XXXVII - Soltando
Estuvieron juntos un rato en el restaurante, después se fueron al coche, habían pasado varios minutos sumidos en la misma rutina de besos.
Más ahora que finalmente Jonathan había aceptado estar con Michael de forma permanente.
Aunque aún quedaba el tema de la madre de su ahora novio, realmente quería conocerla.
Si no fuera su relación tan poco convencional, habría ido a hablar con ella desde antes de ofrecerle a su hijo una relación formal, sólo que no quería asustar a Cherry con su presencia.
Sabía lo importante que era para su ahora pareja, el tema de su hija.
Michael conducio de vuelta al trabajo de Jonathan, posteriormente se despidieron con un beso.
En medio de decirse que se querían y que esperaban volver a verse.
Así era como últimamente llevaban su relación.
La tarde que le esperaba al contador era agitada, pero si quería hacer pasar a su novio a la casa, debía de comenzar a empezar a soltar el pasado.
Comenzando por hacerse a la idea de que Michael Spencer era su actual pareja y con la que quería ser feliz.
Estuvo pensando en él por el resto de su turno y también en las clases de música particulares.
Ahí se estaba perfeccionando para poder tocarle las canciones que tanto quería dedicarle.
No era tanto por qué no pudiera prácticar en casa, era más que nada por que a Cherry particularmente los sonidos musicales no le agradaban, especialmente el saxofón.
Muchas veces creyó que él tocaba lo suficientemente mal, pero no era así, solamente a Cherry no le agradaba que tocará el saxofón en casa, el sonido era demasiado estrenduoso para ella.
Recordaba también que Lucía tenía el mismo problema, no lo decía, pero sabía que odiaba el sonido, lo notaba por su sonrisa incómoda.
Aún así sabía que ella lo quería.
Y por quererla también, él dejo de tocar el saxofón, luego pasó lo mismo con su hija, pero con el festival para salvar el Instituto Alexandria volvió a tocar el saxofón.
Ahí fue dónde vió por primera vez a Michael, él lo escucho tocar y parecía no molestarle.
Esperaba que no le molestará que le dedicará canciones.
Llegó a casa, saludo a Cherry y a su madre, después los tres se dirigieron a su habitación.
Empezó a hablarle a su hija de Lucía, le mostró las fotografías que poseía, también le contó historias sobre ella.
Fue difícil al principio, por qué Cherry le preguntaba por cada foto que le llamaba la atención.
Después vino la parte de entregarle algunas cosas de Lucía, específicamente sus cosas personales, todas ésas cosas que le recordaban a ella.
Los broches para el cabello fueron lo primero que le dió, exceptuando uno plateado, el que portó Lucía el día que se casó con ella.
Al principio vatayo para explicarle, pero después Cherry pareció entenderle.
—Sí, es tuyo también, pero por ahora tu abuela lo guardará, solamente será usado en ocasiones muy especiales.
Tu mamá lo uso el día que nos casamos, es algo que quiero que poseas por muchos años.
Úsalo en graduaciones, en momentos importantes, quién sabe, tal vez dure lo suficiente para que lo uses siendo mayor. Tu propia boda tal vez.
—No quiero casarme —afirmó para después abrazarlo—.
—Te lo recordaré el día que venga algún hombre a pedirme tu mano.
Pero si no quieres hacerlo, usa el broche en otros momentos, cuando necesites sentir a tu mamá cerca.
Cherry señaló a su abuela, la veía como madre aunque no lo fuera.
Aún después de ello, Jonathan quería que tuviera presente a Lucía, pero no la culpaba del todo por qué creció sin ella, y su madre April de algún modo le ayudaba a criar a Cherry.
Era natural que la viera como madre, después de todo era ella quién iba cada diez de mayo a verla en la escuela, y era quien más presente estaba en sus vidas, entre otras cosas.
Más de alguna vez la llamo «má, mami o mamá», aunque fuera su abuela, sin embargo no sé atrevía a regañarla por ello.
Le era imposible ir en contra de los sentimientos de su hija, pero se esforzaria por recordar a Lucía por ella, estando listo para que algún día le preguntará cualquier cosa.
A determinada hora Cherry le pidió a su abuela que la cargará, era hora de ir a tomar una siesta.
Y Jonathan aún no terminaba de empaquetar las cosas de Lucía, miró a su madre con una mirada de aprobación, podía llevársela a dormir.
Mientras tanto el contador comenzó a bajar las cajas dónde empaco las pertenencias de su difunta esposa, llevándolas hacía el sótano.
Cada una de las cosas de Lucía estaban empacadas de forma correcta, evitando que se dañarán con el tiempo.
Lo más difícil fue sacar la urna del cuarto, cerró la puerta de su habitación, se sentó en la cama y trato de hablarle, aunque era probable que ella no lo escuchará.
—Hago lo mejor que puedo, Lucy.
Durante estos años he dado lo mejor de mí, a veces no es suficiente.
Y tengo miedo la mayor parte del tiempo de hacer algo que lastime a Cherry, a veces no sé que decirle.
Me duele verla llorar cada año que vienen tus padres, siempre es la misma discusión de todos los años.
No he tomado el valor de decirles algo, por miedo de lastimarte a ti.
Ayúdame con éso, hazles entender que dejen tus pertenencias para la niña, ella merece saber de ti, tal vez no le importe mucho ahora, pero sé que en algún momento querrá saber acerca de ti.
Lucía, odio tener que esconder a Cherry de tus padres, ella es tan inteligente, igual qué tú, sabe cuándo ellos vendrán y llora conmigo por qué odia escuchar gritos en casa.
Es una niña tan tranquila, no sabe lidiar con los ruidos fuertes, es bastante sensible.
Lucy no sé cómo tratar a tus padres, te juro que no lo sé, ya van cinco años con lo mismo.
Y no quiero imaginar cuando se enteren que he iniciado algo con otra persona, durante estas fechas trato de estar sólo, pero no puedo seguir así.
Lucía... cariño, por favor, necesito que me ayudes.
Le fue inevitable llorar, tenía miedo, no por él, si no por su hija.
Escucho el sonido de la puerta, por lo que limpió sus lágrimas y le abrió a su madre.
April traía unas rosas que le habían traído a él, Jonathan talló sus ojos, después miro a sus madre con confusión.
—¡Mirá que bonitas son, cielo! Creo saber de quién son, ve la nota, que yo no puedo verla.
—Son bastante bonitas.
April espero un momento en lo que Jonathan tomaba la nota y le ayudaba a dejar el ramo sobre la cama.
Luego sonrió al ver la firma en la nota, conocía ésa letra, era la de Michael.
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