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Capítulo 8

 Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.

Miguel de Cervantes

Narra Alisson.

Dejo a Dimitri con los ojos encendidos en llama y camino hasta Antonio. La verdad no me interesa estar cerca de él, así que agradezco cuando Dimitri se va, detengo el paso de mi andar a mitad de camino.

Recojo mis cosas de la silla plegable y me acerco a mi padre. Lastimosamente no se encuentra solo, los padres de Dimitri también están con él.

—Estoy cansada, iré al hotel —le aviso solo a mi padre luego de disculparme con el resto por interrumpir su charla.

—¿Al Hotel? ¿No se está quedando en tu casa, Daniel? —Suspiro. El padre de Dimitri, Antony, es quien pregunta. 

Qué manía de querer saber todo.

—Ya soy adulta, me gusta decidir en qué cama pasar la noche, así que prefiero mi espacio —respondo, logrando con eso, que tanto mi padre, como los padres de Dimitri, me vean mal. Sonrío falsamente. 

Siempre me ha gustado dar esa clase de respuesta para tener esa clase de reacciones. Cualquiera en su sano juicio dejaría de preguntarme cosas, pero no, ellos nunca han aprendido. De seguro no tienen muy sano su juicio.

—Puedo llevarte a tu hotel, si gustas —se ofrece Antonio. No lo vi llegar.  Niego con la cabeza en su dirección.

—Gracias, pero sé pedir un taxi sola. —Sin más, salgo caminando hasta el baño. Recuerdo que ahí debe estar Dimitri cogiendo con Martha, por lo que apresuro el paso. 

Nada mejor que dañar un polvo que debería ser mío.

Entro sigilosamente y escucho jadeos en uno de los cubículos. 

Sonrío perversa. Más que celos, tengo ganas de arruinarles el polvo solo porque sé que Dimitri debe estar pensando en mí y no en ella. 

Soy un alma puritana, lo sé.

La estoy ayudando a ella para que no la usen, lo sé.

Soy una buena persona, lo sé.

Soy una perra... También lo sé.

Uso justo el cubículo de al lado sin cerrar la puerta del todo para que ellos no escuchen el pasador. 

Mientras me cambio, comienzo a gemir fuertemente, escucho cuando los jadeos de ellos cesan. Sonrío victoriosa y en otro acto de rebeldía, aprovecho para gruñir el nombre de Antonio. Hace años que no lo hacía.

Contengo la risa al escuchar maldecir a Dimitri. 

Segundos después, la puerta de mi cubículo es abierta del todo.

Dimitri recorre su mirada por todo mi cuerpo desnudo. Coloco una mano en mi cintura de manera sensual.

—¿Te gusta lo que ves? —susurro. No me importa si Martha se asoma, ya no soy la misma estúpida con la que se metía. Ahora soy igual o más perra que ella.

Dimitri saborea sus labios, extasiado. Me permito disfrutar de la vista de su torso al descubierto. Tiene una notable erección dentro de la bermuda gris. Muero por sacársela e introducirla en mi boca. 

Enseñarle a Martha como satisfacer a un hombre.

—No juegues conmigo, Alisson —sisea con notable molestia en su voz.

¿Acaso no le gustó mi bromita?

¿Qué parte exactamente?

¿El interrumpirle el polvo o el haber pronunciado el nombre de su hermano en un jadeo?

Muero por preguntarle eso. 

—¿No te gustó mi broma? —pregunto haciéndome la tonta. Dimitri bufa sonoramente.

—¿Alisson? —Martha se asoma detrás del cuerpo de Dimitri. Al igual que él, ella también me recorre el cuerpo con la vista. Me siento tentada en repetirle lo que le dije a su esposo—. ¿Qué haces aquí? —inquiere, confundida. Me tiene harta su falsa inocencia. Yo sé muy bien que es una perra. Ni siquiera tengo que responderle, pero lo hago.

—Yo solo vine a cambiarme, ustedes son los que estaban dando un espectáculo. —Sus mejillas se tornan rojas—. Deberían tener más vergüenza para la próxima. —Dimitri rueda los ojos.

—¿Hablas de vergüenza cuando estás desnuda delante de un hombre casado y no intentas cubrirte? —replica, Martha. Río con bastantes ganas. 

Cariño, tuve la polla de tu esposa esta mañana dentro de mí, ¿qué te hace pensar que me avergüenza mostrar mi desnudez? Me muerdo los labios para que eso no salga de mi mente. Puedo imaginarme el espectáculo que se formaría si dijese tal cosa.

—Vergüenza debería de tener él por no cerrar la puerta al verme. Además, con el cuerpo que me gasto, ¿por qué no dejar que él disfrute un rato de la vista? —Abre los ojos indignada, se da la vuelta y se va. Cierra la puerta del baño de un solo golpe. Hago un gesto con la cara, eso ha sonado súper fuerte. Me dejó pitando los oídos. 

—Fuiste muy lejos —acusa, Dimitri. Giro los ojos—. Estás jugando conmigo, ¿por qué dijiste el nombre de Antonio? —Río bajito. Eso responde a mi pregunta de antes, eso fue lo que no le gustó. Sabía que pensaba en mí mientras se lo hacía a ella. ¿Ven? Sí le hice un favor.

Paseo mi mano desde mis senos hasta la entrada de mi sexo. No se pierde el recorrido de vista.

—Estaba tocándome mientras recordaba como él lo hacía —ronroneo seductora. Dimitri presiona sus manos, haciéndolas puños. Mi sonrisa se agranda. 

Dimitri siempre fue el más serio de los hermanos. 

El que más controlaba sus emociones... Verlo mostrarlas a simple luz, me encanta.

—Voy a enseñarte como es que se toca a una mujer. —Entra en el cubículo conmigo dispuesto a mostrarme, pero le pongo una mano en su pecho, deteniéndolo.

—¿Qué te hace pensar que dejaré que me toques luego de haber estado tocando el cuerpo de Martha? —cuestiono, firme. Está loco si piensa que seré yo quien le ayude a terminar lo que empezó con ella. 

—¡Maldición, Alisson! ¡No puedes jugar conmigo de esta manera! ¡No puedes simplemente ponerme a elegir entre mi matrimonio y tú! —espeta, moviendo las manos al aire. Suspiro. ¿Elegir?

—¿Elegir? —repito ahora en voz alta—. No quiero que elijas, Dimitri. No te estoy pidiendo una relación. Solo quería que despues de cogerme, no me trataras como un imbécil arrepentido —siseo furiosa. 

He perdido la cuenta de cuántas emociones me ha creado Dimitri el día de hoy. 

—No hace falta que elijas, ya yo lo he hecho por ti. No seguiré con esto, Dimitri. Ya te probé, ya me divertí, ya no quiero más —miento. Claro que quiero más, pero no quiero que cada que lo hagamos, se comporte como lo hizo hoy. Muevo mi mano de su pecho a su boca para impedir que hable—. Jamás voy a ofrecerte la estabilidad que Martha te ofrece, así que no haré que decidas nada. Esto se acabo, Dimitri —sentencio. Me giro para tomar mi ropa de encima del inodoro. 

Sé que al inclinarme mi sexo le queda completamente expuesto, pero me importa poco, la verdad.

—¿Me deseas? —insiste. No hace falta que responda, porque lleva una de sus manos a mi seno izquierdo y este inmediatamente se pone rígido—. Yo también te deseo. No quiero detener esto, Alisson. Eres como una droga: después de probarte, es imposible no volverse adicto a ti. —Mueve mi cabello hacia un lado, haciendo que me enderece y besando la zona que va quedando al descubierto. 

Me repito mentalmente todos los motivos por los que debo detenerlo, pero simplemente no hago nada para hacerlo.

—No quiero esto, Dimitri, no soy una opción, no soy reemplazable. ¡No soy un puto polvo de estacionamiento! —declaro. Iba a decir que no seré su amante, pero técnicamente tras el primer polvo, ya lo fui. 

Sería hipócrita reprocharle eso cuando fui yo quien lo sedujo. Además, no me arrepiento de haberlo hecho. Es más, si no fuera por su actitud de temprano, él estaría sentado sobre ese inodoro mientras yo lo cabalgo como loca. 

—No eres un polvo de estacionamiento, Alisson, pero entonces dime que es lo que quieres de mí, porque no puedo dividirme ni hacer de cuenta que no tenía una vida antes de ti. Debería estar buscando a mi esposa y no dándole a pensar cosas por estar aquí contigo, pero sin embargo, aquí estoy. —Lo miro por encima del hombro. Se ve confundido y abrumado. Suspiro.

—Ve con ella, Dimitri. Ya lo dijiste, ella es tu esposa, no debes estar aquí con una mujer desnuda, acariciándola así. —Me gira de golpe. Intenta besarme, pero se lo impido. Cierra los ojos un segundo, al volver a abrirlos, creo que ya ha tomado una decisión por la determinación que hay en ellos.

—Cena conmigo hoy y te dejo en paz —pide. Suspiro. 

¿Quiero eso? ¿Quiero que me deje en paz?

Está claro que no. Lo que quiero es que vuelva a cogerme. 

Muchas veces más.

—Solo una cena —insiste ante mi silencio. Su mano descansa una en mi nuca y la otra en mi cadera, ambas no dejan de trazar círculos con sus dedos en forma de caricia. 

¿Una cena? ¿Y el postre? ¿Podré hacer que el postre seamos ambos desnudos en mi habitación mientras que nos perdemos en el cuerpo del otro?

Soy la peor persona del mundo por desear cosas completamente diferentes.

Por un lado quiero dar esto por zanjado. Ya cumplí mi objetivo, ya me lo cogí, entonces ¿por qué insisto en complicarme la vida repitiéndolo? 

Sé que eso es una mala idea.

Sé que no debería de insistir más.

Sé que no debería querer más.

Pero lo hago. Quiero más encuentros con Dimitri.

—Bien. Te espero a las nueve. —Extiendo mi mano invitándolo a salir. Sonríe y lo hace luego de pellizcar mi pezón con su mano, dejándolo mucho más erguido que antes. Suspiro para no jadear.

A🌙A

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