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XXXVIII - Calor & Amor

Jonathan leyó la nota de Michael y aquello que estaba escrito le hizo feliz.
El tan sólo pensar en un futuro con él consiguió levantarle el ánimo, tenía confianza en el futuro que formarían los dos.

April lo dejo sólo, iría a hacer espacio a la sala, arreglaría un lugar para la urna con las cenizas de su nuera.

El contador aspiró el aroma de las rosas, sintiendo ésa fragancia emanar, logrando que la habitación mantuviera la esencia de las rosas.
Separó las rosas, dejo unas en su habitación, otras las llevo a la cocina, le puso unas a Cherry en su habitación, igual que en la habitación de su madre, también guardo unas para Lucía.
Otras de ellas las dejo dispersas en la cama, quería hacer algo con ellas.

Después de mucho rondar por la casa, saco la urna de su habitación, la puso en la sala, colocó una foto de su difunta esposa, y le puso un par de las rosas que Michael le había regalado.
No sabía el por qué, pero se sentía demasiado en paz, creía que el tema de sacar la urna con las cenizas de su esposa sería más complicado.

Y una parte de él se sentía culpable.

Mientras que April volvió a dejarle en su habitación las cosas que Michael le había obsequiado a él.

Era hora de llenar su espacio con cosas de su pareja.

La noche cayó, era lo suficientemente tarde como para llamar a su novio, estos días le había entregado demasiado e imaginaba que estaría ocupado poniéndose al día con alguno de los casos de la firma en la que trabajaba.
Ya que le había comentado por mensaje que estaría revisando unos casos de Patrick y le contó lo decaído que estaba, entonces su labor de trabajo aumentó aunque él no lo hubiera previsto.

Antes de que Michael se durmiera, le dijo por teléfono lo mucho que lo quería, e igual Jonathan hizo lo mismo.
Hoy había tenido suficiente de su pareja y no sé atrevía a pedirle nada más.

Le bastaba saber que pensaba seguido en él.

El contador fue a darse un baño de burbujas, preparó la tina, esparcio pétalos de rosa en el agua y dejo un par de ellas sueltas.
Traía consigo la caja en la que conservaba la corbata de Michael.

Se mantuvo en el agua, percibiendo el aroma de las rosas, después recordó las veces en las que estuvo a punto de dejarse llevar por su ahora novio.
Recordaba los momentos en los que lo acaricio, en los que paso sus manos por debajo de su camisa, tenía en mente ésos suspiros provenientes de él cada que lo tocaba, tenía aún presente el aroma de su piel, todo.

Incluidos sus besos.

Sacó la corbata de su caja y comenzó a aspirar su aroma, la fragancia inconfundible de Michael.
Ése aroma a agua marina mezclado con su aroma propio estaba tan presente, recordaba lo bien que se veía con ésa corbata puesta.

Le fue imposible seguir pensando, únicamente se centro en pasar la prenda por su rostro, haciéndola bajar por su cuello, decendiendola hasta abajo, no importaba que perdiera el aroma de él, le quitaría otra corbata cuando lo viera.
Se concentró en pasarla por todo su cuerpo, mientras volvía a pensar en él, recordándolo movió sus manos, recorriendo la corbata azul por su cuerpo, sintiendo lo mismo igual que la primera vez que lo besó y lo toco.
Era demasiado difícil no amarlo, no desearlo, sin duda... totalmente complicado.

Continúo con el recorrido, imaginando que lo tenía junto a él en estos momentos.
Suspiro pesadamente, mordió sus labios para no lanzar sonidos, no quería que nadie lo escuchará.
Debía de ser precavido, sobre todo ser silencioso, aunque le era imposible no estar agitado por los movimientos que cada vez se hacían más rápidos.
El agua fría no evitaba que sintiera su cuerpo arder, ni siquiera la prenda del hombre que amaba se asemejaba a tenerlo a él por debajo.

Sólo lo necesitaba a él.

Quería sentirlo.

Y hacerlo suyo.

Era media noche, no podía continuar en la tina, por lo que salió de ella, fue directamente hasta su cama, no sin antes sacar aquél abrigo del armario, el cual que le pertenencia a Michael.

Alejo la culpa y siguió haciendo lo mismo que en la tina, solamente que esta vez sintiendo la tela del abrigo encima, pasando la corbata por cada centímetro de su piel, deseando sentir mucho más, apoyándose solamente en el recuerdo del abogado.
Después se apoyó en lo habitual, usar una de sus manos, queriendo que fueran las de su habitual acompañante.
Tenía tantas ganas de decir su nombre en la prenumbra de la noche, pero simplemente se contuvo, callo su voz, y se enfocó solamente en lo que tenía en mente.

Quería gritar y decir su nombre, lo único que pudo hacer fue aferrarse a las prendas que poseía de él.

Abrió su boca por un momento, llevó una de sus almohadas a su rostro para tratar de ahogar un sonido estruendoso.

Llegó al clímax, arqueo su espalda, mordió sus labios y termino.

Manchando todo a su paso.

Trato de recobrar la respiración, en lo que mantenía el abrigo de Michael encima, cubriendo su desnudez.

La sensación de plenitud lo hizo temblar, una sensación de vergüenza pasó por su mente, más al sentir lo mojado de la corbata azul.
Solamente esperaba que su novio jamás se la pidiera de vuelta.

Ahora no importaba, lo había hecho y ya esta.
Llevó una de sus manos a su cabeza, dejo la corbata entre sus piernas, tomó una de las rosas y volvió a pensar en el abogado.

Esta noche Jonathan dormiría pensando en Michael, abrazaría su abrigo para sentir que estaba a su lado.
Buscando reconfortarse con el mismo calor que el de anoche.
Las noches le sabían fatal, por qué sentía tanto frío, ocupaba sentir el calor del cuerpo de su novio con él.

Quería amarlo durante toda una noche.

Éso era lo único que Jonathan Bettley quería, calor y amor.

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