Capítulo 6
La siguiente que vez que abrió los ojos, lo hizo estando en un espacio cálido, cubierto de mantas, en una habitación que le era desconocida: sencilla y bien iluminada. A su lado, sobre una mesa de trabajo, estaba su báculo y la espada que portaba. El susto inicial de estar en un lugar nuevo se fue rápido al dar cuenta de lo último, al menos si lo hubiesen querido matar, no habrían dejado sus objetos a su lado.
El dolor en su ojo izquierdo le distrajo momentáneamente, un ardor que no entendía de dónde provenía porque no sufrió ningún daño en la zona como para sentir la piel quemándose. Quiso levantarse a buscar lo que sea que le pudiera refrescar la zona, viéndose interrumpido en su intento cuando a la habitación ingresó alguien desconocido, con una máscara al costado que poseía una sonrisa, una gorra cubriéndole el cabello y de sudadera azul. El chico era joven, no muy alto y le sonreía con ojos caídos, cargando consigo una bandeja con comida en ella.
—Hola, tú, ¿cómo te sientes? —cuestionó, dejándose caer al costado de la cama apartado de él, tomando una de las piezas de pan para extendérsela.
Dudó, pero el hambre acabó ganando. Necesitaba con urgencia comer, el pan le supo a gloria aunque no fuese más que la masa.
—Se ve que ni comías, cabrón —se burló el de pelinegro, dándole más a medida que iba comiéndose lo primero.
—¿Dónde estoy? —se dignó a decir cuando sintió estar lo suficientemente satisfecho.
—Estás en nuestra casa. Spreen te trajo, dijo que no eras el Juan que nosotros conocemos, ¿es verdad? —le asaltó con duda, observándole con sus ojos curiosos, casi como si estuviera analizando cada uno de sus gestos.
—Pues... sí... ¿algo como eso? Soy de otra dimensión, Juan Cubito —le extendió la mano, encantando del ánimo del chico y contagiándose con él.
—¡¿De otra dimensión?! —el chico se sorprendió, dándose cuenta rápido de la mano extendida y tomándola con emoción. —Yo soy Quackity, un placer.
—Hey, Quackity, estabas tardando... —llamó la voz de alguien quién cruzaba la puerta.
No puede ser.
Una cabellera de tono castaño rozando el rubio se apareció, un par de orejas de oso decorándole la corona. El chico era alto, de piel clara, con unos ojos verdes que él recordaba a la perfección. Usaba esa sudadera blanca que tanto usó siempre, pero... Lo supo apenas verle.
—¿Rubí? —susurró con apenas un hilo de voz, sintiendo el peso del recuerdo que le dejó su exesposa cuando todo terminó para ellos.
No evitó su impacto de verle, de recordar ese rostro, de tener ante él por más que lo supiese. Ese no era su expareja. No podía estar pasándole ahora, no podía estar ahogándose en recuerdos de alguien a quién olvidó.
De quién lo abandonó aquella primera vez y causó tanto daño... Del recuerdo de Spreen, de la sensación desgarradora del abandono...
No pienses en eso.
No es el momento.
—¿Rubí? ¡No, no, chaval! —se animó el recién llegado, acercándose hasta el par. —Me llamo Rubius... ¡Ostia, es idéntico a Juan! ¿Seguro que no eres él?
No es él.
—¡Él es Juan Cubito, es de otra dimensión! —presentó el otro chico pelinegro, una vez que el silencio de un par de segundos se extendió dada la mudez del hechicero.
Empezó a temblar, una reacción involuntaria de sí mismo tratando de evitar la enorme cantidad de pensamientos intrusivos, recordando las horas antes a su llegada, la inexplicable desesperación cuando se vio a sí mismo solo, cuando llegó a él la idea de ser abandonado, la ira desbordante más tarde, cuando habló con Drako... Todo acerca de su familia.
Mierda. Ni siquiera podía conservar un poco de estabilidad en su vida por demasiado tiempo. Siempre era un engaño, siempre acababan saliendo situaciones nuevas que venían a intervenir en su dinámica... ¡Después de tiempo con una familia de mierda que murió, descubrió que era adoptado y su padre biológico fue una mierda con él al inicio! No conforme con eso, ahora que todo parecía mejor con él, llegaba su supuesto hermano a decirle que todo era falso.
¡Ni hablar de parejas! Había tenido muchas, en general un montón de relaciones fallidas, solo para sufrir el abandono de quién consideró su gran amor, Rubí.
Y Spreen.
Spreen, quién era su amante, su pareja, su todo, ¿de verdad...?
¿Enserio lo dejó en el día de su cita...?
No.
Él sabía que no era así.
No podía ser así.
Él jamás le haría nada de eso.
Juan sabía que Spreen no podría hacerle daño a propósito... ¿no?
No... Fue su error.
Fue suyo.
Spreen no podía haberle fallado.
Eso no pasó...
¡Pará, pará, wacho! ¿qué estás haciendo? —Spreen intervino, tomando las manos que el hechicero había presionado contra los costados de su propia cabeza, clavándose dolorosamente las uñas al punto de generar unas cuantas heridas por la presión.
Juan no lo notó antes, el momento exacto en que dejó de oír las voces de los acompañantes en la habitación y empezó a disociar al divagar acerca de lo que pasó. Había sido tal su crisis que no fue capaz de escuchar nada, con el par asustado de su reacción al verle pálido, con los ojos fijos sobre la manta. Quackity había sido el primero en intentar ir por ayuda, pero el híbrido de oso negro estaba abriendo de un portazo apenas dio el primer paso lejos.
Un humano como él no lo entendería, Rubius lo hizo.
Ese cambio en el aroma del chico muestra de sus emociones y no sólo ello... El entrelazado del aroma que le conocía a su propio hermano. Spreen lo había percibido dónde sea que estuviese, por eso llegó tan rápido al lugar.
No era el momento para cuestionar.
Apartándole las manos de la cara al hechicero, Spreen consiguió que Juan centrase su vista en él. No soltó sus manos de inmediato, manteniendo sus ojos fijos con el mayor, instándole a respirar profundo y sin ser del todo consciente, liberando su aroma en un gesto de su animal interno que buscaba relajarle.
Él no sabía que Juan era físicamente capaz de percibirlo a él por encima de todos, por lo que el olor del híbrido consiguió su objetivo. Por fin fue capaz de recuperar su respiración y fue consciente nuevamente de la presencia de los otros en la habitación, Quackity y Rubius en el fondo viéndole con preocupación,
—¿Ya volviste?
Juan le miró confuso, su cabeza aún perdida, pero por lo menos más relajado. Asintió, obteniendo por ello una sonrisa ladeada de parte del híbrido.
—Bien —Spreen dijo, separándose de la cama una vez que corroboró efectivamente su estado tranquilo, el aroma a bosque que le evocaba el chico volviéndose suave.
—Perdón —el hechicero pidió, agachando levemente la cabeza para no dejar ver su vergüenza. —Perdí la cabeza.
—Wey, no hay pedo —Quackity intentó animarle, acercándose a él cuando captó de reojo la mirada confundida y casi reprobatoria del oso pardo sobre el otro más joven. —¿Te sientes mejor? Quiero llevarte a hacer una armadura, ¡es absolutamente obligatorio!
—¿De verdad?
—Sip, si no quieres morir wey. —con un ademán, el chico de sudadera le instó a acompañarle a través de su hogar.
Juan fue tras de él, sin dar cuenta de la mirada severa que le dirigía el oso pardo al oso negro. La estancia estaba casi totalmente construida de madera, aunque estaba lejos de ser pequeña. Incluso atravesaron una zona llena de tolvas y hornos, que el hechicero no podría comprender muy bien el objetivo. Al final, llegaron a la estancia principal en la que se hallaba una mesa de encantamientos y librerías rodeándole. No era ignorante sobre esta práctica, solo que jamás había necesitado usarla así que estaba preguntándose seriamente en que clase de mundo estaba que era obligatorio usar una armadura tan protegida.
—Ya teníamos armaduras hechas así que ahora toca solo encantar. Spreen dijo que ya tenías espada, si quieres podemos usar esa o bien puedes escoger otra arma, ¿sabes usar bien la espada? —Quackity comenzó a hablar mientras retiraba de un cofre cercano piezas de armadura impecables, con ese intenso brillo celeste del diamante.
—No soy particularmente bueno con el combate cuerpo a cuerpo... —confesó, castigándose a sí mismo una vez más por no hacer caso cuando tuvo la oportunidad. Ahora que estaba débil y apenas podía usar su magia, ni siquiera estaba en condiciones de defenderse. —¿Es tan necesario usar una armadura tan buena cómo esta...?
—Juan... —la mirada del más joven resultó extraña, una mezcla entre la incomprensión y el regaño. —No sé de dónde vienes, pero aquí las cosas no son fáciles. No tenemos aldeas, los pocos que están vivos se juntan en grupos pequeños que se protegen entre sí, y no tenemos "buenos" dioses, solo los que intentan matarnos cada vez.
—Pero eso... —eso era imposible, quería decir, porque era impensable para él un mundo donde tus propios dioses intentaran asesinarte, pero el pelinegro de gorra le cortó rápido una vez más.
—Es lo común aquí. —sentenció, viéndose más serio de lo habitual y poniendo nervioso al hechicero. —Aquí solo tenemos tres vidas, después de eso, ya está. Esta es una tierra de nadie, donde nuestros propios dioses nos han abandonado y es todo lo que queda. Cada uno protege a su grupo, no hay grandes alianzas.
—Eso es horrible... —no pudo evitar decir, mordiéndose la lengua cuando notó su comentario fuera de lugar.
—Lo sabemos —Quackity se encogió de hombros —pero así es. Tengo la suerte de haber sido acogido por un buen grupo, y lo único en lo que pensamos es en sobrevivir juntos.
Juan le miró con lástima, sin saber muy bien que decirle. Él sabía que el lugar dónde habitaba tampoco era perfecto, el profeta fue un hijo de puta con todos al inicio, pero las cosas habían mejorado y dentro de los límites de los pueblos no corrían ningún peligro, así que estaba bien para él. No imaginaba un mundo donde tuvieras que cuidarte la espalda todos los días, cargando esa pesada armadura sin ninguna otra opción.
—Spreen y Shadoune son buenos guerreros, así que esta es nuestra pequeña familia. Conocemos a los otros, y tenemos un trato de mutuo acuerdo de no atacarnos de la nada. Hay veces en que otros no lo han respetado y cuando pasó, nos deshicimos de ellos. —Quackity continuó, rememorando ocasiones en las que muchos conocidos perdieron la vida por no respetar su espacio.
—¿Deshacerte...? ¿Cómo matar...? —el hechicero se vio en la obligación de preguntar.
—Sí. —el más joven contestó, sin dirigirle la mirada y trabajando con lapislázuli en la mesa para encantar. —Te puede resultar excesivo, lo comprendo. Es morir o matar, y nadie quiere morir.
Joder. El hechicero no pudo evitar el silencio incómodo que quedó en el aire luego de tal declaración, asustado del mundo salvaje en el que cayó luego de haber atravesado ese portal. Sabía que las dimensiones poseían infinitas posibilidades, esta era solo una de ellas en las que la vida parecía en exceso compleja.
El de alas rotas vio la aflicción en el rostro ajeno, compadeciéndose de él. Por supuesto que le encantaría contar una realidad mejor del lugar en que vivían, pero tenía que ser sincero consigo mismo y con el hechicero, porque es todo lo que iba a encontrar en ese páramo desierto de gente y de buena gana.
—Ya está lista tu armadura —le llamó, intentando a su vez dejar la incomodidad que él mismo generó. Juan se acercó para ver el resplandeciente brillo tornasol de la armadura que estaban entregándole. —¡Te daré uno de mis arcos para que puedas usar! Asegúrate de mantener distancias de los mobs, ¿está bien?
—Sí, te lo agradezco... —Juan sonrió, recibiendo entre sus manos todos los objetos que el menor preparó para él.
—No hay de qué, wey... —Quackity aceptó, una mueca ladina con sus ojos caídos —la armadura era de Spreen.
Rubius, por otro lado, guió al otro híbrido fuera de la habitación hasta la suya propia sin decir nada. Es verdad que toda la escena y la llegada de un hombre idéntico a Juan era extraña por sí misma, solo que más lo era que fuese Spreen, en palabras de Missa, quién lo hubiera decidido. El oso menor no era fanático de las personas, de nadie en particular, y el chico del pantano que estaba siempre con Zorman no le caía muy bien en sus propias palabras. Ya era suficientemente raro que se decidiese a proteger a alguien fuera de su grupo, más lo fue cuando notó lo inevitable.
Al entrar en una crisis de ansiedad, Juan no pudo evitar el descontrol del aroma que poseía. Rubius lo notó en ese instante, solo porque él también conocía a la perfección el olor que poseía el chico del pantano. A ese chico le rodeaba el aroma de Spreen, que surgía de él ni siquiera como si solo hubiera sido impregnado, más como si fuese el suyo propio, como si estuviera marcado.
Y el animal de Spreen reaccionaba a él. Fue evidente cuando en el menor disturbio del estado de Juan, el híbrido llegó a su lado corriendo.
Era imposible que su hermano hubiese marcado a alguien en tan poco tiempo, si es que fuese verdad que no era del universo, así que, ¿qué estaba sucediendo?
—Dime la verdad, ¿quién es el chico? ¿Por qué huele a ti? —cuestionó en el mismo momento en que cerró tras de sí la puerta para evitar que nadie más oyese.
Mierda. El más joven sabía que se hallaría con este problema de traer al supuesto hechicero, porque así como él, Rubius, el que era prácticamente su hermano en este mundo extremo, también era un híbrido de oso. Era inevitable que lo notase de estar cerca del castaño.
No tenía ninguna respuesta la verdad. Él tampoco sabía porque Juan poseía su aroma.
—No lo sé, capo —respondió con honestidad, soltando un suspiro de cansancio, a la par que ponía sus dedos sobre su propia cien, tratando de evitar el dolor de cabeza que poco a poco se hacía peor. —No puede ser el Juan de acá. Se supone que de dónde viene es hechicero
—¿Y tú le creíste? —cuestionó con ironía, burlándose de hubiera creído una historia tan ridícula. Ya estaba pensando que no era más que el Juan del pantano tratando de joder a su hermano.
—Lo vi. —aseguró —No me he drogado, wacho, lo vi yo mismo. Él usó su vara esa y lanzó rayos. Se desmayó por eso —le relató, sin saber cómo mejor explicarse para que el oso pardo no le viese como si le creciera otra cabeza.
—¿Y tú olor? —preguntó en su lugar, dejando pasar el otro tema por ahora. No iba a obligar al chico a usar sus poderes solo por no creer a Spreen, podría ir al pantano con Juan para ver si efectivamente no era él mintiendo.
—Ni idea —se encogió de hombros. —Por eso me di cuenta que no es el Juan que conozco, boludo, es imposible que yo haya impregnado al loquito ese.
Impregnar era poco. Cuando un oso impregnaba con su aroma, este solo flotaba alrededor de la persona hasta desvanecerse a lo largo del día. En Juan, el aroma de Spreen cambiaba con él, como si le perteneciese.
—Está bien, ¿y qué haremos con él? —Rubius evitó la mirada del menor, decidiendo omitir la información por el momento. Debido a que el oso negro no estaba interesado en el resto de seres, era normal que no supiese tanto como él en cuanto a cosas de híbrido se trataba.
Podía reservarse el dato por el momento, ya podría averiguar más con el otro Juan.
—No lo sé —volvió a responder, causando una expresión de pura exasperación en el pardo al no obtener nada concreto del menor. —¿Qué querés que te diga, pelotudo? ¡Intenté dejarlo en el spawn, dónde lo encontré, pero no pude!
Eso es obvio. Por supuesto que no podría, si su oso interno asimilaba el olor de Juan como de pertenencia propia, no le dejaría en nada que fuese peligroso.
—Eres un gilipollas, hermano —se quejó el mayor, revolviéndose el cabello con frustración. —Mira, no hay problema en hacernos cargo de él, si es verdad que no es de este universo, entonces habrá que cuidarlo porque va a morir el primer día si lo dejamos a la deriva. No estamos mal de provisiones y armas para no poder permitírnoslo
—Bien. —aceptó, desviando la mirada huyendo de la reprobatoria del otro oso —Al que decirle al otro boludito francés, el wacho es capaz de matarlo si lo ve acá.
—Sí... eso puede pasar. —Rubius rió por la imagen mental, golpeando la espalda del otro híbrido con más ánimo que antes. —Yo iré por Shadoune, fue de exploración.
—Va, tené' cuidado nomás vos también.
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¡Nos volvemos a ver!
A la noche hay eventos así que se los subo antes jaja, ¡espero lo disfruten! Seguimos en la dimensión de mc extremo, y ya casi nos encontramos con todo el team vacío legal, ¡solo nos falta el francés! Aparte... Aunque no es su rubí es RUBÍ así que a c!Juan se le juntó el ganado D: veremos qué procede, tener la imagen de las dos parejas que lo perturban no es lo mejor para el cubito:c
Por otro lado, el c!sprn de este universo no entiende qué le pasa djhasj, ahora tiene a su hermano adoptivo que sabe de híbridos, pero como están en un mundo apocalíptico, lo último que le importa es saber mucho al respecto, así que ahora no entiende porque su animal interno no le obedece y sobrereacciona alrededor de c!Juan... c!Rubius ya notó lo evidente;;
Ya saben, comentarios, críticas, votos, ¡todo es bien recibido! Nos vemos en el siguiente uvu
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