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𝘁𝗿𝗲𝗱𝗲𝗰𝗶𝗺. topo.

Capítulo 13
Topo

Subí las escaleras de cemento nuevamente, notando que Min Yon A estaba muy pegada al Sacerdote Felix, él cuando se percata de que la nueva interna está viendo a alguien se gira, sorprendiéndose de mi presencia. Quiero suponer que por mi expresión de pocos amigos en la cara le informa que la adolescente que yace a su lado no era de mi agrado ahora mismo, sin embargo, no hace nada para cambiar la posición de la niñita mimada que todavía se halla cada vez más cerca del cuerpo del hombre que me atraía.

Yon A sonríe.

—Hola, Mi Sae. Estaba conociendo al sacerdote.

—Me di cuenta.

—Veo que ya se conocen, ¿no? —Felix cuestiona con una agradable sonrisa en su cara, poniéndose a un lado de nosotros. Formando un triángulo.

—Sí, ella es amiga de mi compañera de cuarto.

—Espero que se lleven bien.

—Obvio que sí, sacer...

—No estoy aquí para hacerme amiga de nadie más, sacerdote. No cuando estoy tan cerca de irme de aquí. —interrumpí.

—Mi Sae... No seas grosera.

—¿Yo? ¿Grosera? ¿En serio?

—No sabía que te caía mal... —Yon A murmuró con sus ojos cristalizados, teniendo la atención del peligris.—¿Qué hice mal?

—Tiene que ser una broma...

—Mi Sae, discúlpate con tu compañera.

—¡No me disculparé! —expulsé una risa por la escena para nada agradable que se encuentra haciendo la nueva.—Es muy obvio que está fingiendo y no es nada gracioso, por cierto.

—¡Yo no haría algo así!

—Mejor discúlpate... —Felix susurró cerca de mi cara.

—No lo haré.

—Descuide, Sacerdote Felix. Comprendo que no sea agradable para nadie, mucho menos para Cho Mi Sae y sus amigas, soy nueva y es normal que sea la nueva diversión para todas ellas. Lo siento, y-yo... m-mejor me iré a mi habitación. —expresó dramáticamente. Salió corriendo del corredor.

Expulsé una risa sarcástica, asombrada de la actuación de la nueva interna del establecimiento. Cuando giré mis fanales al sacerdote me pude dar cuenta de que se encontraba más que enojado conmigo, obviamente que fue una cosa que me hirvió la sangre debido a que no se supone que deba de enojarse conmigo cuando no tenía la culpa de nada.

¡Es muy injusto!

—¿Por qué me está mirando así?

—La hiciste llorar, solo tenías que disculparte.

—¡¿Por qué?! ¿Si sabe que actuó, no? —indiqué el sitio por dónde ella se fue.—¡Es lo que fue, Felix!

—Mi Sae... —calló. Lanzó un suspiro exhausto, me dedicó una mirada más para alejarse de mi lado y entrar al internado.

—¿Qué fue eso?

—Esa perra está loquísima.

—Ay, no... —susurró Aeri, quizá consciente de lo que estaba por suceder dentro de pocos minutos. Porque no me quedaría en silencio, no ahora, así que me fui de ahí muy dispuesta en hacerla puré.

—¡La voy a matar!

Giré mi cabeza sobre mis hombros, me encontraba lavando los últimos platos porque me castigaron por haberle hecho caer de las escaleras de la biblioteca a una compañera, claramente que fue sin querer por que no la había visto, solamente que estuvo la zorra de Min Yon A presente, diciendo que lo hice a propósito y no me quedó de otra que hacer lo ordenado por la Madre Superiora.

En la puerta de la cocina estaba Kim Chae Hyun con los fanales más que fruncidos, se veía demasiado enojada por quién sabe qué.

—¿Qué hizo Carol ahora?

—No esa perra, sino mi compañera de cuarto.

—Oh... Esa perra. —reí, elevando mis cejas.

—Le dijo a la Hermana Superiora que tenía drogas guardadas debajo de mi cama. ¡Qué carajos! Ahora por su culpa voy a estar castigada otra vez, ¡y lo peor es que voy a tener que volver con el Sacerdote Eun Woo! ¡Dios! ¡Qué moles...! ¡Auh! ¡¿Por qué hizo eso?!

Detrás de ella aparece la Hermana Lily, quién le dio un golpe en la cabeza con un periódico que lleva en sus manos blancas. Chae Hyun se posiciona a un costado de la puerta, dejando que la mayor ingrese a la cocina, y de paso, tenía sus manos en su cabeza por el golpe que recibió de la mujer de 30 y tantos de años.

—No uses el nombre de nuestro señor en vano.

—Agh. Usted y su señor... —murmuró molesta.

—Además, Kim, ¿por qué estás aquí? Mi Sae está castigada al igual que tú, tienes prohibido mantener una conversación con ella.

—Qué casualidad, ¿no?

Comenté en voz alta, sin pensar que la Hermana Lily pueda escucharme. Así que me di la vuelta, notando que me está vislumbrando atentamente, esperando a que termine de decir lo que quería notificarle.

—¿Qué es casualidad, Mi Sae?

—Qué las dos estemos casti...

¡Yo nunca estoy castigada! ¡Es imposible!

—Todos tienen su primera vez en algún momento, Aeri. Así que secarás todos los platos y los guardarás en su sitio correspondiente. —se oyó la voz de la Hermana Dae Hyun. Entró a la cocina, viendo que está ocupado el lugar.—Oh, veo que aquí también están en problemas.

—¿Ah? —Aeri se hizo ver.

—¿Tú qué haces aquí?

—Me castigaron. ¿Lo pueden creer?

—¿Qué? ¿Tú? —Chae Hyun señaló para terminar viendo a la Hermana Lily.

—Iba a decir que es una casualidad que las dos estemos castigadas, pero ahora viendo que Aeri está aquí con nosotras —ladeé mi cabeza, tratando de creer lo que está pasando.—me es demasiado raro que estemos las tres castigadas.

—Es verdad. ¿No les parece extraño?

—No, señorita Kim. No me parece nada raro que ustedes estén castigadas.

—Bueno... —Hermana Lily hizo sonar su voz, viendo que era muy raro que justamente estemos las tres castigadas.—Aeri nunca estuvo castigada... Eso sí me parece raro, Hermana Superiora.

—¿Qué hiciste?

—¡Nada! Al parecer ahora te castigan por hacer nada.

—Cuenta la verdad... —la Hermana Superiora habló con un tono cansador en su voz.

—Yon A me acusó de ligarme al Sacerdote Min Woo. ¡Sacerdote Yoo Min Woo! ¡¿Están escuchando?!

—Oh. Eso es imposible.

—Sí, ella no sería capaz.

Chae Hyun y yo hablamos al mismo tiempo.

Las Hermanas se dedicaron una mirada que solamente era una discusión de miradas, pero la Hermana Superiora demandó que cada una siga sus castigos por este día y el día de mañana se hablaría mucho mejor sobre las malas acusaciones que nos dieron a las tres. Tiempo más tarde de haberme secado las manos, porque ya terminé de lavar los platos que me ordenaron, tuve que seguir a una de las Hermanas a la capilla debido a que querían que me confiese por ser una mala compañera.

En el tiempo en que entramos a la capilla podemos ver que Min Yon A yace a centímetros de distancia del Sacerdote Felix, el cual tenía una expresión de terror en su pálida cara, evidentemente que la Hermana Dae Hyun no logró a observar esa escena, ya que parecía que el destino la defendería hasta la muerte y eso era una completa mierda.

—Lamentamos interrumpir, Sacerdote Felix.

—Lamenta. —corregí.

La Hermana Superiora Dae Hyun jaló de mi brazo en forma de advertencia y con gran artimaña para que me mantenga callada. En eso, el sacerdote va dando unos que otros pasos hasta llegar a nosotras con una de las alumnas detrás de él.

—No interrumpe nada, Hermana. La alumna Min ya se marchaba a hacer sus deberes. ¿No, Yon A?

Ella asintió, hizo una reverencia y se alejó de la capilla, únicamente que sin quitarle la mirada de encima al Sacerdote Felix. Él podía fingir demasiado bien delante de la Hermana Superiora, no obstante, eso conmigo no iba a funcionar porque se notaba a kilómetros que algo más ha sucedido antes de que nosotras entremos a la capilla donde está con una expresión extraña en su bellísima faceta.

—Mi Sae viene a confesarse.

—Está bien, entremos al confesionario.

—La encargo, sacerdote. Últimamente, está más cerca de la cama del internado qué de la salida.

—Mierda. —mascullé, caminando al confesionario sin ganas de tener que seguir escuchando la conversación de ellos.

—Ahora con más razón.

—Jódase.

—Entendí, Cho Mi Sae. Jamás saldrás de aquí.

—¡No sabe qué feliz estoy de eso! —exclamé molesta, acercándome a las cortinas del confesionario. Por demás de que grité porque ellos están más cerca de la salida de la capilla.—¡Lo digo en serio!

Clamé, ingresando al confesionario.

—¿Qué fue lo que sucedió?

—Al parecer la castigaron en vano y... Está molesta.

—¿Usted piensa qué es verdad?

—... Creo que así es. —confesó asombrada de eso.—Pero está castigada por ser mal educada con sus mayores, tiene que aprender a comportarse antes de que vengan otras personas.

—¿O sea qué está confirmado?

—Vaya con ella, sacerdote. Después hablaremos con el resto de las personas sobre eso.

El cerrarse de las cortinas bordos de al lado me dan a entender que el sacerdote se halla en el sitio para empezar con mi tortura. Demonios, ¿tan difícil es hacerme feliz teniendo sexo? Bufé, la ventanilla que nos separaba es abierta, llamando mi atención por completo.

El hombre de ojos celestes me dedicó un vistazo que no podía entender y eso me generó muchos nervios.

—Discúlpame.

—¿Por qué? —elevé mis cejas sorprendida.

—Tenías razón sobre la interna Min Yon A.

—Oh... Trató de seducirlo, eh. —bromeé pícara.

—Creí que te caía mal... —farfulló. Volviendo a dirigir sus luceros a sus piernas cubiertas por el traje negro. Expulsé una risa.

—Me cae mal, es verdad. Pero me divierte que tuvo que ver cómo se lo quería montar para creerme a mí. Es más, me hizo enojar muchísimo, mejor ni me hable. —rodé los ojos, cruzándome de brazos.

Sin embargo, eso logró la media sonrisa en el rostro del sacerdote. Fruncí mi entrecejo, asombrada de que en vez de decirme algo al respecto, como siempre lo hacía, ahora esté de ese modo, pareciendo demasiado feliz, sonriendo de esa forma tan hermosa como todos los días... ¡Pero ese no es el jodido punto! ¡Si no que no me creyó!

Nos conocemos hace más de 3 meses.

Debía de confiar en mí, ¿o no?

—No entiendo lo gracioso para que esté feliz.

—Eres tierna cuando te pones así.

Su comentario ocasionó que me dé agitación, sentía el calor abordando mis mejillas hasta ponerlas en un tono rojo. Bajé la mirada de inmediato debido a que nunca he sentido algo como eso y es algo muy nuevo para mi anatomía, persona y todo lo que tenga que ver con mi maldita persona.

—No me diga esas cosas...

—Es verdad.

—Sigo enojada, no me hable.

—Perdóname por no confiar en ti, ¿si? —me miró desde esa abertura. Logrando que lo vea de reojo, ya que es la primera vez que tiene mucha insistencia en mantener una conversación conmigo.—No fue mi intención en lo absoluto, simplemente que tú sueles ocasionar muchos disturbios con las demás niñas. Y...

—Ahora resulta que soy problemática.

—¡No! No quise que creas eso...

—Ya me hizo enojar más.

Refunfuñé frustrada, cruzándome de brazos otra vez. Manteniendo la mirada enfrente, observando los diseños de las cortinas de colores bordos con esos diseños dorados. En realidad, no se veía tan horrible. Hasta que oí su voz.

—¿Cómo puedo hacer para que dejes de estar molesta conmigo, Mi Sae? No quiero que estemos así.

Una sonrisa maliciosa pasó por mis labios, viendo a la ventanilla que está a mi derecha.

—Bueno...

—Cho Mi Sae. —interrumpió con advertencia.

—La última vez no pudimos terminar lo que comenzó. —recordé perversa.

Lee Felix mira abajo por unos segundos, en el tiempo en que levanta sus hermosos ojos a los míos frunce sus fanales. Pareciera que adivinó todo mi show de hacerme la ofendida hace un instante.

—Estamos en la casa de Dios.

—Ay, sacerdote. Usted perdió su virginidad frente a su padre y nadie le dijo nada, ¿o si? —hice énfasis en ese momento de su vida.

—¡Mi Sae...!

—¿Qué? —reí por lo rojo que se puso.

—No digas esas cosas... aquí... en el templo.

—Da igual. De todos modos, usted no lo hará.

—Cho Mi Sae... —arrastró mi nombre.

—Mejor vaya con Min Yon A, seguramente que ella es mucho más confiable que yo. Por favor, solamente dígame cuántos rosarios tengo que rezar para irme de aquí, ya me aburrí.

—No te enojes...

—Bien. Adiós.

Me levanté, marchándome del confesionario para no tener que seguir con esa conversación.

Pude oír que Felix abandonó su puesto, simplemente que no le di mucho interés porque en parte sí que estoy muy enojada con él, por confiar en alguien que apenas entró hace unas horas y quién ya ocasionó muchísimos problemas con todas en el internado. Un jalón me saca de mi enojo, al darme vuelta puedo ver que el sacerdote me arrastraba al sitio de hace un corto momento. Me hizo entrar bruscamente al confesionario, obviamente que yo no entendía nada de lo que estaba haciendo.

Claro, hasta el tiempo en que él también ingresó y directamente me calló de un beso, un beso que me volvió frenéticamente loca. Una de sus manos fue a mi rostro, teniéndome más cerca de él, mientras que su otra mano iba bajando de a poco debajo de mi falda. Me sentó y él se arrodilló.

«Oh por Dios, muchísimas gracias, Diosito.»

Agradecía demasiado feliz dentro de mi cabeza, más cuando él se despegó de mis labios para ir dejando unos que otros besos por mi cuello, presionando mis senos con deseo. No obstante, lo que él quería yace debajo de mis senos, así que veo que mete su cabeza dentro de mi falda lisa de tonos azules marinos. En el momento en que mi anatomía sintió el contacto de la lengua del Sacerdote Felix logró que mi cuerpo se vaya atrás rápidamente.

—A-ah... Carajos.

Entre que seguía lamiendo con ganas de mi vagina uno de sus dedos se movía dentro mío, ocasionando que muerda mis labios para no expulsar algún gimoteo por toda la capilla. Por demás de que no sabía si había cerrado las puertas, pero opté por no darle interés a eso y concentrarme en lo que el mayor me estaba haciendo en estos momentos.

Simplemente que sin darse cuenta, ambos se estaban por meter en un gran problemón que no tendría unas buenas consecuencias.

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