Capítulo 24
"El chico con suerte—¿Desobediencia?"
Cualquiera pensaría que Harry fácilmente podría dejar pasar el pequeño encuentro con Jacob. Bueno, si él muy baboso no quería dejar de lado una ridícula rivalidad trans-especie, bueno. Que se quedara en casa viendo la televisión. Seguramente quedarse echado en un sofá viendo un tonto partido de futbol sería mucho más interesante que una reunión con barbacoa. ¡Era su maldito problema! Él por su parte solo regresaría a casa y prepararía una deliciosa cena para Teddy:
—¿Por qué estás de malas?
—¡No estoy de malas! —Espeto. Había olvidado la facilidad que tenía Draco para chincharlo.
—Claro, pero creo que el filete no puede aplastarse más —Comentó el rubio. Después de todo, cuando entró a la cocina encontró al ojiverde golpeando un enorme trozo de carne con un mazo de cocina —¿O estás haciendo carne molida?
—Preparare hamburguesas para cenar —Espetó Harry. Aunque en un principio había querido preparar filete a la plancha —¿Algún problema? —Inquirió con saña.
—Ok, primero baja ese mazo, la carne no puede estar más muerta... —Draco agitó su varita y convirtió la herramienta en una botella de brandy al tiempo que hacía aparecer un par de copas en sus manos —Y ahora sentémonos, para que me digas por qué no estás de malas, ¿vale?
—Es muy temprano para beber —Intentó rebatir Harry, él nunca había sido muy fan del alcohol. Pero en ese momento el líquido ámbar de la botella en sus manos parecía la mejor solución. No quería que Teddy regresara y tuviera que pagar el mal humor de su padrino.
***
Mientras Harry se encargaba de pasar un agradable momento bebiendo con su mejor amigo, y haciendo gala de cuantas evasivas podían existir en el lenguaje para no tener que decirle a Draco el porqué de su mal humor. Que hacerlo significaría ser fastidiado por el resto de su posiblemente eterna existencia.
Teddy se encontraba aburrido dando vueltas por el pueblo. Y aunque normalmente lo hacía bajo la forma de un enorme y peludo San Bernardo, esta vez había elegido la forma de un pequeño gato negro que se paseaba entre las piernas de las personas y saltaba sobre los buzones. Claro que en esa forma no podía esperar caricias en la panza o entre las orejas, pero justo en ese momento solo quería estar solo y pensar.
Aunque se sentía algo culpable por haberle mentido a Jasper diciendo que iría directo a casa.
—Affff... —Suspiro pesadamente mientras esperaba la luz en un cruce. Ya se disculparía luego.
Todo lo que quería era dejarse llevar por su melancolía, y el clima lluvioso de Forks era perfecto para eso. ¿Por qué estaba triste? Su estado era producto de varias cosas, entre ellas: su soledad. Y ese maldito sentimiento siempre traía de la mano a la zorra de su novia: la culpa.
Él tenía a Harry. Y aunque pudiera resultar una afrenta a la memoria de sus padres biológicos, quienes murieron peleando valientemente en la batalla de Hogwarts, no desearía nunca haber crecido con nadie más. Harry era cariñoso, atento, dedicado y paciente. Siempre dejaba de lado sus problemas y fantasmas solo para ponerlo a él, su ahijado, como su prioridad. Harry era y sería siempre su padre. Un padre al cual amaría sin importar nada. Que tal vez no le había brindado la noción de una familia modelo, siquiera llegaban a la estándar. Pero su abuela Andrómeda, que es paz descanse siempre les había recibido con los brazos abiertos, una bandeja de galletas de naranja y un tirón de orejas cuando ponían los codos sobre la mesa. Amaba a su abuela, quien siempre se aseguro de responder a todas sus preguntas sobre su madre con la ayuda de sus álbumes familiares.
Su padre, Remus, por otra parte, no había tenido una familia unida. Lo más cercano a ello habían sido sus amigos de la escuela. Y detestaba hablar sobre él frente a Harry. Podía ver en sus ojos como se culpaba y quebraba ante su recuerdo.
Esa era una de las razones por las cuales adoraba a su tío Draco. El rubio auror era la única persona capaz de sacar a su padre de su estado soporífero de tristeza y culpa. Tal vez sus métodos no fueran los más terapéuticos, pero los resultados eran bastante satisfactorios. Además él siempre le cuidaba cuando Harry tenía que trabajar tarde, le leía cuentos, le compraba golosinas y siempre le preparaba esa sopa de fideos de estrellas cuando se enfermaba. Además, Teddy era el fiel guardián del gran secreto que era que Draco Malfoy sabía cocinar.
Su familia no era perfecta: Harry tenía muchos fantasmas. Draco era un viejo solterón.
—Los amo... —Pensó mientras saltaba de la calle a una cornisa, luego a un anuncio y finalmente hasta el borde de un muro. Camino grácilmente por el borde viendo hacia abajo, donde un grupo de cuatro chicos parecía muy apresurado en entrar en la cafetería. Sus ojos felinos se entrecerraron mientras los aciagos celos se apoderaban de él.
Teddy no tenía amigos. Esa era una verdad a la que había tenido que enfrentarse desde muy pequeño.
Tal vez no lo pareciera, incluso Harry desconocía un pequeño pensamiento en su cabeza, pero Teddy detestaba a las personas. Claro que nunca lo hacía al principio, no siempre les daba a todos una ventaja de algunos días de confianza. Las personas solas se encargaban de hacerse odiar. Y eran realmente creativas, en serio:
—Oye Teddy ¿cuándo nos llevarás a tu casa?... Oye Teddy dile a tu papá que nos cuente sobre la guerra... Teddy puedes hacer lo que quieras, tu papá es famoso... ¿Crees que eres especial? Ni siquiera eres su hijo... ¿Por qué no te conviertes en una mosca y te largas?... ¿Quieres ir a mi casa? Mis padres no estarán...
Si, la decepción era una vieja amiga suya. En la escuela sus compañeros siempre se acercaban a él con dos intenciones: ser su mejor amigo o ser su peor enemigo. Lo gracioso era que los números siempre estaban muy equilibrados entre esas dos opciones. Pero al final siempre terminaba sentándose solo en uno de los extremos de la mesa de Gryffindor. Por eso le gustaba tanto el mundo muggle.
Para los muggles su padre era solo un sujeto amable que trabaja vendiendo enciclopedias y él solo era un chico que disfrutaba decolorándose el cabello. Pero la magia era parte importante de él. ¿Cómo podría llamar "amigo" a alguien que no le conocía por completo? Aunque también había tenido malos momentos con los no mágicos. Pero los cretinos los había en todos lados.
—Oh vamos Tomie, será divertido.
—Está bien amor, pero no quejes si me quedo dormido a mitad de la película-
De repente sus cavilaciones, las cuales había estado teniendo echado bajo el letrero de la cafetería, se vieron interrumpidas cuando dos de los adolescentes de antes salieron charlando muy ruidosamente.
—Lo que necesitaba... —Pensó con ironía mientras rodaba sus ojos felinos. Ya era difícil hacer amigos, ¿tener pareja? Mejor se limitaba a sus novelas románticas y al porno —Bendito sea el muggle que inventó el internet...
Pero mientras elevaba bendiciones no pudo evitar pensar con amargura en su último flechazo: Seth Clearwater. Ya antes se había enamorado a primera vista: el capitán del equipo de natación, el consejero de cabaña en su campamento de verano y ese chico que trabajaba en la tienda de deportes. Si, sus estándares tampoco eran los más fáciles. Pero tenía quince años y era fácil dejarse llevar por las hormonas y los músculos. Y Seth tenía mucho de ambos.
Además entre James, Oscar y el chico de los deportes, por alguna razón había sentido que tenía una oportunidad con el joven Quileute. Tal vez fuera porque tenían la misma edad, o porque podía hablar con él sin trabarse y parecer un tonto. Pero estaba casi seguro que todo era gracias a que Seth era demasiado denso como para darse cuenta de sus tristes intentos de flirteo. Pero tenía que enfrentarlo: Seth no era para él.
Su mejor opción era esforzarse y conservar al quileute como un amigo.
—Jasper tiene razón... —Pensó mientras se erguía y estiraba desde las orejas hasta la cola. Por alguna razón se había sentido lo bastante cómodo como para hablar con el vampiro sobre ello, aunque sin mencionar el nombre de Seth —Solo necesito tiempo.
Bueno, ya había tenido suficiente melancolía durante el día. Mejor se daba prisa en regresar a casa, Harry había mencionado en la mañana que tendrían filete a la plancha para cenar. Fácilmente podría convertirse en alguna ave y regresar volando, si tan solo no fuera tan propenso a conversar las plumas luego de eso. Que una vez incluso Harry tuvo que quitarle el pico con un hechizo.
—Jmm —Pero justo cuando estaba comenzando a considerar los pros y los contras de tener algunas plumas de pájaro en el trasero por unas cuantas horas, una figura bastante conocida pasó justo por debajo de él —Miren nada mas quien salió a pasear...
Ni siquiera lo pensó un segundo. Su tenso cada uno de sus músculos para saltar desde la cornisa donde estaba, miró en cada extremo de la acera y dio un salto. Cuando volvió a aterrizar ya no era un gato, pero aún se mantenía sobre las cuatro patas de un Beagle. Tal vez fuera un pésimo metamorfo con las aves, pero los cuadrúpedos eran su especialidad. Aunque Harry tenía prohibidos los animales grandes dentro de la casa.
—¡Ey! Oye... —Luego de sentir un tirón en la bota de su pantalón Jacob se encontró con un perro de esos que tienen las orejas grandes y caídas quien le miraba desde el piso con una enorme sonrisa perruna —¿Te perdiste amiguito?
—¡Guaf! —Justo lo que necesitaba para levantar su ánimo: que le rascara entre las orejas un apuesto muchacho. Aunque fuera el apuesto muchacho de Harry.
—No tienes collar... —Murmuro Jacob mientras le rascaba el cuello —¿Eres de la calle amiguito? —Teddy agitó la cola y dio un par de giros —Siento que te conozco, es raro.
—No es solo un tonto musculoso —Pensó Teddy con satisfacción al tiempo que le sumaba un par de puntos al quileute.
—¿Quieres acompañarme? —Inquirió Jacob mientras se erguía. Teddy ladró y comenzó a caminar junto a Jacob. Por alguna razón el muchacho olía de forma extraña, como algo agrio y similar al vinagre. Ya antes había leído sobre eso, los libros de texto hablaban acerca de cómo algunas especies animales se comunicaban entre sí a través de señales químicas. Y con Harry tenía mucha experiencia monitoreando los estados emocionales a través de su olfato perruno.
En ese momento Jacob Black apestaba a estrés.
¿Y cómo no iba a estarlo?
Ya antes había peleado con su padre, y las discusiones con Sam tampoco eran inusuales. Pero esta vez realmente había sido intenso. Hubo gritos, golpes y varios intentos de someterle por parte de Paul y Embry pero en cuanto salió de la reserva no pudieron seguirle. A diferencia de la manada los Cullen no eran tan quisquillosos con respecto al tema de los territorios, y en ese momento necesitaba calmarse. Hubo un momento durante la discusión en el que había golpeado a Sam en la quijada, aparentemente con más fuerza de la que había querido porque le había lanzado hacia atrás. Y para colmo podía sentir como su lobo había estado presionando para emerger.
Por eso huyo. A pesar de los bramidos de Sam ordenándole quedarse sabia que hacerlo significaría una auténtica ruina. La rabia y el enojo siembre había sido su interruptor para cambiar, pero ahora no estaba seguro de lo que podría pasar si entraba en fase en su estado. Pero algo le decía que la cicatriz de Emily luciría como un simple rasguño si llegaba a dejar salir a su lobo.
—¿Tú qué dices amiguito? ¿Debería volver ya? —Había decidido refugiarse de la lluvia en uno de los quioscos públicos de la plaza, y se entretenía jugando con el Beagle a su lado en la banca. Teddy negó con la cabeza y prosiguió a seguir mordisqueando el pulgar de Jacob —Pensé que solo los cachorros hacían eso...
—Es divertido —Pensó el mago mientras agitaba la cola —Y por alguna razón me relaja...
—Me recuerdas a un amigo... —Prosiguió el moreno —Se llama Teddy, siempre está jugando con los perros de los vecinos.
—Harry y sus excusas ¡uh este sabe a chocolate!
—Y su hermano lo regaña por eso —Prosiguió —Se llama Harry, es algo serio pero es muy buen tipo...
—¡Un buen tipo que no me deja tener televisor en mi cuarto!
—Es agradable, simpático y a veces se comporta como un anciano. También puede dar miedo si se lo propone —Jacob recordó su último encuentro con el inglés —Esta mañana vino a verme, quería invitarnos al cumpleaños de un amigo suyo, aunque es agradable también es un viejo...
—Si tío Draco te escucha —Entonces Teddy reparó en que el quileute estaba conjugando en pasado —¡Espera! ¿Quería?
—Pero resulta que no puedo regresar a su casa —Y ahí estaba, el aroma de la tristeza. De repente Teddy ya no mordisqueo más su mano —Sam me lo prohibió. Dijo que lo que sea que me esté pasando debe ser culpa suya ¡Ahh! ¡Y realmente quería ir a esa fiesta!
—No sé quién es el tal Sam, pero acaba de ganarse una de mis pócimas especiales —Pensó con saña el cachorro. Entonces saltó sobre el regazo de Jacob y comenzó a lamerle la cara —Vamos Jake, será divertido. ¡Tienes que ir!
—Ajajaja, realmente te pareces a Teddy... No tienes idea de cuánto lo envidio —Agregó con un dejo de melancolía en sus ojos —Es tan afortunado.
—¿Qué?
—Él puede tener a Harry todo el tiempo que quiera. Puede probar su comida, ¿es muy buen cocinero, sabes? Y siempre se pone colorado sin ninguna razón aparente... ¿Es raro que extrañe tanto a alguien? —Le pregunto a su acompañante con una genuina mirada suplicante de la cual ni siquiera era consciente.
—Oh por Merlín... —Teddy definitivamente era un idiota. Él había estado por ahí, auto flagelándose por no tener novio. Había sido muy injusto con su padre, pero ya se disculparía luego con él. Ventajas de tener la capacidad de atención de un Beagle.
—¡Ey! —Jacob se sorprendió cuando su peludo amigo saltó y corrió muy lejos perdiéndose entre los árboles. Una amarga sensación se instaló en él —Bueno, creo que es hora de-
—¡Oye Jake!
—¿Teddy? —Vale, era extraño que el chico viniera justo por el mismo camino por donde el cachorro se había ido. Pero los magos no eran conocidos por cuidar los detalles —¿Qué haces aquí?
—Yo... Estaba... Eh... —Tampoco lo eran por su ingenio para inventar excusas. Excepto Harry —Comprando. Siii, ¡eso! Estaba buscando el regalo para mi tío Draco.
—¿En el bosque? —Preguntó Jacob con una ceja erguida.
—Tienen buenas ofertas —Agrego apresurado —¿Por qué no vienes conmigo? Puedo ayudarte a elegir algo que le guste a mi tío.
—Si quieres te acompaño, pero no creo poder ir a la fiesta —Respondió cabizbajo. En solo unos minutos le explicó al más joven la pequeña pseudo-discusión que había tenido con Harry antes —Además, tampoco puedo ir.
—¿Entonces te quedarás ahí? ¿Sin hacer nada como un perro regañado? —Sugirió Teddy en actitud de orador motivacional —¡Se pelearon! ¡Levanta ese trasero y consigue un bonito regalo para que hagan las paces.
—Pero-
—¡Pero nada! —Interrumpió el menor tomándole la oreja —¡Manda a ese tal Sam y sus órdenes al fondo del caldero! ¡Ahora vamos y compremos algo bonito! ¡Una hamburguesa! ¡Tengo hambre!
—¿Tu como sabes de Sam?
—¡Hamburguesas dije! —Tal vez fuera mejor que pensara las cosas antes de decirlas.
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