Capítulo 9
El día siguiente comenzó temprano por la mañana, cuando el ambiente estaba más helado ante el Sol saliente. El grupo entero empezó reuniendo provisiones, afilando armas, revisando sus armaduras, incluso preparando la comida. Todos trabajaban coordinados para aprovechar lo mejor que pudiesen el día, y no solo ello, sino también la curiosidad. Ninguno de ellos pretendía perderse el gran evento que verían hoy, el encuentro de dos personajes alter-ego dimensionales, aunque no lo iban a reconocer.
Juan estaba sorprendido de la coordinación, pero sus nervios podían más. Sabía que no estaba bien, llevaba apenas un par de días desde su llegada, e incluso así... El dolor era insoportable.
No podía controlarlo, ni preverlo, así que se limitaba a intentar mantenerlo en secreto. La primera señal de que no podía tomar más tiempo, fue esa misma mañana, cuando su sueño fue interrumpido por el glitcheo que le hizo despertar de golpe, dejándole una terrible sensación de haber sido magullado enteramente. Habían empezado como leves temblores que le borraban la visión, y rápido, con el paso de los días, había llegado a ser tan horrible como lo fue en su momento su marca fallida.
Su marca.
La señal de pertenencia, el recordatorio de que había aceptado, el recuerdo inolvidable de su ser más amado. De Spreen.
Añoraba con cada noche en soledad la compañía de su pareja, lamentándose de rememorar con perfecta claridad aquellas manos con garras que le recorrían la piel acariciándola, de la paciencia y lentitud con que se hacía, de la forma habitual que tenía memorizada de desnudarle, de ser suyo. Era inevitable recordar su intimidad, la forma en que Spreen tenía de consumirlo por completo, de moverlo a su antojo, de poseerlo. Incluso cuando marcaba su hombro de nueva cuenta, como si no estuviese seguro de que jamás se borraría.
Lo amaba.
Lo hacía con una intensidad que le era desconocida y aterradora, porque junto a la pasión desenfrenada que recordaba, de los momentos de convivencia juntos, de cuando cocinaban para el otro, cultivaban en compañía o salían de aventura, rápidamente se desviaba a aquella última noche.
Su estómago se revolvía incómodo, la sensación de algo pendiente que lo hacía sentir mal más allá de lo meramente físico. Del abandono y la soledad psicológica que en su vida experimentó antes, acostumbrado como estaba a su espacio enorme en compañía solo de su mascota. Ese día, fue solo desolador.
Todavía no lo comprendía.
¿Qué pasó?
¿Por qué Spreen no estaba?
¿Lo abandonó?
¿Se equivocó él?
Pero... Spreen jamás le hizo eso antes... ¿Cuándo le dejó de responder? ¿Cuándo simplemente lo abandonó una mañana sin despedirse? ¿cuándo olvidó alguna ocasión en que acordaran verse?
¿Por qué justo ese día...?
Ni siquiera pudo dárselo. Ni siquiera sabía donde estaba ahora. Algo que un hechicero no podía ni debía hacer, algo que expresamente él como hechicero supremo no tenía que realizar... Todos sus esfuerzos a la basura.
No comprendía, no...
Y lo sabía. Era peor. Mucho peor que antes, cuando la presencia de una expareja le entristeció, la ausencia del híbrido lo destruyó. Lo hizo inútil. No pudo pensar en nada más que en él, no pudo hacer nada más que esperarlo, no había nada, más que rogar por su regreso, suplicar que no sucediera lo mismo, que no fuera lo que sus pensamientos más oscuros sugirieron desde el primer instante.
¡No, no, no! ¡No me abandonó!
Solo fue capaz de quedarse allí, en la cama, apretándose las manos, clavándole las uñas, llorando sin querer, envolviéndose entre las mantas mientras los segundos se hacían minutos, y los minutos se volvían horas.
Fue estúpido, tuvo miedo incluso de mirar su hombro y ver el color negro.
Ahora mismo todavía no quería verlo... no quería hallar algo que no quería ver.
¿Qué haría si su marca volviese a ser negra?
¿Qué haría si el responsable fuese Spreen?
No.
—Yo sé... —divagó, tomando entre sus dedos el dobladillo de la tela de ropa que cubría la zona de su hombro, temblando, debatiéndose si mirar de una vez. —Sé que no me abandonaste... ¿verdad?
No.
—¡Hey, pelotudo, ya estamos listos! —exclamó una voz desde fuera de la habitación, acompañando sus palabras de un insistente golpeteo de madera que lo asustó.
Eso fue inoportuno. Su mano se separó con rapidez de aquella zona que estuvo a punto de desvelar, respirando profundo antes de encajar una perfecta sonrisa en sus labios para recibir a su invitado.
Spreen.
Spreen.
No su Spreen.
El paralelismo de las imágenes era perturbadora, la imagen de su propio amante sobreponiéndose a la de esta versión, que aunque era más bajita, era más fornida. Cada pequeña sonrisa causándole confusión, asustado de ver en él a su pareja por más tiempo.
Estaba feliz, sí, de ver que otra versión de Spreen vivía en compañía y era querido, pero él extrañaba a su Spreen. Incluso si sus pensamientos querían convencerle de que no valía la pena regresar para ser abandonado por segunda vez.
No podía ser cobarde...
Quería verlo.
Lo extrañaba mucho.
—Vamos —respondió al otro apoyado en el marco, abriéndose paso a la sala donde el resto de integrantes le esperaban.
Tomando su báculo, observó al exterior. El primer rastro del Sol por el horizonte, arrasando a los mobs de la superficie, fue la señal para partir.
Según Rubius, el camino a la casa de su otra versión era lejano, ya que el chico vivía en el pantano, un terreno alejado de la zona de llanuras donde estaban. Lo mejor era aprovechar el tiempo lo mejor que pudiesen, para evitar la caída de la noche con ellos al descubierto. Por causa del hechicero, optaron por caminar el primer tramo, temiendo que éste fuera incapaz de acostumbrarse a su ritmo rápido a través de aquellos biomas, como solían hacer.
Quackity y Missa apostados a sus costados, llenándolo de comentarios para amenizar el camino, con los otros tres dirigiendo el camino.
—¿Vas bien? —preguntó Quackity, consciente de lo pesado que podría tornarse portar una armadura junto con todas las demás provisiones sin estar acostumbrado. Habían intentado dejarle el menos peso posible.
Juan se miraba sudoroso, por el calor abrasador del mediodía y con horas caminando, pero bien. Sonrió ladino ante la pregunta, consciente de la preocupación de los integrantes, aunque no tenía idea de que los cuidados extra venían del par de osos más adelante, a los que su evidente olor los preocupaba más que al resto. Especialmente a Spreen, que no podía evitar recordar el aroma a nerviosismo del chico hechicero la noche anterior.
—Sí, de hecho, mejor de lo que crees. Solo tengo algo de sed. —contestó, reacomodándose las gafas sobre el puente de la nariz.
—Podríamos comer y continuar el resto del camino a paso rápido —sugirió Shadoune, quién había estado en particular muy atento de toda la interacción del trío.
—Va, hagamos eso —soltaron Quackity y Missa al tiempo, poniéndose manos a la obra con el montón de provisiones que trajeron para alimentar al grupo.
Pronto, habían improvisado sobre un pequeño terreno decentemente plano una zona para comer, repartiéndose la comida y bebestibles, a la sombra de un árbol y por fin disminuyendo el calor.
—¿De dónde vienes tú no usan armadura? —Shadoune dejó escapar su pregunta, con genuina e inocente curiosidad luego de venir todo el camino advertido de no ir demasiado rápido para no sobrecargar al chico de gafas.
—No —Juan contestó, entre medio de sorbos a su botella con agua, desesperado por un poco de líquido helado refrescante. —Casi no es necesario, dentro de los límites, no corremos riesgos.
—¿Límites? —Quackity preguntó, imaginándose algo similar a lo que poseían en su mundo, un enorme muro que los separaba del resto de terrenos que eran casi puro desconocido.
—De donde vengo, hay dos pueblos y uno que es como, ¿el central? —el hechicero empezó a explicar, divagando sobre el terreno de pueblo central en que, si bien ellos no vivían, recorrían a menudo. —Todos estos tienen una zona delimitada que está protegida. Dentro de ella, no importa cuántas veces nos accidentemos, volveremos a revivir.
—¡¿NO SE LES TERMINAN LAS VIDAS?! —Rubius fue el que saltó al oírlo.
—No dentro de los límites. —el castaño relató, una sensación de arrepentimiento surgiendo en su consciencia cuando los ojitos brillantes del par más joven le miraron con ilusión, a sabiendas de que en su mundo las cosas eran muy distintas. —Mi papá de hecho nos deja vivir bajo su protección...
—¿Tu papá es una deidad o algo como eso? —Missa se hizo oír por fin, igual de cotilla que el resto.
—Nah, solo es un curita —se rió el hechicero. —De él eran los terrenos así que vivimos bajo su orden. Era un hijo de puta, pero al menos ahora vivimos tranquilos
—¿Y son muchas personas?
—Sí... ¡somos dos pueblos enteros! La mayoría vive por separado en sus propios hogares, pero hemos construidos los centros de los pueblos para todos, incluso hay quiénes tienen sus propios negocios. —relató Juanito, feliz de poder desviar el tema a algo un poco menos oscuro.
—Si tú existes acá, ¿quiere decir que nosotros también tenemos versiones allá? —el de sudadera azul empezó a cuestionar, totalmente interesado de las posibilidades.
El hechicero solo pudo voltear a ver aquellos rostros, la cara de un grupo de personas maltratado que habían aprendido a convivir en las peores condiciones, a escasos recursos, sin tener la calma de despertar bien al día siguiente. Le apenaba no poder decir nada de la mayoría... excepto de uno.
—Las dimensiones son algo más complejas que eso... —dudó el hechicero —no existimos en todas las dimensiones, o es posible que no nos conozcamos.
—¿Eso quiere decir que no hay un nosotros de dónde vienes? —Shadoune, para sorpresa del grupo, fue el responsable de continuar el hilo una vez la respuesta dubitativa bajó el ánimo general.
—Podría ser, aunque yo no los conozco... —divagó el hechicero. —El único de ustedes que está también allá es Spreen —confesó por fin, omitiendo la información del oso pardo a propósito, para evitar tener que relatar un posible destino trágico del que no tenía ni idea.
—¡Vaya suerte, tío! —se quejó el castaño —¿y a qué se dedica el idiota por allá? ¿también es un guerrero?
—¿Algo así? Es bastante temido y respetado por todos los pueblos —Juan contó, en su cabeza las imágenes de aquel inaccesible hombre que provocaba suspiros y escalofríos de todos, temerosos de meterse en su camino o ser su objetivo, pero ansiosos de ser parte de su círculo. —Tiene su propia empresa.
—¡Woah! —la exclamación asombrada del par de jóvenes de gorra hizo reír a los otros.
Spreen no.
Solo estaba serio.
Y el almuerzo había acabado.
—Andando, ya es hora de partir —interrumpió el híbrido, silenciando al ruidoso grupo interesados en las anécdotas de Juan acerca de su vida en su dimensión original.
Fue tosco e incómodo, pero nadie le cuestionó. Simplemente obedecieron, despejando el lugar en un par de minutos antes de partir.
—Empezaremos a ir rápido, tengan cuidado con los acantilados a las cuevas —avisó Shadoune, reemplazando a su amigo en liderazgo cuando notó los dientes apretados del híbrido que evitaba voltear a los demás.
Rubius solo observó en silencio, debatiéndose si había sido una buena idea no explicar a Spreen antes algunas cosas relacionadas a los híbridos de oso.
Era muy tarde para arrepentirse, en todo caso.
Los pasos se volvieron cada vez más acelerados, acostumbrando al grupo al ritmo antes de largarse a correr en conjunto.
Juan no creía que lo fuera a disfrutar, pero la sensación del aire corriéndole la cara, atravesando su ropa y la dinámica de ir por el bosque entre los árboles, le recordó a la primera vez que fue capaz de volar a su voluntad. Era liberador, capaz de despejar sus pensamientos. Incluso si miraba a su alrededor a ver al grupo, con todos ellos corriendo, saltando entre ramas, lanzándose a través de las cascadas, incluso la habilidad extraña de Shadoune y Spreen, que usaban bloques a su paso para caer en las zonas adecuadas, adelantándose al resto, era todo un deleite.
Y luego, como siempre en su vida, las cosas salieron mal.
—¡TEN CUIDADO, JUAN! —gritó Quackity casi a su lado, momento exacto en que sus pies, que debieron alcanzar el siguiente árbol a su frente, no tocaron nada, con la sensación de caída y gravedad cero que le dejaban el estómago a la altura de la boca.
Lo vió suceder en cámara lenta, imposibilitado de conseguir hacer nada, porque sus poderes ni siquiera funcionaban correctamente y aunque lo hubiesen hecho, el shock y desentendimiento de la situación no ayudó. No debió ser un salto difícil, uno normal diagonal un poco más largo de lo usual, pero no lo consiguió.
No fue capaz de prever que entre aquellos árboles no habría suelo que pisar, si no un enorme acantilado de una formación de cuevas enorme que siquiera poseía cascadas de agua que le sirvieran para el impacto que si o sí llegaría.
Se aferró a su báculo, cerrando los ojos, pensando en lo idiota que era siempre, viéndose cada vez más rodeado de la oscuridad mientras la cueva se lo tragaba.
—¡JUAN! —el grito extra del híbrido que apenas alcanzó el risco incluso antes de que él tocase el suelo le obligó a verle.
Mierda. ¿Por qué tenía que hacer el ridículo frente a él?
Únicamente atinó en el último segundo a cubrirse la cabeza con las manos, aguantando con las piernas el golpe que se llevó al final del recorrido. No sabría decir él mismo si el impacto las rompió, porque rápidamente su cuerpo entró en estado de crisis, haciéndole el favor en su lugar de aguantar lo que sea que estuviera pasándole.
Su miedo se comprobó cuando al primer instante de intentar apartarse, fue incapaz de mover el cuerpo. Si no fuera suficiente su mala suerte, la oscuridad de aquellas formaciones hizo realidad las advertencias de los integrantes, de la nada apareciendo mobs a pocos pasos de él.
No era ninguna mentira que los dioses de ese mundo aprovecharían cualquier oportunidad para acabarlos... Fue certero cuando zombies brillante violeta se acercaron a su herido ser, completamente desecho y roto, la imagen borrosa nublándole los ojos cuando el miedo y el dolor empezaban a mezclarse.
No puede ser, no puede ser, no puede ser.
Estuvo aterrorizado cuando una horda de ellos empezaron a rodearlo, ninguna compasión, incluso si su sangre empezaba a manchar su alrededor, si sus piernas estaban inutilizadas, si su carne parecía a punto de estallar.
Nada.
—Rápido, rápido, rápido... —rogó, lamentable, por obtener más rápido una muerte antes de tener que soportar por más segundos el dolor.
No se le concedió, sin embargo, pero no por quién hubiese creído.
La escena fue difícil, aterradora, aunque increíble de ver. En menos de un par de segundos, la armadura que brilló tornasol apareció como una mancha en su visual, antes de blandir su espada con una agilidad demasiado superior a la que observó con suerte en los pocos días que estuvo. No dudó en ningún momento, moviéndose entre cuerpos que caían a su paso para eliminar cualquier amenaza.
Por supuesto, Spreen. El villano bueno.
Antes de procesarlo, rodeando al híbrido de oso, cadáveres con cuerpos separados de sus cabezas, la poca evidencia de lo que antes fueron.
Nuevamente, ese olor desagradable de la sangre en descomposición impregnando al oso.
—Vos soportá' un poco más, te curo en un toque —comunicó el oso, sus pies enfundados en su armadura creando un eco extraño junto al sonido líquido de la sangre que manchó todo, mirando apenas a su alrededor para asegurar el perímetro antes de atender al hechicero.
Ojalá haberse asegurado correctamente que no quedaba ninguna preocupación a su alrededor. Solo que el estado crítico del gafas fue más importante, no se le podía culpar.
—No te movás, voy a vendarte... —avisó el hombre, evitando los ojos miel del hechicero que empezaban a buscarle con desesperación.
—S-spreen... —logró murmurar con esfuerzo el hechicero, su voz apenas en un hilo luego de todo el daño sufrido.
—Aguantá', va a doler, pero ayuda, ¿va? —trató de consolarle el híbrido de oso, sin dignarse a verle a los ojos para comprender aquello que a Juan alteraba.
—¡S-spreen...! —trató de exclamar, sonando más como un quejido lamentable.
—¡SPREEN, DETRÁS DE TI! —advirtió Shadoune, todavía muy lejos del par porque a diferencia de Spreen que se lanzó sin consideración, el cuarteto restante tuvo que descender con cuidado para evitar una muerte segura.
No fue lo suficientemente rápido, antes de que un esqueleto soltando destellos lilas disparase una flecha en su dirección.
Quizá no hubiera sido nada para él, pero Juan, en completo pánico de pensar en Spreen siendo dañado, no pudo que más hacer que usar sus últimas fuerzas para apartarle del camino del proyectil.
Cayó a él en su lugar.
Ya ni siquiera le quedaba mucha vida en todo caso, incluso de haber sido normal, la fecha lo mataría. Y lo hizo. La flecha envenenada se clavó en su torso, haciéndole vomitar sangre, intentando mostrar la misma sonrisa perfecta que practicó tan bien para tranquilizar al híbrido que miraba la escena atónito, luciendo más bien macabro con el rastro rojo en los dientes.
No sonrías. Deseó gritarle, viéndole colapsar envuelto en su propio charco de sangre, las piernas con una curvatura extraña que delataban su estado fracturado, y por último... ese extraño glitch que desborró su imagen por apenas un segundo... pero él aún sonría.
¡No sonrías, maldita sea! Su voz no salió pese a los esfuerzos, sus ojos clavados en el hechicero que volvía a toser sangre, con la estela brillante que pasaba justo acompañando la muerte...
Y luego ese ensordecer sonido bajo, como de golpe, indicando el final.
Había muerto.
—¡POR QUÉ...! —rugió con fuerza, las garras incluso incrustándose en la piedra y quebrándola bajo sus palmas.
Un sonido raro, como crujido de metal fue la alerta suficiente para Rubius, quién todavía descendía por los bordes para alcanzarlos. La armadura cedió bajo presión, el pelaje azabache poblando todas las partes libres de la piel del híbrido, rompiendo la ropa y las gafas, con el cabello de su cabeza tornándose lacio, corto, empezando a crecer sin control en una imagen que nadie había visto.
La transformación de Spreen a su forma de oso sin control alguno.
—¡ALEJAOS DE ÉL, YA! —Rubius advirtió al verle, el oso de su compañero-hermano siendo particularmente enorme incluso para él, empezando a dar zarpazos al aire en su ira y sin comprensión de su propia situación.
Spreen había perdido la cabeza por la imagen del hechicero muriendo frente a él. No importaba que le restasen dos vidas, el otro solo reaccionó de la forma salvaje que era natural que pasaría.
Porque por más que no fuesen compañeros, el olor de Juan hacía creer al oso algo distinto.
¡Mierda!
—¡¿Se puede transformar en oso?!
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HEEEEEEEEY
Actualización seguida porque se lo merecen uvu. A decir verdad, estaba con ganas de mostrar ya esta parte, e incluso íbamos a ver a c!Aurn y c!Sprn de la dimensión original... pero iba a ser muy largo. Así que, ¿quizá en el próximo? Tener dos significa que podemos saltar entre los cliffhanger que quedan KJKSA.
¡En fin! Muchas cosas pasaron en este cap, primero, c!Jn está cada vez peor... incluso ahora sabemos que ni siquiera se ha atrevido a mirarse el hombro, piensa que realmente puede ver negro si se mira:c. Por otro lado, este Sprn alternativo está loquísimo fksjkd, no voy a decir que esté enamorado del otro cubito, pero su instinto reacciona antes que él.
Pero bueno... A decir verdad, dentro de la semana, siempre que pueda, traeré caps, si no es más seguro que estén por estos días. La vuelta a clases está siendo pesadísima, y ser adulto es horrible. Quiero volver a mis días de joven oye, cuando desvelarme no suponía morir al otro día fksjkd.
¡Como siempre, espero que les haya gustado! Sus comentarios animan muchísimo a seguir por acá, aunque no se lo crean, siempre estoy leyendo todo porque me río mucho con sus ocurrencias, así que ya saben uu.
¡Nos vemos en el siguiente!
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