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XIII - Descubrimiento

Jonathan pidió algo de comida a domicilio, mientras tanto le pidió a Michael que se recostara en el sofá.
Busco las formas de masajear su cuerpo, sentía una tensión en él cada que lo tocaba, probablemente estaba pasando por un caso severo de estrés.

Le hablo suavemente al oído, buscando transmitirle confianza, quería hacerle saber que podía confiar en él.
Por qué su cuerpo se contraía cada que pasaba una de sus manos por su piel.

—Relájate —le susurró, puedes confiar en mí, Michael.
Hoy cuidaré de ti, solamente déjate llevar.

—Lo hago, sí no lo hiciera no estaría en esta posición.

—Te creo, no te preocupes.

Michael continuaba escuchando ésa voz tan dulce, la misma voz que lo despertaba todas las mañanas.
No admitiría que la idea de perderlo para siempre le dolía, comprendía que él no le pertenecía.

Era de Sara, su ex.

Los minutos pasaron y su cuerpo parecía sentirse mucho mejor, no sentía tanto peso sobre sus hombros.

Después de un rato escucho el timbre, sintió la calidez de la voz de Jonathan muy a lo lejos, estaba cada vez más sumergido en otro lado.

Sentía que podía dormir toda la noche. Y despertar de nuevo con su dulce voz, pagaría lo que fuera por escucharlo el resto de su vida.

Estaba aterrado de perderlo.

Cenó con él, vieron un rato la t.v y aquello no evitó que Jonathan continuará con la danza de sus manos sobre él, buscando tocar su piel por debajo de sus prendas.

Era hora de marcharse, por lo que lo tumbó de vuelta y lo abrazo.

—Me tengo que ir, pediré un carro, no tienes que llevarme a casa, descansa y hablamos mañana ¿De acuerdo?

—Jonathan le llamo dulcemente—. Te quiero un poco más conmigo, un momento más, por favor, luego nos iremos.

Seguido de ello se aferró mucho más hacía él, abrazándolo y pasando sus manos por su espalda.
Le agradaba la sensación de tenerlo, el sentir su aliento por su cuello, las manos dentro de su camisa.

Todo.

Quedó un rato así, permitiéndole indagar en su anatomía mientras lanzaba suaves suspiros.
El choque de nariz en su mejilla, la contención, el toque de sus manos.
Y mientras Michael le correspondía deslizando sus manos sobre su espalda.

—Confío en ti.

—Tú y yo tenemos que hablar, Michael —dijo a penas en un hilo de voz—, sabes que debemos, necesitamos hacerlo.

—Sí, querido.

Entrelazó sus dedos en su cabello, mientras que Jonathan seguía moviendo sus manos, depositando varios besos alrededor de su cuello.
Conteniéndose cada que llegaba a sus labios, simplemente lanzando suspiros de vez en cuando cada que lo acariciaba por debajo de la camisa.

El celular del contador sonó, sabía que era hora de irse, pronto llegaba la hora de dormir de Cherry, tenía que irse, llegar y narrarle un cuento.

—Me tengo que ir.

—Lo sé y voy a llevarte, quiero verte entrar seguro a casa. Vamos.

—Acomódate la ropa, por que en el camino no querré quitarte las manos de encima.

—Sí.

Ambos se levantaron del sofá, Michael tomó las llaves del auto y salieron del lugar.

Jonathan había comenzado por ir más lejos, el abogado sentía la electricidad en su interior, ambos poseían una tensión y una atracción bastante fuerte el uno por el otro, que parecía que no podía contenerse mucho más.

El viaje fue silencioso, escuchaba únicamente la respiración irregular de su acompañante. Además de sentir sus manos acariciando su pierna, y los besos alrededor de su cuello.

Moría por besarlo, pero la razón le decía que Jonathan era prohibido, por lo que no podía corresponderle.

No, no podía corresponder sus caricias por mucho que quisiera.

Llegaron y el contador le pidió quedarse un momento con él, no quería dejarlo ir, sin embargo sabía que no podía dejarlo entrar.
Se abrazaron en el auto, Jonathan le beso la frente varias veces, mientras Michael descasaba sobre su hombro, manteniendo una de sus manos en su pecho.
Poco a poco el ritmo de la respiración de su acompañante fue regulandose, los latidos de su corazón se hacían más tranquilos y todo parecía estar en su sitio.

09:49 marcaba el reloj, debía de entrar de una vez, así que se despidió, sin embargo Michael bajo con él para poderlo despedir.
& fundirse en un último abrazo.

—Nos vemos.

Jonathan lo volvió a atraer hacía él, tomo su rostro entre sus manos; le dió un beso en la frente y le suscitó unas palabras.

—Tenemos una plática pendiente, no te olvides de ello, de lo contrario no creo poder estar en paz durante mucho tiempo.

—Nuestra conversación será mí prioridad número uno, nada más avísame a que sitio iremos. Descansa.

—Igual tú, recuerda llamarme cuando llegues.

Una de las cosas favoritas de Michael era ésa forma involuntaria de Jonathan al sonreír, podría jurar que sus ojos brillaban más cuando lo hacía.

Y pensando en ello se fue.

No mentiría si dijera que tenía una sensación cálida en su interior, anudado a un cosquilleo que recorría toda su espina dorsal.

Esta noche soñaria probablemente con él, acompañado del recuerdo del sonido de su voz.

Michael estaba feliz.


En el interior de la casa de Jonathan aguardaba su madre, quién estaba con un chal debido al frío y una taza de café.

El condado de la Ciudad Mastery de la costa de Italia solía ser impredecible, aún así ella y su difunto esposo adoraban el lugar, tanto que habían radicado ahí la mitad de su vida.
Su hijo en algún punto de la vida se fue a Estados Unidos, quería vivir en su lugar de origen, ahí conoció a Lucía, su nuera, Jonathan después de un tiempo volvió a Italia cuando ella murió.

Llegó con ojeras y su nieta Cherry, a quién debido a la contingencia sanitaria no pudo conocer, fue una luz en medio de tanta desolación.

—Por lo que veo va en serio esto ¿No?

—No, no es nada, perdóname por llegar tarde, me desvíe de la práctica de box, y el tiempo se me fue volando, de verdad lo lamento ¿Y Cherry?

—Dormida, le leí un cuento por ti, no te preocupes por ello. No sueles salir demasiado y que lo hagas de vez en cuando no tiene nada de malo, tienes derecho a hacerlo. Y a mí, por favor cariño, sabes que mi nieta no me estorba.
Te pregunto de vuelta ¿Vas en serio con él o estás experimentando? ¿O finalmente vas por la chica del gimnasio?

Estaba por responder cuando le llegó una llamada de Michael.

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