Capítulo 21
—Algo huele bien... —Aquella noche Billy pasó por alto la llegada tarde de su hijo solo por el bol de comida caliente que este llevó. Grande fue su dicha al ver una jugosa carne asada y ensalada de papa. Estaba a punto de bromear acerca de comérsela toda él ya que seguramente Jacob había comido mucho antes, cuando se fijó en el semblante que tenía su hijo. Serio y adusto, como si tuviera algo atorado entre el pecho y la garganta. Dada la seriedad de ello, la carne definitivamente quedaba rezagada a segundo plano —¿Qué ocurre?
—Hoy me pasó algo raro —Respondió el quileute. Entonces procedió a narrarle a su padre con lujo de detalles su casi incidente del cambio parcial. Y a cada palabra la expresión del anciano se tornaba más y más confundida —... y de repente, solo volví a la normalidad.
—Eso no es posible —Fue la sentencia inmediata de su padre. Y es que sencillamente aquello contradecía todo lo que representaba su tribu.
—¡Papá no lo imagine! —Salto el menor un poco molesto —Parecía salido de una puta película de terror
—¡El cambio no se da as-
—¡...! —Las palabras de Billy se ahogaron en su garganta cuando Jacob estampó su mano contra la mesa. Por un momento pensó que simplemente había sido solo por uno de sus impulsos rebeldes. Pero no era así. Billy observó atónito como las venas del brazo de su hijo se marcaban a partir del codo hasta su mano y como las puntas de sus dedos ahora acababan en afiladas garras de animal. Realmente parecía salido de una película de terror.
—Es imposible...
Ni siquiera Jacob comprendía porque había regresado a cambiar de esa forma. Sin duda el factor del enojo se mantenía como detonante para el cambio, pero antes en la casa Potter había sentido algo diferente; una mezcla de enojo y ansiedad que jamás había experimentado antes. Ahora era solo el típico enojo de cuando peleaba con su padre o alguno de sus compañeros. Era la rabia que siempre usaba para entrar en fase, ¿por qué ahora también le provocaba la misma reacción?
Billy no comprendía, jamás había visto o escuchado nada parecido y Jacob solo intentaba contenerse mientras se mordía la mano en un desesperado intento por compensar la rabia con dolor. Pero aun cuando todo aquello los superaba y les dejaba con un amargo sentimiento de confusión, ninguno era consciente de las grandes dificultades que aún auguraban todos aquellos acontecimientos.
***
Mientras tanto, a solo unos cuantos kilómetros de distancia en la casa Potter su nuevo huésped se dedicaba a leer tranquilamente sentado en una de las butacas de la sala. Estaba pasando la página cuando un Harry sin camisa y con el cabello húmedo pasó cerca de allí preguntando por su ahijado.
—Ya sabes cómo es... —Respondió Draco quitándose los lentes para descansar un momento los ojos —Le estuve leyendo hasta que se quedó dormido. Por Merlín, lo tienes muy consentido...
—No hables de él como si fuera un perro —Rebatió Harry —Además, si está consentido también es tu culpa.
—El deber de un tío es consentir a sus sobrinos —Comento el rubio como si fuera lo más obvio del mundo.
—Afff... —El ojiverde suspiro con cansancio, estaba de buen humor y sin ninguna gana de discutir con Draco. Así que en lugar de eso se puso su camisa y fue a sentarse mientras hacía aparecer una taza de té para cada uno- ¿Qué le leíste?
—Uno bueno —Respondió secamente el adulto.
—¡Si volviste a leerle El Retrato de Dorian Gray te voy a —Pero su alarma se vio completamente enfriada cuando Draco le arrojó el libro que tenía en sus manos a la cara. —¿El Expreso Polar? No sabía que fuera un libro...
—Bueno ya que tiende a soñar con lo que sea que lea antes de dormir...
Harry sabía eso, después de todo era él quien había cultivado en Teddy ese hábito de leer antes de dormir. Siendo así seguramente su ahijado se levantaría con antojo de bastones de caramelo o pavo.
Mientras tanto, en el mundo de Morfeo:
—¡Bueeeeenos días! —No era ninguna sorpresa para su familia el que se levantara de tan buen humor. Después de todo ese era el día en que el pequeño caperucito rojo iría a visitar a su abuelito en el bosque...
"Interludio Navideño — ¿Las Fantasías de quién?"
El sol brillaba intensamente sobre un claro cielo azul con solo unas pocas esponjosas pero perezosas nubes moviéndose en él. Pero aun con la intensa luz del sol el gélido viento del invierno se movía con libertad obligando a todos a resguardarse en sus casas, donde el fuego de sus chimeneas les confortaba. Aun así, mientras se acomodaba la corbata, Teddy no podía evitar mirar impaciente aquel paisaje cubierto por un blanco tan puro que solo dejaba entrever un atisbo del café de los árboles o el verde de su follaje. Una vez estuvo vestido se dio un último vistazo en el espejo de cuerpo entero de su habitación.
Sus botas de cuero, bien lustradas, le llegaban casi hasta las rodillas; unos pantalones de mezclilla color crema cuyas mangas iban por dentro de su calzado. Su torso iba cubierto por una camisa blanca, finamente planchada y de manga larga sellada con una corbata vinotinto la cual se perdía bajo el chaleco de cuero que se había puesto. Finalmente, la protección definitiva contra el frío: su caperuza roja, regalo de su querido abuelito hace tres navidades.
—No bajes corriendo las escaleras —Era curioso como aquella frase se había convertido en su particular forma de recibir los buenos días. De todas formas nunca hacía caso. Solo salto los últimos tres escalones y fue directo a por su desayuno.
—Te levantaste temprano —Comentó su madre mientras serbia el estofado:
—Me gusta hacerle compañía al abuelito, mamá Draco —Respondió el pequeño mientras el hombre vestido de mujer y con un apretado moño rubio en su cabeza le colocaba el tazón al frente.
—¿Seguro que no es porque el abuelo te deja comer todos los dulces que quieras? —Inquirió una sagaz mamá Draco.
—¿Y segura que la razón por la que me quieres fuera de la casa no es porque el nieto de la madrastra malvada está de visita en el pueblo? —Rebatió un aún más sagaz Teddy. Y a pesar de que su mamá Draco le estaba dando la espalda podía ver como sus orejas se coloreaban —Ja, vieja zor-
Lo siguiente que pasó fue un Teddy que salía despedido rompiendo la puerta de entrada y caía estrepitosamente sobre la nieve, rodando además un par de metros hasta finalmente frenar de golpe por una roca a mitad de su trayectoria.
—Puajajjjjj... —Y para colmo había olvidado cerrar la boca, así que había tragado un montón de nieve. Se levantó y limpió lo mejor que pudo y cayó en cuenta que faltaba algo —Ash, esta vieja calenturienta ha olvidado darme la cana-
¡PUMMT!
No terminó la frase cuando una cesta de comida le dio directo en la cabeza volviendo a empujarlo contra la roca de antes. ¿De quién fue la brillante idea de dejarlo al cuidado de una mujer que pone por delante sus necesidades carnales que por las de un dulce angelito como él? Ay que ver...
Como fuera ya tenía la cesta de comida lista y lo mejor que podía hacer era ponerse en camino a la cabaña de su abuelito, quien por cierto tampoco tenía un mejor sentido común. ¿Qué clase de anciano elegía vivir a mitad de un bosque, solo, muy lejos de cualquier ayuda? Por suerte él no había heredado ese gen fallido. No, claro que no.
Por qué caminar solo a mitad de un bosque plagado de toda clase de animales salvajes era perfectamente seguro.
***
Mientras tanto, no muy lejos de allí.
Un pequeño lobito esperaba aburrido a que pasaran las horas. Estaba sentado en la posición india, con sus piernas cruzadas y sus manos sobre las rodillas. Odiaba cuando le dejaban solo y más aún cuando le tocaba vigilar. Que ni siquiera jugar con la nieve le animaba. Aunque, claro, ya tenía todo un pequeño batallón de hombrecitos de nieve rodeándolo. Si no fuera por culpa de ese cabeza dura de Jake-
—¡...! —Estaba comenzando a hacer un muñeco vudú de nieve cuando un particular aroma se cruzó por su nariz. Inhalo profundamente un par de veces, se levantó para seguir unos pasos más adelante. No había duda alguna, era el inconfundible aroma de galletas caseras recién horneadas. Frutilla confitada, cerezas y melocotones en almíbar, chispas de chocolate y vainilla. Viniera de donde viniera ese aroma iba muy bien surtido de bocadillos. Además también olía a sidra, a chuletas de cerdo y algo que seguramente podría ser pollo horneado.
Detestaba que todos en el pueblo les tuvieran miedo a los lobos. ¡Pero con un aroma así era imposible resistirse a querer robar comida! Vale, solo por esta vez se olvidaría de sus conflictos éticos. Además, no estaba dejando su trabajo de lado. Solo tenía que guardarle algunas galletas a Jacob y este no se enojaría con él.
—"Ahora solo tengo que esperar" —Pensó mientras se ocultaba tras unos arbustos. Después de todo aquel era el camino principal del bosque. Pasaron solo unos minutos hasta que finalmente la fuente de aquel delicioso aroma estuvo a la vista, solo rezaba porque su estómago no le delatara.
—¿Y esto? —A pesar de lo decidido que estaba de llegar pronto con su abuelo Teddy no pudo evitar detenerse a mitad del camino y observar al montón de pequeños hombres de nieve que le obstruía el paso. No había duda que alguien los había hecho, que hasta tenían caras y narices con ramitas. Mientras Teddy se agachaba para mirar al que estaba al frente con pinta de ser el capitán, en los arbustos Seth tenía sus ojos fijos en la canasta tejida de mimbre. Tanto que de un instante a otro se lanzó con todas sus fuerzas —¡Ops! —Pero Teddy solo levantó un poco la canasta, Seth pasó de largo y terminó hundiéndose en la nieve dejando solo su cola al descubierto.
—Auch... —Que incluso se había golpeado con una raíz.
—Linda cola... —Por su parte Teddy no pudo resistirse a hacerle un pequeño cumplido al bonito par de glúteos que tenía en frente. Que hasta podía sentir sus mejillas calentarse un poco —¿Tienes hambre?
—¿Se nota mucho?
—Podía escuchar tu estómago oculto entre los arbustos —Mientras hablaba Teddy rebuscaba entre la canasta hasta sacar una galleta de chocolate —Ten...
—¡Gracias! —Fue increíble lo rápido que desapareció de las manos de Teddy.
—Bueno, yo me retiro. Fue un gusto verte el... Fue un gusto —Se corrigió antes de decir algo vergonzoso. Pero no había dado dos pasos cuando el pequeño lobito ya estaba colgado de sus piernas.
—¡Nooo...! "Si dejo que alguien pase Jake va a matarme" —Pensó aterrado el lobito —¡Dame otra galleta!
—Aaaah, pero son para... —Por mucho que quisiera a su abuelo, era difícil decirle que no a la linda carita de cachorro que ponía el lobito. De hecho, entre más le miraba más le costaba quitarle los ojos de encima. Tenía un bonito y brillante cabello negro con un lindo par de grandes y esponjosas orejas lobo que sobresalían, la piel de un tono muy similar de las galletas recién horneadas, una larga y peluda que sacudía de un lado a otro y, gracias a la falta de ropa, podían apreciarse unos músculos realmente grandes. Los brazos, la espalda ni que decir del pecho y ese abdomen, además esas piernas...
—¿Q-qué tanto miras? —Aunque hubiera logrado su objetivo de retener al pequeño caperucito, la mirada que este le dedicaba le provocaba cierto escalofrío.
—Ustedes los lobos... Son unos sórdidos —Comentó Teddy con una sonrisa malvada. Y de paso escandalizando al pobre lobezno:
—¡¿Qué?!
—Andar así por el bosque, con solo una pequeña piel cubriéndoles... —Decía mientras señalaba la piel de animal que rodeaba la cintura de Seth —¿Es que buscan seducir a los transeúntes o qué?
—¡P-p-p-p-pero...! —Que ni siquiera era capaz de responder algo coherente —¡Y-yo no busco seducir a nadie!
—Claro claro... Haré como que te creo —Respondió Teddy —Y para que no te sientas mal, te dejaré seducirme todo lo que quieras.
—¡¿Qué?! —Ese chico estaba loco.
—Si haces un buen trabajo puede que me sobre una chuleta en la comida. Las cosas se pierden ¿no? —O tal vez no tanto. Jamás había sido el tipo de lobo calentón, y detestaba cuando sus hermanos lo molestaban por ser virgen todavía, y tal vez no supiera exactamente el significado de la palabra "sórdido".
—Jooo... —Pero si había comida de por medio —¿Estás seguro...? —Conforme hablaba Seth se levantaba encarando a Teddy, totalmente erguido y a solo unos centímetros separándolos resultaba muy evidente la diferencia de estaturas. De hecho, aunque estuviera fingiendo seguridad, Seth debía admitir que el que el caperucito fuera más bajito lo enloquecía un poco —Los lobos tenemos mucho apetito.
—Estoy seguro que puedo con- ¡Afff! —Por muy dispuesto que estuviera a retribuir la fanfarronería, poco pudo decir Teddy cuando sintió las fuertes y callosas manos del lobo colarse por su cuello para bajarle el gorro de la caperuza. Sus manos eran cálidas y fuertes, y por la forma en que rodeaban su cuello parecía como si fuera a estrangularlo en cualquier momento.
—¿Eh? ¿Qué pasó con todo ese espíritu de antes? —Inquirió el lobito acercando su rostro cada vez más —No me digas... ¿Que el lobo te comió la lengua? —Pero aun cuando podía sentir el aliento del caperucito golpear sus labios, solo siguió de largo hasta llevar sus labios al cuello de Teddy y probar la piel con la punta de su lengua.
—¡...! —Fue todo un gusto sentir todo el cuerpo del humano estremecerse por esa simple acción. Así que fue subiendo dejando un pequeño rastro de saliva hasta alcanzar la oreja de Teddy y tomar el lóbulo entre sus caninos.
—Vamos... —Susurro sin soltarle al tiempo que bajaba sus manos por los costados del chico —Gime para mí...
Mientras tanto un par de kilómetros más adelante, en la cabaña donde se suponía que debía estar Teddy en lugar de estar flirteando a mitad del bosque, un joven lobo de cabello azabache se encontraba tumbado en la cama con la sabana cubriendo su desnudes hasta la cintura y frotándose la nariz luego de estornudar ruidosamente:
—No me digas que te ha dado frío... —Comentó una segunda persona, regresando de la cocina con una taza de té en las manos. Y a diferencia del lobo no iba desnudo, aunque fuera solo por su ropa interior.
—Quien sabe, tal vez alguien está robándose mis frases —Jacob se estiró hasta alcanzar al hombre sentado al borde de la cama y abrazarle por la cintura —Pero, me sé una buena forma de entrar en calor...
—No —Para su mala suerte el ojiverde no pensaba de la misma forma —Mi nieto llegara en cualquier momento y no quiero traumarlo.
—¡Ahggg, Harry! ¡Mira como estoy! No puedes dejarme así.
—Afff... Vale, pero solo una vez más...
De todas formas, aunque no lo supiera, Harry no tenía por qué preocuparse de que su nieto les encontrara en una posición un poco "canina". Después de todo, en ese momento Teddy se encontraba tumbado sobre su caperuza roja. Aunque en ese momento lo que menos le preocupaba era tocar la nieve. No cuando tenía todo su torso al descubierto y a merced de un pequeño lobo que, mientras lamía cada centímetro de su pecho y cuello, sujetaba las muñecas del chico sobre su cabeza con una mano y con la otra desabrochaba el cinturón, el pantalón y el cierre de Teddy para finalmente introducir su mano y poder tocar aquella suave y tersa piel. Pero, mejor que aquel tacto, fue escuchar el gemido escapar de los labios de aquel joven juguetón y altanero:
—No te preocupes... —Le susurró al oído luego de arrancarle las últimas prendas y acercarse aún más —No muerdo tan duro.
Fue entonces, luego de ver el rostro de Teddy sonrojado hasta las orejas, con una sonrisa de placer que le retaba a seguir, cuando Seth se despertó de golpe. Estaba agitado, sudoroso, sentía todo su cuerpo temblar pero especialmente: desorientado. ¿Que había sido ese sueño? Y para empeorar su confusión, sentía su entrepierna adolorida y palpitante; no necesitaba levantarse la sábana para saber que la había manchado completamente y a sí mismo con su semen. Acaso él, ¿acababa de tener un sueño húmedo con Teddy Potter? ¿Además qué coño hacía Jacob en su sueño también? ¡¿Y tirándose al padre de Teddy?
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