⚜Capítulo I⚜
—Su alteza, es hora de despertar —susurró la pobre alma inocente que le había tocado despertar al rey ese día. Todos sabían que su alteza tenía un pésimo despertar, por lo que entre los sirvientes a su disposición, luchaban en las mañanas para no tener que despertarlo.
Misteriosamente, ese día no fue así. A veces tenían la dicha de que el rey despertara con una encantadora sonrisa en sus labios. Jisoo lo agradeció infinitamente y corrió a abrir las cortinas en cuanto su rey se sentó en la enorme cama y apuntó los ventanales, queriendo algo de luz en sus aposentos. Dos doncellas corrieron hasta las cortinas, otras dos lo ayudaron a salir de la cama, quitando mantas y telas, y la que lo había despertado, rodeó la gran cama para despertar al gran perro que todavía dormitaba en su almohadón junto a la chimenea. Luego de quitar las sábanas de la cama, las doncellas asistieron al rey para ayudarlo a lavarse y vestirse. A esas alturas ninguna sentía pudor. Estaban tan acostumbradas a la desnudes del hombre, que realizaron su tarea casi de forma mecánica.
Al estar listo, el rey se giró sobre sus pies, buscando a alguien con quien no podría comenzar su mañana sin desearle los buenos días y Jimin sonrió cuando él ya estuvo sentado en sus patas traseras, con un cambio de correa, ese día con una con incrustaciones de diamantes.
—Buenos días, Yoongi —sonrió con picardía cuando el canino ladró y meneó su rabo.
Estirando su mano, el gran animal se acercó a él y lo tomó de la correa para comenzar el día. Como cada viernes, el Concejo ya esperaba a su rey para comunicar el informe diario de los movimientos que se realizaron en el reino hasta la fecha. Goguryeo, al ser uno de los tres reinos que compartía territorio con Shilla y Baekje, dominios de sus hermanos mayores, los reyes Kim Seokjin y Kim Taehyung. Al ser el de mayor extensión, debía llevar un delicado control de sus transacciones e inversiones, teniendo en cuenta que muchos solo recurrían al rey Park por dinero, para al final huir de sus fronteras.
—Se abre la sesión —anunció Jimin, una vez ocupó su lugar en la punta de aquella larga mesa. Al ver la tenue sonrisa del rey, muchos se miraron, coincidiendo que quizás era mejor comenzar con las malas noticias, aprovechando esa extraña alegría que el monarca liberaba por sus poros.
—Mi señor —tomó la palabra el duque Shin, un hombre de rostro amable y mejillas rellenas —. Ayer se reunieron las contribuciones semanales y dos feudos insistieron en que no podrían completar la paga sin dejar sin comer a sus empleados. Choi investigó a los hombres y descubrimos que están invirtiendo en dinero en los muelles de Shilla desde hace un mes.
Jimin escuchaba todo aburrido, mientras observaba a su cachorro, mirar por el ventanal de la sala, meneando su cola mientras veía a un pajarillo, hacerle burlas desde el exterior.
—¿Tengo que recordarle lo que hacemos en esos casos, duque Shin? —el hombre negó cuando Jimin lo miró —. No me importa que hayan sido grandes contribuyentes. Mátalos y reubica a sus hombres con otros o aquí en el palacio.
—Sí, su alteza —respondió el hombre, mientras ya se encontraba escribiendo el mandato del rey para entregárselo al centinela que custodiaba las puertas.
—Mi señor, también tenemos información de que el rey de Shilla ha estado metiendo sus narices en nuestras fronteras —habló ahora un anciano, y Jimin siseó con molestia —. Solo son rumores, su alteza, pero entre los habitantes se dice que caballeros, con el escudo del reino vecino, han estado entrando sin permiso. Todavía no logramos descubrir lo que planean.
—Tocarme las pelotas —murmuró Jimin, como si le respondiera al hombre y cruzó sus dedos sobre su regazo mientras pensaba qué es lo que estaría planeando su adorado hermanastro Taehyung —. Quiero que descubran cuanto antes los planes de Kim y me lo comuniquen. Si de nuevo ese bastardo está queriendo tomar mi territorio, descubrirá todo lo que soy capaz de hacer.
Más de uno en esa mesa tragó duro y asintió sin rechistar cuando el rey se pudo de pie, anunciando el fin de la reunión. Su mañana había iniciado tan bien, que Jimin no podía creer que la simple mención de su segundo hermano lo pusiera de malhumor.
Cuando vio a su amo moverse, Yoongi trotó rápidamente para llegar a su lado. Un leve gruñido se formó en su pecho cuando vio el ceño fruncido del rey, pero toda molestia se disipó cuando sintió que le quitaban la correa.
—Anda, cachorro. Sé que querías salir —Jimin le sonrió, indicando la plaza central que era rodeada por el inmenso palacio de Park. Los ojos de Yoongi no tardaron en brillar ahora sí, sería capaz de atrapar a esos pajarillos que se mofaban de él tras el cristal. Su instinto lobuno a veces podía más que él así que fue feliz por unos segundos, correteando a las aves. Al menos hasta que sus ojos se volvieron a encontrar con aquella suave mirada que le dedicaba el rey.
De nuevo correteó para echarse a su lado. Jimin negó divertido, mientras, frente a ellos, las damiselas preparaban todo para que su alteza pudiera sentarse a la sombra a beber té. Yoongi podía ver como algo seguía molestando a Jimin y, de hecho, estaba en lo correcto. Desde la reunión que había finalizado antes de tiempo, el monarca de melena castaña y rizada, no había dejado de pensar en su familia, sus hermanos que tanto lo odiaban y en si ya era momento de arrebatarles aquello que su padre les cedió solo por amabilidad. Ellos ni siquiera eran los hijos legítimos del anterior rey de Goguryeo, pero, aun así, siempre codiciaron todo lo que, por ley, a él le correspondía. Incluso ambos hermanos llegaron a casarse a una edad temprana solo para que su padre les cediera una parte del inmenso territorio que poseía.
Jimin dejó todos sus pensamientos de lado cuando una pata reposó en sus muslos. Ni siquiera se dio cuenta cuando ya estuvo sentado bajo la galería, con una taza de té de vainilla y miel en las manos. Sonrió de lado cuando ahora unos ojos de cachorro lo observaban analíticos. Todavía recordaba cuando aquellos orbes lo miraron por primera vez. Su difunto padre se lo obsequió cuando apenas era un niño, creyendo que era un lobo más de aquella manada que habían cazado en las montañas. Que equivocado estaba.
La primera vez que Yoongi cambió, Jimin tenía quince quizás. Su padre estaba en su lecho de muerte y él estaba desolado, pensando que si su padre moría no sería capaz de gobernar como era debido. Esa noche, en su cama, unos brazos lo rodearon para darle apoyo y ásperas manos secaron sus lágrimas antes de dejar un beso sobre cada mejilla. Por instinto pensó en gritar, pero todo alarido murió en su pecho cuando reconoció esos ojos azules.
—¿Cachorro? —la respuesta a su pregunta fue una corta lamina en su mejilla. Un joven pelinegro, de casi su misma edad, quizás menor por dos años, le había dado una maldita lamida. Rio histéricamente cuando pensó que se había vuelto loco. Sin embargo, su juicio se sintió a salvo cuando Yoongi continuó cambiando cada noche para abrazarlo mientras él lloraba.
Otro golpeteo en su muslo lo hizo mirar al lobo que parecía decirle todo con una simple mirada. Entonces, de un segundo a otro, ya no era un lobo lo que tenía a su lado, sino a un joven, completamente desnudo, conservando el único elemento que jamás lo abandonaba a menos que su rey así lo quisiera, el bozal.
Las doncellas, que siempre estaban preparadas para los cambios de Yoongi, corrieron con prendas en las manos para cubrir la desnudez del joven que no hacía más que observar a su amo con intensidad. Tal como en las noches.
—Al menos deberías cambiar dentro del palacio para no hacerlas correr con tus prendas —lo regañó el rey, queriendo esquivar esa mirada que tanto revolucionaba a su cuerpo.
Las sirvientas hicieron una corta reverencia cuando terminaron con su labor y se retiraron, dejando solo al rey con su fiel escolta.
—¿Qué es lo que tanto te preocupa? —preguntó Yoongi en cambio, cuando ya fue capaz de sentarse sobre una de las sillas restantes. Era sorprendente para muchos como ya hablaba correctamente el idioma a pesar de aprenderlo en su adolescencia.
Jimin contempló su té por unos cortos segundos antes de observar al joven que jugaba con una pequeña florecilla amarilla en sus manos.
—Papá te encontró en las fronteras del sur, en los límites con Shilla.
—Sí, pero también toda mi manada fue asesinada. Si lo que te preocupa es que tu hermano esté buscando a otro como yo...
—Lo siento —murmuró el rey y Yoongi lo miró. Siempre que aquel tema volvía a flote, Jimin recordaba la forma en que había obtenido a Yoongi.
Los lobos siempre habían sido cazados para obtener pieles que les fueran útiles en el invierno. Todavía a sus veintisiete años se preguntaba qué hubiera pasado si Yoongi no hubiera sido un cachorro en ese entonces. Quizás ahora no estaría a su lado.
Volvió a mirar al joven de cabellos negruzcos cuando sitió un suave toque es sus rizos. Vio a Yoongi sonreír luego de dejar la flor enganchada tras su oreja y sintió un leve toque en su mandíbula que lo hizo estremecer. Sus ojos no pudieron evitar buscar junto a ellos, para saber si alguien los observaba, pero como era sabido, nadie tenía permitido inmiscuirse en las charlas personales del rey.
—Todo estará bien, Jimin —le susurró Yoongi, tomando una de sus manos para trasmitirle algo de calma —. Pase lo que pase, siempre me tendrás. Y yo jamás dejaré que nadie toque siquiera un rizo de su cabeza.
El rey sonrió, confiando fielmente en esas palabras.
¿Qué tal les va pareciendo la historia?👀
Nina Glastor🖤
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