Luego de una estresante jornada en donde buscar la verdad resultó ser una continua farsa, el joven rubio se encuentra desplazándose de camino a casa.

Rodeado de farolas que apenas cumplen su función de dar resguardo ante la inmensidad de las sombras. Y provocando, que se sienta pequeño ante el ostentoso y renegrido cielo.

Y ante el gélido frío que se levanta, se aferra a su noble chaqueta. Tratando de no dar rienda suelta a los improperios que se le vienen a la punta de la lengua.

No quiere indagar en los confines de su estado cerebral, ¿qué fue lo que sucedió con anterioridad? Cuando bien sabe que la búsqueda podría arrojar una severa afección mental.

Le basta con sentirse mal cuando, deteriorado por dentro y patético frente a un espejo, recuerda el horror en los rostros de sus curiosos compañeros.

Y no puede dejar pasar, el continuo malestar que le genera sentir todo tan real aunque bien sabe que es un vil imaginario de su débil y trastocado cerebro.

Ya que sus compañeros transmitieron, más con las expresiones de asombro que con cohesión en sus palabras, que allí; no había nada de nada.

Dejándolo expuesto, confundido, y tristemente, más decepcionado que herido...

Ironías de la vida si las hay: querer morar en ese mundo tan sórdido e irreal, por el simple hecho de supeditar esa verdad.

Perdido en su remembranza se encuentra, cuando en un callejón aledaño percibe un sonido algo extraño.

A lo lejos, el eco de una gloriosa melodía con cierto fondo repleto de algarabía, capta su atención de inmediato.

Y se gira, cual sediento en el desierto por el oasis que cambiará el rumbo de su vida.

A un costado, una puerta que se azota con destreza desmedida...

Y en cuanto una inusitada valía se apodera de sus entrañas, se dirige como ciego hacia la nada.

Nuevamente, unas jocosas risas que provocan algarabía seguida de una tenue melodía.

Sonidos que reconoce de inmediato, ya que vastas noches (entre sueños) lo arrullaron desde que era un niño pequeño.

Y se envalentona... Desespera ante la búsqueda de aquel portal que unirá lo real con lo irreal, haciéndolo sentir mal cuando solo paredes descascaradas asoman.