XXX - El Odiarte
Michael invito a Jonathan a pasar, el hombre de ojos color avellana se sentía cómodo estando ahí, el aroma del lugar era el del abogado.
No podía estar más en paz, observó cada parte, los diplomas a su nombre, su silla con el saco reposando ahí, paso una de sus manos sobre el, la textura era tan suave.
Lo que más le agradaba del hombre a su lado era que podía estar en silencio con él, podría estar así todo el día, solamente abrazado a él, sintiendo su aroma, su calor corporal, le haría feliz vivir así.
Tomó algo de valor, jalo al abogado de su corbata y lo atrajo hacía él para besarlo, adoraba a ése hombre.
—Vámonos, esta vez yo te invitaré.
—¿A dónde iremos?
—A dónde sea, con tal de pasar tiempo contigo.
Michael tomó su saco y se lo puso devuelta, Jonathan le ayudo, luego acomodó su corbata, se veía bien, tan bien como siempre.
Le era inevitable sentirse indigno de un chico como él, pero a Spencer parecía no importale, lo quería igual.
Lo supo en el momento que quiso entrelazar sus manos con las de él, no le importaba su alrededor.
Michael lo hacía sentir especial, por éso era que estaba tan enamorado.
En cuanto Andrés, había escuchado los rumores, uno de los socios de la firma estaba saliendo con un chico.
Sonrió divertido al saber que se trataba de Michael, tenía que ver al chico con sus propios ojos.
Había estado practicando un par de frases, sabía que decir al ver a Spencer.
Permaneció en la puerta, sería el primero en verlos salir, luego sintió que alguien lo jalo.
Patrick, era él, tomándolo del brazo y llevándolo lejos.
—Sabía que estarías aquí, no te permitiré arruinarle el día a Michael.
—¡No me toques! Quita tus sucias manos de mí, eres un canalla, Riley.
—Sí, soy un canalla, un perdedor, indigno, insulso, dime ¿Qué más?
—¡Te odio!
—El sentimiento es mutuo, felicitaciones a nosotros dos, por primera vez en seis años estamos de acuerdo en algo.
Quédate en tú oficina y trabaja, no pierdas el tiempo, no me obligues a correr hacía ti.
No me importa si tengo que cargarte o arrastrarte por toda la oficina.
—Cuida tus palabras —advirtio con frialdad—, no me des motivos para ponerte una órden de restricción por acoso.
—Házlo, le pediré a Michael que haga lo mismo, montaré un caso en tú contra si tengo que hacerlo.
—Sabes que no me ganarías, no podrías.
—Ponme a prueba, a mí no me importan los escándalos.
Me conoces, sabes que no tengo pudor, me da igual todo.
—Sinvergüenza como siempre.
—Camina.
Andrés levantó sus manos, después se giro y se marchó por su cuenta.
Era difícil lidiar con él, bastante complicado, Patrick siempre había querido la frialdad de Michael.
Su colega era sumamente tranquilo con el tema de Andrés, lo trataba con indiferencia o preferia directamente no confrontarlo.
Y a él lo sacaba de sus casillas, seis años aguantandolo, Riley no sabía por qué no conseguía otro sitio en dónde trabajar.
Estaba cansado de todos ellos, no lidiaria más con esto.
En cuanto a Michael & Jonathan habían podido salir sin complicaciones, sin embargo el abogado pudo notar la confrontación de Patrick con Andrés, después le preguntaría el por qué había sido.
Sabía que él no era el único con quién Carnaghi tenía problemas.
Por ahora dejaría el tema atrás, debía hacerlo, sólo que no podía evitar sentirse mal, Patrick había estado pendiente de él y no sé tomó la molestia de responderle o mandar tan siquiera un mensaje.
Los dos llegaron al mismo sitio al que había ido con Patrick en aquella ocasión, estaba cerca de la oficina y Michael se había quedado con las ganas de que Jonathan pasará ese día.
El contador dejo pagado todo antes, no quería que su chico pagará algo, esta vez quería ser él quién lo hiciera sentir especial.
—Quería contarte que hable con Cherry esta mañana, esta de acuerdo en conocerte.
Aún no le cuento sobre que estamos saliendo, sólo sabe que estarás en mi vida.
—Me parece bien querido, nada más dime el día que te parezca bien que nos reunamos.
Sirve que aprovecho a presentarme con tú madre.
—Estaba pensando en que fuéramos al parque, un lugar abierto para que Cherry no sienta presión.
No tiene recuerdos muy gratos de personas externas visitándonos, sólo vienen a verla sus abuelos maternos, pero tendemos a discutir cada año.
Entonces aquello le genera bastante estrés, mi madre tiene que sacarla de casa o encerrarse con ella en lo que hablo con mis ex suegros.
—Pero ¿Cuál es el problema qué desencadena la discusión?
—Amor es un tema complicado, no quiero que gastemos tiempo hablando de mí, ni de la familia de mi difunta esposa.
—Nos estamos conociendo ¿No es así cariño? Tú y yo debemos saber cosas del otro, es parte de, más si queremos una relación estable a futuro.
—Uff, por dónde empezar, mis padres son estadunidenses, solían viajar mucho, en una de ésas salidas se enamoraron de esta cuidad, vivi la gran parte de mi vida aquí en Italia.
Sólo que escuchas como es la otra parte del continente y crees que es mejor que lo que tienes, creí que tendría una mejor educación allá en un primer mundo, además quería conocer mis origenes, hablé con mis padres, me fui a estudiar la universidad a Louisville, en Kentucky, Estados Unidos, ahí conocí a Lucía, la madre de Cherry.
Salimos durante tres años, nos casamos, tuvimos a nuestra hija, Lucía murió cuando Cherry tenía un año, y cuando éso paso, no sentí que algo más me atara a Estados Unidos.
Me dí cuenta de lo valioso que es el tiempo, quería pasar tiempo cerca de mí familia, aprovechar a mis padres, y en Louisville estaba sólo.
Tomé a mi hija, las cenizas de mi difunta esposa y regrese a casa, perdí a mi padre al poco tiempo, después fuimos sólo yo y mi madre.
Yo no me arrepiento de regresar, pude disfrutar de la compañía de mi padre en sus últimos días, es algo que valoro mucho.
La disputa con mis suegros es el tema de las cenizas de Lucía, creen que el día que me vuelva a casar me desharé de sus cenizas, no creen que me corresponda conservarlas, ni tampoco las cosas que ella dejo.
No entienden que no puedo entregarles nada —expreso en tono desolador—, quiero esperar a que Cherry crezca y decida que hacer, no le voy a arrebatar la oportunidad de saber acerca de su madre, ni me desharé de sus cosas, todo lo referente a Lucía es de mi hija.
Discutimos cada bendito año el tema, es horrible.
—Desconozco el estatus en el que se casaron, pero casi siempre la ley favorece al cónyuge, tienes el derecho de decidir que hacer con lo que haya dejado tú esposa.
Lo mismo en caso del intestado, el cónyuge tiene derecho a reclamar los bienes basándonos en la sociedad conyugal, un total o 50% de los activos.
Aún así sin testamento, el cónyuge pasa a ser heredero forzoso, no hay forma de ir en contra de ello, más si estuvieron casados por bienes mancomunados.
En caso del tema de herencias hechas por familiares, ahí no te corresponde, no entra como bien conyugal, pero tú hija tiene derecho sobre ello e igual le corresponde una parte de los bienes.
Aunque bueno, varía en cada estado, cada país tiene sus dictámenes.
Y moralmente nadie debería decirte que hacer con lo que dejó tú esposa.
Michael observó el rostro desencajado de su acompañante, por lo que se acercó y lo besó.
Lo único que quería era hacerlo sentir mejor.
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