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De trajes y de etiquetas


Capítulo 2
De trajes y de etiquetas

Era de ya pasado mediodía cuando Cindirilo regresaba a su casa luego de un arduo día de trabajo. Al entrar en su habitación, suspiró feliz de saberse solo. Un día sin su madrastra y hermanas era algo glorioso. Solo ocurría en raras ocasiones así que había que atesorar aquellos momentos mientras durasen.

Listo para darse un baño, José se encogió de hombros al escuchar la puerta de entrada abrir y cerrarse. El cacareo de las voces de Doña Carmiña, Ana y María resonaban en la estructura de dos pisos. Aquello era como tener cacatúas sueltas por la casa, chillando y riéndose todo el día. El joven se apresuró al baño pero no lo suficiente como para evitar encontrarse en el pasillo con las urracas. Su rostro enardeció al verles cargadas de bolsas de compras. Aquellos buitres se habían ido de compras con el dinero que él se veía obligado a darles, dinero fruto de su trabajo y sudor. Sintió coraje. No era justo.

—Mira todas las cosas que nos compramos hermanito—, Ana, la menor de ellas lo molestaba, sacando un hermoso vestido rojo de una de los paquetes.

—Sí. Está bonito— dijo con desazón tragando aquel
amargo nudo atorado en su garganta.

—Bonito es poco, lo fino y  costoso que es— dijo para mortificar—. Lo usaré para el baile de esta noche.

—¿Baile?— confundido, Cindirilo miró a las tres mujeres.

—Sí, hoy es el baile de inauguración del hotel Villa del Mar. Lo han remodelado y ha quedado espectacular... Por su puesto que nos han invitado. Sólo la gente importante y distinguida del pueblo podrá asistir—. María añadió con desdén para humillarle.

—Chicas, chicas, por favor, no Sean crueles con su hermano. Podría pensar que el también está invitado. Obvio que no es así. Imagina. José no se puede desvelar. Mañana tiene que madrugar para salir a pescar. Además, la invitación es clara, solo
Pueden asistir tres personas en esta casa—, la odiosa mujer mostró la tarjeta con el número 3 en dorado al pie de la misma. Sus finos labio medio arquearon para dibujar una retorcida sonrisa de burla. —Vamos hijas mías, hay que prepararnos para el baile—, y las tres se retiraron a carcajada limpia por el pasillo.

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Apesadumbrado, José miraba fuera la ventana de su dormitorio. Sus ojos se posaron fijos sobre la costa. Al otro lado de la bahía, podía ver el hotel. El sol descendía tras los arrecifes y las luces en la nueva hospedería se encendían, reflejándose en las oscuras aguas de la playa como estrellas flotantes. Desde allí, Cindirilo podía escuchar la música y deseaba poder estar allí. Una lágrima rodó por su mejilla hasta sus labios dejando su sabor salado, salado como agua de mar. Aquello era una tontería. Aún hubiese sido invitado no tenía nada elegante que ponerse. Ni siquiera tenía dinero para comprarlo. Sus mejores ropas ya se desteñían con el uso y sus zapatos estaban gastados. A sus dieciocho años, sólo tenía un plan para el el dinero que había ahorrado y era poder pagar sus estudios para graduarse de escuela superior e ir a la universidad. Luego podría irse del pueblo y hacer su vida. Ya tenía la edad suficiente para hacerlo y le faltaba poco para poder cumplir sus sueños.

Arriba en el firmamento nocturno, las estrellas tintineaban cuando vio una caer. La estela blanca, cual pollo de hadas, se fue desvaneciendo hasta que calló en el mar. —Pide un deseo dicen. Ja... Si tan solo tuviera ropa elegante y pudiera asistir a ese baile, sería feliz aunque fuera por una noche—, dejando escapar un suspiro, José cerró sus ojos. La brisa del mar acariciaba su rostro tostado por el sol  trayendo consigo el aroma a arena mojada y a sal. A lo lejos se escuchó el sonido de campanas y el joven abrió los ojos nuevamente. —Qué tonto yo. No hay tales cosas como cuentos de hadas y pollo de estrellas. Para mi no hay deseos cumplidos con estrellas fugaces—, un cabizbajo Cindirilo cerró la ventana y caminó hasta su cama para recostarse. Quería quedarse dormido de prisa. La música que se escuchaba desde el hotel le hizo sentir aún más miserable.

Mientras removía las sábanas de la cama escuchó el timbre de la puerta de entrada. Sorprendido de que alguien tocara a la puerta, José vistió su camiseta y bajo las escaleras a ver quien llamaba. Al abrir la puerta no vio a nadie. En el piso había una caja grande blanca y negra que leía en la tapa "Oscar de la Renta".



Entre sus manos temblorosas sostuvo por unos instantes el paquete, observándolo con curiosidad sin atrever a abrirlo. De seguro aquello era un error y alguien se había equivocados dejarlo allí. Adherido a un costado de la caja con cinta adhesiva había un sobre. Su nombre estaba escrito sobre él con impecable caligrafía. Luego de asegurarse que nadie le observaba, cerró la puerta tras él entrar. Corrió hasta su cuarto y puso el seguro a la puerta. Colocó la caja sobre su cama y se paró al pie de la misma a mirar el paquete. Dudó por unos instantes, pero qué diantres, no había otro José Cindirilo en el pueblo.

Con cuidado removió la tapa de la caja  y luego el papel de estraza que cubría el contenido. Por poco y se desmaya al ver lo que contenía. Sus ojos parecían jugarle una broma al ver un traje de etiqueta nítidamente colocado en el interior. Pero no sólo eso, estaba el atuendo completo: camisa, lazo, correa y hasta un par de lustrosos zapatos negros. Lo
Increíble es que todo era de su talla... ¿Pero cómo? Justo lo que había deseado al caer la estrella fugaz.

Cindirilo se tiró al suelo. Era una mezcla de risa y de llanto, emociones que no cabían en el pobre muchacho. Aún no leía el contenido del sobre, así que se apresuró a abrirlo. —Qué cara... No. no
Puede ver cierto— exclamó al ver que en el sobre había una invitación al baile dirigida solo a él. —Estimado Sr. José Cindirilo—, comenzó a leer en voz alta, como para confirmar lo que dictaba aquello—, aquí una invitación abierta para que asista al baile de inauguración de mi hotel. En la caja encontrará todo lo que necesita para ir. Le pido no rechace la misma. Mi familia y yo estaremos honrados en recibirle como invitado VIP al evento. Un taxi le estará recogiendo a las 8:00 frente a su hogar... esperando verle pronto, su amigo, Armando Gighliotti.

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