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Extra: How we do what we do

Como siempre antes una pequeña aclaración o dos:

1 - Esta es una escena desechada. 'Desechada' significa que no la puse en la novela y por tanto la subo como un extra para disfrute.

2 - Esta historia es de hace 3 años o algo asi que no garantizo tener la misma escencia en la edicion de este extra.


Fotito de besos 😍

El reguero de cuerpos que había delante de mí, podía jurar que no fue orden mía. Mucho menos era mi estilo de ejecución. Se podía decir que eran piezas de un puzle de muy mal gusto. Mis hombres estaban tan sorprendidos como yo. Habíamos venido a acabar con el grupo de hombres más predecibles del universo, quienes traicionaban a dos mafias a la vez y por ende, tenían la fortuna de llevar impresas las balas con sus nombres.

Ellos habían hecho tratos por años con mi familia y nunca habían fallado en una entrega. Pero decidieron joderlo todo a menos de 24 horas para la celebración del nuevo año chino. Miré mi Rolex dorado personalizado para mí. Había sido un regalo especial de mi esposo Prem, tenía 15 horas para llegar al país del dragón donde estaba todo el clan y mi familia esperándome para la cuenta regresiva. Prem iba a tener mis bolas por este retraso, pero él sabe que hay cosas que solo el jefe debe manejar. Esto ponía en juego mi reputación y el futuro de mi negocio que recién había fortalecido como nunca.

Por muy raro que pareciera, algunas mafias de Tailandia se habían vuelto a reunir para formar una especie de junta. 'Consejo Vanir'. Por supuesto, esto ocurrió gracias a mí, que eliminé los obstáculos sin remordimientos y me hice con una nueva corona solo porque podía. Ahora me encuentro a la cabeza del Vanir.

-Señor, he preguntado a todos los activos. Nadie sabe quién dio la orden para esta...pintura arcaica. -Una masacre en toda regla. Para suerte o desgracia todas tenían una mano derecha en este negocio, la mía era quien estaba recién colgando el móvil luego de llamar al equipo de limpieza, Max. Habíamos sido criados en distintas formas, habíamos sido amigos antes de jefe-empleado, pero por cosas de la vida, terminó trabajando para mí. Era de las pocas personas en las que podía confiar mi sueño.

Hacía un par de años, mi padre se había retirado del mandato y me había coronado como el nuevo jefe dorado y supe desde el inicio que necesitaría de una persona a la que confiar mi seguridad y mi familia en casos extremos. O casos pintorescos, como los que últimamente creaba mi esposo, Prem. Lo amaba con las vidas de siete gatos, pero después de todo lo que paso, aunque lo entiendo, le abrió un vacío que ha llenado con X cantidad de locura impredecible.

Así que sí, daba gracias a Max y al resto de mis hombres.

-De acuerdo. Sigan buscando alguna lo que sea que me diga que sucedió acá. -ordené a todos quitándome los guantes negros. Max hizo una media reverencia y se marchó con el rostro tan enfurecido como el mío.

Mirando el panorama, estaba seguro de que la firma de quien había hecho esto no era desconocida para mí, y tampoco era alguien a quien hubiese visto en persona. Podía ser cualquiera que quisiera tener el placer de cobrar alguna deuda antes que yo o alguien que quisiera incriminarme. Nunca faltaban los que me aborrecían.

Pues tenía noticias para ellos: era muy tarde para protestar. Cuando ellos solo veían a un chico mimado y aburrido, yo estaba haciendo multimillonarios tratos por mi cuenta.

Una sombra salió de adentro de un aparador. En un segundo, todos mis hombres estaban colocados a mí alrededor como chalecos antibalas. Con sus armas apuntando al desgarbado y elástico chico que salía con las manos en alto y una sonrisa maliciosa.

El objetivo ladeó la cabeza cómicamente y amplió su sonrisa. -Al fin llegas, hijo dorado de la mafia. ¿O debería decir, mi esposo? Te estuve esperando durante años.

-Gatito. - dije en un suspiro bajo y sorprendido. Max me dedicó una mirada que reflejaba la mía, llena de consternación y confusión. Aunque su mirada tenía esta pregunta inscrita: ¿Qué le pasa a tu hombre?

Negué sin perder mi calma, jamás lo hacía. Me dirigí hacia Prem mientras miraba a mis hombres dudar entre bajar o no las armas. -¿Qué coño haces aquí Prem?

Chasqueó su lengua. -Odio que me llames así, Bounnie. Pero como estoy feliz te diré un secreto.

No llegó a terminar y se estaba acercando hacia mí. Mis hombres se movieron un poco afirmando sus pistolas en sus manos amenazadoramente. -Ups, tranquilos grandotes. Si vengo en son de paz. Solo quiero acercarme a saludar.

-¿Qué demonios creen que hacen imbéciles? Bajen las malditas cosas. -dije conteniendo la ira del exterior, por dentro estaba ansioso de saber y de nalguear a este tonto que se ponía en peligro. Odiaba las cosas que se salían de mi control. Necesitaba poder sobre cada paso y este chico era una variable desconocida.

-Bueno, vamos por un café con secretos de traición. -anunció como si nada, bajando las manos.

-Sí, no lo creo, Prem. Tenemos poco tiempo antes de coger el jet y llegar a China. -miré mi reloj frunciendo la expresión. Alcé la vista de reojo, viendo a mi desconocido esposo. Estaba claro que si nos demorábamos más llegaría la policía a hacer preguntas en el mejor de los casos.

El gesto fue solo con mis ojos pero mis hombres no se hicieron esperar para abrirse paso hacia afuera. Solo que uno de ellos, Gill, se acercó para quitarle el cuchillo a Prem. Cometiendo dos errores, intentar desarmar al que aparentemente había acabado con varios hombres él solo y el segundo, intentar tocar a mi esposo.

-Hey, manitos fuera, perverso. Este cuerpo solo lo toca el jefe del circo. -Kalan me miró rodando los ojos esperando mis siguientes órdenes. Hice un gesto hacia Gill y enseguida Kalan estaba sacándolo del lugar.

Centré mi atención en Prem, acercándome con confianza y seguridad para rodearlo con mi chaqueta blanca. Esperaba que al salir los transeúntes no se dieran cuenta que llegaba la ropa tiznada en sangre y suciedad.

Dirigí mi mirada hacia el chico. -Sino dejas que te revise, no tendremos esta conversación de una forma linda. Puedes elegir entre ir conmigo a un lugar privado y dejarme ocuparme de ti como te mereces por ser un descarriado o de lo contrario puedes volver...

No terminé mi frase observando la cabecita ajena que llevaba una mata de pelo castaño inclinarse lacónicamente. Incluso su sonrisa daba la imagen de un paciente de manicomio que necesitaba un ingreso involuntario. -¿Me atarás?

Asentí. -Así es, gatito. Hoy habrá peligro alrededor. Una lástima que este un muñequito como tú involucrado.

Sus ojos se achicaron nublado de éxtasis. ¡Bingo! Había dado en la diana. Adularlo de forma desapercibida, al menos pareciendo sin intención servía para aflojar su locura sin cura. Al parecer mi gatito tenía unos pequeños secretos que desconocía.

Ah. Esta obsesión iba a acabar por matarnos a todos.

El chico del cual aún no sabía que pensar levantó las manos dejando caer el segundo cuchillo que en lentamente había sacado de sus pantalones. Hasta Kalan se sorprendió cuando regresó y me vio con la mano metida bajo la ropa ensangrentada, deshaciéndome de lo que parecía un arsenal de defensa estratégicamente escondido. Desvié mi mirada hacia el reloj en mi muñeca intentando no demostrar asombro por cada pequeña maravilla de la cosa perturbadora con pelo y patas frente a mí.

-Bien, hora de irnos. -dije serio. Mi gatito fue coqueto al pasar por mi lado, haciéndome un guiño descarado.

El viaje era corto, no me arriesgaría a dejarle en esas condiciones hasta el aeropuerto privado y menos aún, dejarle sin castigo. Aunque en algún momento se me había pasado el enojo desmedido como por arte de magia. Era suficiente tenerlo a mi lado para volverme blando.

Ya tenía suficiente con que supiera que había ido a casa de los Rob Sanders a acabar con sus amigos. Milagrosamente, no había hecho ningún escándalo. Sinceramente, esperaba un acto donde me obligara a matarlo. Pero era mi hombre.

Por desgracia, decía tener algo que me interesaba sobre este grupito. Odiaba esto. Y mucho. No tener el control ni haber sido quien acabara con la vida del tal Sanders me estaba carcomiendo por dentro. Aun no sabía cómo se había enterado Prem, de donde venía ni cómo se coló antes. Alguien debía estar pasándole información y solo de pensar que le habían puesto en peligro me hacía hervir la sangre.

Pronto llegamos al estacionamiento subterráneo de uno de mis casinos. Sin dejar de rodearme, fui acompañado en cada paso hacia la oficina principal del lugar.

Había hombres en pie en la entrada del lugar y más adelante algunas nuevas caras ansiosas por saciar su curiosidad sobre mí. Esperaban para darle la bienvenida al jefe, o sea, se iban a llevar el fiasco. Envié a todos a trabajar. Lo que menos quería era atención esta noche, estaba saturado de ella.

El chico más loco que pude encontrar en una misión de limpieza, una vez más hizo de las suyas, llevándome por primera vez a tocarlo. Mejor dicho, a manosearlo frente a todos.

Una de las empleadas más entrenadas del lugar se acercó a mí, cordial y no menos zalamera. -Señor del Vanir, es un placer tenerlo por acá esta noche. Permítame acompañarlo, por favor.

-Maldita perra, aléjate antes de que... -el gatito puso una daga pequeña en el cuello de aquella pobre muchacha que tragó seco. Todos los ojos se volvieron hacia nosotros sin querer acercarse por temor a las consecuencias.

Aclaré mi garganta audiblemente, metí una mano en el bolsillo de forma casual y caminé despreocupado hacia el alboroto. ¿De dónde mierdas sacó eso? Me ubiqué tras mi esposo acariciando su oreja con mis labios. Sabiendo que mi susurro bajo iba a ayudar a relajarlo. -Gatito, no tienes que hacer eso. Sabes que no tengo ojos para ella. Me conoces mejor que nadie.

Y como si fuese un robot en automático, el chico se retiró con suavidad y gracia, mirándome con una sonrisa sedienta. -Cierto, solo yo sé lo que te gusta.

Estuve a punto de tornar los ojos. En serio estábamos mal de la cabeza. Yo por seguirle el juego y él por fomentarlo. Esta relación se estaba saliendo de control. -Entonces no me hagas esperar. Te has ganado un dulce castigo. Vamos.

Para cuando salimos del casino, ya había pasado la medianoche. Por suerte, envié a Max como mi segundo al mando a celebrar y cuidar de la familia por mí mientras atendía a mi descarriada oveja.

Aun había muchas cosas por aclarar y otras por definir. Prem no podía volver a ponerse en riesgo y definitivamente debía salir en compañía ara cuidar de su seguridad o quedaría amarrado hasta aprender obediencia. Lo bueno fue saber que era capaz de provocar los aleteos más inesperados hasta para mí con tal de defender a los suyos. Pero no entendía cuando se había vuelto tan agresivo y desbalanceado. No importa, de todas formas esta es la forma en que hacemos las cosas.

How we do what we do.

Gracias por el apoyo, sus lindas palabras y las 8.83 k vistas...

Gracias por mostrarme en los comentarios su alegria con esta novela. XoXO....

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