⚜Capítulo XX⚜
Seis meses después...
—La sortija de tu padre... —susurró Yoongi, mirando a los ojos de su compañero entre cohibido y sorprendido. Aquella joya de jade y oro que Jimin cuidó por tantos años, como el único recuerdo de su padre, ahora descansaba en su dedo.
—A partir de hoy, esta será tu nueva correa, lobo tonto.
Yoongi sonrió y observó con tanto amor y devoción al otro hombre. Lo apretó contra su pecho, queriendo sentir más de su calor y besó cada centímetro de su rostro. Cada «te amo» era como un nuevo juramento grabado en la piel del otro, y Yoongi estaba dispuesto a hacer del cuerpo de su amado, su promesa eterna.
—Te amo tanto que no me alcanzaría una vida para demostrártelo.
Él otro rio.
—¿Qué cosas dices? Sí ni siquiera tendremos una vida juntos —aseguró y la sonrisa del lobo poco a poco se fue extinguiendo —. Al menos yo no la tendré. Tú me la arrebataste.
—¿Qué...?
—Tú me hiciste esto...
—Jimin...
—Él ya no existe —susurró el ser entre sus brazos. Poco a poco el tono de voz fue cambiando, volviéndose más tétrico y tenebroso. La blanquecina piel comenzó a oscurecerse hasta volverse seca. Las manos de Yoongi ya no sentían calidez. Solo aspereza y un inmenso vacío.
Cuando Yoongi, tembloroso, lo apartó de su cuerpo, unos vacíos ojos negros lo observaron hasta ser solo cuencas huecas, acompañadas de una sombría sonrisa. Los trozos de aquel hermoso rostro comenzaron a caer sobre las sabanas hasta convertirse en cenizas y sus labios llegaron a modular una última frase antes de desaparecer por completo entre tus brazos.
"—Tú me mataste."
Yoongi se sentó de golpe en la cama, apretando su cabeza entre sus manos. Sus dientes mordieron con fuerza su labio inferior para no gritar y la presión de estos terminó por romper su piel, partiéndolos todavía más. No iba a llorar. En su cabeza se repetía una y otra vez que no debía llorar, porque aquello no era más que una horrible pesadilla. Su compañero seguía con vida. Él lo sentía...
—No puede estar muerto... —murmuró tembloroso. Una solitaria lágrima pareció burlarse de él cuando rodó por su mejilla. Sin embargo, la borró con el dorso de su palma antes de que otras la acompañaran. Tenía cosas más importantes que hacer, como para perder el tiempo llorando.
Como, por ejemplo, encontrar a Jimin.
Desde aquella noche en la que el rey de Goguryeo corrió lejos de ellos, hasta internarse en el bosque, ya nadie más supo de él. A los pocos días, asesinatos misteriosos de animales comenzaron a ocurrir en la frontera y en las tierras exploradas; cadáveres a medio devorar o solo huesos fueron hallados, pero no la identidad de aquel que realizaba tales actos. Muchos solo podían suponer, pero el asesino parecía moverse entre las sombras.
Los lobos del sur se sentían temerosos con aquella bestia suelta. No podían dejar de sentirse amenazados y a la vez preocupados por la seguridad de los humanos que ahora protegían. Pero tampoco podían hacer nada en contra de las decisiones del nuevo líder.
No tener a Jimin a su lado, había cambiado por completo a Yoongi. Lejos de ser aquel alegre cachorro, ahora era todo un lobo dispuesto a enfrentar a cualquiera que rebatiera contra su palabra. El concejo de lobas y su hermano muchas veces le pidieron que desistiera de la búsqueda, priorizando el gran problema que tenían con la manada de Jeon, pero, aun así, el líder continuaba saliendo cada amanecer con un equipo de respaldo, para rastrillar diferentes sectores del inmenso bosque.
Después de la muerte de Seokjin y la unificación de Baekje con Shilla, Jeon había mostrado sus verdaderas intenciones frente a los humanos, tomando la capital de Goguryeo tras la "desaparición" del rey Park. El objetivo de aquel viejo lobo siempre había sido el reino con más poder. Y lo peor de la situación era que nadie podía enfrentarlo sin perder las vidas que tenía por rehenes.
Si tan solo él siguiera con ellos... Yoongi estaba seguro de que nada de eso habría ocurrido con Jimin al mando. Incluso cuando le costara al mismísimo rey de Shilla admitirlo, todos sabían que con Jimin nada de eso hubiera pasado.
De nuevo la culpa recaía solo en él.
—Hyung...
Yoongi miró detrás de sí mientras desataba sus prendas superiores afuera del refugio. Esa mañana el viento era tan gélido que podía helarte hasta los huesos y, aun así, ahí estaba él, desnudándose para cambiar a su forma de lobo e ir al bosque.
—¿Podrías... pausar la búsqueda por hoy? El rey de Shilla vendrá. Está dispuesto a cooperar bajo sus términos.
—Bajo "nuestros" términos, querrás decir —sentenció Yoongi sin siquiera mirarlo. Taehyung le debía la vida y él no iba a permitir que el humano exigiera cualquier cosa, que a largo plazo podría afectar a Jimin. Porque Yoongi no era tonto. Sabía bien que, dentro de los términos de Taehyung, entraría Goguryeo, una vez Jeon muerto. Todos querían obtener aquello que siempre le pertenecería a su compañero y a nadie más.
Namjoon asintió y sonrió con melancolía al ver el desolado porte de su hermano mayor. Quién le diría que, en esa noche que se reencontraron... sería la última vez que lo vería sonreír o sonrojarse solo con mencionar el nombre de aquel rey. Ni siquiera quería empatizar con su hermano, porque pensarse en la misma situación, en donde perdiera a su compañera... Ningún lobo estaba preparado para algo así. Simplemente eran cosas que se ignoraban y solo se esperaba a que la madre Luna decidiera por ellos. Quería decirle al mayor que así las cosas debieron ser, pero también era consciente de cuanto lo destrozarían esas palabras.
Yoongi estaba dispuesto a no rendirse y Namjoon no tenía corazón para decirle que ya había sido suficiente. Así le llevara toda una vida y otra más, sabía que Yoongi no descansaría hasta encontrar al hombre que amaba.
Pero una vez frente a él ¿qué haría? La maldición jamás se rompería y Park continuaría siendo ese monstruo, quisiera o no.
—Solo daré un corto paseo —habló entonces el mayor, sacándolo de sus pensamientos —. Regresaré antes de que Kim llegue. Diles a los lobos que no tienen que acompañarme.
Namjoon asintió de nuevo y lo dejó marchar. A veces un poco de aire en solitario, venía bien cuando se necesitaba pensar. Y el joven lobo sabía que su hermano tenía mucho qué pensar.
—Algún día tendrá que dejarlo ir —habló alguien más y el pelinegro se giró, encontrándose con su compañera a solo unos pasos de él —. Solo se está lastimando.
—A ambos —susurró Namjoon. Su brazo no tardó en rodear los hombros de Krystal cuando la loba se detuvo a su lado —. Y aunque haya sido la última voluntad del rey... Yoongi no podrá matarlo. No será capaz.
Sintió como todo su ser se paralizó cuando escuchó una explosión a lo lejos y luego se puso en movimiento al siguiente estruendo.
¿Dónde estaba? No lo sabía. Lo último que sus ojos habían visto, antes de caer en ese eterno pozo de oscuridad, había sido a la bella luna reinando en la noche. Después de eso todo seguía siendo igual. El frío, el miedo, la desesperanza. Ya ni siquiera recordaba cuánto tiempo llevaba así. Solo sabía que estaba solo, o con alguien... quizás preso de sí mismo. Preso de ese lado que todos le suplicaron que no dejara salir.
Su pecho todavía dolía de solo de recordar cómo gritó en el instante en que dejó de tener el control sobre su cuerpo. De cómo le suplicó a los dioses y a la luna, que su compañero adoraba, que no lo dejaran caer en ese abismo; que enviaran sus ruegos a su cachorro para que este lo sacara de la oscuridad.
Quizás ni sus propios dioses podían escucharlo donde se encontraba.
A los lejos pudo oír suaves pisadas cuando su cuerpo al fin permaneció inmóvil. Quizás se estaba ocultando de aquellos que de seguro querían cazarlo. Quizás solo estaba buscando el momento junto para atacar. Lo sabría en cuanto el olor a la sangre llegara hasta su inconsciencia. Justo donde él estaba atrapado.
En un principio se preguntó si alguien lo habría asesinado, y terminó por convertirse en una simple alma, vagando en el olvido, esperando a su siguiente vida. No pasó muchos días para que los sonidos comenzaran a llegar hasta él, donde podía ser consciente de su entorno, pero no este de él. El viento rompiendo contra algo sólido, los animales huyendo por sus vidas, el arroyo corriendo y llevándose a los peces consigo. Todo aquello le confirmaba que estaba vivo.
Una pizca de razón le hizo creer que posiblemente había sido capturado. Quizás por Baekje o por los soldados de Shilla. Seguramente estaba tan herido que ni siquiera podía abrir sus ojos y sentir su cuerpo. Incluso se convenció de que solo llevaba unos minutos dormido, y era su mente burlándose de él, quien creaba miles de escenarios eternos en los que él era un monstruo y acababa con todos al final.
Pero cuando, desde la inconsciencia, escuchó a aquellos hombres...
—¿Qué es...? ¡¿Qué es esa bestia?!
—Un... U-Un demonio... ¡Eso ha estado asesinando a mi rebaño!
—¡Padre, no!
—¡Hijo, corre! ¡Sálvate tú!
Luego de ese grito solo le siguieron otros más, y luego silencio. Un ensordecedor silencio y el metálico olor a sangre. Sin saber por qué comenzaba a amar ese olor. Y junto con eso, los gritos y súplicas le daban un exquisito sabor a la carne.
Ese día fue cuando supo que él desafió al destino y se convirtió en un monstruo. Él se burló de la muerte y ésta lo rebatió con una suerte aún más cruel que apartarse de su compañero.
Su pecho dolía cada vez que pensaba en él y una fuerza externa parecía empujarlo más hacia el fondo cada que luchaba por aferrarse a su razón y liberarse de esa oscuridad. Quería verlo tanto... ¿Su cachorro al menos estaría bien? Esperaba que algún día le perdonara por lo que había hecho. Estaba tan convencido de que la muerte lo alcanzaría antes de que una bestia pudiera despertar en él, que no midió las consecuencias. Erró tan mal que ahora se encontraba pagando el precio y con él seguramente su cachorro.
«Por favor, no te culpes» susurró, queriendo que esas palabras salieran por su boca y llegaran al dueño de su corazón. No quería ni imaginarse lo que estaría sufriendo su compañero, culpándose por todo, cuando el único egoísta fue y siempre será él.
«Aun así... no me arrepiento de llevar su marca» volvió a susurrar, sonriendo con sorna cuando un profundo gruñido vibró en su pecho y llegó hasta sus oídos. Ya ni siquiera le temía. Sabía que no podía empujarlo más debajo de lo que ya estaba.
«Acaso a ti te molesta tener un compañero, maldito monstruo» habló en respuesta, como si se burlara de su bestia, solo para hacerle saber que jamás sería un prisionero dócil.
Por un segundo se preguntó si su vida terminaría por reducirse a eso; pláticas interminables con una bestia sin razón. O aun peor...
Ambos, monstruo y humano saborearon el olor a miedo cuando un cervatillo se petrificó frente a ellos. El pobre animal también parecía huir de los humanos, pero acabó por encontrarse con algo peor. Cuando quiso correr por su vida, ya tenía unas enormes fauces presionando contra su cuello. El crujido de huesos no tardó en llegar y con él, aquel embriagador aroma.
Sin duda la sangre de animal olía mejor. Los humanos solo parecían estar podridos por completo.
Un crujido de ramas se oyó detrás de la bestia, tomándolo por sorpresa cuando estaba a medio devorar a su presa. Era otro animal. Olfateó y no sintió miedo. Los pelos de su espalda se crisparon cuando pensó que vendría por su comida. Pero antes de que soltara un gruñido, el animal... cambió.
—J-Jimin... ¿Eres... eres tú?
La bestia gruño y se encogió sobre su cuerpo, apoyándose en sus patas delanteras. El humano dio dos pasos al frente y el retrocedió, llevándose consigo al cervatillo sin vida. No pensaba entregar su comida.
—Jimin... soy yo.
«¿Jimin? ¿Qué cosa es un Jimin? ¿Quién es yo?» pensó cuando el humano pareció querer razonar con él. «Si no corres, él nos matará» se habló a sí mismo, sintiendo la propia tensión en sus músculos.
Yoongi, ya en su forma humana, no podía creer lo que estaba viendo. Por un instante creyó que su mente le estaba jugando una horrible broma, al ponerle esa ilusión frente a sus ojos. Pero luego ese gruñido... esos amenazantes ojos amarillos, esos pasos temerosos en retroceso... Era él.
Cuando al fin lo supo, solo pensó en correr hacia él y rodearlo con sus brazos. Decir que lo había extrañado sería un completo eufemismo. Había sufrido tanto por su ausencia. Había malditamente extrañado el calor de su cuerpo y sus besos tan protectores... Y ahora lo tenía allí, frente a él, retrocediendo mientras él avanzaba, creyéndolo su enemigo y no su compañero.
Bajo los primeros rayos del sol podía apreciar claramente los efectos de la maldición. No dejaba de ser menos aterrador que bajo la luna, pero sí podía oler el miedo de él, más que la esencia de un gran depredador. Esa criatura estaba dispuesta a luchar solo por miedo a morir. Jimin no era una amenaza, sino los lobos y los humanos.
—Jimin —susurró y estiró su mano para que le permitiera tocarlo.
Pudo ver como los pelos de la bestia se crispaban una vez más y enseñó sus dientes en una clara advertencia. Si él no se detenía, iba a atacar.
Pero claro que Yoongi no se detendría.
—Mierda, yo... Estoy aquí para ayudarte —habló una vez más, y la criatura miró su mano como si tuviera una batalla interna con sus pensamientos. Y entonces saltó sobre él.
Yoongi cambió rápidamente, regresando a su forma animal para resistir a los dientes de Jimin que se cernían alrededor de su garganta. Un movimiento en falso y aquella bestia podría acabar fácilmente con él. Su lobo pedía liberarse y luchar, pero él se negaba a lastimar a su compañero. Contra la propia voluntad de su animal, dejó su cuerpo laxo y dio una pequeña lamida sobre el hocico de la criatura, antes de soltar un suave lloriqueo.
Lo estaba tratando como un lobo lo haría con su compañero.
Los dientes alrededor de su cuello se apretaron un poco más, en advertencia, pero Yoongi no se detuvo. Una vez más lamino donde su lengua alcanzó y lloriqueó, al tiempo que dejaba un mimo con su hocico sobre el pelaje del otro. Podía sentir como la criatura temblaba como si luchara consigo. La mandíbula se aflojaba y apretaba sin llegar a perforar su piel y cuando comenzó a alejarse, Yoongi volvió a cambiar, acariciando el rostro de su compañero. De su Jimin.
—¿Puedes... puedes reconocerme? —preguntó temeroso, y por un segundo creyó ver brillar esos ojos en un tono chocolate, antes de volverse amarillos otra vez.
Y entonces la criatura huyó. Incluso dejó atrás al cervatillo que iba a ser su desayuno. Dejó atrás todo cuando sintió el miedo que nacía desde su inconsciencia. Huyó porque no sabía por qué ese lobo pudo doblegarlo sin siquiera imponerse. Y por dentro, esa parte humana lloraba desconsoladamente sin saber por qué esos ojos azules le causaron tanta angustia. Por un segundo sintió la calidez de un hogar, pero ni siquiera recordaba lo que eso significaba. Solo sentía que no podía permitir al monstruo que lo controlaba, que matara a ese lobo. Quizás, solo por eso, luchó para que se detuviera.
¡Como me costó escribir este capítulo, por Dios!
Al final siento que quedó flojo y de puro relleno, pero espero se entienda lo que quería dar a entender. Jimin poco a poco está perdiendo su humanidad 👀 Pero aun así, no mató a Yoongi 👀
Nina Glastor 🖤
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