⭐Capítulo 4⭐
Aeropuerto Internacional de Lamezia Terme
Estrella había abierto los ojos luego de una siesta y lo primero que pudo ver fue el avión sobrevolar el territorio italiano creyendo que habían llegado a destino.
El capitán anunció que debían aterrizar por un pequeño problema técnico, pero la chica le entendió la mitad de lo que dijo porque a través de los parlantes no se podía comprender bien lo que estaba anunciando.
—No terminé de entenderlo.
—Tiene que aterrizar en Lamezia, no llegamos a ninguno de nuestros destinos por el momento.
—Se supone que tenía que aterrizar en Reggio Calabria —expresó con un miedo repentino.
—Pero surgió un inconveniente y no van a poder llegar —intentó decirle para calmarla—. Estrella, no va a pasar nada, es solo un cambio de avión más —la miró a los ojos para poder tranquilizarla.
—Sí, entiendo, pero tengo miedo de subirme al avión equivocado.
Valerio solo pudo reírse.
—Las personas del aeropuerto te van a asesorar muy bien, no tienes que preocuparte por eso.
—Está bien.
La chica intentó tranquilizarse para poder bajar del avión y entrar al aeropuerto. Casi le daba un ataque de pánico cuando se vio metida en un lugar repleto de gente y peor, sin saber mucho del idioma. Lo había estudiado dentro de la universidad a la par de su carrera, pero no había tomado clases particulares para perfeccionarlo y allí se había dado cuenta cuánto le costaba poder hablarlo de manera más fluida. Se dirigió a la ventanilla de la aerolínea para que le pudiera decir algo con respecto a lo que estaba pasando.
—Ciao, come stai? Voglio sapere cosa stai succedendo con questo che il capitano ha informato dello problema tecnico. (Hola, ¿cómo estás? Quería saber qué está pasando con esto que el capitán ha informado sobre el problema técnico.)
—Ciao, signorina. Ancora non sapiamo niente, però presto potremo comunicare a tutti i passeggeri cosa succede e come procederemo (Hola, señorita. Todavía no sabemos nada, pero pronto podremos comunicarles a todos los pasajeros qué está pasando y cómo procederemos) —le comentó la empleada con una sonrisa.
—Io ho un biglietto per Reggio Calabria, non sò se devo aspettare un altro aereo o acquistare un biglietto dell'autobus. (Yo tengo un boleto para Reggio Calabria, no sé si debo esperar otro avión o comprar un pasaje de micro.)
—Per il momento solo devi aspettare dentro l'aeroporto. (Por el momento solo debe esperar dentro del aeropuerto.)
—Capito. Grazie mille. (Entiendo. Muchas gracias.)
Estrella se alejó de allí y se sentó en uno de los asientos que estaban libres y esperó por algún comunicado por parte de la aerolínea, mientras tanto, revisó el celular por si tenía señal, pero cuando vio la pantalla, estaba solo para emergencias, se conectó al wifi del aeropuerto y de a poco fueron llegando mensajes de su madre para saber si había llegado bien. Le respondió que tuvieron que bajarse en otra ciudad por un desperfecto técnico, solo esperaba que aquel mensaje le llegara a su madre. Guardó el aparato y quedó a la espera del anuncio del siguiente vuelo a su destino.
Dos horas después y sin haber obtenido ningún comunicado se levantó y se acercó de nuevo a la ventanilla.
—Alcuna novità? (¿Alguna novedad?)
—Si, però l'aereo non decollerà per problemi climatici. (Si, pero el avión no despegará por problemas climáticos.)
La argentina giró en su eje para mirar hacia el ventanal, el cielo se veía con algunas nubes grises, pero no creía que se estuviera aproximando mal tiempo.
—Io vedo bene il cielo. (Yo veo bien el cielo.)
—Lo sò, ma presto il tempo cambierà. (Lo sé, pero pronto el tiempo cambiará.)
—Cosà andiamo a fare si doviamo restare qui? (¿Qué vamos a hacer si tenemos que quedarnos aquí?)
—Tra pochi minuti, comunicheremo per altoparlanti la situazione. (En pocos minutos, comunicaremos por parlantes la situación.)
—Ok. Grazie. (Ok. Gracias.)
Se dio media vuelta y se sentó en otro asiento vacío.
Unos minutos más tarde escuchó por altavoz lo que le había dicho la chica que la atendió y que iban a ubicar a los pasajeros en el hotel más cercano al aeropuerto por precaución ya que la tormenta se estaba acercando.
De a poco, Estrella fue viendo cómo el cielo se teñía de gris y las nubes quedaban blancas con aquel color gris plomo característico de tormentas fuertes. Trago saliva con dificultad, odiaba las tormentas y se ponía aún más miedosa cuando se trataban de tormentas eléctricas.
Había visto gente amontonarse a escuchar y ver la noticia que se estaba transmitiendo desde un televisor, anunciando que el pronóstico era preocupante durante toda la semana, no solo por las tormentas eléctricas que irían a producirse sino por los fuertes vientos superiores a los sesenta kilómetros por hora. Recomendaban mantenerse dentro de las casas o en cualquier otro lugar bajo techo y no salir a menos que sea un caso de urgencia.
A Estrella le resultó sorpresivo todo aquello, porque a su edad nunca había pasado por algo así, en Buenos Aires había tormentas fuertes y eléctricas, algunas lluvias, inundaciones también, y hasta algunas veces se escuchaban ciclones en las provincias de Argentina, pero nunca vivió un clima de tal magnitud.
Poco a poco los pasajeros fueron siendo ubicados en el hotel más cercano al aeropuerto y otra gran cantidad de personas en otro. A la joven le tocó en el primer grupo que fue acomodado en el lugar y con los gastos cubiertos por la terminal aeroportuaria.
Lo que más lamentaba era que no podía llegar a tiempo al hotel que tenía reservado en Reggio Calabria.
Con un transporte privado llegaron al alojamiento y la muchacha recibió la llave de su habitación para instalarse por una semana, aunque todo dependía de cómo estuviera el clima los próximos días.
Dejó la valija en un rincón y se sentó en el borde de la cama, suspiró y se echó contra el colchón para mirar al techo y pensar bien lo que iba a hacer a partir de aquel momento, y sabía que lo primero que tenía que hacer era llamar al hotel en donde tenía la reserva para avisarle lo que estaba pasando.
Una vez que se comunicó con quien estaba atendiendo en ese instante el lugar, le dijo que estaba en Italia, pero que por temas climáticos no podía llegar al hotel. Con su pobre italiano, Estrella intentaba explicarle la situación que estaba atravesando sin tener mucha más idea de lo que podía hacer porque le había avisado que duraría una semana, o más o menos ese tiempo estimado y que no tenía otra solución más que quedarse ahí como se lo habían aconsejado porque nadie esperaba aquello. Del otro lado de la línea le dijeron que no podían reservarle por mucho tiempo la habitación, por lo que lamentaban lo que estaba pasando, pero que iban a devolverle parte del dinero que había depositado.
—Però io non voglio i soldi (Pero yo no quiero el dinero) —su voz sonó quebrada y desesperada también.
Su corazón le latía desbocado, estaba nerviosa y al escuchar aquello más desilusionada se sintió.
—Scusi, signorina, però non potiamo fare niente di più. (Perdón, señorita, pero no podemos hacer más nada) —Fue lo único que pudo decirle.
—Grazie lo stesso. Allora faciamo la cancellazione e il rimborso. (Gracias igual. Entonces hagamos la cancelación y el reembolso.) —Admitió y se sorbió la nariz intentando no llorar.
Pronto el chico le pidió que confirmara todos los datos que tenía de ella y en pocos minutos tuvo la cancelación del cuarto y más de la mitad del dinero reintegrado a la cuenta con la que habían hecho la reserva. Él le deseó una buena estadía en el país y ella le agradeció la amabilidad al atenderla.
Cuando cortó la llamada supo que literalmente estaba jodida.
Volvió a echarse en la cama boca arriba y escuchó las gotas de lluvia contra el vidrio. El viento susurraba con más fuerza que antes. Se bajó de la cama para mirar por la ventana. Era una postal de invierno, porque no solo había bajado considerablemente la temperatura sino por cómo era el viento también, soplaba desde el sur y provenía del mar, así decían las noticias. Las copas de los árboles se mecían con vigorosidad y en ningún momento quedaban quietas, y de repente vio cómo las casas que estaban alejadas del hotel habían quedado sin luz. Las luces de su cuarto parpadearon un par de veces, pero quedaron encendidas, aunque el viento soplaba con gran velocidad y su sonido no era muy grato al oído, porque más miedo le producía. Silbaba y a Estrella le daba miedo escuchar al viento silbar.
Agarró su cartera para ponérsela cruzada al hombro y salió de la habitación para no escucharlo, le ponía los pelos de punta.
Bajó al restaurante para pedir algo caliente y un sándwich de pan tostado, necesitaba aclarar su cabeza con la llamada que había hecho e intentar calmarse con el mal tiempo que había afuera. No sabía con exactitud qué hora era, pero por las lucecitas del exterior se perfilaba que era tarde.
Aprovechó en tratar de comunicarse con su mamá diciéndole lo que estaba pasando y la situación en la que se encontraba, pero su respuesta la dejó más triste que antes.
—No hubieras viajado.
—¿Es en serio lo que me decís? Estamos en medio de un gran temporal, ¿y me decís eso? —su voz sonó demasiado decepcionada—, gracias por tu comprensión, mamá. Yo no tengo la culpa de que iba a pasar esto.
—¿Y ahora? ¿Qué vas a hacer? —preguntó un poco enojada.
—¿Te preocupa la plata? Ya me dijeron que reintegraron más de la mitad de la reserva, si eso te preocupaba —dijo molesta.
—Si no habrías elegido Italia no pasaba esto, pero como a vos te importa un pomo el sacrificio que hicimos, ahora te las arreglas sola. No podemos hacer nada.
Estrella quedó petrificada con todo lo que le había dicho su madre, sabía que se iba a enojar, pero no esperaba que le dijera eso tampoco.
—Yo no tengo la culpa de lo que me pasó —emitió decepcionada—, esto es un temporal de la naturaleza, no tengo manera de arreglarlo, trataré de mantenerme como pueda. Y si vamos al caso —su tono de voz sonó molesta—, vos elegiste Italia, yo te dije bien claro que pensaba ir a España.
—Al fin y al cabo, ambos países son caros —se justificó.
—Sí, pero era Italia o nada, porque para España no había vuelos y hoteles disponibles hasta las semanas siguientes.
—Entonces era nada.
A Estrella más rabia le estaba dando su comentario y su modo de decir las cosas.
—¿Y de qué manera te vas a mantener? Porque se supone que parte de esa plata es para pagar el pasaje de vuelta si no conseguís trabajo.
—No sé, pero algo se me va a ocurrir —contestó enojada también—, en vez de ayudarme y decirme que todo va a estar bien, me tiras a los perros, vos misma supiste que no conseguía trabajo de ninguna clase, por lo tanto, mamá, te toca mantenerme todavía, en Italia, en algún país limítrofe, en Buenos Aires o en cualquier otra parte del mundo me pudo haber pasado algo así, no inventes. —La voz trémula se notó a través de la otra línea y su madre apretó los labios sintiéndose culpable por cómo estaba tratando a su hija.
—¿Estás bien? —Intentó apaciguar la discusión telefónica.
—Sí, estoy bien. El aeropuerto nos envió a un hotel con los gastos pagos hasta que termine este clima.
—¿Son tormentas fuertes? ¿O qué?
—Hay lluvias fuertes, pero el problema más grande es el viento que hay, va a una velocidad que supera los sesenta kilómetros por hora hasta no hace mucho, ahora no sé, pero se siente más fuerte que antes.
—¿Y qué les dijeron?
—Que teníamos que mantenernos dentro del hotel.
—Está bien, cuidate, por favor.
—Sí, no te preocupes. Te dejo, más tarde si la señal no se corta te mando un mensaje.
—Bueno, hasta luego. Te mando un beso.
—Gracias, otro para vos.
Apenas cortó la llamada, metió el celular dentro de la cartera y el mozo le dejó la taza de té junto con el sándwich. Ella pagó por lo que había pedido y le dio propina al chico. Aquello iba a ser su cena, ahora que tenía que ajustarse, no podía darse el lujo de pedir platos extravagantes o consistentes.
Y dadas las circunstancias, su experiencia no estaba siendo muy favorable.
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