Capítulo 16
En el amor sano, no cabe la resignación ni el martirio, y si tienes que anularte o destruirte para que tu pareja sea feliz, estás con la persona equivocada.
Walter Riso.
Dimitri.
Tenía un mal presentimiento con la cena, pero ahora que ya cada quien está subiendo a su auto para irnos, me siento más tranquilo. Tranquilidad que no dura nada, porque Martha vuelve a invitar a Alisson, para que la dejemos en su hotel. Al menos no planea meterla a dormir en nuestra casa.
—Hasta luego, Alisson —me despido, una vez estaciono el auto frente de su hotel.
—Tal vez podamos comer juntas mañana —propone Martha. Sé que Alisson no quiere, sin embargo, asiente y finge una sonrisa—. ¿Crees que nos llevemos bien? A mí me disgusta lo descarada que es. —Sonrío.
—Siempre ha sido así, pero es buena persona —aseguro. Ninguno de los dos vuelve a decir palabra alguna.
Conduzco con tranquilidad hasta la casa. Una vez adentro, Martha sube a la habitación. Yo decido ir al despacho. Tengo mucho qué hacer de la empresa. Estos días me he dejado acumular trabajo de un mes.
Al rato de estar revisando varios de los documentos que me ha enviado mi secretaría por correo, Martha entra con un conjunto interior bastante sexy y provocativo, pero que no produce nada en mí. ¿Qué me sucede?
Llega hasta el escritorio, lanzando todos los documentos al suelo como en las películas. La diferencia es qué, demoré rato ordenándolos. Coloca una pierna a cada lado de mi silla. La miro a la cara, dejando mi vista solo ahí.
—¿Qué pasa, Dimitri? ¿No quieres hacerme el amor? —susurra desanimada. Me siento mal. Acaricio sus piernas con delicadeza.
—Justo ahora no tengo ganas, Martha. Tengo mucho que revisar —me excuso. Martha suspira suavemente.
—¿Ya no me deseas? Tienes a alguien más, ¿cierto? Por eso ya no quieres hacer el amor conmigo. —Cierro los ojos.
—Te deseo, querida, es solo que tengo mucho trabajo acumulado, pero apenas termine, subiré a dormir contigo, ¿sí? —Asiente, se levanta del escritorio y sale del despacho sin decir nada.
¿Cómo es que no tengo ganas de estar con ella? Estrujo mi rostro con frustración e intento olvidarme de todo con el trabajo. Vuelvo a recoger los papeles del suelo y organizarlos.
Me despierto con un terrible dolor de cuello, espalda y creo que me duele todo el cuerpo, en general. Noto que me he quedado dormido en el despacho. A eso se debe todos mis dolores.
Con un último bostezo, me levanto dispuesto a tomar una ducha e ir a la empresa. De seguir faltando, de seguro mi padre me bota.
Al llegar a la habitación, Martha no se encuentra ahí.
Narra Alisson.
Despierto sobresaltada por los toques constante en mi puerta. ¡Joder, ¿acaso es ley acá que te despierten de esa manera?! Me levanto de mala gana. Me coloco una bata de baño y camino hasta la puerta. Al abrir, me encuentro con la última persona que esperaba ver aquí: Martha.
—¿Te desperté? —Me dan ganas de gritarle que sí, pero solo asiento y sonrío falsamente—. Lo lamento, solo venía a invitarte a desayunar, ¿quieres? —Creo que se está tomando muy en serio lo de ser amigas.
—Claro, pasa, iré a cambiarme. —Ojeo por encima la habitación. No encuentro nada a simple vista que delate mis encuentros con Dimitri.
Opto por un simple conjunto de dos piezas de short y su top. Zapatillas bajas y listo. Ni siquiera sé donde vamos a desayunar.
Martha me espera sentada en la orilla de la cama, con una sonrisa. Salimos juntas y subimos a su auto.
Conduce hasta un pequeño restaurante en la playa. Vale, creo que acerté con la ropa. Nos sentamos en una de las mesas de afuera y enseguida un chico se nos acerca para atendernos. Ordenamos y una vez el chico se va, nos quedamos en silencio. Es incómodo, la verdad.
—¿Cuándo volverás a Seattle? —pregunta de pronto
—El sábado a la una de la tarde —respondo tranquila.
—Falta poco, ¿ya sabes que harás mientras tanto? —Pienso en tantas cosas. Todas incluyen a su esposo.
¡Qué perra soy!
—La verdad es que no. Pero ya ira apareciendo algo. —Le resto importancia—. ¿Y tú? ¿Cómo va todo en tu vida? —Suspira. Esa no es una buena respuesta.
—Creo que Dimitri me está engañando. —Paso saliva. Cariño, estás a punto de desayunar con la persona con quien te engaña.
—¿Por qué lo crees? —Esto de fingir se me da tan bien, que ni me estoy esforzando.
—Ha estado comportándose diferente. No llega a dormir, cuando lo hace no duerme a mi lado. —Se queda unos segundos en silencio antes de volver a hablar—. Ayer no quiso hacerme el amor. —Claro, hija, si yo me encargué de exprimirlo como se debe.
¡Joder! ¿Cómo es que no tengo ni siquiera un poco de remordimiento? Estoy loca.
—Quizá, solo sea que tiene mucho trabajo. —Intento defenderlo. Seca una lágrima que derrama sin querer y me mira.
—El trabajo nunca ha sido un impedimento para que me haga el amor —argumenta. Asiento. Me da fastidio cada que dice que Dimitri le hace el amor.
—¿Lo amas? —interrogo. Necesito saber si solo Dimitri la ve como su mejor amiga y ella se enamoró de él.
—Es mi esposo. Claro que lo amo —declara. Asiento. Afortunadamente el chico regresa con nuestro desayuno, por lo que la conversación queda hasta ahí.
Al terminar, mi celular comienza a sonar. Lo veo por debajo de la mesa, es Dimitri. Suspiro. Cuelgo la primera llamada, pero insiste. Así que contesto la segunda.
—Hola, papá, ¿cómo estás? —saludo, fingiendo.
—¿Papá? ¿Con quién estás? —cuestiona, confundido. Suspiro.
—Estoy bien, padre. Estoy desayunando con Martha —explico, siguiendo la falsedad.
—¡Mierda! ¿Te sientes bien ahí? Puedes inventar cualquier excusa e irte, lo sabes —Ruedo los ojos, ni que fuera estúpida.
—Sí, papá, nos estamos divirtiendo —miento. Dimitri suspira.
—¿Quieres que te busque? Sigo queriendo que me la chupes. —Contengo el jadeo que quiso salir al escucharlo. Me encanta que cada vez se ponga más descarado. Está jugando mi juego y lo está aprendiendo a dominar muy bien.
—Claro, te veré en unos minutos en la empresa, papá —acepto y cuelgo—. Lo lamento mucho —me disculpo con Martha.
—No te preocupes, si quieres te dejo ahí. —Me toca aceptar para que no sospeche. Nos levantamos después de cancelar la comida y volvemos al auto. Antes de bajar frente a la empresa de mi padre, me giro hacia ella para decirle la única verdad de la que estoy segura:
—Ya no te preocupes por Dimitri, verás que muy pronto vuelve a ser el de antes. —Sonríe y bajo. Claro que sí, al yo irme, él seguirá con su matrimonio falsamente feliz.
Al mismo tiempo que subo para saludar a mi papá, me encuentro con el de Dimitri de frente, incluso, hasta con el mismo Dimitri en persona. Me recorre el cuerpo con la mirada y juro por Dios, que por donde su mirada pasa, yo voy sintiendo como me caliento.
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