El 12 de mayo, llegó un nuevo cuidador, el se encargaba de limpiar las habitaciones de los pacientes, era un muchacho de 24 años, llamado Héctor. Alto, pelo negro peinado con gel, ojos verdes, un lunar al lado del ojo y con la mandíbula ligeramente marcada.

A la Hanna le pareció lindo, hace mucho no veía a alguien tan guapo, solo veía a gente enferma y triste. Así que decidió acercarse a aquel muchacho, este la trató muy bien, en poco tiempo se hicieron amigos.

Pero había algo raro, el la miraba de forma diferente. Antes de que la niña fuera internada en ese hospital, tenía algunos amigos, ellos la miraban con lastima, admiración, felicidad, aprobación, etc. Como te miraría un amigo, en cambio, el muchacho la miraba de manera diferente, la miraba como un león que está a punto de cazar a su presa, la miraba como algún adicto mira la heroina, la miraba como un pobre mira algunos dólares.

La miraba como la llegó a mirar su padrastro...

Charlie, el novio de su mamá, el la miraba con deseo, tenía ganas de hacerle lo mismo que le hizo a su mamá los días que la niña llegaba de la escuela y ellos estaban en la habitación de arriba sin importarles si ella estaba o no.

Hasta que un día, Charlie sació sus ganas y fue a la cárcel, la pequeña solo tenía 10 años. El muchacho la miraba de igual manera, y eso le incomodaba demasiado a ella.

Pobre Hanna.