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⚜Capítulo X⚜

—¿Pero... q-qué? Ca-cachorro... espera... —balbuceó Jimin, cuando Yoongi se aferró a su cuello para devorarle la boca. Los besos no eran para nada a los que estaban acostumbrados a darse. Estos eran más bruscos, posesivos, anhelantes de más. El pelinegro parecía estar desesperado por fundirse en los labios de su amo, hasta robarle el aliento.

Antes de que Jimin se diera cuenta, ya estaba siendo cargado hasta su lecho, donde, segundos después, Yoongi lo dejó caer sobre las mantas de piel, que ni siquiera se molestó en correr. Sus manos estaban más desesperadas por desnudar el cuerpo del castaño y recorrer cada surco como si fuera la primera vez.

La primera vez... No, aquellas caricias eran muy distintas a las de la primera vez...

Jimin tomó el rostro de Yoongi por el mentón y lo observó unos segundos hasta que el joven al fin le dirigió la mirada. Parecía haber estado llorando. A pesar de que ya no había rastros de lágrimas, sus bellos ojos azules permanecían igual de opacos que el cielo gris. El joven rey ni siquiera supo por qué en ese momento algo en su pecho dolió. Aun así, dejó que el pelinegro esquivara su mirada para enterrar su rostro en su cuello, mientras lo abrazaba con fuerza. Jimin no entendía por qué sentirlo cerca le daba tanta paz.

—No... casar... —murmuró Yoongi, molesto consigo mismo por no dominar bien el idioma de su amo y expresarse como era debido. Aunque, por otro lado, Jimin encontró sus palabras sumamente tiernas, dejando ir una risilla cuando el joven pelinegro gruñó entre sus brazos.

Al fin el rey entendía por qué Yoongi se había mantenido lejos durante el resto del día, tras dar por finalizada la sesión semanal con el Concejo. El soberano, hace pocos días atrás, había cumplido los veinte años. Eso significaba cinco años transcurridos desde su coronación, y los hombres que lo asesoraban, comenzaron a insistir con que ya era tiempo de tener una esposa.

—Jimin... mío... —murmuró Yoongi, haciendo que el mayor volviera a sonreír.

—¿Eso significa que tú te casarás conmigo? —bromeó el joven rey, solo para molestar a su cachorro ya no tan cachorro.

Sin embargo, Jimin no contó con que Yoongi se alejara de él para verlo a los ojos, diciendo más de mil palabras con tan solo una mirada. Aquella simple mirada había logrado estremecer al rey hasta los huesos.

—¿Puedo?

—Cachorro... solo estaba bromeando —rio sin mucha gracia.

—Jimin mío —volvió a afirmar el pelinegro, ahora más firme y seguro de sus palabras.

Jimin se quedó cohibido en ese instante, porque no solo su cachorro le estaba dando a entender que lo quería y que no lo iba a entregar a nadie más, sino que también su corazón parecía aceptar ese hecho de lo fuerte que palpitaba bajo la emoción del momento. Y entonces, lo siguiente que ocurrió, terminó por dejar en blanco la mente del joven rey.

Yoongi lo besó. El primer beso de ambos.

Jimin jadeó sobre los labios del menor y, con la misma vergüenza y timidez, aceptó regresarle el beso, moviendo los suyos igual de torpes que el lobo. Ambos inexpertos, ambos sin siquiera saber qué hacer más que darse tímidos piquitos a pesar de ya considerarse adultos. Cuando Yoongi al fin se alejó, una horrible timidez recorrió su cuerpo entero, siendo expuesto por el rojo de sus mejillas, que parecían brillar a la luz de las velas.

El rey solo lo miró, igual de avergonzado. Jimin todavía sentía a su corazón a punto de salírsele del pecho cuando sus dedos tocaron las mejillas del pelinegro y terminaron delineando sus labios con un tímido toque. No sabía por qué, pero él quería volver a besarlo.

Y así lo hizo, antes de que Yoongi se arrepintiera de sus actos y terminara por huir lejos de sus aposentos.

Jimin jadeó y abrió los ojos asustado cuando unos toques se oyeron en las puertas.

—¿Su alteza? Venimos a encender las velas —habló una de las tantas doncellas que esperaban del otro lado. Sin embargo, en lo único que el rey podía concentrarse en ese momento, era en los labios que estaban recorriendo su cuello, chupando y mordiendo sin compasión.

—¡Largo! —gritó Jimin, oyéndose más aterrador de lo que hubiese deseado —. Quiero... descansar.

Solo ese grito bastó para que ya nadie molestara. En cuanto las doncellas notaron la tensión en la voz de su rey, dedujeron que no se encontraba de humor, y abandonaron inmediatamente la antesala que conducía a la gran habitación del soberano.

Si supieran a qué se debía tanta tensión...

—Ca-Cachorro... —suspiró el castaño, excitado, y tiró de los oscuros cabellos del otro cuando Yoongi mordisqueó su nuez de Adán.

Antes de que siquiera Jimin recuperara el aliento, Yoongi se alejó unos centímetros de él y rasgó sus prendas, haciendo girones las telas rojas que lo vestían. Sus labios tardaron menos de dos segundos en volver a recorrer su cuerpo, esta vez regando su pecho con besos húmedos y posesivos. Jimin era suyo y quería que al final de esa noche, todo su cuerpo gritara su nombre.

Solo así, nadie más se atrevería a tocar a su rey.

Su pecho vibró en un gruñido de satisfacción cuando contempló aquella blanca piel con sus marcas. Sus dientes se estaban tatuando sobre el pecho de su rey, sobre sus pezones, junto a su ombligo y más allá sobre cada costilla que sobresalía cada que Jimin daba una bocanada de aire. Yoongi miró más abajo cuando Jimin se contoneó debajo de él y acarició sus curvas antes de dejar caer sus labios una vez más contra la caliente piel.

—¡Oh! Yoon- ah... —murmuró Jimin, sin siquiera poder terminar de hablar, cuando el pelinegro tomó sus muslos, elevándolos sobre sus hombros para tener un mejor acceso de su sensible entrada.

Yoongi lamió y succionó, haciendo que Jimin delirara de placer, hasta ya no ser consciente de los fuertes sonidos que abandonaban su garganta. Sentía que en cualquier momento sus cuerdas vocales se iban a desgarrar, mas nada más que aquellos labios sobre sus pliegues le importaban. Cuando Yoongi al fin lo penetró con dos de sus dedos, Jimin tiró su cabeza hacia atrás y su voz escapó en un grito, amortiguado por su antebrazo. Sus labios no tardaron en comenzar a rogar por más al tiempo que el lobo lo estiraba y acariciaba, sin dejar que su boca abandonara la caliente piel.

Ninguno de los dos supo cómo terminaron en esa situación, pero allí estaban ahora, Yoongi echado sobre la cama de su amo y Jimin sobre él, respirando con esfuerzo al mismo tiempo que contemplaba sus ojos.

—¿Confías en mí? —preguntó el mayor, acariciando suavemente una de las mejillas sonrosadas de su cachorro. Los ojos de Yoongi parecían brillar como dos zafiros en el fondo del mar y Jimin sonrió, entendiendo que ese brillo era su deseo, intentando escapar por sus ojos.

El joven rey ni siquiera esperó por palabras cuando el pelinegro asintió. Una vez más, sus labios volvieron a tomar los del menor en una suave danza, mientras dos de sus dedos se abrían paso en su interior, intentando estirarse a sí mismo. Jimin siseó cuando sintió el escozor que su propia brusquedad le provocó. Supo entonces que quizás dos dedos serían mucho para comenzar y alejó uno, para acariciarse solo con el mayor de sus dígitos.

Jadeó en la boca de Yoongi y el menor se aferró a sus hombros, tragándose sus gemidos cuando aquellos sonidos ya no pudieron ser contenidos. Ambos se miraron con pena cuando el rey soltó un agudo lloriqueo al haber alcanzado algo en su interior y a los segundos ya se encontraron riendo por la vergüenza, rozando sus labios una vez más, mientras las caricias de Yoongi recorrían tímidas el pecho de su amo y sus caderas presionaban impacientes contra el cuerpo caliente sobre él.

—Jimin... —murmuró Yoongi, entre asustado y ansioso, cuando algo blanco comenzó a brotar de su punta. El castaño solo sonrió e hizo que lo mirara de nuevo, besando cada porción de su rostro mientras acomodaba sus piernas a cada lado de los muslos del menor, justo sobre sus caderas.

—No quiero que apartes los ojos de mí, cachorro —demandó el joven rey, viéndolo con la misma intensidad que tan nervioso solía poner al lobo.

Yoongi tuvo que morder sus labios cuando sintió la mano del mayor, acariciar su falo antes de alinearlo con su cuerpo. Lentamente fue descendiendo y ambos jadearon en busca de aire, sintiéndose a punto de desfallecer. Jamás en sus vidas habían sentido algo similar a lo que experimentaban en ese momento. Como el cuerpo de uno parecía estirarse hasta sus límites, aceptando receloso aquella intromisión, mientras que el del otro era estrangulado hasta el punto de sentirse sin aliento.

Tuvieron que quedarse unos segundos inmóviles cuando sus caderas al fin se encontraron. Yoongi le sonrió al otro como si fuera el ser más perfecto en la tierra y el rey acarició las mejillas del menor, anhelando descifrar todo lo que le decían aquellos ojos, que sus labios aún no podían articular.

Yoongi gruñó cuando Jimin movió apenas sus caderas y pronto las sujetó para que el rey permaneciera en su lugar al tiempo que él arremetía con fuerza contra su interior. Jimin gimió ahogadamente y se contoneó sobre la cama, tratando de aferrarse a cualquier cosa que lo hiciera sentirse en la tierra y no en el lugar a donde intentaba arrastrarlo el lobo. Aunque dudaba que existiera el cielo para ellos. Quizás podrían crear el suyo propio. Uno en donde fueran ellos y nadie más. En donde podrían saborear la piel del otro sin que nadie los juzgara.

Jimin todavía no entendía el arrebato de su cachorro, pero aun así lo desafió, queriendo tomar el control, y tiró de los cabellos de Yoongi, exigiéndole ser besado una vez más. El pelinegro cedió, gruñendo sobre sus labios cuando Jimin apretó sus caderas, volviéndose más estrecho a su alrededor. Eso el lobo lo tomó como un claro desafío, y para enseñarle a su rey quien mandaba sobre el otro, separó más sus muslos y embistió duro contra él. Su orificio parecía tragárselo con hambre en cada golpe y cuando más profundo llegaba, más Jimin se deshacía en sí mismo, convirtiéndose en un mar de gemidos.

—Mío —sentenció Yoongi, en voz alta cuando su mente ya no pudo retener aquel deseo. Todo su ser le pedía a gritos dominar a aquel hombre. Marcarlo y volverlo suyo como no lo haría con ningún otro. Llenarlo completamente y grabar su nombre en cada cabello, en cada surco, en cada curva y sobre todo en esos labios que rezaban por él como si fuera un juramento eterno.

—¿Se siente... bien, ca-cachorro? —murmuró Jimin, entre jadeos, percibiendo el tímido asentimiento del pelinegro que acariciaba dulcemente sus caderas, mientras él subía y bajaba sobre su dureza. Jimin no sabía si acelerar sus movimientos o dejar que continuaran siendo lentos y tortuosos, solo para poder seguir contemplando la excitante expresión del pelinegro. Sabía que él no era el único disfrutando de los roces. Yoongi también. Sus ojos que batallaban con cerrarse, se lo confirmaban —. Ayúdame, cachorro —pidió entonces, cuando sus muslos comenzaron a cansarse.

Tomando las manos de Yoongi, Jimin entrelazó apenas sus dedos y las llevó hasta sus glúteos, donde lo hizo presionar más fuerte, para que lo ayudara a subir y bajar. Cuando Yoongi comprendió el pedido de su rey, se irguió en la cama, quedando sentado con el castaño encima y se aferró mejor a su piel, comenzando a golpear hacia arriba, sintiéndose en las puertas del paraíso.

Jimin no tardó en tirar su cabeza hacia atrás cuando Yoongi llegó más profundo y el pelinegro se pegó todavía más al cuerpo del mayor, reposando su frente en uno de sus hombros cuando el castaño apretó alrededor de su eje.

—Algo... Jimin... quiere salir... —murmuró entonces Yoongi al sentir su vientre comenzar a hormiguear. La sensación era muy distinta al querer orinar, así que supo que no se trataba de eso. Era algo peor. Sí, peor, porque sentía que su cuerpo estaba a punto de ser consumido por el calor de su amo y en vez de detenerse, sus cadenas empujaron todavía más. Sobre él, Jimin lloriqueó palabras sin sentido al tiempo que le rogaba que no se detuviera.

—Yoon-gi... p-para —gimoteó el mayor, cuando sus caderas comenzaron a doler. Los empujes del lobo eran cada vez más bruscos y profundos, haciendo que el placer fuera demasiado abrumador para el rey. Sin embargo, la rudeza con la que Yoongi lo estaba tomando, comenzó a causarle cierto temor —. Yoon...

—No, mío —murmuró el pelinegro y entonces Jimin jadeó, perdiendo el aliento cuando sintió unos dientes afilados raspar sus labios. Yoongi lo miró una vez más cuando reposó su frente sobre la del mayor y Jimin sintió su pulso volverse cada vez más acelerado cuando por primera vez fue consciente de aquellos marcados ojos amarillos.

Una vez más, Yoongi lo besó de forma brusca, nublando todos sus sentidos y Jimin se estremeció sintiendo algo similar al miedo cuando el menor acarició su cuello con su nariz.

—Yoongi... cachorro —susurró de nuevo cuando el menor mordió sin mucha fuerza sobre su piel.

—Solo... déjame... hacer esto —murmuró Yoongi en respuesta, todavía empujando duro en el interior del castaño. Sin embargo, cuando abrió su boca para abrazar la tersa piel con sus dientes, Jimin comenzó a forcejear con él, tratando de alejarlo de su cuerpo.

—¡Yoongi, para!

Yoongi se congeló con aquel grito y miró a su amo, encontrándolo desnudo debajo suyo, ambos igual de sudados, notando también su dura excitación en el interior del castaño. Pero algo no estaba bien. Jimin presionaba sus manos temblorosas contra su pecho al mismo tiempo que sus ojos lo veían aterrado.

—¿Qué...? No... —intentó preguntase qué había hecho, pero el pánico que comenzaba a rodearlo ni siquiera le estaba permitiendo respirar con normalidad. ¿Acaso le había hecho daño? El miedo que trajo esa idea lo hizo retroceder, lejos del mayor. Él ni siquiera fue consciente... Por primera vez su lobo lo había empujado en el fondo de su conciencia, tomando el control sobre sus actos.

—Cachorro... —murmuró Jimin, con pena cuando vio lágrimas comenzar a caer de los ojos del otro. Dejando en el olvido su temor momentáneo, gateó hasta el menor y lo envolvió en un fuerte abrazo, a pesar de que Yoongi luchó para que lo soltara.

—No... Jimin no... ¡Te hice daño! —gritó, totalmente alterado y Jimin negó de inmediato, tomando sus mejillas entre sus manos.

—Nada de eso. Solo te perdiste por un momento, pero te detuviste a tiempo —le sonrió, a pesar de que tal gesto no logró convencer al lobo. Yoongi volvió a alejar sus manos, sintiendo que ni siquiera era digno de que el otro lo tocara.

—Temo tanto que algo te pase... Quiero protegerte de todo y... ahora hasta yo puedo lastimarte —murmuró con los ojos azules totalmente acuosos.

Sin rendirse, Jimin lo atrajo de nuevo y besó sus mejillas, llevándose cada una de sus lágrimas, y luego besó sobre sus parpados antes de atraerlo por completo a su cuerpo, logrando que ambos quedaran recostados en la cama. Sus brazos poco a poco comenzaron a calmar los nervios del pelinegro, hasta volver a ser un cachorro necesitado de cariño.

—Sé que eso jamás pasará, Yoongi. Todos podrán lastimarme en esta vida, menos tú —murmuró Jimin, dejando castos besos sobre uno de los hombros del menor. Sus manos todavía continuaban dibujando círculos en la espalda del otro, hasta que poco a poco sintió el abrazo ser correspondido.

—No quiero que nada te pase —confesó el lobo cuando ya se hubo calmado —. No quiero que nadie te aleje de mi lado.

—Y nadie lo hará —afirmó el rey, alejándose apenas solo para poder besar los finos labios del otro —. Yo también le temo al futuro, cachorro. pero estaremos bien. No permitiré que absolutamente nadie te aparte de mi lado —sonrió de forma tenue cuando Yoongi al fin lo miró —, ni siquiera tu lobo rabioso que parece ser muy posesivo.

—Lo siento —susurró Yoongi y Jimin rio, llenando su rostro de besos una vez más.

—Olvidemos lo que pasó y solo hazme el amor —pidió el rey, haciendo estremecer la piel de su cachorro al deslizar uno de sus dedos por su espalda, justo hasta donde ésta pierde su nombre —. Solo tenle algo de compasión a mis caderas esta vez.

Yoongi lo miró apenado, pero Jimin ni siquiera le permitió volver a disculparse cuando sus labios ya estaban tomando presos los del menor. No iba a permitir que nada ni nadie dibujara una triste mueca en el rostro de su cachorro. Ni siquiera su propio lado salvaje. 

Para los que querían leer la primera vez de esta pareja 🤭 

Espero se haya logrado entender los saltos en el tiempo entre pasado y presente, y entre el Yoongi suavecito y el salvaje. 


Nina Glastor🖤

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