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Capítulo 6

Cuando lo propio se vuelve aburrido, lo ajeno es sumamente interesante.
A🌙 A

Narra Alisson.

Llegamos hasta el garaje donde están muchos autos de Golf. No es el lugar que esperaba que fuera cuando estuviera con Dimitri la primera vez, pero a estas alturas, el lugar es lo de menos. Solo lo quiero dentro de mí sin interrupciones. Ya no más. Además, este lugar le brinda un toque más picoso... Nunca lo he hecho en un garaje, mucho menos en uno de carritos de golf. 

—Ven —pide Dimitri y me guía hasta al final. 

Un carrito de color amarillo está frente a nosotros. Como aún puedo ver duda en el rostro de Dimitri, decido que no voy a dejar que sea eche para atrás, por lo que me apoyo sobre el carrito de golf amarillo, de manera sensual, brindándole una sonrisa seductora. 

Sujeto uno de los tubos por encima de mi cabeza mientras que mi otra mano la llevo al borde superior de mi vestido y paseo mis uñas por la cima de mis senos. Mi pierna izquierda la levanto, haciendo que el tacón toque el mismo tubo que sostengo con la mano y no rompo el contacto visual con Dimitri en ningún momento. 

Suspira, pero sus ojos ya han adquirido un brillo deseoso de más. Sus iris se han oscurecido notoriamente por la excitación y si miro más abajo, puedo notar que su miembro también está con ganas de todo...

—¿Qué esperas? Desnúdame —ordeno. Dimitri deja de mirar mis ojos un segundo y al otro ya sostiene mi rostro con ambas manos, besando con fuerza mis labios. Jadeo en su boca. 

Bajo mis mano del tubo y presiono el bulto que se nota en su pantalón. Gruñe en aprobación. Nos separamos un momento y yo aprovecho para lanzar mis manos hacia su camisa para desvestirlo, pero a mitad de camino me las intercepta y sujeta con las suyas, inmovilizándome. Lo miro confundida y él me sonríe satisfecho.

Me sorprende, cuando se agacha frente a mí. Baja de un solo movimiento mi falda, quedando a su vista la tanga color piel que llevo puesta. Hunde su rostro aspirando mi olor. Eso me pone a mil. Empujo su cabeza, manteniéndolo ahí. Grito bajito, cuando se atreve a morder suavemente.

Se coloca nuevamente de pie, suelta el cinturón que lleva puesto, para después desabotonar el botón de su pantalón y por fin, dejarlo caer. Ahora usa un bóxer gris. Tendré que regalarle unos más alegres. Ya puedo verlo usando uno rosa chillón.

Me alza, al mismo tiempo que entra en mí. Echo la cabeza hacia atrás entre sorprendida y abrumada por la sensación, es alucinante. 

Tenía meses sin tener sexo, por lo que estoy sumamente apretada y su miembro no parece ser pequeño. Arde un poco, pero ni loca me quejo. Vuelvo a sujetar el tubo del carrito, por encima de mi cabeza porque no hallo qué hacer con mis manos.

Dimitri me sube lento y me deja caer de golpe mientras que sus ojos no sueltan los míos en ningún momento. Estoy alucinando. Ni en mis mejores noches tocándome pensando que él lo hacía, se sentía tan bien como esto.

Dejo el tubo y lo tomo por el cuello, besándolo. Necesito más de él, más de esto. 

No pone resistencia y deja que su lengua se enrolle con la mía mientras que no deja de subir y bajarme de golpe. Cada choque de nuestros cuerpos me empuja un poco más cerca de mi anhelado orgasmo. Cada roce de su lengua con la mía me envía directo a perderme en él.

Grito su nombre bajo al llegar al orgasmo. El gruñe el mío en mi oído. Su líquido caliente me recorre. No me preocupa, tomo pastillas, y por algún motivo, las enfermedades es lo menos en lo que pienso justo ahora. Lo haría con cualquiera, no con él.

Pasado unos minutos, me deja en el piso y sube nuevamente su pantalón sin mirarme a la cara. Lo imito parpadeando. 

—Debemos regresar. —Alzo una ceja. Una punzada de dolor me atraviesa el pecho. No esperaba esto. Acaba de regalarme un polvo fantástico, ¿y solo dirá eso? Me suelto cuando intenta tocarme y camino lejos de él—. ¡Alisson! —me llama, pero lo ignoro. 

Seco una lágrima traicionera que se ha derramado de coraje. Es un imbécil. 

—¡¿Qué te pasa?! ¡¿Cuál es tu problema?! —grita. Estamos a unos cuantos metros de nuestras familias, más ellos siguen entretenidos en su juego. Camino de regreso hasta él.

—¡¿Cuál es mi problema?! —siseo furiosa. Él asiente. Mi mano pica queriendo estrellarse en su rostro—¡Tú, eres mi maldito problema! ¡No puedes por fin cogerme y después no mirarme a la cara! —Golpeo su pecho con mi dedo—. ¡Se un maldito hombre y acepta tus acciones! ¿Me cogiste? Perfecto, acéptalo. ¡Ya deja de besarme y luego arrepentirte por haberlo hecho, Dimitri! 

Mi pecho sube y baja por mi respiración agitada. Lo peor es que sigo sintiendo las lagrimas picar detrás de mis parpados. Quiero llorar y gritar como loca por su actitud.

—No es eso. Pero para ti es fácil, no estás con nadie. —Bufo. ¿Ahora si le importa ella?

—¡Maldición, Dimitri! ¿Acaso te puse una pistola para obligarte a besarme? ¡No! Yo no te obligué a fallar, eso lo decidiste tú, ahora acéptalo. ¿Quieres estar con ella y fingir que no me deseas? Buena suerte con eso, pero olvídate entonces de volver a colocarme un mano encima —advierto—. Yo no estoy para esto, no necesito mendigar un pedazo de ti, pudiendo tener todo de otro —declaro. Sin más, sigo caminando.

—Sabes que el todo de otro no se compara al pedazo de mí. —Me giro, riendo. Ya no me importa si los demás nos escuchan, él está siendo un completo imbécil.

—¿Qué te hace pensar que me cogiste mejor de lo que lo hacía tu hermano? —Sé que he ido lejos. Pero no me importa. Con mi ego nadie se mete.

—¡Vete a la mierda! —espeta, pasando por mi lado. Miro al suelo, intentando regularizar mi respiración. Son muchas emociones en el mismo día. Y con la misma persona. Eso es nuevo. Siendo honestos, cualquier cosa que sea con Dimitri será nuevo.

—¿Estás bien? ¿Qué sucedió? —Lo que faltaba, Antonio llega a mi lado, sujetando mis hombros. Me alejo. No quiero que me toque.

—Estoy bien. Déjame —ordeno y camino lejos de él, pero como ya es normal en los hermanos Klein, me sigue.

—No lo estás, te vi discutiendo con Dimitri. ¿Por qué discutían? —Miro al cielo buscando la paciencia que Dios no me dio. ¿Por qué me pasa esto? 

¿Es porque soy una perra que cogió con un hombre casado?

Pues, no me arrepiento. 

—Eso no es tu problema. Ya déjame en paz, Antonio. No quiero saber nada de ti ni de tu hermano. Aléjense de mi vida —sentencio sin dejar de caminar. Me toma del brazo impidiendo que siga mi camino.

—¿Qué te hizo Dimitri? —Bufo. ¿Por qué le cuesta tanto aceptar un puto no? Nuestras familias nos miran, así que suelta mi brazo.

—Preocúpate más bien por lo que no me hizo. —Debo controlar mi boca. No puedo meter en problemas a Dimitri. ¿Ven? A pesar de que quiero ahorcarlo, sigo preocupándome por él. ¡Que idiota soy! 

—¿Qué? —inquiere confundido.

—Olvídalo, Antonio. Solo tuvimos un intercambio de opiniones. Él quiere que sea una mujer firme y me haga cargo de los negocios de mi padre y yo no quiero eso —miento. Antonio suspira. Quiero irme rápido de aquí.

—Él siempre quiere decidir sobre la vida de los demás, no le hagas caso. —Se atreve a colocar una mano en mi hombro. Se lo permito para que no sospeche, pero me suelto rápidamente de su agarre.

—No lo haré. Nunca le hago caso a nadie, menos a él —declaro. Antonio asiente y caminamos hasta nuestras familias. 

Me obligo a ignorar la presencia de Dimitri. No quiero saber más nada de él, al menos hasta que decida ser un hombre y aceptar que disfrutó cogerme. 

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