UNA NOCHE DE SOLEDAD
Oficinas del GCPD
Dick se quedó mirando la taza de café intacta que tenía en las manos. Hacía tiempo que se había enfriado. Sentado allí en la estación de GCPD, con la chaqueta sobre el pantalón, Dick Grayson dejó que su mente divagara.
Pensó en Shakespeare, en los largos monólogos que sus personajes expondrían después de la muerte de un ser querido, y se preguntó si él debería estar haciendo lo mismo. Cerró los ojos con fuerza. Definitivamente no estaba funcionando. Así que esperó y oró por una distracción en la que concentrarse. La puerta de la oficina en la que estaba sentado se abrió. Levantó la cabeza de golpe y vio el rostro solemne del comisionado Gordon.
Jim Gordon miró a los tristes ojos azules del joven. Recordó la última vez que había consolado a un niño cuyos padres habían sido asesinados frente a él... a Bruce Wayne. Pensó en la suerte que tenía de haber tenido que hacerlo solo dos veces en su carrera. Gordon cerró la puerta detrás de él.
-Oye, chico, ¿cómo estás? – Jim preguntó con la voz más amable que pudo conseguir. Dick simplemente se encogió de hombros en respuesta. Jim agarró una silla y se sentó frente a él – Te llamas Richard Grayson... ¿verdad?
-Señor... – Dick lo interrumpió antes de que pudiera decir algo más – Realmente no estoy interesado en sentirme mejor... así que por favor no lo intente.
-Está bien, no lo haré – Jim Gordon pareció reflexionar sobre algo por un momento – Hijo, parece que el "accidente" de tus padres en realidad fue provocado.
-Fue el hombre con el rostro desfigurado... – dijo Dick, con coraje –
-Se llama Harvey Dent – añadió Gordon – Era el fiscal del distrito. La mafia los secuestro a él y a su esposa... ella murió y el quedo... desfigurado.
-Mis padres no tenían nada que ver con el – Dick se mostró enojado – No es justo que hayan muerto por culpa de ese hijo de perra.
-Perdió la razón. Creemos que quería hacer su acto de presentación ante Gotham y... corto las cuerdas de los trapecios en los soportes. Harvey está loco... haré todo lo que pueda para tratar de encontrarlo, pero... no será fácil hijo. No hago promesas – Dick Grayson no rompió a llorar. No gritó de agonía. No salió volando en un ataque de rabia. Simplemente se reclinó en su silla y volvió a mirar su taza de café frío, con su rostro tan inexpresivo como cuando entró Gordon – ¿Necesitas algo más?
-No sé si quiera volver al circo... – La voz de Dick era firme e inquebrantable. El comisionado Gordon parpadeó. Antes de que pudiera hacer alguna pregunta, Dick continuo – Quiero que me devuelvan mis cosas. Los de asistencia social se llevaron mis pertenencias de mi remolque.
-Bueno... ¿tienes parientes con los que puedas ir?
-No... – los ojos de Dick nunca dejaron de concentrarse en el café – No tengo tías ni tíos, y mis abuelos de ambos lados murieron antes de que yo naciera.
-Hijo... el Sr. Haley no se hará cargo de ti y no será tu tutor legal. Según las leyes se te pondrá bajo la protección del estado y probablemente te colocarán en un orfanato.
-Lo sé... – El chico no dijo nada más. Jim Gordon se puso de pie y puso la silla hacia atrás –
-Bueno... enviaré a alguien para que recoja tus pertenencias... sabes dónde está mi oficina por si necesitas algo. No dudes en llamarme.
El joven Grayson no recordó haberlo escuchado. Gordon abrió la puerta y dejó al chico con sus pensamientos. Dick Grayson siguió mirando su café. Luego se lo llevó a la boca y se lo tragó todo.
Sintió ganas de vomitar después de que todo el líquido amargo había entrado en su estómago.
Por lo menos ahora sentía algo.
Sin embargo, él sabía que tenía que actuar. La policía no iba a hacer nada, no podrían encontrar al asesino de sus padres.
Así que decidió que el haría justicia por su propia mano.
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