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DIX.

Jungkook caminó de una vez hacia el lugar secreto, luego tendría tiempo de saludar a Jihyo como era costumbre en ellos. En ese momento, la emoción de pasar el primer cumpleaños junto a su novio le hacía olvidarse de todo lo demás. Sin darse cuenta, sus pasos se aceleraron mientras los sentimientos causados por Yoongi bullían en su interior.

Cuando pudo visualizar el lugar, a unos metros de la mesa en la que solían comer, se quedó sorprendido. Yoongi estaba ahí de pie, en medio del sitio, con un ramo de distintos tipos de flores (todas siendo las favoritas del menor), una caja grande en la otra mano y una sonrisa linda acompañada de un tenue sonrojo en sus mejillas.

Soltó un chillido y se acercó a pasos presurosos, sonriendo emocionado para lanzarse a sus brazos, con cuidado de no dañar las flores o el regalo.

—Yoongi, esto es hermoso —balbuceos salían de su boca mientras inspeccionaba todo mas de cerca—, eres el mejor.

Aquel cumplido provocó que el rostro del mayor se calentara y le ofreciera ambas cosas con timidez. Jungkook terminó por agradecer con un beso en su mejilla.

Luego de compartir un beso, se sentaron en la mesa para que el cumpleañero pudiese abrir su regalo con tranquilidad. La caja parecía ser hecha a mano, lo que le llenó de curiosidad.

Al abrirla, fotos que ambos se habían tomado se mostraron en la tapa, colocadas elegantemente. Dentro de la caja, que era bastante alta, había todos los dulces favoritos de Jungkook, un pequeño peluche de conejito y un manga que el menor había estado queriendo comprar desde hace un tiempo.

Sus ojos se iluminaron y fue eso lo que tranquilizó al mayor. A un lado de todo había un sobre con una carta dirigida al menor, lo que provocó un sonrojo en este; los escritos de Yoongi siempre eran los mejores.

Al tomar el peluche, notó algo en él. Debajo suyo tenía una caja cuadrada de terciopelo azul, era de tamaño mediano y combinaba perfectamente con el resto de cosas en la caja. Jungkook sabía que Yoongi se había esforzado por hacer ver eso lo más elegante posible.

Al tomar la caja, sonrió por la textura y luego de un suspiro que denotaba su nerviosismo, la abrió. Un brazalete de plata se mostró frente a él: tenía dos dijes colgando y espacios para poner más. Uno era una flor de plata con una pequeña piedra azul en el centro y el otro era un corazón de piedra azul, con bordes de plata.

Su sorpresa no se pudo contener luego de haber analizado por completo el regalo; era uno de esos brazaletes costosos con los que se podían coleccionar dijes. Y Yoongi le había regalado uno a él, un chico que probablemente pueda comprarse cien de esos en un instante. Sus ojos se llenaron de lágrimas ante la realización del asunto: su novio había gastado mucho dinero solo por él, sin importarle que pudiese comprarse la tienda entera si quisiera.

—Y-yoon.. —lloriquea, alertando a su novio.

—Lo siento, Koo. Lo siento. Entiendo si no te gusta, no debes de aceptarlo —comienza a hablar con prisa, acercándose a su novio para limpiar las lágrimas que comenzaban a caer—. Quería comprarte uno de oro per- —los labios del menor callaron su parloteo.

—Me encanta, Yoongi-hyung. Estoy llorando por la alegría de recibir tanta atención de tu parte —aclara, besando sus labios una vez más antes de extenderle el brazalete a su novio junto a su muñeca izquierda, pidiendo en silencio que le colocará el regalo. El mayor sonrió al ver aquella joyería preciosa en contraste con la suave y blanca piel de su chico.

Sin poder contenerse, el mayor inclinó la cabeza y depositó un beso en el dorso de su mano.

—Te quiero mucho, Jungkookie. Felices dieciséis —murmuró algo avergonzado. El cumpleañero chilló de alegría y se lanzó a abrazarlo con efusividad, dejando cortos besos en sus labios y mejillas.

Definitivamente el corazón de ambos se había acelerado en ese momento; solo eran ellos, enfrascados una vez más en su mundo, queriéndose cada vez más.

Mientras Yoongi lo abrazaba contra su pecho y besaba su mejilla, él comía un snack antes de clases y se confirmaba a sí mismo la decisión de ese día.

Iba a introducir a Yoongi como su novio en su fiesta de cumpleaños.

Le hubiera gustado que fuera con un poco más de tiempo, pero quería ser capaz de tratar al mayor como su enamorado en todos lados. Era lo menos que podía hacer por ese novio que le enseñaba constantemente lo mucho que lo quería; un novio que trabajaba duro para darle detalles sin esperar nada a cambio. Y un novio que aceleraba su pulso y causaba un revuelo de sentimiento en su interior.

Jungkook sabía que ese chico era el indicado para ser presentado a sus hermanos. Probablemente sería difícil, pero pasaría la prueba y estarían juntos.

Incluso si sus hermanos no lo aceptaban, él seguiría al lado de Yoongi; porque sus sentimientos no hacían nada más que aumentar con el paso de los días, horas y minutos.

Cada vez se hundían más en el vasto mar de sentimientos que ambos habían creado.

Jungkook y Yoongi iban a estar juntos. Pasase lo que pasase.

La primera jornada de clases pasó con tranquilidad; los vítores no se hicieron esperar en el salón cuando la pareja entró, el menor con los regalo abrazados contra su pecho. Jungkook fue felicitado por sus compañeros y entre todos le entregaron una linda mochila que se encargaría de usar a partir del día siguente.

Al llegar la hora libre, Jihyo junto a Mingyu llegaron corriendo a la puerta del salón, gritando juntos: —¡Jungkook-ah! —cosa que sobresaltó al grupo entero.

Yoongi solo pudo suspirar fastidiado. —Son el uno para el otro —murmuró, provocando la risa de su novio que se acercaba a ellos a paso calmado. La pareja llena de energía se hallaba con varias bolsas en mano, un gorrito de fiesta cada uno y un pastel dentro de una caja en manos de Jihyo.

—Aún no es almuerzo —fue lo primero que dijo Jungkook en un tono divertido; la pareja rió y Mingyu fue el primero en acercarse a abrazarlo, mientras le entregaba cinco bolsas de regalo. Aquello lo sorprendió bastante. Eran bolsas pequeñitas, pero para él era demasiado—. Gracias —murmuró algo avergonzado.

Jihyo se apresuró a dejar el pastel en manos de su novio y lanzarse a su amigo, abrazándolo con fuerza y repitiendo una y otra vez un 'ya estás viejo' que provocaba risas en el cumpleañero. La chica era siempre así, brillante, activa, juguetona, bromista. Especialmente cuando se trataba de Jungkook.

Luego de despeinarle el cabello, finalmente se separaron y ella le tendió otras cinco bolsas de regalo, un poco más grandes. ¿Por qué le daban tanto?

No es que le molestara, porque había crecido acostumbrado a tener muchos regalos en sus cumpleaños. Sus hermanos siempre le daban, mínimo, tres obsequios todos los años. Simplemente se sentía extraño recibir tanto de parte de amigos, y le hacía sentirse medianamente culpable también.

Jihyo vio su expresión insegura y le sonrió levemente —Tontote. Acéptalos sin pesar tanto. Te dimos tantos regalos porque quisimos —le golpeó el hombro con una risa divertida—. Además, tú y yo no hemos acabado nuestros asuntos; nos veremos esta tarde.

Jungkook asintió, tomando cinco bolsas en cada mano y dejando que apoyasen la caja con el pastel en sus antebrazos.

—Por cierto, Ji. Quería decirte algo con respecto a eso —su voz sale en un tono suave, delatando su timidez. Su amiga asiente, esperando a que él diga algo pero se les imposibilita por la llegada del siguiente maestro. Los tres se despiden y Jungkook se apresura a llegar a su asiento, siendo ayudado con el pastel por Yoongi.

El resto de clases siguen igual, el pequeño Kim levemente desconcertado al estar pensando en una forma de invitar a ambos chicos a su fiesta sin sonrojarse de la vergüenza en ese momento.

Y probablemente Jihyo le cuestionaría luego, y no sabía bien cómo explicar la repentina amabilidad de sus hermanos al ofrecer la posibilidad de permitir que alguien nuevo entre en una fiesta de cumpleaños que había sido exclusiva por años.

Eso le causaba una especie de mal presentimiento, pero era la oportunidad perfecta para llevar a su novio y presentarlo como tal (porque odiaría llamarlo amigo). Intentaba disipar las disparatadas escenas de posibles reacciones de sus hermanos ante la noticia. Sabía que eran muy probables, pero quería ir un paso a la vez e intentar tapar el sol con un dedo por el momento.

Suspiró mientras observaba al frente, su profesor explicando algo mientras lo resolvía en pizarra y él no recibía nada de esa información. Parecía que todo estaba ausente en ese momento; era su cumpleaños y un día crucial en su vida.

No es como si sus hermanos fuera a obligarlo a terminar con Yoongi, ¿no? 'Probablemente sólo lo amenazarían un poco', quiso convencerse a la vez que la campana que anunciaba el almuerzo sonaba. Con tranquilidad copió la información de la pizarra y decidió que luego lo estudiaría por su cuenta.

Yoongi se quedó de pie a su lado hasta que terminó y, con su lonchera y el pastel en manos, se dirigió al lado de su novio al lugar de siempre. Jihyo y Mingyu ya estaban ahí esperándolos.

Las dos parejas se acomodaron y, como cualquier día normal, comenzaron a almorzar mientras hablaban de cualquier cosa. Mingyu, Jihyo y Yoongi eran quienes más aportaban a la conversación, mientras Jungkook parecía distraído; no se veía desanimado, pero si les preocupó un poco a los demás la forma en que se veía tan desconectado.

Yoongi rodeó su cintura con un brazo y besó su sien, llamando su atención. —¿Todo bien, amor? —preguntó en voz baja, llamando la atención de su novio, quien le sonrió con dulzura, acariciando su mejilla.

—Todo bien —aseguró, recostándose en el pecho del mayor.

—Te ves distraído, Kookie —mencionó Jihyo, su ceño fruncido en preocupación—. ¿Acaso tus hermanos se pusieron locos de nuevo?

—¿Locos? —cuestionó Mingyu con curiosidad, mientras bebía de su refresco. La risita de los amigos no se hizo esperar.

—El año pasado se pusieron un poco dramáticos —comenzó a contar Jungkook, recordando aún todo lo que había sucedido—. En palabras breves, Joonie-hyung leyó un artículo en español sobre las tradiciones latinoamericanas; el problema fue que el traductor hizo mal su trabajo y creyeron que a los quince años se llegaba a una madurez sexual —explicó, comiendo tranquilamente de su almuerzo mientras aguantaba una risa—, en realidad, hablaba que a los quince años las chicas se consideraba que pasaban de niñas a mujeres. No sé cómo el traductor lo llevó a algo completamente diferente.

Mingyu se atragantó con su bebida mientras Jihyo y Yoongi se carcajeaban, todos imaginando su propia escena del pánico de los mayores ante esa afirmación.

—Terminaron llorando casi todo el día, hasta que un amigo de uno de mis hermanos les aclaró que estaba mal traducido. Yo intenté explicárselos, pero se dedicaban a lloriquear y abrazarme —se encogió de hombros, riendo suavemente ante los recuerdos.

—¿Pasó algo parecido hoy? —preguntó entonces Jihyo, luego de haber calmado su risa. Jungkook negó.

—No es eso. Pero sí quiero hablar de algo con ustedes —limpió sus labios con una servilleta una vez terminó su almuerzo. Miró a sus amigos y su novio por unos instantes antes de sonreírles suavemente—. Mingyu, Yoon ¿quieren asistir a mí fiesta de esta tarde?

Una vez más, el pobre novio de su amiga se atragantó y Yoongi se congeló. Jihyo miraba sorprendida a Jungkook, sin poder entender bien que estaba sucediendo. De cierta forma, todo aquello parecía una simple broma.

—¿Es en serio?

El pequeño Kim asintió.

—Muy en serio. Me dieron permiso de invitar a dos amigos. Así que, por favor asistan —pidió junto a una pequeña reverencia, quitando la opción de siquiera considerar rechazarlo. Ambos chicos afirmaron que irían y, luego de comerse el pequeño pastel, reanudaron las clases restantes de ese día.

Por la tarde, Jungkook fue detenido en varias ocasiones por personas que conocía y le entregaban pequeños detalles que él apreciaba bastante.

En el club de periodismo le dieron una nueva maleta para su cámara, que el cumpleañero agradeció muchas veces antes de que se pusieran a festejar, comiendo cupcakes pequeños decorados de azul y amarillo.

En la directiva, pasó igual. Le regalaron dos libros de literatura clásica y compartieron bebidas y snacks salados, imaginando que ya había tenido demasiado dulce por el día. Además, le regalaron una gran bolsa de sus papitas preferidas.

Jungkook no pudo dejar el Instituto más agasajado.

Mientras iba de salida, ya que ese día no tendría tutorías con Yoongi, decidió asomarse al gimnasio donde su novio entrenaba, aún si tenía los brazos llenos de regalos.

Cuando asomó con curiosidad la cabeza entre las puertas medio abiertas, el aliento se le fue.

Parecían estar teniendo un partido de práctica y había visto el momento exacto en que su novio practicaba un ankle breaker*(1) contra su oponente, se abría paso hasta la canasta y realizaba una asombroso clavado.

Tenía la respiración agitada, pudo notar gracias a su pecho que subía y bajaba rápidamente. El cabello sudado se le pegaba a la frente y el conjunto entero que vestía (aunque no fuera el uniforme) lo hacía ver sumamente atractivo.

Jungkook observó un poco más, sus mejillas sonrojadas mientras veía los inauditos movimientos del mayor. Tenía una mezcla de elegancia, pasión y agresividad. Sus jugadas eran precisas, se notaba que ponía todo su empeño en ellas y tenía la determinación de ganar. Además, parecía tener una buena conexión con su equipo; todos trabajaban juntos en una sincronía increíble.

Kim Jungkook quedó fascinado una vez más con esa faceta de su novio. Aquel chico lindo, de palabras dulces, exudaba pasión por el básquetbol en ese momento. Brillaba de forma increíble en la cancha.

Con un suspiro de enamorado, finalmente se retiró. Sus mejillas estaban un poco sonrojadas mientras repetía en su cabeza lo que había visto; su novio era increíble y cada parte suya terminaba por enamorarlo.

Ver la pasión que irradiaba Yoongi, le dio el último empujón que necesitaba para darle solo un poco de lo que una persona tan increíble como él merecía. Esa tarde iba a presentarlo como su novio.

Ankle breaker: es un bote cruzado en el que el cambio repentino de dirección hace que el defensor que bloquea a quien maneja la pelota se caiga. El que maneja la pelota se aprovecha del defensor caído y lo adelanta hacia la canasta.


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