Capítulo 4: Crisis orgánica
Kara Jovancevic. Tercer año. Es la definición de una "diva". Popular, arrogante, bonita y tiene decenas de pretendientes. Su cabello de colores llama la atención de todos.
Mi relación con ella es peor que mala. Con Iriabelle, por ejemplo, solo no me llevo y ya. Es una chica normal que habla de mí a mis espaldas, pero no por ello le deseo el mal. Con Kara es distinto. En ocasiones he llegado a sentir que el mundo sí sería mejor si ella no estuviera.
Es alguien muy particular. Tiene una personalidad que en primera instancia puede parecer alegre y divertida, pero también tiene una faceta algo sádica.
El sadismo. Sentir placer con el dolor ajeno. Pese a que suena como una emoción característica de un psicópata, en realidad es más frecuente de lo que parece. En especial en los jóvenes. De alguna manera, ella puede sacar lo peor de las personas y despertar ese sadismo.
Es hija de Matt Jovancevic, ex ministro de seguridad de la administración republicana anterior. Algunos lo consideran un héroe por haber puesto "mano dura" contra la delincuencia y enfrentar al terrorismo, pero otros lo culpan por haber sido el responsable de una ola de violencia sin precedentes. Pasamos de nueve mil asesinatos violentos por año a veintiséis mil.
Antes de oír sobre la pelirroja, nunca me había cuestionado sobre el terrorismo en este país. Tras conocer a Roxxane y ver lo bien que se lleva con Roberto y caer en cuenta que ha sido la única persona en creer en el sueño de Axl, me he comenzado a preguntar si todo es blanco o negro como siempre me lo han dicho.
En estos meses he entendido que no puedo responder inmediatamente a cada duda. Así que iré reflexionando sobre ello. Lo que sí sé es que quizá algo de toda esa podredumbre puede haberle afectado a esa chica.
—¿Cómo puede ser tan popular si siempre anda con esos yoyos? ¡Que infantil usar juguetes! —cuestiona Alejandra, una de mis amigas, mientras miramos la mesa en la que se encuentran Kara y Ryan.
—Es porque no son juguetes.
Kara usa uno de sus yoyos para darle un golpe en la frente a una chica becada y pese a que el golpe no parece ser tan fuerte, la logra aventar contra el piso. Esto provoca las risas de muchas de las personas que están en la cafetería, incluyendo algunas de mis amigas. Yo solo guardo silencio.
—Es un arma y es tanto ofensiva como defensiva —le explico a Alejandra.
Kara usa su qi para hacer pequeñas corrientes y remolinos de aire. Eso hace que pueda darle dirección e imprimirle potencia a los golpes que efectúa con los yoyos.
—¿Le temes a los yoyos de Kara? —bromea Dominick quien se acerca a la mesa donde estamos.
—Miren quien apareció. El fan número uno de nuestra querida Alicia —bromea Alejandra.
—Las personas normales saludan con un beso en la mejilla, Alejandra —le susurra Dominick mientras le acerca su mejilla y se la señala.
Ella ni lenta ni perezosa le da el beso que pide. Él me mira de reojo para ver si su gesto ha logrado ponerme celosa, y podría haber sido así, pero estoy enfocada en Kara y en Ryan.
—¿No me digas que de pronto te volviste una defensora de los debiluchos? —pregunta Dominick mientras se sienta a mi lado al ver que Kara se ensaña cada vez más con la becada.
—¿No te genera algo? —pregunto seria, pues él también es becado.
—¿Por qué habría de generarme algo ver a una loca con yoyos fastidiar a una perdedora? —responde Dominick con desinterés.
—Tú también eres becado —comenta Alejandra quien pareció leer mi mente.
—Pero mi caso es diferente —presume Dominick con su habitual tono altanero—. Ninguno de esos intentos de maleantes puede ponerme un dedo encima. Soy fuerte. Si Ryan intentan hacerme algo, lo haré polvo. En cuanto a Kara... Es mujer y como soy un caballero, no peleo con damas.
Tiene razón, pero no es solo la fuerza física. Son recursos de poder en sentido amplio. Dominick tiene apariencia, habilidades de combate, facilidad de palabra y talento en todos los deportes. La chica a la que están fastidiando no tiene nada de eso. Eso es lo que hace que la correlación de fuerzas sea tan desigual.
—En menos de un año de haber llegado lograste colarte entre la "élite" del colegio —expongo.
—Sí ¿Qué con eso? —consulta Dominick.
A lo que me refiero es que en el Gran Bretaña hay un sistema de premios y castigos que consiste en darle a aquellos estudiantes sobresalientes un mayor "estatus" respecto a otros estudiantes.
A esto le llaman "estudiantes élite". Puedes formar parte de este selecto grupo por rendimiento académico, cultural o deportivo. Dominick ha logrado sobresalir en los tres ámbitos, cosa que ni siquiera otros estudiantes que también forman parte de la élite como Ryan y Kara han logrado.
—¿No crees que si no hubiera "castas" tan marcadas la chica sufriría menos?
Esta pregunta hace que todos guarden un inesperado silencio. Aunque en parte los entiendo. No es algo muy propio de mí consultar ese tipo de cosas.
—¿Quién sabe? —replica Dominick—. Para averiguarlo la rosa Rosenzweig tendría que convertirse en un huracán.
Está siendo sarcástico, pues sabe que he estado leyendo a nuevos autores. Aun así, no creo que haya que destruir las estructuras. Pienso que con reformarlas es suficiente, pero... ¿Hay espacio en una estructura reformada para alguien como Kara? ¿No intentarían con todas sus fuerzas personas como ella y Ryan frenar ese cambio para volver todo a como estaba antes y seguir siendo favorecidos?
—En fin ¿No te preocupa el uso del qi de esos dos? Una cosa es confiar en tu fuerza y otra ser ingenuo —le pregunto a Dominick quien no para de estar de acurrucado con Alejandra.
—No me preocupa —responde Dominick haciendo una pequeña mueca de satisfacción, pues parece que notó que su treta de jugar con Alejandra sí me puso algo molesta—. Que seas un usuario no garantiza que ganes una pelea.
»Ryan usa su energía para fortalecer sus articulaciones. Esa técnica puede ser problemática para ti que usas Jiu Jitsu, pues tu estilo de pelea consiste justamente en romper articulaciones por medio de luxaciones, pero en mi caso, puedo atacar a distancia con patadas. Para mí es un oponente fácil —agrega sonriendo.
—Que arrogante eres —le comenta Alejandra.
—Bien que te gusta —responde Dominick sonriente.
Alejandra intenta hacer un gesto de indiferencia, pues para este punto ya es demasiado evidente lo que se traman esos dos. Dominick de nuevo mira de reojo para analizar mi expresión.
—Kara —insisto. Dominick sonríe de forma burlona. Parece que ya el tema le aburrió.
—Son yoyos con qi. Solo pegan más duro y ya —fanfarronea antes de irse.
—Oye, ¿no le vas a decir nada? —masculla Alejandra.
—Hazlo tú si lo deseas —respondo. Ante lo cual Alejandra se sonroja.
...
Luego de que termina el almuerzo, todos proceden a regresar a sus clases. Estoy harta de preguntarle a las personas incorrectas.
—Oye, becada —abordo a la temerosa chica que está sacando libros de su casillero para su siguiente clase.
La becada no sabe cómo responder o cómo actuar, pues acaba de pasar un desesperante momento siendo humillada por Kara y sus amigos y ahora me tiene en frente a mí, una chica igual o más popular que la persona que la acaba de hacer sufrir.
—Ssss, sí. —Con algo de temor contesta.
—No vengo a molestar. —Intento calmarla al ver que se muere de miedo.
—¿No? —pregunta casi que por reflejo.
—Tus zapatos... —indago.
—¿Mis zapatos? —musita intentando disimular que está temblando.
—Deja de repetir lo que digo —le ordeno.
—¡Lo siento! —exclama.
Sé que fui algo tosca, pero me molesta que repitan lo que digo.
—Deja de disculparte por todo —le reprocho con un tono algo más suave.
—¡Perdón! —responde la chica confundida—. Perdón por pedir perdón. No sé qué responder.
—Da igual —continúo—. Te estaban fastidiando por tus zapatos, porque son viejos.
—Sí. Es que no tengo otro par —explica.
—¿Por qué? pídele a tus papás que te compren otros.
—Es que no hay dinero —afirma con un tono neutro.
—¡Vienes al Gran Bretaña! Algo de dinero deben tener —replico.
Se supone que la beca cubre los gastos. En dicho caso, a sus padres no debería representarles tanto problema comprarle unos zapatos lindos para que no la molesten.
Sé que mis preguntas y respuestas parecen bastante carentes de empatía, pero no puedo evitarlo. Nunca me enseñaron a pensar en los sentimientos de la gente.
Aun así, la becada baja la guardia. Parece que ella entiende que genuinamente no comprendo la situación, y que no es mi intención ser hiriente.
—Es difícil. Si no fuera por la beca, jamás podría venir a un colegio tan costoso, pero aún con la beca es complejo, pues hay que pagar transporte y comida.
»La cafetería es muy cara y cuando traigo algo de mi casa, las demás chicas me molestan, ya que los recipientes que tengo no son muy lindos o porque la comida es solo arroz y frijoles —me explica algo apenada.
—Entiendo —afirmo
—¿Entiendes? —cuestiona la becada.
—Te dije que dejaras de repetir lo que digo —comento con tono gruñón.
—Per... —La chica no completa la palabra, posiblemente porque recuerda que le dije que no se disculpara por todo.
—Si todo es tan complicado —prosigo— ¿Por qué sigues aquí? ¿No sería más fácil devolverte a tu colegio anterior?
—No puedo —manifiesta con un tono que muestra convicción. La misma con la que Axl siempre se expresa.
—¿Por qué? —indago curiosa por el cambio de tono de la chica.
—Porque este es uno de los mejores colegios del país ¡Es el Gran Bretaña! Quiero que mis padres estén orgullosos de mí. Quiero que mi hermano menor tenga un ejemplo para seguir, pero sobre todo...
—Sobre todo... —musito sin darme cuenta, al menos en el momento, de que ahora soy yo quien repite lo que dice la otra persona.
—Quiero estudiar medicina, ser una gran doctora y sacar a mi familia de la pobreza. Si es por ese sueño, ¡aguantaré lo que tenga que aguantar!
Al escuchar esta respuesta me siento aún más confundida. Tengo un mix de emociones que no entiendo.
Recuerdo cuando le pregunté a Axl, el motivo de su terquedad. Él me respondió que no solo quiere vencer a los abusivos que lo fastidian, también quiere proteger a sus nuevos amigos y ser fuerte para no preocupar a su mamá.
Durante las últimas semanas, he estado entrenando con Roberto, pero él solo me pone a hacer té y a meditar. Si no fuera porque lo vi combatir a Roxxane, pensaría que todo eso es inútil.
Evidentemente preferiría que me ayudara a superar la barrera del sonido con mis golpes como lo hace él, pero siendo una persona que se rige por la lógica, no tendría sentido cuestionar los métodos de alguien que ya me dio pruebas de que estos funcionan.
Aun así, en ocasiones desespero y le pregunto el porqué.
—¿Cómo seré más fuerte que Kara y Ryan sirviendo té? —le cuestioné en su momento a Roberto.
—El sabor del té es equivalente al cariño que le pusiste —respondió el maestro ante mi impaciencia—. El camino del guerrero no consiste solo en dar golpes a todo lo que se ponga en frente.
»Una persona que sabe poner su corazón en algo para alguien más es sin duda más fuerte que quien pelea solo por orgullo.
Vuelvo al presente.
—No es solo hacer algo por los demás. También es poner tu corazón en ello —murmuro. Ante lo cual, la becada se sorprende—. Gracias por responder mis preguntas —le expreso con gratitud.
—No hay de qué —responde ella. Posiblemente algo confundida por el extraño abordaje.
—Cuídate de los yoyos de Kara —le sugiero antes de irme.
...
Ese mismo día, luego de clases.
...
Son cerca de las seis de la noche, pero es verano, así que el sol aún no se oculta. Hay una sensación de calor húmedo que en cualquier otro momento me hubiera resultado insoportable, pero que ahora intenta tolerar para poder visitar a mi amigo.
No se puede acceder al lugar donde se encuentra con una limusina. Así que toca caminar o mejor dicho saltar. No me cuesta movilizarme de un árbol a otro hasta llegar al centro del bosque, donde está Axl. Desde la distancia, noto que esta vez luce algo frustrado.
El chico alegre e hiperactivo luce ansioso y molesto. En un inicio pienso que quizá se debe al estrés de practicar constantemente y no ver mejoría, pero tras reflexionarlo concluyo que él no es así. Generalmente solo se levanta y sigue. Pero hoy...
La mirada de su Axl está llena de ira. Ahora sus ojos, que suelen ser negros, están teñidos de carmesí. «Celeste es intuición, verde es armadura. El rojo debe ser...».
¿Onda de choque? ¡Es el qi más avanzado de los tres! No puede ser que alguien como él lo pueda usar. Aunque ahora que lo pienso, la onda de choque es fuerza de voluntad y de esa él tiene de sobra.
Como siempre, se encuentra dándole golpes a un gran roble, pero lo hace de forma más potente y a su vez más imprecisa. No lo está haciendo de forma consciente.
—¡Te golpearé hasta matarte! —le grita Axl a quien sea que es su oponente imaginario.
«A quien sea que esté visualizando al golpear ese árbol debe odiarlo con todo su corazón», pienso mientras reflexiono que es la primera vez que oigo a Axl decir algo así. Siempre intenta sonreír para que no nos preocupemos.
—No lo permitiré ¡No dejaré que me hagan sufrir más! —expresa.
Quiero detenerlo. No me gusta ver a mi amigo así. Me llena de rabia pensar en que esto es culpa de Ryan, pero también mía por no haber hecho nada antes. Sin embargo, lo dejo seguir porque creo que también necesita desahogarse.
Lleva recibiendo daño físico y psicológico desde hace años. No puedo evitar sentir algo de admiración por su determinación, pues se cansó de esperar un héroe y decidió convertirse en su propio salvador.
Cuando Axl vuelve en sí, y se da cuenta de que lo estoy observando, intenta recobrar el control, para lo que estrella su cabeza contra el árbol y, tras empezar a sangrar, sus ojos vuelven a ser negros y cae inconsciente.
...
Luego de un rato.
...
Me detengo un momento a contemplar el bosque. Es un lugar muy lindo. Pocas veces me dedico a apreciar esos pequeños detalles. El lugar está las afueras de la ciudad y cerca de las montañas. Hay robles. Esos son los compañeros de entrenamiento de Axl, ya sea para practicar golpes y patadas o para intentar saltar de un lugar a otro.
Cierro los ojos para intentar sentir la energía de las cosas. Hay algo que me ha llamado la atención. El susurro del viento es tranquilo y me comenta un secreto. Volteo para mirar a lo alto de los árboles y noto que los pajarillos no se han movido de allí. Incluso hay un oso perezoso en la cima del árbol que Axl pateaba.
Es como si la naturaleza no tuviera miedo de la ira del terco chico. Como si incluso las plantas y animales estuvieran conscientes de que en su corazón no hay maldad sino tristeza.
«Aunque estés molesto los pájaros quieren estar cerca tuyo», pienso mientras un pequeño gorrión se para cerca del hombro de Axl. Él despierta. El ave se va y yo esbozo sonrisa por la tranquilidad que me causa que esté bien.
—¿Qué rayos fue eso? —le cuestiono cambiando mi sonrisa por una expresión de reproche.
—¿Dónde estoy? —inquiere algo desorientado Axl. Al darse cuenta de que tiene mi rostro arriba suyo se sonroja.
—Soy yo quien hace las preguntas —murmuro algo apenada, pues está con su cabeza recostada sobre mis piernas. Yo lo puse ahí—. ¿Qué fue eso? —insisto—. No me refiero a la rabieta. Me refiero a tus ojos.
—Eso era lo que no quería que vieras —explica Axl. Está dudando sobre si moverse de mis regazos para no incomodarme o si quedarse. Yo presiono su cabeza contra mis muslos para que entienda que puede seguir ahí—. No sé qué hacer con tantas peleas.
Desde que Axl comenzó a entrenar para dejar de ser hostigado, más bien ha encontrado más problemas, pues si bien logró defenderse y quitarse a un par de abusivos de encima, esto hizo que vinieran más.
Cuando estaba en la escuela eran dos o tres, pero el Diurno es un entorno caótico con decenas de matones fuertes.
Sabe que no puede transmitir la misma imagen de chico débil que le generó tantos líos tiempo atrás, así que ha acepta todas las peleas que se le aparecen.
Lleva medio año de estar metiéndose en embrollos. Gana unas cuantas, pierde varias, pero más que el rango de victorias es el ritmo lo que es insostenible.
—En cualquier momento, alguien vendrá —afirma. Sus manos están temblando, pero no es miedo.
—Estás ansioso. Deberías dormir —sugiero mientras le tomo la mano. Creo que se nota que estoy preocupada—. Es tarde.
—No puedo —me responde con algo de rubor en sus mejillas. De seguro porque no esperó que le tomara la mano. Así que se la suelto para que no esté tan nervioso—. Llevo tres semanas de no dormir.
—¿Tres semanas? —pregunto. Esta vez con un tono de reproche.
—Sí —explica mientras se sienta—. Estoy muy cansado, pero por algún motivo, no puedo conciliar el sueño. Tampoco ayuda que mi mamá y su novio no dejen de pelear todos los días.
—Ven a mi casa —le propongo al notar que tiene ojeras.
—¿A tu casa? ¿Me estás invitando a tu casa? —consulta sorprendido.
—Sabes que odio que repitan lo que dije —replico intentando sonar gruñona. Aunque la verdad es que me parece tierna su forma de reaccionar y lo estoy disfrutando—. Quizá allí puedas dormir algo —agrego algo apenada.
—¿Pero Dominick no se enfadaría? —cuestiona con un tono inocente.
—¿Por qué se habría de enfadar? ¿Acaso tú y yo somos algo? —respondo de forma apresurada. Estoy segura de que mis mejillas están rojas.
—Entiendo. Tampoco hace falta ser tan hostil —bromea.
—Lo siento —expreso algo más calmada—. Sé que a veces puedo ser un poco tosca. A pesar de eso siempre me soportas. Solo quiero ser yo la que haga algo por ti para variar. Además —agrego mientras reflexiono que sí estoy bastante molesta con Dominick por coquetear con Alejandra en mi cara—. Dominick y yo no somos nada tampoco, así que no puede enfadarse.
»Puedo hacerte algo de té —sugiero mientras pienso en todas las emociones del día—. Alguien me dijo que el té sabe mejor entre más cariño le pongas.
...
Esa misma tarde-noche, en el centro.
...
Antes de ir a Hill Valley decidimos hacer una pequeña escala en el centro. Tengo algo que preguntarle a Axl, pues la respuesta de Dominick no me satisfizo. Así que analizo qué palabras pueden ser las mejores para expresarme mientras mira las coloridas cajas de cartas que hay en un local cercano.
—¿Qué piensas de Kara Jovancevic? —le pregunto mientras tomo un capuchino a las afueras de la tienda. Estamos esperando el transporte que los llevará a la mansión.
Axl vuelve a sonreír como es usual en él. Me sorprendo con este cambio de humor, pero en sí, me alegra verlo feliz de nuevo.
—Es una abusiva y sé que te fastidia. Solo dame algo de tiempo y le patearé el trasero —afirma de forma desafiante.
Yo me río, pues sé que no está presumiendo. De verdad lo dice porque quiere agradarme.
—¿Tú le vas a patear el trasero a Kara? —pregunto con humor.
—¡Sí! —responde Axl confiado.
—Pero es una chica. Se supone que los caballeros no golpean a las damas.
—No me importa —responde de forma seca—. Si hace sentir mal a mis amigos, la destruiré.
—No te preocupes. Es mi pelea —le respondo haciendo referencia a cuando me dijo lo mismo respecto a Ryan. Mientras esto sucede el transporte llega por nosotros—. Por ahora solo me importa que duermas bien.
...
Mansión Rosenzweig. Barrio Hill Valley al norte de la provincia.
...
Mientras Axl duerme en una gigantesca cama tamaño queen, yo reflexiono sobre sus ojos.
«El rojo es un buff ofensivo, pero que le resta precisión. Hace que ataque de forma aleatoria, usando movimientos que no suelen ser parte de su repertorio usual», pienso mientras leo un libro de hinduismo.
Mientras veo la imagen de un loto de mil pétalos, reflexiono que quizá, de forma accidental, Axl activó el Sahasrara, que es una puerta de energía espiritual ubicada en la coronilla. De allí el motivo de que se desactive al recibir un golpe en la cabeza.
«Cada persona tiene una forma diferente de hacer fluir la energía y parece que la tuya es la ira», pienso antes de cerrar su libro e irme a dormir, o al menos intentarlo, pues la preocupación no me deja conciliar el sueño.
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