XXXI - Intentando
Michael tenía a Jonathan tomado de las manos, dándole de vez en cuando suaves besos, acariciando su mejilla, quería lograr que él se sintiera mejor que nunca.
Deseaba hacerle saber que estaría cuidando de él.
—Jon, no estarás sólo, la verdad es que no sé como podré ayudarte, pero daré lo mejor de mí para reducir tus preocupaciones.
Voy a estar contigo las veces que me necesites, te apoyaré en todo.
—Gracias, te agradezco que lo estés intentando, significa mucho para mí.
Siempre creí que al saber todo te marcharías, me alegra saber que no es así.
Quiero intentar todo contigo, ver la forma de hacer que esto funcione.
—Comencemos por la estabilidad de tú hija, partamos da ahí, platicame sobre ella. Cuéntame lo que le gusta.
El abogado escucho de forma atenta al hombre de ojos color avellana, le agradaba verlo relajado.
Su rostro cambiaba cada que hablaba de su hija, Jonathan le contó acerca del gusto de Cherry por los osos y últimamente los unicornios.
También le confesó la forma en la que su madre le había ayudado a contarle sobre él, y lo emocionado que estaba por juntarlos a todos.
—Como verás cielo, deberás aprender sobre unicornios, o soportar ver My Little Pony con Cherry.
En casa no sé toca otro canal que no sea infantil, a veces creo que odio a Twilight, entre otros personajes.
También no puede dormir sin un cuento, se niega a dormir sin escuchar alguno y he tenido que inventar varios, lo difícil es mantener la trama, pero Cherry tiene buena memoria, a veces ella me corrige, no es la clase de niña que se queda callada, le gusta hablar todo el tiempo y preguntar por todo.
—Suena bastante dulce, estoy seguro de que puedo adaptarme.
Seguido de ello Michael sacó la billetera, a lo que Jonathan se negó.
—He pagado ya, te conozco lo suficiente para saber que no permitiriás que pagará por ti.
Déjame hacer cosas por ti también, quiero que ambos nos complementemos y vivamos experiencias juntos.
—De acuerdo, cariño.
Ambos salieron del lugar, fueron directo hacía el coche, Jonathan no pudo evitar jalar a Michael a la parte trasera del auto.
Era algo difícil querer controlar ésos impulsos, le gustaba perderse en su aroma corporal.
Inevitable no quererlo llenar de besos, o tan simplemente tocarlo a él.
Estaba cada vez más deseoso de más, deseaba hacerlo suyo totalmente.
Jonathan siempre terminaba con la respiración cortada luego de una sesión de besos, sin embargo al acabar Michael lo miraba con una sonrisa, se mantenía tan tranquilo.
Le era fácil mantener la compostura, hacía hasta lo imposible por ayudarle a recobrarse, acariciando su espalda y su cabello, invitándolo a iniciar de nuevo.
—Quiéreme, se mío tal como dijiste que lo serías en ésa carta.
—Ya te quiero, Jon. Y evidentemente soy tuyo, lo juro.
—Oh, Michael si supieras la adrenalina que generas en mí, si tan sólo pudieras ver lo que siento al tocarte y al besarte.
No sé que haré si esto no funciona, no me veo besando otros labios que no sean los tuyos, no me veo con nadie que no seas tú.
Estoy siendo jodidamente obsesivo contigo, te quiero Michael, quiero verte en mi cama al despertar, necesito tenerte más tiempo, siento que nunca es suficiente, siempre quiero más de ti.
—Me tienes cariño, no me iré, pase lo que pase estaré contigo, no tienes nada de que temer, lo prometo.
Bésame todo lo que quieras, tócame hasta saciarte, quiéreme tanto como deseas, que haré lo mismo también.
Estoy aquí, siendo tuyo, correspondiendote, amándote, demostrandote que podremos lograrlo.
Lo haremos bien, haremos que funcione.
—Sé que lo nuestro no fue una casualidad, también sé que no es convencional, pero no me importa, me gustas tú, me gustas demasiado.
Te quiero a ti en mi vida, quiero que seas tú, sólo tú.
Michael no le dijo más, solamente le correspondió con un beso, buscando transmitirle seguridad.
Lo escucho carraspear en medio del beso, mientras mantenía sus manos dentro de su camisa.
Era algo común en Jonathan, ésos sonidos involuntarios cuando lo besaba, le resultaba adorable.
No hablaba, pero podía escucharlo levemente, eran sonidos especiales que salían de su boca, por ello procuraba calmarlo con suaves caricias.
—Querido, tienes que llevarme a la oficina, continuamos después.
—Lo sé, siento haberme dejado llevar, creo que te arruine la camisa.
—No, no lo hiciste, descuida, puedo volverla a acomodar.
—Michael, cuando estoy contigo no sé quién soy, me olvidó de todo, del tiempo especialmente.
Me cuesta tanto dejarte, te extraño la mayor parte del tiempo.
—Sentimos lo mismo —le respondió con calidez mientras entrelazaba sus dedos entre su cabello—, te extraño también, mí parte favorita del día es cuando hablo contigo por las mañanas.
Ahora debemos irnos, cuadra tu agenda y me dices cuando puedo conocer a Cherry y también dile a tu madre que quiero conocerla, estaré feliz de verlas a las dos.
—Lo haré.
El abogado le sonrió y bajo de sus piernas, después se acomodo la camisa para volver a ponerse el saco de vuelta, mientras su acompañante paso a la parte delantera del auto.
Spencer tenía una asesoría justo a las 03:30, no podía demorar más por mucho que lo quisiera.
A medida que avanzaban en el camino, tomaba de vez en cuando las manos del contador, le gustaba estar así con él, tomados de las manos.
Ahora que estaba como copiloto podía apreciarlo más a él, adoraba sus ojos, por qué cambiaban con la luz, era tan camaleónico, y que decir de su sonrisa.
Jonathan era la más bonita casualidad en medio de todo el desastre de estos últimos meses.
Y no quería perderlo.
Al llegar al lugar dónde trabajaba el abogado, ambos se despidieron con un beso.
Para los dos era inevitable no sentir ésa sensación de vacío, no querían despedirse, pero debían hacerlo.
Michael fue el primero en hablar.
—Estoy enamorado de ti, no lo olvides.
—Ni tú. Recuerda llamarme.
—Adiós, cariño.
Un último beso, la imágen del abogado al entrar a las instalaciones, era hora de partir y regresar a su lugar de trabajo.
Jonathan había conseguido lo que quería.
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