Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

⚜Capítulo XI⚜

Aquella tarde, el bosque parecía sentirse misteriosamente más silencioso que otros días. El sol ni siquiera había salido. Estaban a mitad de invierno y la gélida brisa que corría a orillas del lago, acariciaba los oscuros cabellos de los hombres y mujeres, hasta ir más allá y cruzar la montaña.

Después de días encerrados, la manada se había propuesto salir de la cueva para recolectar frutos y leña para el fuego. Aunque eso solo se lo podría considerar como una excusa, cuando lo cierto, era que todos anhelaban tomar un poco de aire fresco y tal vez correr libres en sus formas animales.

De la nada, una torpe palmada cayó sobre las manos de Yoongi y una risotada le siguió al acto, flotando junto con la brisa, haciendo que el pequeño pelinegro frunciera el ceño. Miró por tercera vez en advertencia a la criatura y, bufando sonoramente, volvió a hundir sus manos en el lodo para, una vez más, intentar armar lo que sería el techo de su choza.

Sus pequeñas manitos modelaron el lodo, no tan seco ni tan húmedo, y cuando al fin le dieron una forma de plato, el niño la dejó cuidadosamente sobre los cimientos de su construcción. Una pequeña porción de su lengua se vislumbraba mientras Yoongi movía sus manos lentamente, tomándose muy en serio su trabajo.

Esta vez una rama pesada cayó sobre su casa desde el lado contrario y Yoongi hirvió de cólera antes de mirar al otro niño como si quisiera tomarlo de los pelos y hacerle comer lo que quedaba de su choza de lodo.

—¡Má! —gritó por su madre y el cachorro más grande pronto cargó al bebé para huir de su hermano, ambos soltando tiernas carcajadas que hacían sonreír a los mayores que los observaban.

—Solo están jugando, Yoongi-ia —rio uno de los ancianos, tomando la rama sobre el lodo para llevarla con el resto de la leña, para el fuego de esa noche —. Deberías aprovechar y estirar las piernas con ellos, hoy que no hay ventisca.

El pequeño pelinegro permaneció en silencio sin protestar. Su madre le había enseñado que nunca debía contradecir a los mayores, por más que éstos lo incitaran a jugar con las bestias que tenía por hermanos. Cuando el hombre se le quedó viendo, esperando por una respuesta, el niño de oscuros cabellos simplemente asintió y se levantó del suelo, sacudiendo sus prendas manchadas de tierra.

Claramente no pensaba buscar a sus hermanos, solo iría con su madre a ver si podía ayudarla a alimentar al rebaño de ovejas y con su padre para observarlo explorar con los demás protectores. Claro, desde lejos.

Mientras caminaba por el sendero dibujado por su manada, una vez más, la brisa lo invitó a observar el cielo gris. Su pequeña nariz de botón se movió por sí sola, sintiendo un olor particular que los lobos conocían muy bien. Ahora entendía por qué todos habían salido aquel día por provisiones. Una nueva tormenta se avecinaba, y eso significaba que tal vez no podrían ver la luz del día incluso hasta después de una semana.

La piel del niño se estremeció cuando, de nuevo, la brisa bailó a su alrededor. De la nada, las ramas de los árboles parecieron congelarse, junto con el tiempo, y su lobo lo obligó a detenerse, sintiéndose considerablemente amenazado. Sus ojitos azules brillaron en ese momento y su instinto lo instó a observar bien todo a su alrededor. Sin embargo, sus enemigos fueron mucho más rápidos esta vez, siéndole imposible esquivarlos cuando estos saltaron sobre él.

—¡Atrapado! —gritó su hermano menor, saltando sobre él. En ese mismo segundo, el pecho de Yoongi golpeó contra el suelo y de los arbustos, salió otro cachorro que gateó hasta ellos para aferrarse a una de las piernitas del mayor de los tres.

—¡Ata tata! —imitó también el bebé de año y medio, y con el pelinegro de cuatro años, se carcajearon mientras Yoongi se removía y gruñía debajo de ellos.

—¡Yah! ¡Jungkook, Namjoon, déjenme ir! —protestó Yoongi, queriendo zafarse de sus hermanos. Sin embargo, su lobo interior volvió a gruñir, gritándole que algo no andaba bien. Fue entonces cuando Yoongi percibió su alrededor. El bosque seguía siendo igual de silencioso que antes. Ni siquiera las lechuzas ululaban, siendo que siempre despertaban a la caída del sol.

Y entonces el primer grito se oyó.

Los dos cachorros menores se congelaron ante el sonido desconocido y Yoongi se zafó rápidamente de ellos, tomando en brazos a Jungkook para correr a ocultarse. Tuvo que gritarle a su otro hermano para hacerlo despabilar y así lo siguiera. Cuando más gritos y gruñidos se oyeron a la distancia, Yoongi supo que su manada estaba siendo atacada. Él solo era un niño de cinco años, sin embargo, en su corta vida ya había vivido más ataques que sus hermanitos, por lo que sabía bien a donde ir en esos casos.

Entre pequeños pasos, Yoongi y Namjoon llegaron al sendero que conducía a la cueva. Solo tenían que cruzar el campo abierto para llegar, pero entonces un hombre se cruzó en su camino.

—¡Hyung! —gritó Namjoon, asustado y el pelinegro mayor pronto se puso frente a él para protegerlo, gruñéndole al desconocido hombre.

Aquel de cabellos castaños y rubios rio desquiciadamente y expuso sus garras, listo para atacar. Yoongi no dudó en entregarle a Jungkook a su otro hermano y se quedó frente a ambos, estirando sus bracitos como si así pudiera defenderlos. A pesar de que él también estaba aterrado, estaba dispuesto a proteger a sus hermanitos. Un segundo después, el pecho del cachorro vibró cuando su lobo quiso aparecer y dejó que de sus labios escapara un aullido, llamando a su familia.

Un aullido que ningún niño común y corriente podría tener. Un aullido potente de alfa.

—Miren lo que tenemos aquí... —habló el hombre, dando lentos pasos hacia los cachorros —, un heredero de manada —rio, disfrutando del terror grabado en los ojos de los niños. Sin embargo, cuando elevó sus garras dispuestas a dejarlas caer sobre el rostro del mayor de los pequeños pelinegros, alguien más apareció detrás de él, rompiendo su cuello con un solo tronar de su cabeza.

—¡Papá! —chilló Namjoon, casi feliz y pronto el líder de la manada corrió hasta sus pequeños, tomando a los dos menores en sus brazos. Ciel fue la que cargó a Yoongi y pronto la pareja comenzó a tomar un camino sin ruta entre la arboleda. Los dos menores trataban de no llorar, cumpliendo el pedido de su padre cuando les pidió calma, mientras que Yoongi no dejaba de preguntar a dónde irían.

De la nada, el pequeño pelinegro ya no vio a su padre y su pulso comenzó a correr aterrado.

—¡Mamá! ¡Papá no-!

—Calla, Yoongi —exigió la loba, tratando de no caer antes de que lograra poner a su cachorro a salvo. Entonces el pequeño lo notó. Sus manitos se encontraban ensangrentadas, y un líquido carmesí que él conocía muy bien, brotaba del pecho de su madre. Tal como le ocurría a las ovejas cuando las faenaban para alimentarse.

—M-Mami... —murmuró Yoongi, tratando de contener las lágrimas. No quería que su madre muriera como las ovejas. Pero incluso así, la loba continuaba su carrera por el extenso bosque, esquivando las ramas bañadas de nieve. Su único objetivo era poner a salvo a su cachorro.

Un aullido desgarrador se oyó a espaldas de madre e hijo y Ciel se detuvo por unos segundos cuando lo reconoció. La mujer miró hacia atrás y sus ojos se inundaron en lágrimas en el mismo segundo en el que su pecho se abrió en dos. Ella sabía bien que ese había sido Jihoon.

Sus brazos temblaron alrededor de su cachorro y Yoongi se apretó a su pecho cuando agudos gritos le siguieron al aullido, pidiéndole a quien sea que los salvara.

«—¡Papi, despierta! ¡Papá!» —se oyó por sobre los árboles, pareciendo como si la brisa elevara las voces solo para que ellos dos las oyeran.

Ciel vaciló cuando el llanto de sus bebés se oyó desgarrador y poco a poco sus pedidos de auxilio empezaron a volverse lejanos. Apretó sus ojos con fuerza y clavó sus uñas en su brazo cuando su animal interior quiso regresar por sus crías. Pero no podía.

Yendo contra su propia naturaleza, Ciel volvió a correr en dirección contraria, vislumbrando una villa a lo lejos. Se encontraba a casi unos siete kilómetros, bajando por ese mismo camino. Entre sus brazos, todavía podía sentir los hipidos de su cachorro que permanecía en silencio sin cuestionar. Más lágrimas cayeron cuando supo que lo había educado bien.

Todo para tener que dejarlo solo ahora...

De la nada, sus piernas fallaron y la loba cayó, rodando unos metros, cuesta abajo, hasta que un árbol frenó su caída. Yoongi pronto gritó por ella cuando pensó que también la perdería. Sus pequeños bracitos se libraron de su agarre y sacudió por los hombros a su madre para que abriera los ojos.

—Estoy bien, Yoongi —sonrió la loba, sabiendo que eso no era verdad. El camino ya se había puesto totalmente oscuro y la ventisca que anunciaba la tormenta estaba cayendo sobre ellos con fuerza, burlándose de sus pobres destinos.

¿Ese era el precio que ella tenía que pagar solo por no elegir al líder del Oeste?

—Ven acá, mi bebé —susurró la mujer, cuando comenzó a sentir que sus propios brazos se entumecían, al igual que sus piernas.

Sus ojos buscaron alrededor y a no más de tres o cuatro metros, vio una pequeña cueva de zorro.

Ayudada por alguna fuerza divina, Ciel logró ponerse de pie y caminó con su cachorro hasta aquel lugar, desplomándose unos pasos antes de llegar. Yoongi de nuevo se asustó, pero ella lo tranquilizó, diciéndole que estarían bien.

—Yo te protegeré, mi amor —sonrió la loba, dejando un tembloroso beso en la frente del niño —. Ahora cambia para poder entrar ahí, mi cielo —pidió y ella misma también mutó, para que su cachorro la imitara. Ambos no cabrían en aquel pequeño hueco, pero a Ciel lo único que le importaba era que Yoongi estuviera a salvo del frío.

Yoongi sollozó cuando vio que su madre no cabía en el hueco y tirando de su oreja con sus dientitos, quiso hacerla avanzar más, a medida que él intentaba hacerse un ovillo. La loba lo consoló, dando letárgicas lamidas sobre su hocico y se acurrucó sobre él para darle todo el calor que le quedara.

—Estarás bien, mi bebé —le habló su madre, por un vínculo que solo compartía con sus cachorros —. Tus hermanitos también estarán bien. Siempre que tú no bajes los brazos, ellos estarán bien... esperándote. Así que tienes que vivir, mi amor. Es... una orden... ¿sí? H-Hazle caso... a mamá...

Yoongi despertó jadeando, luchando por que un poco de aire entrara a sus pulmones, pero al poco tiempo comenzó a hiperventilar cuando la tarea se le hizo difícil. Sus brazos manotearon a sus lados, quitando mantas de su cuerpo y terminó cayendo al suelo, tratando de arrastrarse hasta el balcón.

—¿Yoongi? —murmuró Jimin, frunciendo el ceño por haber sido despertado cuando ni siquiera había salido el sol. Segundos después, su disgusto no tardó en abandonar su rostro, así como el color de su piel cuando vio a su cachorro luchar por un poco de aire —¡Yoongi! —gritó y de un salto salió de la cama. Ni siquiera se molestó en cubrir su desnudes.

El rey interceptó al lobo a unos metros de la cama y lo tomó de sus mejillas para pedirle que se calmara y solo lo mirara a él.

—Respira conmigo, cachorro —suplicó Jimin, tratando también de calmarse a sí mismo con cada bocanada de aire —. Eso es... todo está bien. Estás conmigo —prometió, a medida que ambos respiraban en sintonía —Estás conmigo —volvió a repetir el castaño y entonces vio como los claros ojos de su cachorro dejaron ir lágrimas cuando al fin logró respirar.

—El... l-lo... —intentó hablar Yoongi, pero su voz se cortó a medio camino, sintiendo ese mismo dolor de hace veinte años atrás, que había creído enterrado en el olvido.

—Shh... todo está bien. Solo fue una pesadilla —murmuró Jimin y gateó hasta él para abrazarlo —. Estás conmigo.

Yoongi volvió a negar entre los brazos del otro y se alejó para secar sus lágrimas. Entonces Jimin solo lo miró, dándole un poco de espacio, a pesar de que sus manos hormigueaban por consolarlo al verlo temblar. Dejó que el pelinegro se calmara y que incluso se pusiera de pie para caminar hasta el ventanal. La luna estaba oculta tras las nubes, al igual que aquella noche y Yoongi de nuevo sintió que se burlaba de él.

—Lo recordé —murmuró el de ojos azules y Jimin se puso de pie para caminar hasta él y abrazarlo por la espalda.

—¿Qué recordaste, cachorro? —murmuró apenas, casi como si fuera un pecado que alguien más lo oyera.

Jimin observó al menor cuando este se giró entre sus brazos y acarició sus mejillas. Algo en la aterrada mirada de Yoongi comenzaba a darle mala espina sin saber por qué.

—El lobo que me atacó —habló al fin el pelinegro, viendo al rey fruncir el ceño por mencionar a aquel sujeto —, es uno de mis hermanos. 


Desde ya me disculpo si es que no actualizo la semana que viene. He estado teniendo días grises y me cuesta mucho escribir. Ni siquiera lo poco que escribo llega a gustarme :(


Nina Glastor🖤

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro