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Capítulo 12

Si logras conseguir la balanza perfecta entre tus sentimientos y la razón, tendrás el control de tu vida.
A🌙A

Narra Alisson.

Aún no sé como es que logramos salir del centro comercial sin que fuéramos descubiertos.

Recuerdo todo y me da mucha risa. El como convencí a Martha, su madre y sus amigas de que tenía muchas ganas de ir al baño a hacer del dos, sus caras fue un poema. Aseguré que debía ir en mi hotel, porque podía coger cualquier enfermedad en esos baños. Después de que me las quité de encima con mi excusa barata, Dimitri pudo salir del vestidor e irse conmigo. Ahora estamos en su auto con rumbo a no sé dónde.

—¿A dónde iremos? —inquiero.

—Será una sorpresa —sentencia. Comienzo a desesperarme cuando ya pasan más de veinte minutos y seguimos andando. Ahora tengo hambre

—Tengo hambre —confieso sin poder aguantarme. Dimitri sonríe.

—Ya estamos por llegar, compraré algo rápido aquí, ¿vale? —Asiento. Conduce unas calles más y se detiene en un Starbucks. Regresa rápido con dos bolsas de papel en sus manos. Le ayudo abriendo la puerta de su lado. Me entrega las bolsas, apenas entra.

—¿Puedo comer acá? —interrogo. Sé que no a todos les gusta ensuciar sus autos y dejar el olor a comida impregnado, ya ven, soy buena persona.

—Preferiría que comiéramos cuando lleguemos, estamos a unos minutos —Asiento, aguantando mis ganas de devorarme todo—. ¿Puedes colocarte esto? —Me entrega su corbata. No tengo que preguntar donde quiere que me la ponga, sé muy bien que es en los ojos. Quiere que me cubra los ojos para que sea una sorpresa. Hago lo que me pide.

A partir de ahora todo es un misterio. Siento cuando estaciona el auto y abre la puerta de su lado. Segundos después, abre la mía y me ayuda a salir. Menos mal y ando en sandalias sin tacón, porque que te guíen con tacones debe ser una locura.

Caminamos durante unos minutos, en los que nos detuvimos unos cuantos y ahora no hemos vuelto a hacerlo.

—¿Lista? —Asiento sin dudar. Dimitri desata la corbata de mi rostro. Parpadeo un par de veces para acostumbrarme a la claridad, inmediatamente una sonrisa se dibuja en mis labios. Es precioso—. Bienvenida al Fairchild Tropical Botanic Garden. —Sonrío más amplio.

Le agradezco y comenzamos a caminar, guiados por él. Me explica varias cosas en el recorrido. Al cabo de unos minutos, decidimos sentarnos en el pasto para comer. Mi estómago gruñe de alegría. Me entrega mi comida con un jugo de naranja.

—¿Cómo conociste este lugar? Nunca había escuchado de él —confieso.

—Mis padres nos traían de pequeño, pero hacía mucho que no venía. Desde que Antonio se fue, en realidad. —Asiento.

—Es hermoso —resalto lo que es obvio. Comemos entre pequeñas pláticas triviales. Luego decidimos seguir caminando, lógicamente. Muero por recorre todo el lugar. Siento algo extraño en mi cuerpo, pero no quiero darle paso a ese sentimiento.

El celular de Dimitri comienza a sonar, lo saca y el nombre de Martha se refleja en la pantalla. Desvía la llamada y lo coloca en modo avión.

—¿En qué momento te enamoraste de ella? —cuestiono lo que he querido saber desde que llegué.

—Nunca hemos estado enamorados. —Que lo diga en plural, es poco creíble. Si Martha lo cela, es por algo.

—¿Por qué? —Se me hace imposible mantener la boca cerrada.

—Éramos mejores amigos. Aún lo somos —asegura. 

Nos detenemos en otro espacio del jardín y tomamos asiento en el pasto. Ya el atardecer se está yendo, lo que le da la bienvenida a un hermoso cielo pintado de colores violeta, naranja, azul y amarillo. Toda una preciosidad. Termino recostada en el pasto con Dimitri a mi lado.

—Martha a los dieciocho años quería estar con un chico que conoció en la universidad. —Asocio lo de estar, con estar íntimamente—. Pero no quería que su primera vez fuera con él, porque no sabía como sería todo, así que me pidió el favor a mí. —Abro los ojos sorprendida—. Todo iba bien, lo único malo fue que el preservativo se rompió. —Lo miro, colocándome de lado.

—Compramos la pastilla del día siguiente y creímos que todo estaría bien, ella estuvo con el chico, yo seguí con mi vida, el problema es que dos meses después, tenía a los padres de Martha tocando mi puerta alterados porque embaracé a su hija. —Dimitri se pasa las manos por el rostro, como si aún no pudiera entender lo que pasó—. Obviamente nuestras familias nos obligaron a casarnos, en ese momento no me importaba; Martha era mi mejor amiga, sabía que el casarnos no iba a impedir que ella siguiera estando con él chico que quería y yo podría seguir estando con cualquiera. —Ruedo los ojos.

—¿Dónde está el niño? —Ya debería de tener cuatro años, por la cuenta que dice. Suspira.

—Martha tuvo un accidente, se cayó en el baño y perdió al niño. Tenía siete meses para ese momento. —Guarda silencio un momento. No sé si sea prudente decir algo—. Me hicieron elegir en el hospital, si la vida de mi hijo o la vida de Martha. —Cierro los ojos. Eso debió ser terrible—. Ya sabes a quien elegí. —Asiento.

—No sabía nada de eso, lo siento mucho, Dimitri. —Toma mi mano y la aprieta fuerte.

—Fue hace mucho, ya todo está bien. —Vuelvo a asentir. Creo que eso es lo único que sé hacer ahora.

—¿No has pensado en separarte de ella? Creo que cada uno merece hacer su vida con quien quiera. —Suspira.

—Sí, lo he pensado muchas veces, pero no lo sé. Supongo que he estado esperando que sea ella quien pida el divorcio, para no sentirme tan mal por dejarla después de tanto. —Baja la mirada.

—No deberías de sentirte mal, estarías dándole la libertad de elegir con quien estar —declaro. Asiente.

—Lo sé. —Sonríe tranquilo—. ¿Qué hay de ti? ¿Por qué fue que dejaste a Antonio? —Suspiro. No me apetece hablar de Antonio con él. O con alguien más. Simplemente no me gusta hablar de Antonio.

—No le veía futuro a nuestra relación. Él solo pensaba en cuándo sería la próxima fiesta o en los juegos de la preparatoria para después, celebrar bebiendo. —Recuerdo brevemente todo—. Comencé con él por ti —confieso. Abre los ojos sorprendido—. Me gustabas mucho, pero no me mirabas, creí que estando con Antonio, lo harías, pero me equivoqué. —Me encojo de hombros—. A lo último, nuestra relación solo se basaba en coger, en más nada. —Dimitri rueda los ojos. Río bajito—. Tú preguntaste —le recuerdo. Asiente.

—Sí, lo sé. —Me acerca más a él, abrazándome mientras vemos los últimos rayos del sol esconderse—. Y ya te dije que sí estaba enamorado de ti en ese momento. Incluso creo que no he dejado de estarlo —susurra, bajito.

Detesto que este momento sea tan lindo, porque detesto que sea con él y porque detesto sentir lo que estoy sintiendo.

Leyendo esto, veo lo rápido que pasa todo en los libros cortos y el motivo por el que, precisamente odio esa clase de libros, jajajaj. Pero bueno, me tiene enganchada leyendo y criticándome por ser tan enamoradiza, jajajaja.

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