𝘀𝗲𝗽𝘁𝗲𝗺. tentación.
Capítulo 7
Tentación
No podía sacarle los ojos de encima, quería cumplir con su pedido de besarme, tenía bastantes ganas de hacerlo, sencillamente que cuando doy un paso casi me caigo de cara a la silla de madera vieja, porque el Sacerdote Felix se levantó rápido, ya que las puertas de la capilla se abrieron, parecía que ni siquiera lo hizo a propósito, para recordarme lo malo que eso es, sino porque actuó por instinto al escuchar los pasos hasta nosotros dos. Verle esa sonrisa inocente en su faz al observar a las personas que entraron es lo que me da escalofríos debido a que no parecía tan inocente, dirigí mi atención a atrás, donde ingresaban esas personas, solamente que me di cuenta de que se trataba de mis hermanas mayores con la Hermana Lily.
Bufé de ver a Mi Yeon.
—Mi Sae...
—Ni siquiera se puede rezar en paz acá.
—¿Puedes dejarme explicarlo? Por favor.
—¿Tú ves que tengo ganas de siquiera verte? —le pregunté en un tono de voz burlona y una mini sonrisa cínica puestas en mis labios. Para que se dé cuenta de que no he cambiado tanto como las personas de este lugar lo han dicho.—No te quiero ver, Cho Mi Yeon. Esfúmate.
—Cho Mi Sae, el perdón...
—Qué el perdón que se lo dé Dios, porque yo no se lo voy a dar.
Interrumpí a Felix rápidamente, abandonando la capilla en donde me encontraba, también en la cual pensé que iba a tener un tiempo de paz, solo que me equivoqué. Terminé llegando a las habitaciones a poder recostar mi cabeza bajo la almohada más o menos blanca, echando un grito que únicamente se quedó en estas cuatro paredes de piedra que parecían que se están por caer nuevamente. Ni siquiera echando mil gritos iba a poder sacarme este enojo de encima, no me importaban las excusas que mi hermana mayor me iba a dar con respecto a su decisión de encerrarme en este sitio, mucho menos que mi madre haya caído en su manipulación, porque no podía creer que fuese capaz de aceptar una cosa como esa. Empero, no me interesaba que mi madre haya aceptado, lo que en verdad me molestaba era Mi Yeon, cuando era más pequeña, no me podía alejar de ella, era mi persona favorita en el mundo, desde que éramos muy pequeñas siempre me apoyaba con todo, era quien siempre me defendía, y en el instante en que comencé a actuar como a una adolescente rebelde, de la forma en que todos me dicen, ella solamente me dio la espalda, comportándose como una perra total.
La odiaba por eso.
Me di la vuelta, observando el techo de la iglesia, entre que intentaba tranquilizar mi mente hasta que puedo notar que la puerta se fue abriendo lentamente, no me tomé el tiempo de siquiera verificar de quién se trataba debido a que sabía que era Uchinaga Aeri, ese color rojizo se podía divisar por cualquier parte de este establecimiento. Llega a mi lado, sentándose a la orilla de la cama de una plaza en donde estaba, ella trata de poder pronunciar las primeras palabras de ánimos, solo que es imposible, tal vez se le acabaron los buenos consejos que me podía dar.
—Tienes una oportunidad, Mi Sae Ssi.
Pero de todos los posibles consejos que ya me podría haber dado, estaba más que segura de que este era el incorrecto, porque nunca sería capaz de hacerlo, ya ni siquiera sabía qué hacer con mi futuro. No obstante, de lo que estaba muy segura es que no quería dejar a mis amigas, qué digo amigas, hermanas. Eso es lo que en verdad ellas significan para mí.
—No.
—¿Por qué?
—No sería capaz de dejarlas solas.
—¿Qué dices, unnie? —Chae Hyun se hace presente. Logrando que nuestra atención vaya a la puerta, ella se veía demasiado lúcida.—Eres una tonta si no te vas por un par de estorbos.
—No me digas así.
—Es lo que somos, Aeri. Acéptalo.
Reiteró Chae Hyun, empujando a la pelirroja para que se corra un poco de lugar y ella pueda sentarse donde estuvo en su momento nuestra compañera. Sabía más que nadie que ella podría comportarse como una persona fría, alguien a quien no le importe las cosas que digan los demás o las típicas cosas, solo que en el fondo sí le importaba, por lo tanto, sabía más que nadie que no le gustaría estar sola en este lugar del diablo y no la iba a dejar sola.
Por ninguna circunstancia.
—Lo sé, pero no me digas estorbo.
—Es verdad. —afirmé.
—¡¿Cómo?! ¡Tú menos me digas así!
—No me refería a eso, Aeri Ssi. —me reí, viéndola. Tomé asiento en la cama, apoyando mi espalda contra el respaldo, uniendo mis manos sobre el medio de mis piernas.—Sino a qué soy una tonta, porque no me pienso ir de aquí sin ustedes, además de lo evidente.
—Eres una tonta.
—Qué ya lo sé.
—No puedes desperdiciar la oportunidad de salir de este lugar del carajo.
—Este lugar te da un techo, baño y comida.
—Además de tus vicios...
—¡Cállate! Nadie debe saberlo... —susurró.
—La pregunta es quién no lo sabe.
Empecé a reírme ante el comentario de la pelirroja, lo que ocasionó la pelea entre ellas dos, entonces es aquí en donde me pregunto; ¿por qué irme de este lugar? Aun cuando sea el peor sitio en la cual alguien se podría criar, ellas eran la comedia de mi vida, y no quería perder eso, por eso mismo que no pensaba irme de aquí hasta que ellas lo quieran hacer.
Detuve mis pasos en uno de los tantos pasillos que tenía el internado, encontrándome con unos ojos muy familiares para mí, las enormes ventanas dejaban ingresar la claridad del atardecer de este día de visitas. El Sacerdote Felix se veía pacífico, sosteniendo firmemente su biblia, mientras que en sus labios hay una leve sonrisa, la cual fue borrando de a poco hasta el minuto en que sus fanales se perdieron por las pocas personas que yacían aún debajo con sus familiares, u otras personas conviviendo con el resto de la gente que todavía están aquí.
Puedo ver que algo más pasaba por su mente, pero no tenía ganas de empezar con mis preguntas, por demás de que en estos 3 meses pude conocerlo más o menos bien, sabía que no es buena idea ser una persona demasiado entrometida. Al menos, en ciertas ocasiones. No obstante, aunque haya decidido repetir su accionar, mirando a las personas con desinterés y mis manos pegadas a las ventanas, me fue inevitable no escuchar las palabras que salieron de su boca, la cosa es que no me gustó lo que escuché.
—Estuvo mal lo que hicimos, Cho Mi Sae.
Doblé mi cabeza a la derecha, observando a un hombre que cambió de fracción velozmente, ya no se veía tan pacífico, sino que nervioso, o molesto consigo mismo. Intenté comprender lo que estaba sucediendo, únicamente que no podía, o no lo quería pensar de ese modo, además de que creí que ya estaba funcionando.
—Sace...
—Descuida, Mi Sae, ya recé por ambos. —me miró con una media sonrisa en sus belfos rosados y volubles. Me asombraba la forma en que se lo está tomando.—Estoy haciendo mi propia punición, tú debes ponerte de rodillas y rezar 100 Aves Marías. Dios perdonará nuestros pecados.
Estaba que flipaba.
¿Qué demonios? Sentía que el enojo se está apoderado de mi anatomía, ¿es qué estoy en un mal sueño? ¿Es una pesadilla? ¡¿Cuál es su problema?! Cerré los ojos, dándome la vuelta, era mejor inhalar y exhalar, hasta que pueda sentir la tranquilidad en mi cuerpo una vez más, antes de decir algo que no me convenía en lo absoluto. Ya que estoy muy segura de que mandaría al carajo a alguien en estos mismos instantes.
—Obvio que lo haré, pero no para rezar exactamente. —declaré firmemente, pasando por su lado y para que me vea directamente a los luceros.—Dios no tiene que perdonarnos nada, Felix, porque es algo normal y se lo voy a comprobar dentro de muy poco. Adiós, sacerdote.
Me despedí encabronada por su maldita manera de ser, es que puedo comprender que cada uno tiene pensamientos diferentes, opiniones distintas y se tiene que respetar la religión de cada uno acomo de lugar, o cualquier gusto personal, pero es que tampoco es para que nos tomen de gente estúpida, ¿por qué cuesta qué los cristianos entiendan que tener relaciones sexuales, mirar a alguien con deseo y más cosas que tengan que ver con lo sexual no es un pecado el cual debe de ser castigado sí o sí? ¡Demonios! Llegaba a un punto en que hubiese aceptado volver con mi familia, así no tener que recordar cada segundo los retrógrados que son algunas personas en pleno siglo XXI.
Quedé a mitad del pasillo, porque me encontraba muy molesta con la situación que me hizo pasar el varón de hace unos segundos. Lo miré al virar mi cabeza sobre mis hombros, visualizando a un muchacho de cabello gris con la mirada en la biblia, ni siquiera parecía estar de acuerdo con sus propias palabras debido a que también puedo ser testigo de como una lágrima cayó de sus mejillas, ahora no sabía cómo sentirme, si tendría que estar molesta o triste por la forma en la cual está actuando el Sacerdote Felix. Eché un suspiro, dispuesta en volver a mi habitación, quizá una de mis compañeras pueda tener algo a que me pueda tranquilizar este enojo que emanaba de mi ser, o capaz alguien que pueda compartir conmigo un momento caliente.
Eran más o menos las 23:29 de la noche cuando no podía dormir y me dediqué en caminar sola por los pasillos del internado, obviamente que a escondidas porque a estas horas no nos dejaban divagar por el establecimiento, pero como siempre yo hacía todo lo que quería. Sin embargo, dejé de caminar cuando frente a mí se posicionó una mujer que conocía a la perfección debido a que al segundo año en que me encontraba internada aquí, gracias a no ver a ningún hombre de mi gusto, me terminé revolcando con ella y terminamos teniendo una relación, que evidentemente se terminó al tercer mes, apenas sabía lo que quería y muchísimo menos sabía muy bien cuál era mi orientación sexual.
Solamente que en estos instantes no sabía si me gustaban los hombres y mujeres, hombres o mujeres, empero, mis hormonas eran las que están hablando ahora mismo. Sus fanales chocaron con los míos, ella parecía que acababa de salir del baño de una sección que no le pertenecía, entonces, eché una risa por eso debido a que la pelinegra con normalidad hacía todo bien, parecía una mezcla de Uchinaga Aeri y Ji Won, empecé a dar unos que otros pasos, logrando que ella haga exactamente lo mismo.
—Conozco esa cara y déjame decirte que no será fácil.
—Me gusta lo difícil, Na Ri.
Jalé de su muñeca, introduciéndola a uno de los baños por donde acababa de salir. Estampé su espalda contra la pared, nuestros labios se unieron apenas entramos de ese modo, al parecer mi querida exnovia no es que tenía algún drama en tener relaciones sexuales con mi persona en este mismo segundo, una de sus manos acabó alzando el vestido que era mi pijama, observando mis senos con ojos brillosos, no tardó en que ella los succionara como si de una mamadera se tratase, entre que se hallaba haciendo eso mi cabeza no podía parar de imaginarse al único varón joven de este internado de mierda.
Levemente, la alejé de mi fisionomía para que entremos a uno de los baños individuales en donde me sentó de un modo brusco al inodoro con la tapa baja, se agachó y abrió mis piernas, se podía ver una sonrisa de perversidad, quitando mis bragas, mientras que iba repartiendo unos besos por mis muslos hasta llegar a mi vagina, ¿hay necesidad de decir las cosas que me hizo y cómo me hizo sentir? Porque creo que no, luego de que haya hecho eso unos sonidos nos hace que nos separemos por un momento, decidí salir yo a verificar de quién se trataba, únicamente que cuando saqué mi cabeza por la puerta mis fanales ven que un sujeto de vestimenta negra abandonó el pasillo rápidamente, al parecer, no quería que nadie sepa de su presencia o de lo que sus ojos han visto.
No obstante, fue demasiado tarde.
⛓️📿 WRITER'S SPACE
¡Holis! Sí, soy yo después de casi un mes sin hacer aparición por esta historia, antes que nada lamento la tardanza debido a que me encuentro esperando por un examen, el cual me lo han cancelado cuatro veces ya, esa es una de las razones principales y la segunda es que es una historia un poco complicada para mí y para mí imaginación, por lo que me cuesta un poco actualizar seguido, espero que puedan comprender eso.
¡Gracias por leer!
🤍⚡
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