar de conocer mejor a su nuevo alumno y proximo amigos (solo que todavia no lo sabe).
» Cuando Tomioka acepto la invitación para comer, se le olvidó se que se alimentan los demonios, y eso le puede traer problemas.
Datos:
Este capítulo me costo escribirlo ya que me había quedado sin ideas y los que están en mi canal de whatsapp tuvieron que soportarme mucho por eso jaja.
Me gusto mucho la amistad que desarrollo Akaza y Giyuu pero como también querían el Karl y Gary toco meter algo.
Les quiero comentar que cree una nueva historia llamada: Nepo baby.
Es Sanegiyuu y tiene una temática de carrera de autos/monoplazas, es de F1 y si quieren pueden pasar a verla ;)
Los amo mucho!
Se despide konavx
Palabras: 4685
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro