Capítulo 18
—La realidad es mejor que la fantasía, Gabriel.
—No, si convertimos la fantasía en nuestra realidad.
🔥El infierno de Gabriel.
Yo sé que ustedes saben que esos son mis libros favoritos en el mundo😍
Narra Alisson.
Es viernes, y aunque debería de estar en algún salón de belleza, arreglándome para la celebración dentro de unas horas, estoy sentada en una silla, dentro de la ducha, meditando sobre todo lo sucedido los dos últimos días.
Desde que Dimitri me dejó ayer acá en el hotel, no he vuelto a escribirle. Podrá parecer que estoy huyendo y sí, quizás lo hago. Pero es de sabios abandonar la misión cuando la vida peligra si se continúa. Y yo no quiero eso.
Vivo muy bien siendo libre. No quiero cambiar. Por más que Dimitri me gusta, no voy a conseguir nada enamorándome de él.
Una idea se me viene a la mente al salir de la ducha. Me visto con algo sencillo y salgo directo al centro comercial. Una vez que tengo lo que quiero, le doy la dirección de la casa de Dimitri, y espero de corazón, que todo salga bien. Así podré saber si el riesgo vale o no, la pena.
Ahora sí me dedico a que me arreglen y embellezcan. Cosa que ya es muy fácil. ¿Notan mi ego? Está por las nubes.
Una vez estoy lista, aún cuento con media hora para llegar al hotel, ponerme mi vestido e irme al salón. Estoy segura que mi padre insistirá en buscarme.
Hago todo tal cuál y aún me quedan tres minutos de sobra, que utilizo para tomarme una copa. Me encanta como me queda este vestido azul. Realza cada una de mis curvas, además de que deja una gran vista para mi abdomen y senos, sin llegar a ser vulgar.
Subo al auto de mi padre, apenas frena.
—Padre —saludo.
—Creí que cenaríamos la otra anoche —reprocha. Tiene razón, ni siquiera recordé enviarle un mensaje.
—Salí con unos amigos y me he olvidado el móvil —miento.
—Está bien —dice. Ya no cruzamos más palabra en el resto del camino.
Cuando llegamos al salón, me sorprende ver que ya hay varias personas en el sitio. Y yo que creía que mi padre exageraba al querer llegar puntual.
Mi corazón se acelera al ver entrar a Dimitri de la mano de Martha. Toda emoción que pude haber albergado se desmorona cuando noto que no lleva puesto mi regalo. Suspiro. Esa es la realidad, él tiene esposa. Una esposa que luce un precioso vestido plata que combina a la perfección con la corbata de Dimitri. Bien, él se lo pierde.
Tomo otra copa de champán y me la bebo de un solo trago. Lo único bueno de estas fiestas, es el alcohol gratis.
Eso es lo único que sé hacer durante la noche, beber champán y fingir que me interesa la conversación que llevan a cabo en la mesa. De paso, justo teníamos que compartir mesa.
Me levanto, excusándome un momento. Camino alrededor del salón y encuentro una mesa vacía al final. Me siento. Al cabo de unos minutos, Dimitri se sienta frente a mí.
—Te ves aburrida. —No se necesita ser Sherlock Holmes para descifrar eso—. ¿Qué pasa? ¿Estás molesta conmigo? —Quiero reprocharle el hecho de que no haya usado mi regalo, pero no lo hago.
—Estoy aburrida. Ya sabes mi opinión con respecto a estas reuniones —le recuerdo. Asiente.
—¿Qué hay de mí? Has estado evitándome toda la noche. Ni siquiera quieres mirarme a la cara. —Lo miro.
—No es nada. Me iré mañana, creo que lo mejor es hacer como que nada pasó —sentencio. Dimitri alza las cejas.
—¿De verdad quieres hacer eso? Porque yo sigo queriendo hacerte un oral en un lugar público, y este me parece un buen sitio. —¡Mierda! Ha aprendido muy bien lo que me gusta escuchar, en el momento indicado. Quiero que haga eso.
Al parecer, mi noche comienza a ser entretenida. Me inclino hacia adelante, mirándolo fijamente a los ojos.
—¿Quieres que te dé un recuerdo para que me extrañes? —susurro seductora.
Sonríe de la misma manera y asiente. Me levanto levemente de la silla, observa con detenimiento mis movimientos. Con ayuda de mis manos, me quito la tanga de encaje negro y se la entrego por encima de la mesa. Tiene los ojos dilatados. Luce extasiado.
—Vamos a bailar —ordena. No me da tiempo de negarme, porque toma mi mano, guardando mi tanga en el bolsillo trasero de su pantalón de vestir y nos conduce a ambos hasta la pista de baile. Veo a nuestras familias en la mesa y solo mi padre es quien me mira de regreso. Le sonrío.
Jadeo cuando Dimitri me da una vuelta, pegándome a su pecho con fuerza. Posiciona una mano en mi espalda baja, la otra sostiene la mía con dulzura. Dirijo la que tengo disponible hasta su hombro, rozando su cuello en el proceso, en una suave caricia. Misma caricia que él responde, haciendo círculos en mi espalda. Suspiro.
Comenzamos a movernos al ritmo de la música, sin dejar de mirarnos a los ojos en ningún momento. Incluso he olvidado que hay mas personas en el lugar y solo me concentro en él y en nuestros movimientos. Es tan bueno bailando como en la cama y de seguro, si aún no me lo hubiese cogido, estaría deseando hacerlo, solo por como me conduce por todo la pista.
—No te vayas —suplica, de pronto. Paso saliva. Intento ignorarlo, pero deja de bailar, soltando mi mano y tomando con ambas, mi rostro—. Te lo suplico, quédate conmigo. —Tengo el corazón en la boca, más no me da chance de responder, porque mi padre llega hasta nosotros con muy mala cara. Dimitri me suelta el rostro enseguida. No sabía que yo estaba sujetando sus manos con las mías.
—¡¿Qué diablos sucede con ustedes?! ¡Parece como si van a besarse! Ve con tu esposa, Dimitri —ordena mi padre con firmeza. Dimitri me da una última mirada antes de intentar responder, pero presiono su mano, en señal de que haga lo que se le pide—Tú te vienes conmigo. —Me toma del brazo, llevándome con él hasta la parte de afuera del salón.
—¡¿Quieres explicarme qué demonios fue eso?! —explota, alzando la voz. Suspiro.
—Ya no soy una niña, padre, déjame vivir mi vida —pido. No voy a permitir que quiera reprocharme algo.
—¡Dios sabe muy bien, que te he dejado vivir tu vida como quieres! —Sigue gritando. Creo que ni siquiera lo nota—. Pero no voy a permitir que te metas con la vida de una pareja, Alisson. ¡Maldición! —Da vueltas sobre su propio eje, sin entender, supongo—. ¿Qué ha pasado entre ustedes? —interroga.
—Con todo respeto, papá, no es algo que te incumba. Lo que haya pasado o no entre nosotros, solo es problema nuestro. De nadie más. —Me mantengo firme. Me mira furioso y creo que hasta decepcionado.
—¡Escúchame bien, Alisson! —sisea—. Mañana subirás a ese avión, te irás a Seattle y no vas a volver hasta que te olvides de Dimitri Klein. ¿Entendiste? —Eso es lo que haré, pero mi boca es imposible de controlar y termino hablando.
—Y si no lo hago, ¿qué? —Descruzo mis brazos, alzándolos al aire—. ¿Qué pasa si quiero quedarme y seguir viendo a Dimitri? ¿Qué pasa si él quiere lo mismo? —Odio mi bocotá. Mi padre ahora me mira preocupado. De seguro piensa que me volví loca.
—¿Estás enamorada de Dimitri? —Giro los ojos. No voy a responder eso.
—Olvídalo, papá. Haré lo que tú dices y ya está, pero deja de hacer un drama por esto. Soy adulta, puedo decidir con quien dormir, si esa persona también quiere dormir conmigo. —No me importa si le estoy confesando de manera indirecta, que sí dormí con Dimitri. Aunque ciertamente, hicimos más que dormir.
Regreso al salón en busca de mis cosas para irme, pero antes de entrar, escucho un llanto. Mi lado curioso se activa al identificar la voz de Antonio. Con mucho cuidado, camino hasta el lugar donde se escuchan los sollozos. Observo a Antonio abrazando a Martha. ¿Habrá visto lo de Dimitri y yo?
—Eres preciosa, no lo dudes —le asegura Antonio, consolándola.
—¿Crees que soy sexy? —Martha seca sus lágrimas. Antonio la mira descaradamente de arriba a abajo, antes de responder que mucho.
Abro los ojos y cubro mi boca, al ver como se besan. Ni siquiera estoy segura de quién fue el que besó al otro. Pero ahora se están comiendo la boca como si no hubiera un mañana. ¡Joder! Al menos es un peso menos encima de mis hombros.
Dimitri me intercepta antes de entrar al salón. Maldigo. Solo quiero tomar mis cosas e irme.
—Suéltame, Dimitri —pido. Lo hace una vez estamos más lejos de la entrada. Suspiro. Todo este día se ha ido a la mierda y es por mi culpa. Bueno, suya también.
—Escúchame, lo que te dije es cierto, no quiero que te vayas, por favor —insiste.
—¿Por qué no te pusiste la corbata que te envié? —inquiero. Arruga el rostro y luego suspira.
—Martha quería que combináramos —confirma lo que ya yo sabía.
—Exacto, ese es el problema, Dimitri. ¿Para qué quieres que me quede, si la que seguirá eligiendo es ella? —recrimino—. En tu realidad no hay cabida para mí —zanjo. Acepto el beso que me da, aferrándome a las solapas de su traje.
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