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Introducción.

La primera mirada...
El primer encuentro...
El comienzo de todo...

Seis años antes.

Narra Alisson.

—... Deberán terminar la investigación en sus casas y compartirla con el resto en la siguiente clase del martes —avisa el profesor Martín al escucharse la campana anunciando el fin de su clase por este día y el comienzo de la hora libre para nosotros.

Todos comenzamos a guardar nuestras cosas. Como siempre, me demoro un poco en hacerlo para salir de última y así no coincidir con ninguno de mis compañeros en la puerta. Todos son unos idiotas. Sobre todo las chicas.

Levanto la cabeza al ya no escuchar pisadas para comprobar qie estoy completamente sola en el aula. Suspiro y tomo mi bolso para ahora sí, salir a mi descanso.

Apenas estoy cruzando la puerta del salón, siento un cuerpo ser impactado con el mío. Pierdo el equilibrio y estoy por caer cuando unos brazos me sostienen.

Subo mi vista para pasar de ver los zapatos de mi acompañante a su rostro. Lo primero que me hace tragar saliva son unos ojos azules tan nítidos como el mismo océano abierto. Porque definitivamente es más intenso que el color del cielo y del mar.

—Te tengo —declara con emoción, haciendo lo mismo que yo, estudiándome con la mirada. Tomo aire y me enderezo.

—¡Hey, hermano, ¿qué pasó?! —Nuestro momento es interrumpido por otro chico. Lo miro brevemente para confirmar que también es guapo, pero, sin embargo, el chico que me sostuvo lo sobrepasa en belleza.

—¿Estás bien? —interroga el que me sujetó, ignorando por completo a quien dijo ser su hermano. Asiento y estiro con mis manos mi camisa, solo por no saber qué hacer—. Lamento haberte hecho perder el equilibrio. Estos idiotas no miden consecuencias nunca —declara y mira de mala manera al otro chico. Él se encoge de hombros.

—Soy Antonio, ¿y tú? —El otro chico hace de cuenta que el chico que me ayudó, no está y extiende su mano hacia mí. Miro brevemente al otro. No le estoy pidiendo permiso para dar mi nombre, solo me pregunto si él también me dará el suyo. Quiero saberlo. 

¡Rayos, realmente quiero saber su nombre! 

Suspiro lento.

—Allison —respondo y acepto la mano de Antonio para estrecharla. Como todo un experto, me hace dar un paso adelante al jalar de mi mano y llevarla a sus labios para dejar un beso en ella. Arrugo el rostro confundida.

—Es un placer, Allison. Tienes unos ojos preciosos —halaga. Retiro mi mano de la suya, deseando que ya se vaya y pueda quedarme sola de nuevo con su hermano.

—Son del mismo color que los de ustedes —comento sin humor. Él niega repetidas veces. Ahora resulta que es daltónico. Fantástico.

—Los tuyos tienen algo que los hace diferente —sentencia coqueto. Suspiro. Solo quiero que se vaya. ¿Por qué no se va?

—Vale, te creo. ¿Y tú cómo te llamas? —le pregunto directamente al chico que me ayudó y se ha quedado completamente mudo. Sonríe débilmente de lado.

—Dimitri —responde.

—Dimitri —repito yo en voz alta solo para comprobar que me gusta el sonido de su nombre saliendo de mis labios. Él me mira con los ojos brillantes—. Me gusta tu nombre, Dimitri —admito. Su sonrisa se ensancha con mis palabras y se rasca la nuca.

—Me gusta como suena de tus labios —confiesa. 

Alzo una ceja retadora. Algo con él me hace querer ser atrevida y divertida. Algo que desde que Martha está en mi clase, se me ha hecho imposible. Suspiro.

—Me gusta decirlo —reconozco. No sé si esto cuente como coqueteo, pero me gusta su sonrisa ladeada. Tiene un no sé qué, que me encanta.

—Bien, tortolitos, es hora de dejar de verse de esa manera. ¿Tienes hambre, Allison? ¿Quieres sentarte con nosotros? —propone Antonio, volviendo a interrumpir nuestro momento. Suspiro y me obligo a despegar mi mirada de la de Dimitri.

—No vas a senta la con esos descerebrados —zanja Dimitri decidido. Su voz ha cambiado. Ya no es divertida y amable, ahora es sería y enfadada. Creo que realmente no quiere que comparta con él y sus amigos. Bajo la mira a mis zapatos.

—Claro que no, nos sentaremos aparte. Si no quieres, no importa. Yo sí voy a invitarla a comer —determina Antonio. Frunzo el ceño. Odio que estén hablando de mí como si fuera una muñeca que pueden ponerla en cualquier parte sin consultarme antes.

—No importa, tengo algo que hacer aún. Todavía no iré a comer a la cafetería —digo, atrayendo la atención de ambos chicos a mí.

—En lo absoluto. Después de que me asegure que ya comiste algo, entonces puedo acompañarte a donde tengas que ir —habla Antonio, y sin darme tiempo de responder, toma mi brazo y me arrastra hasta la cafetería. Levanto la mirada por encima de mi hombro, mirando hacia atrás para ver a Dimitri alzar las manos al cielo y dar una vuelta sobre su propio eje. ¿Estará molesto?

Al llegar a la cafetería, Antonio no suelta mi brazo en ningún momento mientras ordena para los dos sin ni siquiera preguntarme lo que quiero. Suspiro.

Toma la bandeja con la mano libre y nos conduce ahora hasta una mesa desocupada. Me sienta sobre el taburete y él ocupa el puesto de al lado.

—Tienes que comer antes de hacer cualquier otra cosa —habla por fin—. ¿Te gustan las rosquillas? Espero que sí —se responde él mismo sin esperar que yo lo haga. Veo la rosquilla frente a mí junto a un vaso con malteada.

Tengo ganas de decir que no me gusta solo para enseñarle que debe preguntar por los gustos de otra persona antes de dar por sentado las cosas. Sin embargo, no me apetece decir nada. Solo quiero comer y luego poder irme sin mayor complicación.

—Buen provecho —dice Dimitri, sentándose en el puesto frente a mí.

—Buen provecho —respondo y bajo la mirada a mi rosquilla para que no vea mi sonrisa estúpida. ¿Qué me sucede?

Durante toda la comida, el único que habla es Antonio. Parece que no tiene un interruptor de apagado. Habla demasiado. Yo solo me dedico a comer lentamente y mirar furtivamente a Dimitri. En más de una oportunidad lo he pillado mirándome también. Cuando eso sucede, sonríe de lado y mira de nuevo hacia otro lado.

—Ya debo irme —digo para poder salir de ahí. Quiero alejarme de estos chicos y así poder sentir de nuevo el control de mi cuerpo. Que parece que cuando estoy cerca de chicos se descontrola.

—Te acompaño —sentencia Antonio. Niego con la cabeza.

—No es necesario, iré al baño y luego, ya sabes, tengo otras cosas que hacer. Los veré algún otro día por los pasillos —resuelvo mintiendo. Veo a Dimitri que me está desgastando con su mirada. Es muy intensa.

—Tendremos una fiesta el sábado, deberías venir. Pásame tu dirección y pasaré por ti —zanja Antonio. Suspiro. Este chico no sabe sobre ser evitado.

—No puedo el sábado —digo firme.

—Es una lástima, me hubiera gustado verte ahí, Allison —admite Dimitri y como por arte de magia, todo en mi estómago se revuelve. Ahora quiero vomitar. Pero no es por mal, me gusta lo que dijo. No me dio asco o repugnancia, solo no voy a admitir que fueron unas estúpidas mariposas porque esa tontería no es verdad.

—Veré a ver qué hago —acepto. Sonríe abriendo más las comisuras de su boca y deja ver una dentadura perfectamente blanca y brillante.

Me alejo de ellos antes de que vuelvan a interceptarme en el camino y sin darme cuenta, me encuentro entrando al baño de mujeres. No lo había dicho en serio. No tenía ganas de venir aquí, pero creo que ahora sí necesito lavar mi rostro. Lo siento muy caliente.

Me miro al largo espejo sobre los lavamanos y compruebo mi estado. Estoy sonrojada, con la mirada brillante y los labios más hinchado por la cantidad de veces que los he mordido desde que salí de la cafetería. Suspiro y me echo agua para lavarme el rostro. Me seco con el papel y tomo varias respiraciones para volver a salir.

—Tienes que dejar de chocarte conmigo —comenta divertido Dimitri, al sostenerme por la cintura luego de tropezar con él. De nuevo siento mis mejillas arder.

—Tú tienes que dejar de pararte sobre las puertas —reclamo. Ninguno hace el intento de moverse. Yo sigo con mis manos en su pecho y él con las suyas en mi cintura. Si estuviera viendo esto de lejos, solo faltaría que él se inclinaría hacia abajo y me besara. Suspiro lento.

—Me gusta chocar contigo —admite. Levanto mi rostro para verlo. Primero sus ojos, luego su perfecta nariz y desciendo hasta llegar a sus apetecibles labios. Mi cuerpo tiembla—. Tienes frío? —pregunta entre divertido y serio. Niego con la cabeza. Me he quedado muda.

—Tengo que irme —digo, recobrando mi cordura. Apenas me suelta, extraño el contacto de sus manos en mi cuerpo.

—De verdad me gustaría que fueras a la fiesta el sábado. Si no quieres que mi hermano te busque, puedo hacerlo yo. O puedo darte la dirección de nuestra casa y tú llegar por tu cuenta. Aunque no tengo problema con buscarte —reconoce. Suspiro.

Saco un cuaderno de mi bolso junto a un lápiz y anoto mi dirección en el papel. Rasgo esa hoja y se la entrego.

—Aún tengo que pedir permiso, pero puedes buscarme temprano así la fiesta empiece tarde. No me dejarán salir tan de noche con un chico que no conocen —admito. Dimitri asiente y guarda la hoja en su bolsillo sin dejar de sonreír.

—Pasaré por ti a las siete y treinta de la noche, ¿vale? —Asiento devolviéndole la sonrisa.

—Hasta el sábado —digo, pero no me muevo. Tiene algo que me hace querer permanecer pegada a él.

—Ten cuidado y trata de no tropezar con más nadie que no sea yo —pide. Muerdo mi labio sin poder evitarlo y su mirada se dirige a mi boca. Lo suelto para tomar aire. Mis pulmones se han quedado sin oxígeno al ver su mirada oscurecerse.

—No lo haré —le prometo. Estoy por moverme de ahí cuando sostiene mi mano y se inclina hacia mí. Por un momento creo que va a besarme, pero cuando cierro los ojos, siento sus labios contra mi mejilla.

—Te veo luego, Allison —susurra en mi oído. Da una última caricia en mi mano antes de que vuelva a abrir los ojos y lo vea alejándose de mí.

¿Qué diablos fue todo eso?

¿Por qué siento que mis terminaciones nerviosas están por colapsar y terminaré desmayándome?

Aún no sé si ese chico sea buena o mala persona, siendo sincera, ¿a quién podría importarle? A mí no, por supuesto.

Ok, se me hace tan extraño leer mis libros antiguos y descubrir que era una cursi empedernida, jajaja. ¿Cómo me soportaban? 

En fin, siguiendo con la dinámica de sacar a la luz nuevamente los libros que me dio por bajar de la nada, ahora le toca a mi Dimitri precioso. Quería esperar a año nuevo, pero después pensé: Aixa, si lo sigues posponiendo, no lo vas a sacar nunca. Así que, aquí estamos...

Espero que les guste, agregué varios capítulos nuevos, pero se sigue conservando la temática de ser un libro corto. Disfrútenlo mucho. 

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