⚜Capítulo XIII⚜
Hoseok caminó a toda prisa por el pueblo, viendo con sus propios ojos, todo el destrozo que habían ocasionado las bestias que atacaron la capital. Él y el resto de los monjes, se habían mantenido orando en lo alto de la montaña, pidiendo a los dioses que protegieran a las almas inocentes. Era lo único que podían hacer en una situación así. Ellos no intervendrían en una guerra que no les concernía. O al menos eso pensaban todos, hasta que un guardia real llegó hasta el monasterio con una noticia para el pelinegro.
«Los ancianos solicitan su ayuda, monje Hoseok. El rey Park fue confinado en su recamara, por seguridad de su estabilidad mental»
Las palabras del hombre que ahora escoltaba a Hoseok, todavía rondaban en su mente y lo único que le preocupaba al pelinegro, era que algo malo le hubiera pasado a su amigo. Y ese temor no tardó en incrementar cuando traspasaron las enormes puertas del palacio, siendo rodeados por una pesada y oscura atmosfera de tensión y tristeza.
—¿Hubo muchos caídos?
—En el palacio no, monje Hoseok. Solo heridos que ya fueron atendidos y reincorporados a sus funciones.
Hoseok miró al hombre, tan inexpresivo como solían ser todos los guardias del rey, y luego regresó la vista hacia las marcas en el suelo y las paredes. La sangre había sido lavada, pero las huellas aún perduraban en cada rincón. Incluso dentro del palacio, se podían observar las cortinas rasgadas que seguían sin ser cambiadas o las piezas rotas de las esculturas y retratos, todavía dispersos.
Sin duda la prioridad fue sanar a los heridos y velar por la seguridad del resto de habitantes que se habían negado a dejar sus hogares.
—Hoseok —habló uno de los ancianos, tan conocido por la familia Jung, recibiendo al monje en cuanto cruzó el salón principal. El pelinegro de gran temple ni siquiera se había dado cuenta de la presencia del hombre frente a él. Aunque Minho lo entendía. La fachada del palacio sin duda distraería a cualquiera.
El hombre de tez morena carraspeó cuando no encontró las palabras para dirigirse al monje. Sabía que el pelinegro era un viejo amigo del rey y solo por eso, creía, junto con el resto, que solo él podría volver a direccionar en su camino a su alteza. Pero antes tenía que advertirle del estado del rey.
—El rey Park no ha salido desde hace dos días y también se niega a comer. Fue decisión del Concejo confinarlo en sus aposentos, hasta que se calmara, pero parece no querer recuperar sus cabales. Lo peor es que, sabemos que, si el rey Kim se entera de esto, no dudará en atacar a nuestro rey con falacias y mentiras solo para que el pueblo se levante en su contra —el hombre dio unos pasos atrás e invitó al monje a tomar asiento en la mesa mientras que Choi desplegaba pergaminos y planos frente a él —. Cuando encerramos al rey, recuperamos esto de su alcoba. En solo un día, planeó toda una estrategia invasiva para destruir por completo Baekje y ordenó al Concejo prepararse para atacar. El problema es que muchos aún no se recuperan del todo y las fuerzas que están siendo enviadas desde las capitales del norte, recién llegarán en dos días más. Su alteza se negaba a esperar tantos días y quiso ir el solo al frente...
Hoseok dejó que sus ojos se perdieran en aquella perfecta estrategia planeada para atacar desde adentro. Lo poco que había aprendido en su infancia y adolescencia le era suficiente para saber que con un plan así, podrían borrar a Baekje del mapa. Pero eso también significaría acabar con muchas vidas inocentes.
—¿Qué provocó que Jimin actuara de esta forma tan imprudente? —exigió saber, Hoseok, ya no importándole los títulos reales. Lo único que necesitaba saber cuanto antes, era qué había aorillado a su amigo hacia este desespero por acabar con su hermano mayor.
Choi volvió a carraspear, dejando que Hoseok sintiera su incomodidad por primera vez. Era la misma aura pesada que parecía abrazar todo el palacio y a sus habitantes.
—Los lobos que nos atacaron... se llevaron a Yoongi-sii.
—¿Jimin...?
Hoseok sintió un tremendo escalofrío cuando le abrieron las puertas de la alcoba del rey. Las cortinas estaban en su lugar, por lo que bloqueaban completamente la luz del mediodía, que podría darle algo de vida a esa fría habitación. El monje tuvo que poner todo su esfuerzo en agudizar su visión para lograr distinguir una figura. Pero incluso con la vela encendida que le habían dado, no lograba ver mucho desde donde se encontraba parado.
Al no obtener respuesta, miró a la joven sirvienta y le agradeció, para que cerrara la puerta y les diera privacidad. Solo cuando escuchó el seguro sonar, regresó su vista al interior y avanzó hasta donde recordaba, siempre estuvo la cama de su amigo. Lo poco que le dejaba contemplar esa vela, lo hacía sentirse aliviado de que los destrozos no hubieran llegado hasta allí. Después de ver la antesala del cuarto, temió que el resto se encontrara en las mismas condiciones. Por suerte, el Concejo había sido sensato de no aislar a su amigo en un lugar que le trajera constantemente el recuerdo de hace días.
—Jimin... vine a verte... —volvió a hablar con cautela, cuando llegó hasta el filo de la cama. Ésta se encontraba completamente revuelta y rasgada, y un esbelto cuerpo se encontraba en el centro de ella, en posición fetal. Su amigo no lloraba ni dormía, solo estaba allí, con los ojos fijos en la almohada que se encontraba a su lado, acariciándola como si se tratara de un cachorro.
—Jimin...
—Él me desobedeció, Hoseok.
El pelinegro apretó sus labios cuando estos amenazaron con temblar y dejó la vela en el mueble junto a la cama para ocupar un lugar junto a su amigo. Ahora entendía a qué se refería el guardia con lo de estabilidad mental.
—Amigo mío, debes conservar la calma en una situación así. No es el fin del mundo. Si los lobos se lo llevaron es porque ese animal debe permanecer con los su-
—¡Él me desobedeció! —gritó Jimin, sentándose en la cama para tomar a su amigo por las telas que lo vestían —. ¡Le dije que peleara! ¡Le dije que matara a todos! ¡Le di una orden y en su lugar, eligió ir contra mi palabra y se fue con ellos!
Hoseok miró cohibido al castaño. La reacción del menor lo había tomado por sorpresa, pero más, sus palabras cargadas de completa furia. Jimin parecía ansiar ir por el hombre lobo solo para castigarlo por su insolencia. Aunque también sabía que Jimin solo quería mostrarse molesto y duro. Él conocía su lado vulnerable y al único ser capaz de dejarlo en ese estado.
—¿Él se fue... por voluntad propia? —preguntó el pelinegro, en vez de llevarle la contraria al menor.
Jimin lentamente apartó sus manos y asintió, dejando que su mirada se perdiera en sus blancos nudillos. Sus dedos se movieron un poco entumecidos y luego acarició su cuello con ellos, justo donde una pequeña marca relucía.
—Un lobo me agarró con la guardia baja. Amenazó con matarme si... Le dije que no los escuchara. Que no cediera. Fue una orden y él...
El pelinegro sabía que no debía sentir odio, pero no pudo evitar molestarse con aquel animal, solo de pensar en el riesgo que corrió su amigo. Todo por esa bestia, todo por no querer deshacerse de él todas aquellas veces que se lo pidió. Todo por proteger a una criatura que terminaría por convertirlo en un monstruo si él no lo protegía. Su desprecio hacia el animal creció todavía más, cuando Jimin le confesó que estuvo a punto de perder el control frente a todos.
—Fue su vida a cambio de la tuya. Hizo bien. Tu vida es más importante que la de un lobo, Jimin.
El rey frunció su ceño y miró perplejo al pelinegro, sintiendo como sus manos perdían su fuerza cuando cayeron sobre su regazo. ¿Más... importante? ¿Acaso la vida de su cachorro no valía nada junto a la suya? ¿Es así como... pensaban todos? El pulso del castaño comenzó a acelerarse solo de pensar en perder verdaderamente a Yoongi. Ahora todo comenzaba a tener sentido y comprendía por qué sus propios hombres lo habían recluido en su recámara. Al fin descubría cuál fue la razón del Concejo. La vida de Yoongi no valía nada para ellos. Era una pérdida justa, siempre y cuando el rey estuviera bien. Y no pensaban sacrificar vidas solo para rescatar a un lobo.
—Debo salir de aquí y hablar con el Concejo —murmuró Jimin, tratando de ponerse de pie y fallando en el intento cuando sus propias piernas cedieron. La impresión que le causaron las palabras de su viejo amigo, todavía lo tenían algo aturdido.
Hoseok rápidamente reaccionó e intentó sostenerlo. Aunque lo único que se ganó fue un brusco empujón del soberano, para que se alejara.
—Soy tu rey y me debes respeto, Hoseok. No te atrevas a detenerme tú también.
—Jimin...
—Cierra la maldita boca —le espetó, cuando al fin pudo ordenarles a sus piernas permanecer firmes. El peso de su propia angustia todavía le impedía respirar con normalidad, pero ahora más que nunca, sabía que no debía dejarse dominar por el resto. Él era el rey, él tomaba las decisiones de toda Goguryeo y él mismo traería de regreso el culo de su lobo hasta ese palacio.
—¿Acaso no te das cuenta que sigues siendo imprudente, Park? ¿Vas a continuar poniendo la vida de una bestia por sobre la de tu gente o la de Baekje? Hay inocentes que no merecen morir. Hay hombres valientes a quienes les arrebatarás la vida solo por enviarlos a recuperar a ese lobo. ¿Acaso ellos no importan?
—¡Entonces qué pretendes que haga! —gritó Jimin, girándose para enfrentar al monje que lo miraba desde su cama —. ¡¿Por qué la vida de Yoongi puede ser entregada por la de esos inocentes, pero no al revés?! ¡Qué clase de monje eres que profesa la paz, pero me pides que lo deje morir!
—¡Es un lobo, Jimin! ¡Esa bestia es el sacrificio justo si así tú y tus hermanos terminan su riña! —. Ni bien las palabras terminaron de salir por su boca, Hoseok ya se encontró arrepintiéndose de ello. Había sido demasiado cruel. Lo supo cuando por primera vez en largos años, volvió a ver lágrimas caer de los ojos del rey.
No, de los ojos de su único amigo.
—Jimin... lo siento tanto. No quise...
—No lo dejaré morir, Hoseok —habló el castaño, girándose para impedir que el otro viera su rostro bañado en humedad —. No sacrificaré vidas inocentes, pero tampoco dejaré morir a Yoongi a manos de mi hermano.
—Jimin... —Hoseok suspiró frustrado y les suplicó a los dioses por calma y paciencia. Cuando ya se consideró más clamo, se puso de pie y caminó hasta su amigo, a mitad de la gran habitación —. Si en verdad Seokjin solo lo mantiene con vida hasta ahora, es porque espera que vayas por él, directo a su trampa. No puedes sacrificar tu vida por un hombre lobo.
Jimin lo miró, con un sentimiento distinto dibujado en sus orbes.
—Yoongi es mi vida, Hoseok —soltó el rey, sorprendiendo enormemente al pelinegro —. Y es justamente por eso que iré por él, así sea contra la voluntad de todo el Concejo.
—¿Q-Qué... qué tratas de...? —titubeó el mayor, sin embargo, el contrario solo secó su rostro y recuperó su mirada altiva.
—Que no dejaré que el hombre a quien amo, muera a manos de Seokjin.
—¿... amas? Jimin tú... él es... —Hoseok sintió su mente colapsar y retrocedió unos pocos pasos, cayendo sobre sus rodillas cuando la impresión de esas palabras afectó su razón —. Es... un hombre... un lobo...
—Es Yoongi —murmuró el castaño, sonriendo de forma tenue —. No es una bestia ni un perro o un animal. Es mi vida, Hoseok. Y ni siquiera se lo dije ni una maldita vez como para dejarlo morir ahora.
Hoseok lo miró desde el suelo, desconcertado, al mismo tiempo que muchas palabras o frases dichas por su amigo comenzaron a tener sentido para él.
"No quiero ni necesito una mujer a mi lado."
"Soy feliz así como estoy..."
"No quiero una esposa, solo necesito a Yoongi para ser feliz"
"¿Es tan difícil comprender que soy feliz sin mujer e hijos?"
"...solo lo necesito a él"
—¿Desde... cuándo? —quiso saber Hoseok, a pesar de que todavía no salía de la impresión.
En cambio, Jimin solo lo observó unos pocos segundos, antes de girarse y caminar lejos de él. El rey no podía hacer más que pensar en la mirada del mayor. ¿Acaso todos lo mirarían de la misma forma si sabían de sus sentimientos por el lobo?
Lo que más le preocupaba... ¿cómo reaccionaría Yoongi? ¿Aceptaría su amor a pesar de no ser como él?
Sin darse cuenta, ya se encontró abriendo la puerta y fue cuando miró hacia atrás, sobre su hombro, para darle la respuesta que Hoseok se merecía solo por todos los años de amistad que los unía. El monje todavía seguía en el suelo, mirándolo entre horrorizado y desconcertado, posiblemente tratando de entender cómo es que llegó a desarrollar sentimientos por un hombre lobo. El hecho de que fuera un hombre ya se consideraba incorrecto e inmoral. Que Yoongi fuera un lobo solo lo hacía peor.
—Jimin...
—No sé cuando comenzó, Hoseok, pero sí sé hasta qué límite llega mi amor por Yoongi.
—Estás... Estás confundido.
Jimin negó y sonrió apenas.
—Lo amo. Incluso más allá de lo humanamente posible.
Jimin al fin reconoció amar a Yoongi 👀 Yoongi descubrió que su lobo eligió como compañero a Jimin 👀 ¿Y ahora qué pasará?
Ahora...
¿ALGUIEN ME EXPLICA CÓMO ES POSIBLE TANTA PERFECCIÓN EN UN SOLO CUERPO? ¡NO ESTABA LISTA PARA ESTO, MIN YOONGI! Y la mejor parte es que este Agust D encaja tan bien en el Yoongi de este fanfic 😭🖤 Amé Daechwita, lpm.
Este mixtape sin duda es el mejor incentivo para recuperar la inspiración ;-;
Nina Glastor🖤
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