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Capítulo 1

Si el pecado no es placentero, ¿para qué cometerlo?
Aixa de Alsina.

Seis años después.

Narra Dimitri.

Como cada año, estamos todos reunidos para hablar sobre negocios. Desde que cumplí los 20 años es el único tipo de evento al que asisto. La diferencia de este año con los anteriores, es que es mi familia la anfitriona para anunciar nuestra sociedad en otro nuevo proyecto con la familia Fish.

Dejo de prestarle atención a las palabras de mi padre, cuando veo entrar al pecado, vistiendo un sexy vestido rojo. Paso saliva, al verla mover su cabello.

Sigue siendo igual de atractiva que antes, incluso más. Con esas caderas que se le han formado, fácilmente podría volver loco a cualquier hombre... Yo, liderando esa lista, por supuesto.

No puedo creer que la reconozco sin ningún problema. Está claro que Alisson no es la clase de mujer que pasa desapercibida tan fácilmente. No, ella debe notarse a kilómetros de distancia porque su sola presencia desprende y exige atención.

—Discúlpenme un momento. —Mi padre hace un movimiento con la mano, tomo eso como un adelante. Acomodo mi corbata en el camino hasta ella, pero me detengo al ver que una mujer la toma por el brazo.

—Aquí estás, Dimitri, te estábamos buscando. —Mi suegra llega enrollando su brazo con el mío. Finjo una sonrisa, caminando con ella—. Ese vestido que le regalaste a Martha, es hermoso —halaga.

—Se merece eso y más —digo más para mí, que para ella. Debo recordarme que estoy casado. La única que debe parecerme atractiva es Martha; mi esposa.

Al menos eso es lo que debería de ser...

Mi suegra tiene razón, el vestido color plata que le regalé a Martha para esta ocasión, se ajusta perfectamente a sus delicadas curvas, nada exageradas ni pronunciadas como las de Alisson. Suspiro, necesito sacar su nombre de mi mente.

Mi traje también es del mismo color. Está claro que la que decidió que así fuera, es Martha. Le encanta eso de combinarse conmigo en cualquier momento. No me quejo, además, la corbata negra mate junto con la camisa del mismo tono, contrasta a la perfección el brillo de mi traje.

—Cariño —saluda Martha, besando mis labios. Al separarnos, retoca su labial.

Me paso todo el rato buscando con la mirada a cierta castaña de caderas asesinas y vestido provocador. El momento perfecto llega al visualizarla a lo lejos. Está sentada en una de las mesas al fondo, y por su cara, no está contenta. Se me ocurren mil maneras de hacerla feliz. Cada una más sexual que la anterior.

Suspiro para alejar esas imágenes de mi mente. Definitivamente el querer averiguar el color de su conjunto interior no es bueno. Sobre todo siendo un hombre casado.

Me escabullo fácilmente de las garras de mi familia y camino decidido hacia ella. Necesito comprobar si sigue recordándome. Tal vez no tenga motivos para hacerlo, pero yo no he podido olvidarla nunca.

—¿Aburrida? —Da un pequeño brinco en su puesto. Gira el rostro, y de nuevo, como hace algunos años atrás, esos ojos azules me miran con un brillo incomparable.

—¿Dimitri? —Me recuerda. Asiento, sonriente.

—¿Puedo sentarme? —Señalo la silla a su lado. Asiente, energéticamente.

—Por supuesto. ¡Qué bueno es verte de nuevo! Esto es más aburrido que ir a la misa los domingos. —Bien, veo que sigue siendo la misma Alisson de siempre. Su tono de voz no ha perdido esa característica chispa de alegría.

—Es curioso que compares una exhibición de negocio, con la misa de los domingos —comento, haciéndola reír. Su risa es música para mis oídos.

—Al final de cuentas es lo mismo, ¿no? Acá, intentan venderte una idea y, en la misa, intentan venderte santidad. Yo me iré al infierno, porque definitivamente, no nací para seguir las reglas, mucho menos para ser santa. 

No, claro que no. Ella nació para ser pecado.

—Procura guardarme espacio, ¿sí? —bromeo. Vuelve a reír. Sonrío complacido.

—No lo creo, eres demasiado recto, de seguro te irás al cielo porque no has hecho ninguna travesura en tu vida. —Alzo la ceja, retador.

—Por supuesto que sí he cometido travesuras, incluso he pecado varias ocasiones —aclaro. Recuerdo cada pecado del que puedo estar hablando. Todos la incluyen. Rayos.

—A ver, dime una sola travesura que hayas hecho y te creeré. —Pienso muchas, también todas la incluyen.

—Te las diré cuando esté lo suficientemente borracho, ¿te parece? —Una sonrisa traviesa se forma en sus labios.

—Trato —acepta. Extiende su mano para estrecharla con la mía—. ¿Qué tal si nos vamos de aquí a beber a otro lado? —Intento que mi mente no imagine diferentes escenarios en el que podría embriagarme con ella o de ella. Porque sé muy bien que si me permito tocarla, terminaré borracho, y dudo que saciado de su piel.

—No creo que podamos irnos. —Obligo a mi parte cuerda a trabajar. No puedo simplemente dejar todo botado a mitad de exhibición para ir a embriagarme de ella. Trago saliva. Quiero eso.

—¿Por qué? ¿A quién le importa quién sea el idiota que se suba a hablar sobre ideas absurdas? A mí, no —declara. Cubro mi boca con mi mano, al escuchar mi nombre por los altavoces. Su rostro es todo un poema—. ¡Oh!, tú eres el idiota que hablará. —Asiento, riendo.

—Pero ahora quiero que vayamos a emborracharnos a otro lugar, ¿quieres? —Me levanto, extendiendo mi mano hacia ella. No duda en tomarla. No puedo demorarme más o sino, mi parte sensata va a reprocharme esto y hará que me aleje de ella. Cosa que no quiero hacer.

—No tenemos alcohol —susurra como si fuera un secreto de estado. Nos mezclamos entre las personas, yo la guío mientras ella se queja de que haré que se doble un tobillo.

—Creí que eras más revoltosa, Alisson —acuso, entrando a la cocina. Ella acomoda su vestido, con la mirada de todos, puesta sobre nosotros. No les presto atención. Tomo dos botellas de Whisky y salimos por la puerta trasera.

—Yo definitivamente no creí que fueras un ladrón. —Río. Tiene el cabello adherido a su rostro por el sudor y su respiración es agitada tras la larga huida.

Está de más decir cuánto me gusta verla en ese estado. Y por algún motivo masoquista, mi mente se encuentra comparando esto con el momento en que llega al orgasmo. Debe verse igual de apetecible que ahora.

—Yo pagué por el Whisky, tengo derecho a llevármelo —sentencio. Alisson se inclina quitando sus zapatos de tacón. Aun sin ellos, sigue viéndose ardiente.

—Debes dejar de mirarme como si quisieras desnudarme, Dimitri. —Giro el rostro, fingiendo una risa para que no note que me he avergonzado. ¿Tanto se me nota?

—No te miro de esa manera, pero tampoco puedes culparme si llegase a hacerlo, estás preciosa. —Se endereza. Sonríe altanera y camina decidida hasta mí. Me pongo nervioso.

—Gracias —susurra bajito, arrebatando de mi mano, una de las botellas de Whisky. Suspiro. ¿Qué estoy haciendo?—. ¿Vienes? —murmura, viéndome por encima del hombro. Como un perrito faldero, la sigo.

—¿En dónde quieres beber? —inquiero, llegando a su lado.

—En donde nadie pueda verme sin ropa. Excepto, tú, claro. —Trago saliva. ¿Eso que significa?—. No pienses mal, este vestido está exprimiendo mis costillas, necesito deshacerme de él. —Muerdo mi lengua para no decir una imprudencia—. No puedo creerlo, ¡Te has sonrojado! —se burla, señalando mi rostro.

—¿Te he dicho alguna vez lo molesta que eres? De seguro por eso mi hermano terminó contigo. —Me arrepiento inmediatamente de mis palabras—. Lo siento, no quise decir eso. —Ella se encoge de hombros, restándole importancia.

Realmente no quise decir eso. Lo menos que quiero ahora es recordarle su antigua relación con mi hermano. No puedo explicar lo maravilloso que se sintió enterarme de que habían roto después de tantos años juntos.

—Yo lo dejé a él —aclara. La vena curiosa pica para saber más. Antonio me dijo otra cosa. Aunque es obvio que si lo que dice Alisson es cierto, Antonio no va a admitirlo nunca.

—Ya veo. ¿Por qué fue entonces? ¿Él era muy aburrido? —Intento aligerar el ambiente. Aunque la verdad, hablar de su pasada relación con mi hermano, no es mi tema favorito, pero quiero la información completa. Es terrible el hecho de que los seres humanos seamos tan curiosos.

—Me gustaba alguien más. —Alzo las cejas sorprendido. Eso no lo esperaba—. Cuéntame de ti, ¿qué ha sido de tu vida? Veo que seguiste el camino de tu padre. —Llegamos a la parte aislada del jardín. Es lo suficientemente grande como para que no nos vean. Aunque sigo queriendo llevarla a otro lugar. Uno en el que pueda desnudarla yo mismo y perderme en sus profundidades.

Sacudo la cabeza, sacando esos pensamientos.

—Alguien debía hacerlo, y por supuesto que Antonio no iba a ser ese alguien. —Alisson se sienta sobre la grama, apoya su peso en sus manos.

—Siempre supe que tú llegarías lejos. Ese fue otro motivo por el que dejé a Antonio; él nunca pensaba más allá de su polla. Perdón —se disculpa al ver que giro los ojos. No me interesa hablar del miembro reproductor de mi hermano. Me pregunto si en el tiempo que duremos acá, Antonio saldrá a relucir más veces de las que quisiera. Suspiro y me siento a su lado.

—Pues, lo está haciendo —aclaro. Alisson me mira, claramente sorprendida. Se empina de la botella y me la ofrece al terminar. Coloco mi saco a un lado de nosotros, desabotono los gemelos de mi camisa y varios de los botones de arriba.

—Está estudiando negocios internacionales —le cuento. Bebo de la botella tal como ella lo hizo. Se la ofrezco de nuevo.

—Me alegra que esté enderezando su vida. —Suena sincera. Asiento.

—Lo mismo digo. —Me acuesto, usando uno de mis brazos como almohada.

La veo bajar el cierre lateral de su vestido y me preparo para verla desnuda —al menos de cintura para arriba—, pero eso nunca sucede, se mantiene el vestido cubriendo sus senos con ayuda de sus manos.

Se acuesta a mi lado.

—¿Alguna vez me viste diferente a la chiquita revoltosa que era novia de tu insoportable hermano? —Arrugo el rostro sin entender.

—Siempre te vi como Alisson —declaro.

—Como Alisson, la revoltosa novia de tu hermano. —Me giro para encararla.

—Te veía como te veo ahora, como una chica hermosa que estaba perdiendo el tiempo con el idiota de mi hermano. —Me imita, colocándose de lado, también. La cima de sus senos se asoman. Suspiro, manteniendo mi vista en su rostro.

—¿Creías que era hermosa en aquella fiesta? —cuestiona. Arrugo el rostro un momento intentando encontrar una fecha exacta para su pregunta. Fuimos a muchas fiestas juntos—. Nuestra primera fiesta, cuando estuvimos por...

—Por besarnos —concluyo con la oración. Ella asiente y logró ver un poco de sonrojo en sus mejillas—. Sí, me parecías hermosa desde entonces. La verdad es que me pareciste hermosa desde que tropezaste conmigo en el colegio —admito. De nada me sirve mentirle. Ella ya no está con Antonio y yo, pues, yo no sé lo que hago.

—Sin embargo, no me besaste. ¿Por qué? —cuestiona. Enderezo un poco la cabeza hacia adelante para poder beber de la botella sin llenarme la cara de whisky.

—Porque tú temblabas en mis brazos. Creí que estabas nerviosa. Lo menos que quería era asustarte —reconozco. Alisson muerde su labio y toma la botella que le ofrezco para luego beber de ella como yo lo hice.

—Temblaba de ansias —confiesa. Mi corazón late aceleradamente. No sé cómo tomarme eso—. Creí que me había equivocado y que tú no sentías atracción por mí cuando acariciaste mi rostro y dejaste un beso en mi frente para luego decir que era mejor volver a la fiesta. —El tono que utiliza al decir eso, es claramente molesto. Si recuerda todo tal cual, es porque realmente le molestó.

—No quise hacerte sentir mal. Era un idiota que tenía miedo de tener contacto con las mujeres y ser rechazado —explico. Alisson rueda los ojos.

—Todos los hombres son idiotas. Y pues, bien hecho, tú no fuiste el rechazado, fui yo —declara con notable enojo. Mi mano viaja directamente hasta su rostro para acariciarla. Ella cierra sus ojos al instante.

—Eres hermosa, Alisson. Lo eras en ese momento y lo sigues siendo ahora. No había nada que deseara más ese día que besarte y comprobar que esos carnosos labios que tienes, fueran tan dulces como lo imaginaba. No pretendía rechazarte, solo tenía miedo de que tú me rechazaras a mí. Antonio ya me había dicho que le gustabas, creí que a ti te gustaba él. No me equivoque, fue él quien se hizo tu novio —argumento.

—Fue él quien se atrevió a pedírmelo —responde sin abrir los ojos.

—¿Y si yo lo hubiera hecho? ¿Habrías aceptado ser mi novia? —inquiero. Ella abre los ojos y los conecta con los míos. Veo tanto en su mirada que tengo que cerrar mis ojos para no sentir que me desnuda por dentro.

—Necesito estar borracha para besarte. —Abro los ojos de nuevo y sonrío de lado.

—¿Eso debería de ser un halago o un insulto? —cuestiono, confundido. Ella ríe alegre. Con eso el momento incómodo queda en el pasado, sin pasarme a desapercibido el hecho de que no respondió a mi pregunta. ¿Eso ya debería de ser una respuesta?

—Un halago, por supuesto. —Saborea sus labios. Me pierdo en ese movimiento.

—Dejé a más de cien invitados esperando que diera un discurso que preparé durante ocho días, y que tú aseguraste que sería aburrido, ¿y sabes qué? —Mueve la cabeza en señal de que prosiga—. Me di cuenta de que sí, era muy aburrido. —Sonríe.

—Me hubiera gustado escucharte —confiesa. Mi corazón se acelera.

—¿Para ver como hago el ridículo frente a más de cien personas? —Se endereza, viendo el cielo, mientras ríe. Su vestido se baja otro poco, dejando más piel a la vista.

—No, para escucharte hablar de algo que te gusta —explica.

—Puedo hablar de otras cosas que me gustan sin llegar a aburrirte —declaro. Empezando por ella. Todo de ella me gusta. Sus ojos, su sonrisa, su cuerpo de diosa, su voz. Todo.

—Dame más alcohol, por favor —suplica de pronto. Bebo un poco, antes de pasarle la botella.

Buenas, buenas, mis amores hermosos. Como ven, ya comencé a modificar todo. Espero que les guste los cambios y que se vuelvan locos de amor por esta parejita❤️

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