⚜Capítulo XIV⚜
Los generales Kwak, Choi y Wang, se encontraban en sus caballos, al frente de sus tropas, justo en la frontera de Baekje y Goguryeo. Los tres de alto rango, esperaban a que su rey les diera la orden de avanzar, mientras trataban de mantener la mente fría y no pensar en sus posibles destinos. Fue Jackson quien, al fin, tomó la decisión de mirar hacia atrás, viendo a la distancia al caballo negro sobre el que estaba el soberano, igual de armado que ellos.
Park cruzó miradas con el pelinegro por un instante y luego cerró sus ojos. Pensó una vez más en las palabras de su mejor amigo. En las vidas inocentes, en su pueblo, en sus hombres que ahora se encontraban rodeándolo, siempre fieles a él; pensó en su propia vida que estaba siendo puesta en peligro al avanzar entre sus tropas al territorio enemigo... y, por último, pensó en su cachorro. Con la determinación brillando en su mirada, Jimin abrió los ojos y levantó su espada en su mano derecha, poniendo alerta a todos sus guerreros.
Wang tomó eso como la señal para hacer avanzar a las tropas.
—¡Por el rey Park! ¡Por Goguryeo! —gritaron los tres generales, invadiendo, con sus tropas, las tierras del rey Kim para someterlo al único y verdadero rey de todo ese dominio. La tarea era eliminar a cualquiera que se interpusiera en sus caminos, limpiar el campo para el rey Park y cubrir su espalda cuando éste lograra llegar hasta el palacio. La misión de todos: no morir en combate.
Estaba claro que el reino de Baekje había sigo tomado por sorpresa cuando se comenzaron a oír los gritos. Sin embargo, ningún civil corría peligro, mientras no se interpusieran en el camino de los soldados. Park fue muy directo al especificar que no quería sangre inocente corriendo por las angostas calles. Ellos no eran bárbaros, solo estaban ahí por la cabeza de Seokjin y por Yoongi.
Aunque los planes se vieron un poco frustrados cuando los lobos comenzaron a aparecer.
Jimin gruñó y tiró con fuerza las riendas de su caballo para hacerlo cambiar de dirección. Junto con un grupo de sus guerreros, bordearían el palacio donde, al parecer, esos lobos tenían todo vigilado. Baekje antiguamente se conocía como el reino más débil por la falta de soldados y eso se convertía en una ventaja para Park, sabiendo que, si las bestias se agrupaban en el norte, los puntos ciegos del palacio estarían desprotegidos.
Y tal cual lo predijo, fue.
—Resiste un poco más, cachorro... —murmuró Park, galopando a toda prisa, ocultando su rostro con un velo para que nadie lo reconociera. Si lograba entrar al palacio sin ninguna herida encima, juraría por todos los dioses que no se iba a dejar morir allí. O al menos no abandonaría este mundo sin decirle al lobo cuánto lo amaba.
El hombre lobo volvió a abrir sus ojos cuando un débil susurro lo arrastró fuera de su inconsciencia. Casi como si alguien en su mente le hablara.
Apenas sentía sus extremidades, pero supo que seguía sujeto a aquellas cadenas, fijas a la pared, cuando hizo el inútil intento de moverse. Jadeó con esfuerzo y miró hacia arriba, viendo como los grilletes lastimaban sus muñecas al punto de dejar horribles quemaduras en su piel.
Tenía tanta sed...
Había perdido completamente la noción del tiempo y era ahora cuando se preguntaba si sería su destino morir allí, entre tanta oscuridad. Cerró sus ojos, para pensar en aquel bello rostro cincelado, de mirada dulce y labios rellenos, y una vez más, se dijo que sí valía la pena. Mientras su compañero continuara con vida, todo seguiría valiendo la pena. Incluso si no podía despedirse de él antes de dejar ir su último aliento.
Serenos pasos comenzaron a resonar entre las paredes de aquel calabozo y el lobo automáticamente pesó que un día más había transcurrido. Seokjin lo visitaba cada día, burlándose de él y su suerte, recordándole que había abandonado a la única persona que no lo trataba como un animal.
El ceño del lobo se frunció cuando sintió a los guardias tensar sus armas, como si trataran de frenar al visitante. La incertidumbre creció todavía más cuando no oyó el característico sonido a agua. Seokjin, en cada visita, tomaba un cuenco de agua de un gran contenedor, para arrojárselo en la cara. Lo poco que podía lamer de su rostro era lo único que bebía en el día. Apenas unas gotas.
Con el dolor pesando en su nuca y con la sangre seca tirando de su piel, Yoongi levantó la mirada una vez más, encontrándose con unos filosos ojos negros y una cínica sonrisa, del otro lado de las rejas de acero. Como si sintiera el peligro, su parte animal no tardó en ponerse en guardia, a pesar de sentirse tan herido física y emocionalmente. Poco podía hacer para defenderse, entando en las condiciones en las que se encontraba y, aun así, pudo olerlo. Aquel hombre no era un humano como el resto de soldados y solo por eso su animal se negaba a permitirle bajar la cabeza. No frente al enemigo.
—El rey Kim me envió a custodiar al prisionero —sonrió el hombre hacia los guardias —. Deberían subir para proteger la vida de su rey, de los guerreros de Goguryeo.
Solo con oír eso, ambos guardias corrieron fuera del calabozo, siendo atacados por dos lobos que esperaban por ellos. El de filosos ojos negros no tardó en sonreír con sorna al escuchar los gritos de los hombres y solo cuando sus lobos avanzaron hasta él, arrastrando los cuerpos, fue cuando dirigió su vista al joven lobo malherido.
Tal como él lo necesitaba.
—Tienes los bellos ojos de tu madre... y el horrible rostro de tu padre —gruñó el hombre, abriendo la celda para quedar frente al prisionero —. Me pregunto por qué el rey Kim es tan débil que todavía te mantiene con vida. Solo se necesita un simple corte aquí —habló, haciendo que Yoongi se tensara cuando este paseó una de sus garras por su cuello, dejando la huella de una raspadura.
—¿Qui-quién eres? —habló el lobo negro, por primera vez en días, sintiendo su garganta horriblemente seca.
Esa pregunta jamás debió ser hecha, porque en cuanto las palabras abandonaron sus labios, un duro golpe en su estomago lo hizo jadear desesperado por volver a obtener una bocanada de aire.
—¡Soy a quien el bastardo de tu padre le robó a su hembra! —otro golpe, esta vez direccionado a su quijada.
Más pasos comenzaron a oírse y Yoongi supo que su momento había llegado. Su lobo continuaba rugiendo a la defensiva, pero no había cómo defenderse contra esos lobos y lobas que seguramente estaban allí para arrebatarle la vida.
—... Y ahora yo le arrebataré a su único heredero —volvió a escuchar Yoongi, cuando sus oídos dejaron de zumbar —. Un hijo que se olvidó de ellos, otro muerto y su preciado heredero, a punto de unírseles en el infierno —sentenció el lobo pardo, dando la orden a los otros para que liberaran a Yoongi y lo arrojaran a sus pies.
Yoongi jadeó, adolorido, cuando su rostro golpeó el suelo. Trató de ordenarle a sus brazos que lo ayudaran a levantarse, pero la debilidad de sus músculos lo mandó de nuevo al piso. Los demás a su alrededor se carcajearon cuando lo vieron intentarlo de nuevo y Jeon no perdió oportunidad para golpearlo de nuevo, lanzando un puntapié en sus costillas magulladas.
El pelinegro gritó y el hombre se acuclilló frente a él, haciendo que lo mirara a la cara antes de susurrarle su última amenaza. Solo entonces Yoongi lo recordó, al verlo detalladamente.
«Yoongi, hijo, tienes que prometerme algo. Pase lo que pase, y así estés con tus hermanos o solo, corre cuando veas a este lobo. Jeon Hoo Ye es su nombre y le hizo cosas horribles a la familia de mamá. ¿Recuerdas que ella fue cazada por los pardos hace muchos años? Jeon la quiso como ofrenda de paz y asesinó a toda la manada Lee cuando ellos se negaron. Algún día regresará por ti, estoy seguro. Y escúchame bien, mi cachorro. Sí yo no puedo matarlo, tú tendrás que hacerte fuerte y acabarlo. Recuerda que la manada quedará en tus manos si algo me pasa. Pero también entiende que nadie más podrá detenerlo si algo te ocurre a ti.»
Más de uno de aquellos lobos se preguntó si Yoongi había muerto, cuando quedó tirado en el suelo con la mirada perdida. Sin ojos parecieron perder por completo su brillo y el débil vaho que abandonaba sus labios ya ni se distinguía.
Jeon lo miró cohibido y terminó por chistar, molesto, antes de erguirse para dejar el calabozo. Y pensar que por un segundo creyó que podría divertirse más con aquel moribundo lobo.
—Encárguense de que esté bien muerto si ya no respira. Yo iré a ver personalmente como J le corta la cabeza al hijito de Park —anunció con suficiencia, pero sus pasos fueron detenidos por una mano alrededor de su tobillo.
Miró hacia el suelo donde sabía estaba la única cosa que podía detenerlo y entonces un duro gruñido brotó de la garganta del lobo que lo observaba desafiante.
—¿Qué? ¿Acaso también quieres ver morir a tu rey? —se burló del joven lobo y pateó su mano lejos de él —. El idiota vino por ti, pero no sabe que yo lo dejaré entrar al palacio para obtener su cabeza —sonrió cuando vio el nuevo intento de Yoongi para levantarse —. Y cuando tenga su cabeza en mis manos, controlar a sus hermanos será pan comido. Toda Goguryeo pronto caerá bajo el dominio de los lobos.
Jeon pateó una vez más el rostro de Yoongi y, echándole un último vistazo mientras sonreía, se giró para retomar su camino.
Sin embargo, el filo de una espada en su cuello lo hizo frenar de golpe, tensando todo su cuerpo cuando sus ojos enfocaron una sonrisa incluso más cínica que la suya.
—Veamos quién obtiene la cabeza de quién primero, bastardo infeliz.
Creo que algo salió. Aunque todavía sigo sintiendo floja la narración xD
¿Ya extrañaban un nuevo capítulo? ^^
Nina Glastor🖤
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