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⚜Capítulo XXIV⚜

En cuanto el alfa líder dio por terminada la reunión, Jackson y un lobo gris, Seungcheol, dispersaron a la manada para que el líder pudiera tener privacidad con los visitantes. Hasta el momento, Hoseok no había pronunciado ninguna palabra, más que para pedirle al lobo negro que los llevaran a un lugar donde pudieran conectarse con la luna.

Por esa misma razón, Yoongi, junto con su hermano y compañera, así como también la anciana de la manada; se reunieron con el monje y el chamán en el techo del refugio, donde el ritual para la lectura podría llevarse a cabo sin ningún contratiempo.

Hoseok entonces les explicó a todos que le tomó mucho tiempo hallar algo que pudiera ayudarlos a traer a Jimin de regreso porque los lobos pardos habían atacado el monasterio también. Todo lo que se encontraba allí había ardido en llamas y tuvo que visitar las tierras del sur de China para encontrar información útil.

Y en el camino de regreso, terminó topándose con Giong, quién, con solo verlo, le preguntó si buscaba ayuda para la bestia de las montañas.

—Cuando me refugié de esos lobos en las montañas nevadas, descubrí que también había un alma allí, que huía de todos. Siempre aullándole a la luna como si se lamentara —expresó el chamán, mientras encendía un poco de incienso.

Hoseok estaba terminando de abrir todos los pergaminos sobre el suelo, acomodándolos de tal forma que se superpusieran, formando uno solo. Todos se encontraban absolutamente en blanco.

El monje observó al lobo de su amigo, como esperando algún reclamo, pero en cambio, solo observó miedo y desesperación en su mirada, junto con una pizca de esperanza que luchaba por caer en forma de lágrimas. Hoseok entendía que se amaban. A la fuerza entendió, y aunque quiso matar a Yoongi cuando Jimin se convirtió en una bestia, entendió pocos días después que eso fue algo que su amigo había elegido y no el lobo.

El chamán de larga cabellera y arrugas en el rostro, extendió su mano, pidiendo la del lobo alfa que se mantenía expectante a todo. Yoongi de inmediato le entregó su palma y se tragó un gemido cuando un afilado cuchillo le hiso un gran corte. El anciano recogió la sangre en un cuenco de madera y sobre ella esparció un poco de tierra sagrada que transportaba consigo en un frasco de vidrio. Sobre ella, plantó el incienso y como si de magia se tratara, el humo blanco comenzó a brotar negro.

Recitando un mantra inteligible para el resto, el chamán oró, caminando alrededor de los pergaminos, aventando el humo negro con su mano hacia ellos, provocando que runas antiguas comenzaran a ser visibles. El humo mismo parecía estar grabándolas en el papel antiguo y en el centro de todo, se dibujó un gran círculo de invocación con que rebelaba un nombre.

—¿De dónde obtuvo esos pergaminos? —susurró Krystal, retrocediendo unos pasos junto con los otros lobos cuando la bruma comenzó a surgir de los pergaminos. Sabían que no se estaban incendiando, por lo que el espeso humo no les daba buena espina.

Hoseok miró al resto sin siquiera retroceder ante lo que estaba tomando forma frente a ellos.

—Me los robé —confesó el monje, restándole total importancia al sacrilegio que había cometido —. Estos pergaminos guardan un sello de invocación a Yeomna. No existe información en el mundo de algo que jamás le ocurrió a otro humano. Jimin es el primero en sobrevivir a la maldición. Solo aquel que es dueño de las bestias, puede regresarnos a mi amigo.

Repentinamente, los ojos del chamán comenzaron a brillar en un rojo zafiro y la bruma oscura al fin alcanzó una forma final. Un inmenso lobo.

En cuanto unos ojos rojos también brillaron en ese animal de humo y oscuridad, Hoseok se puso de rodillas y le ofreció sus respetos al dios.

—El dios del inframundo —murmuró la anciana de cabellos blancos, viendo como el chamán se posicionaba frente a la criatura de humo. Ya no parecía tener control sobre su cuerpo. Sino...

Mortales... —el hombre se había convertido en un conducto.

Hoseok levantó la mirada hacia el dios y luego miró al resto para que también se inclinaran.

—Dios Yeomna, uno de sus hijos ha pisado la tierra a través de un mortal.

Querrán decir que lo liberaron —gruñó el chamán, con una voz tan pesada y oscura, completamente distorsionada. La criatura de humo clavó sus filosos ojos rojos en Yoongi.

—Dios poderoso, ayúdanos a enviarlo de regreso sin lastimar al humano que es su prisionero —volvió a hablar Hoseok, tratando de no ser irrespetuoso. La ira de un dios no era algo que necesitaran ahora sobre ellos, pero no tenían mucho tiempo que perder, viendo las nubes que comenzaban a aparecer en el horizonte.

El lobo que lo liberó es quien debe encerrarlo de nuevo.

—¡¿Pero, cómo?! —gritó Yoongi, casi con desesperación y el gran lobo de humo ladró en su dirección. El monje apretó sus puños, deseando ponerle un bozal al estúpido lobo. ¡Le había gritado al dios del inframundo!

Un agma neugdae* —volvió a hablar el dios, a través del chamán —, solo puede ser enviado de regreso al inframundo, cuando su portador sea destruido.

—Eso es lo contrario a lo que tratamos de hacer —murmuró Namjoon y abrió los ojos, atónito cuando vio a su hermano arrodillarse frente a la criatura.

—Se lo suplico... Es mi compañero —rogó Yoongi, apretando sus ojos con fuerza para contener sus lágrimas. Hoseok tuvo que apartar su mirada cuando vio al lobo suplicar por ayuda. Sabía que nadie más que él, quería a Jimin de regreso. Pero si el mismísimo dios del inframundo no sabía como lograrlo, significaba que ya no había salvación para Park.

El lobo de humo negro pareció analizar al alfa por unos largos segundos. Que un alfa suplicara a él y no a la Luna, ya era un caso único de ver. Un líder pidiendo ayuda a la Muerte. La criatura entonces elevó la mirada al cielo, viendo como su hermana parecía ocultarse entre las nubes de tormenta. Su cuerpo comenzaba a perder forma, las runas de los pergaminos se mezclaban y dispersaban, como si se tratara de tinta fresca corriendo. El humo negro comenzaba a perder intensidad, tornándose gris.

Como todo comenzó, terminará —fueron las últimas palabras de Yeomna, pronunciadas por el chamán, antes de que este fuera liberado de la conexión y el lobo desapareciera frente a los ojos de todos.

Yoongi contrajo sus dedos, arañando el suelo de piedra, hasta hacer sus manos puños y golpeó con fuerza, dejando ir todo su dolor en un grito. Alarido que incluso estremeció a los animales del bosque y llegó a oídos de una criatura que descansaba junto a una, ya casi extinta, fogata.

—Hyung...

—¡Cómo mierda se supone que eso ayudará! ¡Maldito dios infernal!

—Deja de hacer eso, imbécil. ¿Quieres desatar su ira acaso? —le reclamó Hoseok, tirando de él, para tratar de levantarlo.

—¡Me importa una mierda! ¡Que me arrastre al infierno si así lo desea, pero que me regrese a mi compañero! —gritó hasta casi desgarrar su garganta —. De qué sirve haberlo hecho mi compañero, si no puedo tenerlo conmigo...

Todos observaron al pelinegro lamentarse al tiempo que dejaba libre su dolor por primera vez ante otros.

En ese momento gruesas gotas comenzaron a caer del cielo, como si este también se encontrara sufriendo como el lobo.

—Líder —habló la anciana, hincándose junto al lobo que todavía se negaba en regresarle la mirada a otro. La mujer acarició los cabellos del otro, de una forma tan maternal, que Yoongi se sintió estremecer —. Jimin seguirá esperando por ti, pero ahora la mejor forma de protegerlo, es dejándolo donde está. Tienes una guerra que dirigir en su nombre.

—Hyung... la manada te necesita —habló Namjoon, tratando de recordarle que al alba saldrían, y para eso, necesitaban a su líder en una sola pieza.

—Como todo comenzó, terminará —pronunció entonces Hoseok y el lobo negro se puso de pie, a su lado, observándolo —. Todo comenzó en una luna llena.

—Pero ya han pasado seis lunas y nunca regresó a su forma humana —reclamó Krystal, frustrada, hasta que algo pareció hacer clic en su cabeza, y solo necesitó conectar miradas con su compañero para que este también supiera lo que pensaba.

—Ellos están aquí —avisó Baekho, luego de ver a lo lejos como la noche caía y con ella, los lobos y el ejército de Shilla venían a su encuentro. Lalisa asintió sin más y corrió por las escaleras de aquella torre de vigilancia para ir a avisarle a Jungkook. Esta vez se había prometido no cometer errores, los tres tenían una misión que cumplir y nada podía salir mal, porque solo tenían una oportunidad.

—¡J! —gritó cuando vio al mayor desde lejos. Jungkook recibió la señal y tomó forma de lobo para abandonar el palacio. Al mismo tiempo, Lalisa avanzó hasta la habitación imperial que había usurpado su padre. Cuando entró a la antesala, encontró al hombre lobo observando por el balcón, cómo sus lobos se preparaban.

—Ellos están aquí —anunció la joven, sin recibir respuesta. Así como llegó, volvió a salir y miró a los lobos que custodiaban la entrada.

—Largo, necesitaremos a todos en el frente —ordenó, sintiendo las miradas despectivas de los otros. Como si ella jamás hubiera tenido autoridad sobre ellos. 

—No la hagan repetirlo —habló Baekho, esta vez, apareciendo por el estrecho pasillo. Con solo ver la frialdad de su mirada, los otros lobos no tardaron en acatar la orden, dejando a los hermanos custodiando la seguridad de su líder.

—Espero que Jungkook lo logre —murmuró la menor y Baekho asintió, seguro de que nadie más que el pelinegro, podría realizar esa tarea. Esa guerra entre clanes y razas, tenía que acabar esa misma noche.

Tras las murallas del palacio, los enemigos parecían haberse multiplicado, luego del último enfrentamiento que habían tenido en las tierras del Sur. Y, sin sus tres al mando, los lobos pardos no sabían cómo actuar, acostumbrados a recibir las instrucciones de uno de los tres hijos de su líder. Como última medida, optaron por actuar a la defensiva y proteger el palacio donde tenían una gran cantidad de rehenes humanos. Lo primordial era ganar tiempo hasta que J llegara hasta el rey de Shilla. Él era el último obstáculo de Jeon. Después de todo, el alfa que guiaba a los renegados y a las lobas blancas, sería pan comido.

La bestia que se ocultaba en las montañas, alzó su cuerpo en cuanto escuchó aquel aullido desgarrador. Sin saber por qué, su pecho se oprimió y sus ojos se dilataron a tal punto de volverse castaños.

«Yoongi»

Cuando parpadeó una vez más, fue Jimin quien ahora podía observar todo a su alrededor, empujando con fuerza esa parte bestia que luchaba por oprimirlo. Estaba lloviendo, como hace dos noches. Un trueno no tardó en resonar en el firmamento, seguido por sus luces, iluminándole a Jimin el camino lejos de la cueva. Seguía en el mismo lugar donde había visto a Yoongi, pero su compañero no estaba con él.

Jimin se encogió sobre su cuerpo cuando su hombro izquierdo ardió y de sus fauces escapó un gran aullido que alteró a los pobres animales del bosque. Sus ojos una vez más volvieron a ser dorados y la bestia empujó a Park hacia aquella desolada oscuridad. Sin embargo, el sentimiento seguía allí. Su pecho se oprimió y Jimin volvió a tomar el control, luchando consigo mismo para escapar de la propia prisión que era su cuerpo. Antes de que la bestia lo dominara, se echó a correr por el bosque, dirigiéndose hacia aquel llamado que lo tenía así de intranquilo.

Yoongi lo necesitaba.

Su cachorro...

—¡Yoongi! —gritó Taehyung, en cuanto llegó hasta el lobo que había vuelto a ser humano. Las garras de uno de los lobos pardos habían rasgado la carne de su pecho, y aunque la herida se regeneraba rápidamente, todavía no tenía las fuerzas suficientes para volver a cambiar.

Kim maldijo cuando el lobo negó, al no poder ponerse de pie, así que se quitó su capa para cubrirlo de la lluvia y el frío. Los demás lobos lo estaban atacando en manada, porque sabían que si Min llegaba hasta Jeon, no quedaría nada de ese viejo alfa. Taehyung les gritó a sus hombres cuando otro grupo de lobos comenzó a rodearlos, Kim estaba dispuesto a proteger al pelinegro hasta que este se recuperara, de lo contrario, sin Yoongi, toda la estrategia que habían planeado, estaría arruinada.

Las garras y espadas continuaban chocando en aquella noche tormentosa. Desde lejos, un grupo de lobas se encargaba de eliminar a algunos lobos con sus flechas envenenadas y otras se infiltraban en el palacio para ir por los rehenes que todavía peligraban.

Con ellos libres, Kim y Min ya no tenían por qué retrasar la muerte del maldito líder de los lobos pardos.

Eso sí, si llegaban hasta Jeon con vida.

Yoongi logró ponerse de pie cuando su herida terminó de cerrarse. La rápida curación quizás era una de las ventajas de ser un alfa líder, pero, aun así, no podía librarse de esa horrible presión en su pecho. Cuando un lobo se abrió paso entre los soldados de Kim, Yoongi sacó sus garras para defenderse. Sin embargo, el lobo jamás lo golpeó.

El sonido de huesos quebrándose retumbó en el silencio que se generó. Más de uno, humano y lobo, sintió su piel erizarse cuando unos infernales ojos amarillos observaron todo a su alrededor. Y entonces, la masacre se volvió a repetir.

—No puede ser...

—¡Jimin! —gritó Yoongi, antes de que Taehyung pudiera decir algo más. Necesitaba detenerlo antes de que saliera herido. El pelinegro solo podía pensar en el peligro que corría su compañero allí, sin embargo, eran ellos los que peligraban.

Lo supieron cuando esos ojos penetrantes se posaron en el hombre que todavía se encontraba frente a Yoongi, tratando de protegerlo.

—Taehyung... baja la espada —pidió Yoongi cuando Jimin comenzó a avanzar hasta ellos, chocando sus filosos dientes contra la hoja de aquella espada. Como si lo retara a atacar.

Ese era su hermano ¿tenía que temerle? Había asesinado a Seokjin frente a sus propios ojos y sin dudarlo. Claro que sí debía...

... pero, incluso así, dejó caer su espada.

—Debo estarme volviendo loco —murmuró el rey, sin apartar la mirada de aquellos ojos sedientos de sangre.

La lucha alrededor de ellos cesó al momento que las rodillas de Kim tocaron el suelo. Frente aquella bestia que alguna vez fue su hermano menor, Taehyung se encontraba arrodillado, suplicándole con la mirada que parara.

—Mi rey... —murmuraron algunos guerreros, mas nadie se atrevió a entrometerse.

Taehyung aspiró profundo, sintiendo la lluvia caer sobre su rostro, apretó sus ojos con fuerza, pensando en su reina y en su amada hija, y los volvió a abrir, pronunciando lo que creía, serían sus últimas palabras.

—Lamento jamás haberte protegido... hermanito. 

*agma neugdae: lobo demoníaco. 

¿Recuerdan en el capítulo 4 donde Hoseok le dijo a Jimin que Yoongi era un enviado de Yeonma, que terminaría llevándose su alma? Acá está Nina con su tacita de té, diciendo: ¿Quién es el lobo demoníaco ahora, Hobi? Jajaja Las ironías de la vida. 

(Me rio sola, como si pudiera hablarle a mis personajes. Ya fue mucha cuarentena para mí, Aiuda). 

(Tengo que matar a alguien más para que Seokjin no se sienta solito, pero todavía no sé a quién 🤔).


¡¿LISTOS PARA EL FINAL, GENTE?! YO NO, ME MORÍ CON TREMENDO MV QUE NOS TIRARON LOS BEBUS A LA CARA AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH

(No se olviden de hacer stream de Dynamite~)


Nina Glastor 🖤

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