XVI - Lo Imposible
Jonathan leyó cada línea detenidamente, a medida que avanzaban los días se estaba haciendo inevitable el sentir algo por aquél hombre.
Era tan incorrecto y tan prohibido.
Lo más difícil sin duda era el tema de tener que dar explicaciones, fuera de ello creía que podía lidiar con todo.
Separó unas rosas para la oficina y otras para la casa, quería acordarse de él en todo momento.
Tenía la corbata azul entre sus manos y en la otra una de las rosas blancas, luego salió de ése trance.
Sin duda iba a ser difícil sacarlo de su mente por el resto del día, e igual después de hoy no quería olvidarlo.
Quería recordarlo todas las mañanas, tal y como lo estaba haciendo estos últimos meses.
Escuchando cosas que no entendía la mayor parte del tiempo, oírle decir que era su despertador humano, y sobre todo sabiendo que lo primero que escuchaba al despertar era su voz.
Estaba dispuesto a seguir con ésa rutina con tal de escuchar su respiración, el tono ronco y suave de su voz al despertar.
Y la noción de saber que estaba haciendo con sólo escucharlo del otro lado, conocía los sonidos de la mañana de Michael.
Ahora quería creer que probablemente estaba pensando en él, tomo el celular y llamo.
Escucho aquél sonido del buzón de voz, probablemente estaba teniendo una conversación con algún cliente, sabía que cuando estaba en un caso delicado apagaba el celular.
Lo visualizaba escuchando, Michael tenía un gran sentido de empatía para con sus clientes, tenía ése sentido de justicia que no cualquier abogado poseía, observó la tarjeta con su nombre, era la de su despacho.
Tenía las letras doradas y su nombre en él, no pensó mucho en el tema, solamente sabía que no querría perderla.
Fue al sitio dónde enmicaban las membresías del gimnasio, y la enmarco, quería conservarla.
En cuanto a Michael, trato de hundirse en el trabajo lo más posible, no iba a permitirse ser molestado hoy, ni siquiera por Andrés.
—¿Gris y sin corbata? Spencer.
—No estaré por mucho tiempo aquí, hoy no tengo que recibir a ningún cliente, así que no tengo que guardar las apariencias.
—Spencer, Spencer, vamos no es ninguna sorpresa que no tengas clientes.
—Gracias por estar al pendiente de mí, lo aprecio. Buen día.
Seguido de ello continúo directo a la fotocopiadora, necesitaba darle una copia a un cliente sobre unas actas.
Era extraño como todos lo miraban de abajo hacía arriba, parecía un punto gris en medio de una ola de trajes oscuros.
Tan solamente esperaba que Jonathan hubiera recibido las flores.
Quería pensar que no estaba molesto con él, deseaba hablarle, pero una parte de él sabía que si le llamaba ahora perdería gran parte del día y no avanzaría en su labor, de ahí que apagará el móvil.
Volvió a su oficina, estuvo viendo un punto fijo durante unos minutos, seguía pensando en él.
Por lo que encendió el móvil, después de ello le mando un mensaje, y ahora tocaba apagarlo de nuevo.
«Aún tengo tus besos marcados en mí piel, sigo pensando en ti».
Seguido de ello recibió una contestación que decía; «no apagues el móvil, llámame, tengo ganas de escucharte hablar».
Y como respuesta Michael le respondió; «sabes que haría lo que sea por ti».
—Hola, Jonathan, dime ¿Qué tal tú mañana?
—De maravilla, amé las rosas y tú nota, gracias.
Me encantaría verte, pero tengo ocupada el resto de la tarde y sé que estarás ocupado también.
—Estoy disponible para verte a la hora que sea.
—Ven a verme entonces a la hora de comida, tengo ganas de tenerte entre mis brazos otra vez.
—También lo deseo, quiero verte de nuevo.
Y lo siento cariño, pero debo colgar, de lo contrario no podré terminar para salir temprano, prometo que estaré contigo dentro de un rato.
—Entiendo, te quiero y estaré esperando por ti.
Le dijo un «yo también» y colgó.
Michael se pasó gran parte del día conteniéndose en llamarlo de vuelta, no podía evitar tener el nombre de Jonathan entre sus labios.
Quería verlo y repetir lo de anoche.
Una parte de él quería olvidarse de todo, e ir directo al precipicio con tal de vivir en un mundo de ensueño, en dónde ambos eran otras personas.
Sin ataduras, sin pasado, estar ahí desde el comienzo de los tiempos, pero era demasiado pedir.
Los dos tenían cosas que decir.
En cuanto dieron las 02:00 pm exactas, Michael salió huyendo del despacho, puso el GPS y se dirigió al sitio en dónde trabajaba el contador.
Y al llegar al lugar tuvo que tomar un ligero respiro, estaba emocionado de verlo, quería conocer un poco más del lugar en el que trabajaba.
Siempre estaba hablando de él y jamás se detuvo a preguntarle a Jonathan cómo era trabajar de contador en un gimnasio.
Lo vió esperándolo en la puerta, estaba recargado en el marco, y al final simplemente se limito a sonreírle.
—Aquí tengo que ser profesional, pero sí que tengo ganas de abrazarte.
—¿Me dejarás al menos ver tú oficina?
—Sí.
Lo invito a pasar al lugar, no era tan glamouroso como el edificio en dónde trabajaba Michael, pero bueno era algo.
Mientras tanto Jonathan hizo hasta lo imposible por mantener sus manos quietas dentro de los bolsillos de su pantalón, pero en cuanto se cerró la puerta, no dudo en abalanzarce hacía el abogado.
—Ven a la esquina que es punto ciego para la cámara.
—¿A dónde quieres qué vayamos a comer?
—Sabes a dónde quiero ir Michael, tú mejor que nadie conoce lo que deseo.
Un lugar en el que pueda rodearte entre mis brazos —suscito en voz baja mientras dejaba besos sobre su cuello—, en el que no te importe que te toque con mis manos, en dónde pueda darte el cariño que te mereces.
Dime que conoces el sitio del que te estoy hablando.
—Creo que sí.
Michael se sentía en el cielo, sintiendo de nuevo los labios de aquél hombre sobre él, e incluso disfrutando de la calidez de sus manos, sin duda creía estar soñando despierto con ello.
No importaba que fuera irreal, lo abrazaba con ternura, le besaba el rostro sin necesidad de tocar sus labios, aún no sé atrevía a besarlo y como deseaba que pasará pronto.
Lo quería.
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