El aire en el altillo estaba espeso, impregnado con el aroma a polvo y madera envejecida, pero a pesar del silencio, algo en ese rincón olvidado parecía vibrar con vida. Margarita, Rey, Daisy y Pipe se agacharon entre cajas apiladas, hasta que un destello metálico atrapó su atención. En una vieja caja de cartón, escondida entre libros y recuerdos descoloridos, se encontró una serie de CD's, con etiquetas escritas a mano que apenas se leían por la antigüedad de la tinta.

— ¿Qué es esto? — preguntó Margarita, agachándose para tomar el primer disco con cuidado. En su rostro se reflejaba la misma mezcla de curiosidad y desconcierto que la envolvía desde que entró en aquella casa que no era suya, pero que le pertenecía en algún sentido.

Pipe, con una ligera expresión de intriga, miró las discotecas.Delfina, la dueña de la casa que ahora compartían, nunca había hablado de su pasado, era una mujer reservada, siempre tan distante en sus recuerdos.

¿Por qué estaban esos CDs ahí, ocultos en el altillo, esperando ser descubiertos?

— Son... videos — dijo Daisy, pasando el dedo por el borde de uno de los discos, como si quisiera desentrañar el misterio que se ocultaba en su interior. — Pero no recuerdo haber visto esto nunca.

Pipe, siempre el más entusiasta, no pudo esperar más y metió un disco en el reproductor portátil que habían encontrado en la misma caja. El zumbido del aparato al encenderse fue seguido por una imagen borrosa que lentamente fue tomando forma.

— ¿Qué es esto? —murmuró Margarita, la sensación de estar invadiendo algo muy privado y profundo la hizo sentirse incómoda, pero la fascinación no la dejaba apartar la vista de la pantalla.

Los cuatro se miraron en silencio, el sonido del pasado llenando el altillo, como si les estuvieran invitando a descubrir lo que había quedado oculto durante tanto tiempo.