—¡Auch! ¡eso arde!
Ahí estaban ambos sentados en el centro de la sala. El saiyajin se quejaba continuamente, haciendo algunas muecas de dolor, mientras que Zamasu se encontraba frente a él. Humedeció el algodón y limpió con mucho cuidado la sangre que brotaba de la abertura en el rostro ajeno.
—Fue tu culpa por haberme atacado, no estarías pasando por esto. —tuvo que sujetarlo para que dejase de moverse. El chico apretaba el ojo herido con fuerza al simple roce en esa área. El ardor era insoportable, más aún cuando el kaioshin había dejado de utilizar agua para comenzar a pasar un algodón impregnado de alcohol.
—¡AY! ¡AY AY AY! !AHHHHHAAAHGHHHAH!
—¡CÁLLATE! —vociferó. Llegó a creer que el maldito lo hacía a propósito con tal de sacarle de sus casillas, era imposible que alguien tan poderoso se quejara tanto por una simple herida en el rostro.
Quién sabe, tal vez Son Goku era igual de llorón y se trataba de mera herencia.
¡Con todo ese coraje hasta limpió la herida con más fuerza! Ignorando los alaridos de dolor por parte del híbrido, de una u otra forma debía desquitar su enojo. No estaba curándolo porque así lo deseara, sino porque su maestro le había ordenado hacerlo.
"Quiero disculparme por la imprudencia de Zamasu. Él atenderá tu herida, lamento que mi aprendiz sea algo violento, pero te aseguro que no volverá a pasar."
Aún lo escuchaba en su cabeza ¡Ese maldito anciano! Se quedó pensando un largo rato con la mente en otro lado hasta que unos leves chillidos le hicieron percatarse de que, por no cuidar lo que hacía había raspado severamente la carne viva, irritándola aún más.
—¡Agh! ¡demonios! —se separó de golpe y tomó otro algodón húmedo para dar toques suaves y precavidos en la herida que él mismo había avivado.
De hecho, ahora que lo veía bien el corte sí fue profundo, comprendiendo que quizás había exagerado un poco, pero no pensaba disculparse por eso; él simplemente se defendió.
Deslizó el algodón suavemente para remover los últimos restos del líquido carmesí que seguía brotando.
Al alejarse un poco para ver los resultados, vio que de que no sólo la piel, sino que su globo ocular estaba enrojecido. No quería pensar que había afectado su vista. Entrecerró su mirada y le tomó por ambos costados del rostro para inspeccionarle con mejor detalle:
El párpado había sido dividido en dos secciones de forma vertical, pero no parecía haber algún daño en el ojo, salvo por la sangre que había entrado en la cuenca. Debió haber tenido suerte como para que la espada de Ki apenas haya cortado la piel sin llegar a rasgarlo.
Posó su mirada unos momentos en aquellos ojos tan peculiares, los cuales le correspondieron de la misma manera.
Ante la percepción del aprendiz, eran los ojos más espectaculares que jamás había visto. La sombra roja debajo del párpado inferior que éste poseía naturalmente creaba una mirada intensa y única.
Algo simplemente maravilloso.
Algo que ahora él había arruinado.
Aún sin soltarle cerró sus ojos, agachando su cabeza al dar una pequeña sonrisa de ironía.
Sí. Era su culpa.
Prosiguió a reincorporarse en su asiento, alejándose ante la mirada algo confusa por parte de su acompañante.
—¿Puedes ver bien? ¿o tienes alguna dificultad para hacerlo?
Zaiko se limitó a verle unos segundos más, no evitó arquear una ceja extrañado por los cambios tan repentinos en el carácter de Zamasu.
—Es gracioso que lo preguntes luego de casi dejarme sin un ojo.
—Responde.—ordenó a secas, el saiyajin sonrió como respuesta.
—Aún no estoy ciego —aclaró—, pero todo se ve un poco borroso.
Eso le hizo sentir un poco más tranquilo.
—Entonces estás bien. No debo preocuparme por nada.
Caminando por uno de los pasillos, Zamasu se detuvo repentinamente tras darse cuenta de que el mortal apenas estaba vestido. Todo fue tan rápido que ni siquiera había conseguido una vestimenta para él y no podía tenerlo en paños menores merodeando por todo el templo.
Le observó de reojo sobre su hombro y procedió a abrir una de las puertas, revelando así una habitación bastante amplia. Zaiko se asomó con curiosidad, se trataba del cuarto de baño.
—Voy a pedirte que te asees, en unos momentos te traeré ropa limpia.
Tal y como se le indicó, pasó al interior de aquel lugar, escuchando la puerta cerrarse tras de sí. Sintió la humedad en el ambiente debido al agua que se acumulaba en el centro, similar a una fuente pero mucho más grande.
Avanzó sin perder detalle de lo que veía, la sensación del agua tibia en sus pies le reconfortaron a su vez que se desprendía de la poca ropa que portaba y se introducía aún más en el agua. Avanzó hasta el punto más hondo, donde el agua apenas le llegaba poco más arriba de la cintura.
Comenzando a tomar un poco entre sus manos lavó sus hombros y cuello, posando su mirada en la cristalina agua. Contempló su propio reflejo.
¿Qué estaba haciendo él en un planeta como ese? ¿Cuál era su propósito?
Pensó que tal vez era muy pronto para preguntarse eso. Seguramente tendría las respuestas por parte de alguno de los sujetos que parecían estar esperando que despertara o él mismo lo descubriría más adelante.
Mientras se duchaba, Zamasu se hallaba en su habitación, observando su closet en busca de algunas prendas que (al menos) le quedaran a Zaiko, dándose cuenta de un problema muy grande.
La talla.
Tenía bastantes trajes iguales y que bien podría prestarle al mortal para al menos tenerlo vestido ese día y darle tiempo de conseguirle algo apropiado para mañana, sin embargo las complexiones de ambos eran muy diferentes. Era obvio que la ropa de Zamasu no le quedaría ni de chiste, él era muy delgado a comparación del saiyajin, quien con una musculatura bastante ancha representaba un problema a la hora de entrar en alguna prenda suya.
"Esto no puede ser peor".
Buscó de pies a cabeza en su habitación hasta encontrar un traje bastante grande que nunca había usado, era una pieza completa exactamente igual a la que él portaba regularmente. Con cierta duda de si le serviría o no, optó por llevarlo junto con algunas toallas limpias tras no encontrar nada mejor.
Abrió la puerta con sigilo y dejó todo en una pequeña mesa que se encontraba cerca, vio que Zaiko estaba algo distraído, así que intentó no hacer ruido al salir a pesar de que el mortal se había dado cuenta de su presencia.
Una vez listo y completamente seco, el híbrido precedió a vestirse. No tuvo problema con los pantalones holgados o los zapatos hasta que, tratando de ponerse la camisa, ésta le apretaba bastante.
Trató de estirarla para después darse cuenta de que ese tipo de tela no era elástica. Se quedó viendo a la nada, maldiciendo a Zamasu internamente.
Una marca en el rostro y un traje en el que parecería envoltorio, ¿Qué seguiría?
Ponerse la túnica con hombreras fue incluso peor.
El aprendiz de Gowasu se encontraba a un lado del cuarto de baño recargado en una de las paredes, tras oír el sonido de la puerta abrirse, vio a Zaiko cerrar la puerta en completo silencio, aún dándole la espalda.
—Finalmente has terminado, demoraste bastante.
Al darse la vuelta, pudo notar una expresión malhumorada e incómoda en el rostro del saiyajin. El traje apenas le había quedado y al parecer no era nada cómodo.
El pobre estaba algo tenso.
Simplemente se hizo el despistado tratando de ignorar por completo la mirada asesina con la que este le veía y comenzó a tomar camino.
—Sígueme. Te ayudaré a vendarte esa herida y de paso te mostraré el templo.
Durante todo el tiempo en que el Kaioshin se la pasó explicándole las actividades que se hacían en cada habitación, Zaiko sentía que en cualquier momento terminaría rasgando el traje con tan sólo moverse por lo ajustado que estaba. Caminaba como pingüino y el calor lo estaba matando.
Con el saiyajin tras de él, llevó una mano a su boca para disimular una risilla al ver como este se movía más rígido que una tabla. Sintió que le reclamaría algo en cualquier momento, así que antes de que eso sucediera lo hizo él primero.
—Lamento no tener ropa de tu talla. Fuiste algo inoportuno, así que no tuve tiempo de ir a conseguir un vestuario para ti con anticipación.
A pesar de que su intención principal había sido recalcar que el mortal había decidido despertar en mal momento, hizo una pequeña reverencia como disculpa, ya que él tampoco fue responsable de haber buscado todo lo que necesitaría con tiempo, siendo que su maestro se lo había recordado muchas veces.
Gowasu los observaba desde la distancia, descolocado por ver a su aprendiz disculparse. Muy contadas veces lo hacía.
—Te aseguro que mañana a primera hora tendrás algo apropiado qué ponerte.
Mediodía. El sol estaba en su punto más alto y los dos más jóvenes del templo reposaban bajo el enorme árbol. Zamasu se había encargado de preparar el té y algunos alimentos esperando que Gowasu les acompañara a comer, aunque al final este se negó diciendo que ellos dos tenían mucho de que hablar y que debía darles espacio, no sin antes brindarle instrucciones a su aprendiz de explicar todo lo sucedido al chico, quien seguramente tendría muchas preguntas.
Obviamente, acordaron en omitir algunos detalles.
Zaiko tomó un gran sorbo de la pequeña taza de té que Zamasu le había entregado segundos atrás, tomando el dulce líquido de un sólo trago, incluso inclinándose hacia atrás con tal de no dejar ni siquiera una gota. El kaioshin le observó con molestia y una evidente mueca de asco.
"¡Pero que falta de modales!"
—No se supone que debas tomarlo así... —le comentó tratando de sonar respetuoso. Era obvio que sería normal, apenas eran las primeras horas de convivencia y ya veía muchos aspectos que debía corregir— Si lo bebes todo de golpe no podrás disfrutar del sabor que otorga el té. —levantó un poco la taza frente a su rostro y bebió tranquilamente de ella, para luego volver a servirle.
El saiyajin imitó la acción del de piel verde, dando pequeños sorbos a su bebida.
Al poco rato el aprendiz de Gowasu trajo a la mesa una bandeja de aluminio, revelando así una pila de rollos de sushi. Apenas se giró para acomodar los platos y cubiertos, el chico rápidamente tomó con las manos uno de los rollos tan llamativos para llevarlo a su boca.
—¡Hey! ¡hey! —se detuvo, aún en la posición en la que había quedado— Baja eso, ¡Bájalo! —ordenó el kaioshin. El híbrido le miró con molestia y lentamente bajó el rollo de sushi alejándolo de su boca— ¡Ponlo en el plato! ¡ahora!
De mala gana, dejó caer el alimento en su trasto, cruzándose de brazos.
¿Estaba haciendo un puchero infantil? Zamasu no lo podía creer.
—¡Te dejé los palillos a un lado! Con ellos debías tomar la comida. Este es un lugar sagrado, no voy a permitir que te comportes como un mono salvaje.
Mantuvieron un duelo de miradas por un momento, el de ojos carmesí reflejaba indiferencia, molestia y hasta cierto punto burla.
¿Quién se creía ese idiota para darle órdenes?
Si así lo deseara, sería capaz de acabar con su miserable existencia en un abrir y cerrar de ojos, el sujeto frente a él no era ningún tipo de amenaza, pero antes de dejarse llevar por sus instintos, algo le obligaba a detenerse.
Zamasu representaba algo que le impedía hacerle daño.
A pesar de que a uno de ellos resultaba pesado mantener ese contacto, Zamasu no lo demostró en lo más mínimo, intentando dar a entender que era él quien tenía la autoridad. La fuerza en el carácter del kaioshin hicieron que el mortal cambiara su semblante a uno más relajado, sin borrar esa sonrisa de diversión por saber lo difícil que le resultaba a su acompañante tratarle.
Lento y sin quitarle los ojos de encima, tomó los palillos y los clavó con fuerza en su comida, levantándola para degustarla.
—Los palillos no se utilizan as... !Agh! ¿Sabes qué? ¡Olvídalo! Como sea. —sobó su sien para calmarse un poco— Necesito que me pongas atención, debo hablarte acerca de tu estancia en este lugar.
—Claro —respondió aún con la comida en la boca, acción por la que Zamasu iba a replicar, pero prefirió ahorrarse el problema.
El mayor de ambos dejó la taza de té a un lado y se puso de pie haciendo un ademán para que Zaiko lo siguiera, quien obedeció sin oposición alguna, no sin antes tomar 2 rollos más de sushi y devorarlos de inmediato para luego levantarse de su asiento.
Durante su recorrido de regreso al jardín, Zamasu le contó sobre aquel universo, esa extensión de un espacio que alguna vez estuvo vacío, pero que gracias a la intervención de los dioses, seres divinos, fue conformado por planetas y astros.
—Hubo un momento en el que aquellos cuerpos celestes comenzaron a desarrollar vida, de tal manera que este universo fue poblado por seres similares a nosotros, mortales cuya existencia al no ser prolongada, buscaron la manera de adaptarse y sobrevivir, cada uno distinto del otro.
Razas y especies llegaban a coexistir, mientras otras se destruían entre ellas. La labor de un Dios Creador es velar por el avance de la vida en el universo, verlos en cada etapa de su desarrollo como individuos y como sociedad, pero sobre todo, respetar las decisiones que éstos tomen para formar su propio destino, sin importar las implicaciones.
Ese era el trabajo de un Supremo Kaiosama.
Pero así como existe el bien, también existe el mal.
En la búsqueda de un balance, los dioses destructores eran quienes se encargaban de acabar con la vida, siempre y cuando sus acciones fueran justificadas y razonables para mantener el equilibrio entre la creación y la destrucción.
—Los problemas comenzaron a surgir a partir de que algunos mortales llegaron a desarrollar un poder incluso superior al de esas deidades.
Si los dioses no podían imponer un orden, el universo entero correría peligro de caer en las manos equivocadas, individuos egoístas que sólo verían por su propio beneficio.
—¿Qué tiene que ver todo esto conmigo?
—Tú fuiste elegido por los dioses para ser el guardián de los universos.
Dejó de observar el gran valle que se extendía frente a ellos para dirigir su mirada a Zamasu.
—¿Qué dices?
Hizo una pausa para pensar bien en lo que diría. Estaba forzado a deformar la verdad para ocultar un par de cosas que no quería darle a conocer.
—Te encontramos en un lugar remoto y decidimos darte un hogar; tu poder era tan extraordinario que vimos la oportunidad de aprovecharlo y decidí tomar toda responsabilidad para educarte y guiarte como tu maestro. Formas parte de ese pequeño grupo de mortales que son capaces de superar los niveles divinos. Siéntete afortunado, eres el más fuerte de todos.
No podía creer lo que el kaioshin decía. Giró su cabeza en distintas direcciones para observar de mejor manera su entorno.
—Así que esa fue la razón para traerme a este lugar, este es el mundo de los dioses.
—Exactamente. Nos encontramos en el Planeta Sagrado, uno de los tantos que existen a lo largo de los 12 universos.
—¿Soy un mortal entonces?
Quedó pensativo unos momentos, ¿Realmente lo era?
—No del todo —Lyra había sido una diosa en su momento, pero sin importar si tenía el título o no, seguía siendo una kaioshin.
—Eres el resultado de la mezcla genética de dos razas distintas: Kaioshin y Saiyajin. Tu ADN es único, no existe otro ser similar, me atrevería a llamarte prodigio.
Ciertamente, el chico no sabía que decir, pero no pudo evitar soltar una breve carcajada a sabiendas de su poder. Esbozó una sonrisa y llevó sus manos a su cintura, dejando a la brisa mover sus cabellos.
—Un semidiós ¿Eh? No suena nada mal.
Un Dios saiyajin.
Los pasos del elegante asistente resonaban haciendo eco entre las paredes de aquel lugar. El planeta de Bills estaba sospechosamente silencioso, así que Whis decidió verificar la razón por la cual sus dos aprendices no estaban causando alboroto.
Divisó a uno de ambos a lo lejos, limpiando el acuario del Pez Oráculo; ya comenzaba a pensar que se habían matado entre ellos. Alegre por ver el arduo esfuerzo que el saiyajin había puesto se acercó para revisar su trabajo.
—¿Cómo va todo, Vegeta? —preguntó animado— ¿Por qué Goku no está ayudándote?
—Ya casi termino, señor Whis. Kakarotto está ordenando la cocina y el comedor —tomando un suspiro, se reincorporó para ver de frente al ángel, quien sonrió al verle limpiar sus manos en el delantal rosa que llevaba puesto.
—Comprendo. Has hecho un excelente trabajo, Vegeta.
El acuario parecía resplandecer, incluso las peceras estaban limpias así que recompensó al príncipe diciéndole que se tomara un descanso, quien accedió con agradecimiento para así retirarse. Ya iría a verificar que Goku no estuviera holgazaneando.
—Oye Whis, ¿Tienes un momento?
La voz chillona detrás de él le hizo voltear, tratándose así de la pequeña criatura.
—¿Que sucede, Pez Oráculo?
El mencionado dio un par de piruetas antes de hablar, parecía entusiasmado.
—Ya tengo la información que me pediste.
—¿Tan rápido? —si algo le gustaba a Whis, era que aquel pequeño ente resultaba bastante eficaz cuando de informar se trataba— No esperaba que la tuvieras para hoy. Dime lo que averiguaste entonces, estoy ansioso por saber.
Avanzaron juntos hasta el final del pasillo, aislados de cualquiera que pudiese escuchar su conversación. Tras asegurarse de que no había nadie merodeando por sus alrededores el pez se decidió a hablar.
—Hace unas semanas se realizó una reunión entre los supremos kaiosamas de cada universo, evento al que nuestro kaioshin no fue invitado. El tema que trataron fue respecto al hallazgo de un mortal en este, el Séptimo Universo, que desprendía una energía similar al Ki divino.
—Interesante, supongo que el mortal en cuestión se trataba del saiyajin que ahora se encuentra resguardado en el Décimo Universo.
—Supones bien, Whis. Su nombre es Zaiko, me parece que Son Goku ya te lo había mencionado... Y de hecho sí, como sospechabas hace un tiempo: Éste tiene una estrecha relación con uno de tus sirvientes.
Whis rió ante ese comentario.
—Con Goku, ¿Cierto?
—Sí, se podría decir que es prácticamente su hijo.
Intentó racionalizar aquella información.
—Si ese saiyajin perteneció a este universo, ¿Estás sugiriendo que uno de sus componentes de ADN es del mismo Son Goku?
—Correcto. Zaiko fue creado por Nishi, una ex-kaioshin ahora conocida como Lyra, mediante su ADN y el de Son Goku, pretendía crear a un guerrero para dominar los universos pero sus planes se vieron frustrados y al final el aprendiz de Gowasu decidió hacerse cargo de él aunque los demás tenían la idea de eliminarlo junto a su creadora. Es prácticamente un Dios saiyajin si lo vemos desde otro punto de vista.
Tal y como se había planteado desde su visita al Universo 10, los dioses de otros universos estaban involucrados.
—El Gran Sacerdote no está enterado de esto, seguramente.
—Se meterían en problemas si Daishinkan-sama llegase a saberlo.
sujetó su mentón, pensativo. ¿Qué ganaba el aprendiz de Gowasu?
—¿Sabes el motivo por el cual a fin de cuentas no se deshicieron de él?
—Zamasu sugirió educarlo para que éste se convirtiera en un protector de universos, les serviría para combatir enemigos que representaran una amenaza que ni los destructores pudieran manejar. Debo admitir que no fue una mala idea en lo absoluto.
—Me sorprende que no lo llegáramos a saber en el momento, este tipo de cosas no se esconden muy fácilmente.
—Se debió a que los kaioshin guardaron el secreto. Ni los destructores ni los ángeles saben realmente lo que ocurrió, para ellos el chico fue encontrado de casualidad.
Whis agradeció por la información y se retiró sin decir nada más. El Pez Oráculo se le adelantó para frenar su paso.
—¿Eso es todo? ¿Vas a contarle a Goku?
El esbelto hombre sonrió.
—No.
—¿De verdad? —se sorprendió, ¿Qué rayos pasaba con Whis? Últimamente lo veía más extraño de lo habitual— Es su hijo, tiene derecho a saberlo, ¿No crees?
—Es muy pronto para que lo sepa, sólo eso.
—¿Y que hay de Bills? ¿Se lo ocultarás de igual forma?
El asistente evadió al pequeño ser y siguió caminando.
—No hay necesidad de que lo sepan ahora, Pez Oráculo, ya llegará el momento adecuado para darles a conocer la verdad respecto a Zaiko. Te pido que no se lo comentes a nadie, por favor.
—¿Estás seguro de lo que haces?
Whis se sintió ligeramente ofendido por esa pregunta.
—Completamente, mi amigo, ¿Alguna vez me he equivocado?
El animal negó con la cabeza, confiaría en el ángel una vez más.
—¿Al menos puedes decirme por qué callarlo?
—Tengo serias sospechas de la verdadera finalidad de Zamasu. Espero que sólo sean especulaciones mías, pero hasta no estar seguro de ello no diremos una sola palabra al respecto.
El pez comprendió. Así que dejó a Whis marcharse.
—Te pido que vengas a buscarme más tarde, necesito profundizar más en detalles de lo que me acabas de decir, después de todo aún tenemos bastante tiempo hasta que el mortal despierte, así que tendré que esperar para resolver mis dudas respecto a Zamasu.
—No sé si esto lo consideres bueno o malo, Whis, pero te equivocas, el humano ya ha despertado.
—¿Logras ver eso?
El híbrido se acercó a la esfera de cristal. Gowasu le había mostrado diversos tipos de vida humana que poblaba todo el universo, así como sus etapas y evoluciones hasta convertirse en lo que eran hoy en día.
—Este es nuestro trabajo y de igual forma respetamos cuando un hakaishin decide eliminar alguna especie. Sin embargo cuando algún mortal quiere sobrepasar los límites de lo divino y se convierte en un peligro latente, existen ocasiones en que ni siquiera las deidades más poderosas son capaces de hacerles frente. Es por eso que te necesitamos a tí.
Zamasu había permanecido a su lado todo el rato. Durante ese tiempo había decidido ser él quien impartiera las enseñanzas al mortal, puesto que Gowasu se empeñaba más en hablar maravillas de seres tan asquerosos como lo eran los humanos, y no quería que el saiyajin se lo creyera también.
Si alguna vez dejaba que el viejo le enseñase algo, sería respecto a otro tipo de conocimientos. Nada de justicia, humanos o balance universal. De eso se encargaría él.
Lo educaría a su manera.
Miró discretamente al chico, creyendo conveniente que conociera un poco de sus raíces.
—Su excelencia, ¿Podría mostrarle a los individuos de su raza?
En un principio, el anciano se notó confundido ante la petición, pero al ver el entusiasmo en el más joven accedió a hacerlo con una sonrisa en su rostro.
Poco a poco dentro de aquella esfera se comenzó a materializar una visión del pasado en el planeta Vegeta.
Los saiyajines caminaban junto a individuos de otra especie con quienes compartían el planeta, hasta que una guerra entre ambas razas ocasionó que éstos se apoderaran de ese mundo en su totalidad.
—Los saiyajin eran una raza guerrera. Apasionados por las batallas y la superación de sus límites —agregó Zamasu, llamando la atención el peliblanco—, pero por azares del destino, la mayoría se extinguió hace casi medio siglo.
Se había dado a la tarea de investigar, ya que siendo una especie ajena a su universo, sería difícil que su excelencia conociera algo sobre ellos.
—Por una parte, su desaparición fue benigna —le tomó del hombro—, ellos trabajaron como soldados violentos y salvajes por narutaleza para un sujeto que comercializaba planetas robados. Eran seres que resultaban peligrosos para otras formas de vida. Su extinción no tuvo ningún tipo de consecuencia, ya que no eran fundamentales para el funcionamiento del universo. Actualmente quedan muy pocos de tu especie.
Inmediatamente Gowasu captó las intenciones de su aprendiz, pero cuando intentó reprenderlo con un regaño, éste volteó a mirarle, desafiante, tanto, que el Supemo kaiosama guardó silencio. Era como si Zamasu lo estuviera reprendiendo a él.
Zaiko no era tonto, sabía lo que el kaioshin más joven intentaba decirle, su raza no era digna de vivir, y de alguna forma, estaba insinuándole que él era igual que sus antepasados. Era eso, ¿Cierto?
¿Tan malevolente le parecía? ¿De verdad pensaba que era tan insignificante como el resto de su raza? Por favor. No podía siquiera compararse.
Él era mucho más de lo que cualquier otro podría llegar a ser.
Zamasu supo que el saiyajin captó su indirecta, saliendo de sus pensamientos al verlo ponerse de pie.
—Se lo agradezco mucho, señor Gowasu —habló, ignorando por completo lo que Zamasu había intentado decirle. El anciano no evitó sonreír con calidez.
—No hay de qué. Después de todo, es nuestro deber instruirte a partir de ahora. Gracias a ti por estar dispuesto a asumir la responsabilidad de velar por este y el resto de Universos —hizo una reverencia, la cual fue respondida por el peliblanco de igual forma.
Confundido por esa evasión de su parte, Zamasu llevó a Zaiko a las afueras del templo, la tarde comenzaba a caer y el clima empezaba a helar.
La brisa golpeó su rostro y cayó en cuenta de que ya no había nada más que hacer por el momento. Miró de reojo al saiyajin, quien parecía seguir algo curioso respecto a aquel lugar.
¿De verdad no iba a reprocharle nada? ¿No le importaba haber sido comparado con el resto de saiyajines? Realmente esperaba que se molestara, sin embargo, al parecer ignoró totalmente lo que ocurrió ahí dentro.
La verdad es que Zaiko si estaba molesto, más no iba a demostrarlo. Era consciente de que todo había sido un intento de provocación planeada, así que le haría ver que se equivocaba. Ya sería el momento.
—Si gustas ir a explorar no tengo ningún problema —Zamasu rompió el silencio, tratando de dejar lo que sucedió a un lado—. Hemos aclarado todo lo pendiente, así que tomate el resto del día para hacer lo que gustes, siempre y cuando no provoques ningún destrozo.
—No soy un niño ¿Sabes? No necesito una niñera que cuide lo que hago cada segundo. Soy perfectamente capaz de comportarme a la altura de alguien como tú.
Irónico. Sí estaba molesto.
—Descansa un rato. Ya te llamaré cuando sea hora de la cena.
Zaiko se retiró sin decir nada más, mientras que el joven kaioshin intentaba guardar una risa sonora. No esperaba que funcionara, pero inconscientemente ya lo había forzado a estar a la defensiva.
Si lo hacía sentirse obligado a demostrarle de lo que era capaz para "desmentir" la insinuación de hace unos minutos, eso implicaría que debía volverse más competente. Quería romper a carcajadas, había resultado.
Lo vio alejarse lo suficiente hasta perderse a la lejanía y sintió una felicidad indescriptible. Ya podría comenzar la primer fase de su plan. Solo debía hacer que el chico pensara igual que él, lo manipularía y haría creer firmemente lo que resulte para su conveniencia.
Le enseñaría lo que era la verdadera justicia, y esta vez, ni Gowasu ni ningún hakaishin o kaioshin se interpondrían en sus planes.
—A partir de mañana comenzaremos con tus entrenamientos.
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