IV - Ella & Él ✔️
Un compañero de nombre Patrick había llamado su atención con unas palabras un tanto desagradables. Tenía esas palabras resonando en su cabeza, martillando directamente su frente.
“¡Ya saliste de la soltería! ¡Por fin has superado a Sara! ¿Quién es ella?”.
«Lo que se asume por una llamada de teléfono», pensó. Luego dijo «Sara», casi en un susurro, y posteriormente repitió su nombre un par de veces.
Abrió la gaveta y vio la foto de ella, siempre presente en su mente. Cerró los ojos un momento e imaginó nunca haber ido a ver a Sara esa noche, luego avisándole que iría a verla mañana. Llevarla a cenar, bailar, pedirle matrimonio.
Todo al día siguiente.
No podía dejarla ir.
No importaba cuánto tratara de olvidarla.
Necesitaba saber de ella.
Y luego el nombre de Jonathan resonó de nuevo en su cabeza.
Le había escrito un mensaje al novio de su ex a las 2:00 p. m., simplemente le escribió que le gustó conversar con él y que sería bueno volver a ponerse en contacto más tarde.
Quería saber si podía averiguar algo de Sara, algún indicio de ella, cualquier cosa. Necesitaba saber si era feliz.
Si acaso tenía una oportunidad.
De vuelta a casa, llamó a Jonathan por decisión propia, asumiendo que había salido del trabajo. Estaba desesperado, pero la primera vez que intentó que él le contara acerca de “su chica”, no tuvo respuesta. A medida que lo escuchaba, caía más en desesperación, pero aquel tema de cómo estaban las cosas en este año específicamente, le aterraba. No se veía insistiendo otra vez, porque probablemente el insulso novio de su ex asumiría que al estar tan preocupado por saber si estaba con novia, pensaría que es gay.
Y no, no era gay.
Solamente quería saber de Sara.
Michael se quedó divagando un rato, perdido en sus pensamientos, cuando la voz de Jonathan lo atrajo nuevamente de vuelta.
—Y básicamente esa es mi vida, mi rutina de todas las mañanas es la misma, hago ejercicio y llevo las cuentas de un gimnasio, soy contador. Si algún día estás cerca, puedes visitarme, paso la mayor parte del tiempo encerrado aquí.
—Desde luego, si se me da el propósito de hacer ejercicio te llamaré, iré a tramitar la membresía y hablaré de mi amigo el contador.
—¿Cómo sabré que eres tú? No tienes fotos tuyas en tu perfil, es imposible. Haré que te den un descuento solo si puedo saber quién eres.
—Dame un momento.
Colgó y llamó de nuevo, esta vez por medio de una videollamada.
—¿Será que puedo ir por mi descuento?
—Absolutamente, Michael.
Y le sonrió de vuelta.
—Pensé que no vería jamás a mi despertador.
—Puedo ser tu despertador humano. Te confieso que tampoco creía ver a mi fan número uno. Es agradable confirmar que no eres un bot o una IA, eso sería bastante deprimente.
Después de charlar un rato, la llamada finalizó. Parecía que el novio de Sara no era tan desagradable como él creía.
Hoy, era una noche más en su vida, pasando un rato a solas con sus pensamientos. Odiaba la noche, la sensación de vacío.
Al ver su habitación y sus cosas, le recordaba a ella. Aún conservaba todas las cosas que Sara dejó en su sitio. Cada rincón parecía estar lleno de recuerdos: las noches de cine, los obsequios, la sala, el lugar donde solían bailar.
Sara no solo era su novia, también era su mejor amiga, y perder todo eso de golpe era difícil. No podía borrar cuatro años así de fácilmente.
Se dió cuenta de que también estaba pensando en Jonathan de nuevo, en el chico insípido, tan gris, ingenuo, con su estúpida sonrisa. Otra vez su vista estaba clavada en el espejo, preguntándose por qué aquel hombre era mejor que él, cuestionándose qué había de malo en él. No quería seguir así. Luego de un rato, rompió el espejo en un ataque de ira y dolor.
Tenía que sacarla de su mente.
El día siguiente parecía ir mucho mejor. Su despertador humano lo despertó y le envió un video deseándole los buenos días. Cerró los ojos y luego volvió a escuchar su voz, seguida de la alarma; era una buena combinación. Desde que había perdido a Sara, dormía mucho más y le costaba despertar.
Con el tiempo se aficionó a representar a clientes que en algún momento de su matrimonio sufrieron de infidelidad. De la noche a la mañana, se convirtió en un experto en casos de divorcio. Siempre les sugería a sus clientes que, a pesar del enojo, no se dejaran llevar y les pedía juntar pruebas. En caso de agresión, no pasarlo por alto y denunciar, para que quedara un antecedente. Pero aún más importante, testigos oculares.
Aún se arrepentía de no tener un video de Sara siéndole infiel. Una parte de él le decía que debió haber hecho algo más que quedarse como un idiota viendo la escena, pero en ese momento creyó prudente irse de forma silenciosa.
Sentía cómo el odio recorría su interior, pero alguien sabía volverlo a poner en su sitio.
Jonathan y su voz, su maldita voz, a veces lo hacían olvidar con quién estaba hablando. Su mirada se ensombrecía al recordar la escena. Acomodó su cinturón, puso el termo en su sitio y lo llamó; lo escucharía de camino al trabajo, tal y como era su nueva costumbre.
Eran las 07:25 y cada vez salía más temprano de casa. Se estacionó, le pidió a Jonathan que le diera un momento. Compró un pan y luego lo llamó por videollamada, una vez más viendo su rostro.
—“Tú” —dijo con media sonrisa—, buenos días, Jonathan.
—Hola, Michael, es bueno verte otra vez. Dime, ¿cómo ha sido tu mañana?
—Me va bien. Ayer no bebí, así que no amanecí con resaca. Me despertaste de forma puntual, así que supongo que he llegado a tiempo otra vez y tengo la oportunidad de desayunar. Aunque siento que al verte, estoy viendo lo opuesto a kilos mortales: yo desayunando calorías y tú en la caminadora. Eres increíble.
—Creí que veías mis transmisiones en vivo solo por los consejos, las rutinas sobre cómo llevar una vida sana y cosas por el estilo. Ahora veo que no es así. Seguramente me encontraste por error y ahora no sabes cómo zafarte de mí.
—¿Te digo la verdad? Bebí un día antes y tengo varias lagunas mentales sobre lo sucedido. Únicamente recuerdo que desperté por una notificación que decía que un chico llamado @jonathan_bettley8 estaba transmitiendo en vivo. Probablemente estaba buscando cómo preparar un jugo para no sentirme mal conmigo mismo la mañana siguiente. Y después, no lo sé, tampoco importa; ya estamos aquí hablando.
Bebió su café y en mente tuvo a Sara de vuelta.
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