Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 52 (El Usurpador)

Día 1, Periodo de la Planta, año 1314.

Aunque trataron de impedírmelo, eché a correr en dirección a nuestra amiga. Cada paso que daba aumentaba mi nerviosismo, y el sudor frío que resbalaba por mis axilas me advertía que algo malo estaba a punto de suceder.

—Earan... —murmuré, con labios temblorosos, mientras extendía la mano y la apoyaba sobre su hombro izquierdo.

En el instante en que lo hice, un vahído me atravesó como una descarga, obligándome a flexionar las rodillas.

—Eres tú... —respondió con una voz fría y distante, girándose lentamente para mirarme. Sus ojos me atravesaron como un cuchillo—. Me alegra verte. Creí que tendría dificultades para encontrarte.

El tono dominante en su mirada me provocó un escalofrío.

—Earan, ¿qué te ocurre? —logré preguntar después de tragar saliva—. Tu hermano dice que últimamente te comportas de manera...

No pude terminar la frase. Antes de que pudiera continuar, estalló en una carcajada que resonó en el aire como una burla diabólica.

—Tienen razón —me dije para mis adentros, mientras la observaba con incredulidad—. No parece la misma chica que conocí en el desierto.

Cuando finalmente dejó de reír, se quitó la caperuza con un gesto decidido, dejando al descubierto su rostro y su melena al viento.

—¿Has traído el libro?

La pregunta me tomó por sorpresa y retrocedí varios pasos instintivamente.

—¿Dónde está el Mitólor? ¡Responde!

Una repentina ráfaga de viento agitó su cabello, despejando por completo su frente. Mi corazón pareció detenerse al ver unas manchas en su sien.

—Esas manchas... —susurré, horrorizado—. Las he visto antes...

Fue entonces cuando su semblante cambió por completo. Sus ojos adquirieron un brillo oscuro y antinatural, mientras su voz se transformaba en algo grave y perverso.

—¡Dame el libro! —gritó con el rostro desencajado.

Antes de que pudiera reaccionar, el silbido agudo de dos flechas surcó el aire tras de mí. Giré apenas para verlas pasar rozándome la cabeza y, con precisión mortal, clavarse en la frente de Earan. Su cuerpo cayó al suelo.

—¡¿Qué habéis hecho?! —grité desesperado—. ¡Desgraciados, la habéis matado!

Sylewer y Àlowar recargaron sus arcos con la misma velocidad con la que me ordenaron retroceder.

—¡Vamos, Éliar! —NiNi voló hasta mí y comenzó a tirarme de la oreja, tratando de hacerme reaccionar—. ¡Los cuatrobrazos tienen razón, debes alejarte de ella!

Aparté al caloto de un manotazo y corrí hacia Earan, arrodillándome junto a su cuerpo.

—Lo siento... —balbuceé entre sollozos—. Esto no debería haber terminado así...

Las lágrimas me nublaron la vista, y la agonía me desgarraba desde dentro. Estaba al borde de liberar un grito desesperado, cuando el cuerpo bajo mis manos comenzó a moverse de nuevo.

Earan abrió los ojos de par en par, con las pupilas completamente negras.

—¡Dame el libro! —repitió con voz de ultratumba.

Antes de que pudiera reaccionar, sus manos se alzaron con una fuerza descomunal y me agarraron del cuello. Las flechas incrustadas en su frente se desmoronaron en finos granos de arena, mientras los agujeros que dejaron se cerraban.

—¡Tuyo ser gran estorbo! —bramó Sylewer, agarrándome del brazo antes de lanzarme hacia atrás con fuerza—. ¡Tuyo deber huir!

Sin dudarlo, cargó la cuerda de su arco con tres flechas y disparó directamente al pecho de Earan. La corta distancia entre ambos hizo que los venablos se clavaran con tal fuerza, que incluso penetraron en el suelo.

No podía procesar lo que veía. Mi mente se negaba a aceptar esa pesadilla.

—¡Yo protegeré a tuyo! —Àlowar me alzó y me subió al keròke donde Koris ya esperaba, temblando—. ¡Sylewer ser fuerte, suyo poder luchar!

Estaba tan agotado que apenas podía reaccionar. Sentí el calor de NiNi a mi espalda, lo que me confirmó que también estaba conmigo.

El ave comenzó a correr, pero antes de que pudiera ganar velocidad, una gigantesca mano de arena emergió del suelo y atrapó sus patas con firmeza, deteniéndonos en seco.

—No vais a ir a ninguna parte —la voz gélida de Earan cortó el aire.

Miré hacia ella y vi cómo avanzaba con pasos lentos pero seguros, apretando su puño derecho, como si con ese simple gesto controlara la mano que sujetaba nuestra montura. Más atrás, Sylewer estaba tendido en el suelo, derrotado.

—Soy yo, Éliar, tu amiga Earan —dijo, con un tono persuasivo y casi dulce, que contrastaba con su mirada oscura—. Acércate a mí y dame el libro. Estoy convencida de que Numaèl te lo ha confiado.

Sus palabras me paralizaron. Cada vez estaba más cerca, mientras el keròke permanecía inmóvil, incapaz de liberarse.

—No te preocupes, te daré una oportunidad para escapar —me susurró Àlowar al oído, mientras se preparaba para abalanzarse sobre Earan.

Sin embargo, antes de que pudiera ejecutar su plan, la llegada repentina de Tío Honoris cambió todo.

—¡Tú otra vez, viejo! —gruñó Earan, visiblemente irritada—. ¡Creí que había acabado contigo!

Nunca antes me había alegrado tanto de ver al anciano. Su cuerpo estaba cubierto de heridas, pero su rostro, firme y decidido, logró aliviar mi angustia.

—¡Naile! —grité desesperado—. ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué Earan se ha vuelto malvada?

Tío Honoris sacó una botella de su faltriquera y bebió un sorbo antes de hablar.

—Éliarag, Koris... lamento tener que deciros esto de forma tan brusca —dijo, secándose los labios con la mano—. Earan murió en Ugmalu.

Sus palabras me dejaron abrumado.

—¿Qué estás diciendo? —pregunté perplejo—. ¡Tú mismo la rescataste!

—La chica que ha estado con nosotros desde que abandonamos aquel asentamiento no es Earan —continuó con calma—. Es alguien que ha usurpado su cuerpo.

La revelación de Tío Honoris provocó una carcajada en la que yo aún creía que era nuestra amiga.

—Demasiado tarde, viejo —dejó escapar una risa burlona—. Debiste haberte dado cuenta mucho antes. La verdad es que no estaba seguro de si podría pasar desapercibido estando tan cerca de ti, pero parece que eres más estúpido de lo que imaginaba.

El anciano dio otro sorbo a su botella, con la mirada cargada de arrepentimiento.

—Tienes razón. Debí haberme percatado cuando nombraste el color de la Gran Puerta antes de que yo la hiciera aparecer —admitió, con un tono grave—. Solo podías saber que era verde por una razón: ya la habías visto antes.

Todavía intentaba comprender lo que sucedía, pero las palabras de Tío Honoris no dejaban lugar a dudas.

—Reconozco mi error, y por eso voy a enmendarlo. Daré mi vida si es necesario —declaró con una firmeza que me llenó de temor y respeto a partes iguales.

Earan lo observó con una sonrisa burlona.

—¿Qué te hace pensar que podrás vencerme? —le preguntó—. Hace apenas un momento te derroté sin siquiera esforzarme.

Naile se ajustó la boina ligeramente hacia delante, cubriendo una parte de su frente con un gesto intencionado.

—El único motivo por el que me has vencido con tanta facilidad es porque pensé que, de alguna forma, Earan aún podría seguir viva una vez salieses de su cuerpo —dijo, mientras movía sus manos como si estuviera calentando sus articulaciones—. Pero ahora que sé que murió aquel día... ya no tengo que contenerme.

Sus palabras parecieron inquietar al usurpador, que apretó los dientes con una mueca de disgusto.

—¡Tío Honoris, por favor! —grité, bajándome apresuradamente del keròke—. ¡Dime qué demonios está pasando aquí! ¡¿Quién está dentro del cuerpo de nuestra amiga?!

La mano de arena que sujetaba al animal se desmoronó como si nunca hubiera existido.

—Éliar, finalmente he descubierto el verdadero motivo por el que tu antepasado traicionó a Álklanor —respondió el anciano—. O, mejor dicho, Uchiro.

Al pronunciar el nombre del demonio, una ráfaga de viento mezclada con arena silbó a nuestro alrededor, como si la misma naturaleza se estremeciera.




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro