Capítulo 4
Spreen no estaba bien. Tenía una enorme herida que descendía por su pierna izquierda, el ojo ensangrentado por el que ni siquiera podía ver, su boca derramaba más sangre cada que tosía siquiera un poco y con suerte sostenía la caminata, sujetando entre sus brazos el cuerpo inconsciente de Carrera, que lucía en similares condiciones a él. Quería caer, realmente quería solo dejar de caminar, recostarse en el suelo y descansar, pero no podía.
Con la única persona con la que había logrado comunicarse le tenía que estar esperando en el portal a pueblo naranja. No podía rendirse hasta llegar allí.
—Amigo, ¿podés despertar ya?, pesás una banda —rezongó el híbrido, su intento burdo de despertar por fin al otro y que este caminase por su cuenta antes de que él acabase rendido por el cansancio.
Por suerte para él, el portal yacía frente por fin.
Solo podía pensar en lo mucho que deseaba descansar al lado de su pareja.
Él no sabía nada.
Su agotamiento se vio aliviado al cruzar el portal, agradecido de lograr llegar a terreno a salvo, dónde Carola corrió a su encuentro, acompañado como no, de Robleis. Spreen no le había comunicado al azabache, pero imaginaba que en cuánto se enteró el vikingo, habían decidido decirle al otro ya que era el que peor la pasó durante todas las horas que el híbrido estuvo fuera para ir por Carrera.
Robleis cargaba consigo un botiquín que el dúo usó para empezar a curarle las heridas. No hizo falta palabras, no cuando Carrera estaba inconsciente y Spreen a punto de desmayar. Las heridas eran graves, el rubio estaba asustado de la laceración del ojo izquierdo que poseía el oso. Aparte de estar llena de sangre, el ojo había comenzado a nublarse.
Eso era muy mala señal. Lo sabía. Él pasó por lo mismo cuando su ojo se perdió para siempre.
—Heeeey, quédate despierto, Spreen, por favor —pidió, obligándole a beber una poción al chico en tanto vendaba las zonas que ya había desinfectado. Robleis hacía lo mismo con su pareja, que por lo menos parecía menos herido que el híbrido.
—Capo, estoy hecho pija —le respondió, el ardor siendo lo único que le mantenía despierto luego de la bajada de adrenalina cuando logró huir del profeta. —Quiero llegar a mi casa
—Lo sé amigo —Carola sonrió conciliador, justo antes de recordar que junto a su mensaje apresurado pidiendo ir a buscarle a los portales, le pidió contactar con Juan para que le ayudase. —Spreen, envié mensajes a Juan para pedirle que viniese... Él no contestó.
¿Qué? El híbrido sintió la primera punzada dolorosa en su pecho cuando lo oyó. Por un segundo fue consciente de ese persistente sentimiento angustiado y confundido que parecía no pertenecerle, sin embargo, el trabajo del rubio distrajo totalmente su línea de pensamientos.
—Te llevaré al santuario, ¿vale? —Carola propuso al ver su preocupación. Robleis asintió en su dirección, cargando a su espalda a su pareja sin problemas.
—Regresaré al escondite por hoy, ve con Juanito, luego hablamos —su amigo concedió, yéndose en dirección al bosque. Tenía intenciones de regresar con Betra hasta que Carrera estuviese en condiciones, además de poder hablar con Spreen de qué hacer a futuro para solucionar el problema con el viejo.
Spreen, por otro lado, se tragó el dolor que sentía en todo el cuerpo cuando su amigo le instó a caminar junto a él, atravesando el portal a pueblo verde para comenzar el largo camino que los guiaría al santuario de Juan.
No sabían lo que encontrarían.
O quién no iba a estar.
La laceración en su pierna le hizo apretar los dientes y morderse los labios para evitar los quejidos de dolor que querían salir de su boca. La sensación constante que sentía de estar siendo perseguido no le dejaba en paz mientras atravesaba todo el centro de pueblo verde, aunque por suerte, su llegada al camino al santuario fue acortado a través del ascensor oculto que su pareja construyó para emergencias. Carola le sostuvo todo el tiempo del brazo, ayudándole como punto de apoyo para poder caminar.
Spreen lo sintió en el instante en que apareció en medio del jardín del hogar del hechicero, con la estancia apagada, fría... desolada. Ese lugar jamás estaba así. Juan era un ser luminoso, y dónde él vivía también. Su casa siempre estaba bien iluminada, con sus cielos despejados y le mejor vista astronómica.
Un punzante y palpitante dolor de cabeza le hizo gruñir, su cuerpo encorvándose, evitando la caída solo por las manos de su amigo vikingo alrededor de él.
Había algo mal.
Algo extraño.
No podía explicar cómo lo sabía, pero la brisa fría y la quietud fúnebre no eran normales.
Si no fuera suficiente, el olor. El santuario siempre estaba impregnado de la mezcla de sus olores... Hoy no. Su olfato mejor desarrollado solo era capaz de percibir el aroma desvanecido de su pareja entre rincones. Era claro que allí ya no había nadie.
¿Dónde estaba?
—Spreen... —llamó el rubio cuando notó como el ligero temblor entre los dedos del híbrido se acompañaba de su mirada atónita. Al mismo tiempo, las garras de su mano libre se agarraron al abdomen, clavándose las garras como si eso pudiera despertarle de la terrible pesadilla que estaba teniendo.
El oso no hizo caso al llamado preocupado, en su lugar, soltándose del apoyo de su amigo, obligándose a caminar con su propio pie, intentando ignorar el dolor que le proporcionaba su pierna herida. La soledad y la falta de iluminación de lo que él conocía como su hogar propio le remordía la consciencia a cada paso que daba, con la incomodidad y el molesto sentimiento de que olvidaba algo mientras recorría las habitaciones que su amado construyó.
El camino a su habitación fue eterno, angustioso, la sangre manchando su ropa y dejando un rastro de gotas rojas tras su paso, con Carola siguiéndole. El último rezago del aroma de Juan, el picor de la madera y la bergamota permanecían allí, lugar donde pasaban la mayor parte de su tiempo y allí mismo donde lo dejó en la madrugada, acostado entre cobijas. La ropa del hechicero estaba regada por el espacio alrededor de su cama, con todo hecho en desastre, además del comunicador de su pareja que se quedó en el suelo junto a lo demás.
Sin embargo, nada de eso era más importante que la caja azul que quedó en el centro de su cama.
La caja azul que había visto días antes cuando casi descubrió la sorpresa de la que tanto Juan había hablado, de la razón de su emoción durante los días previos y de su esfuerzo para el día que casi llegaba a su fin.
Lo recordó solo en ese momento.
Era hoy.
Hoy, el día que Juan planeó con entusiasmo quién sabe cuánto tiempo para tener una "verdadera" cita con él. Había pasado días de un lado a otro por los pueblos, días con esa sonrisa alegre y boba adornándole el rostro, días desde que le había visto ocultar la cajita que él sabía era su obsequio.
Mierda.
Lo peor fue darse cuenta al tomar entre sus manos la caja aterciopelada... Ese molesto olor salado de las lágrimas.
Le había fallado el día más importante. ¡Ni siquiera lo había recordado, maldita sea!
—¡Spreen! ¿Qué mierda, amigo? ¿Estás bien? —Carola se apresuró a cuestionar cuando el híbrido cayó de rodillas hiperventilando, sintiendo un repentino palpitar fuerte de la sensación desoladora de su corazón desprendiéndose de su pecho.
¡No puede ser!
No pude hacerle esto.
No.
No.
¡No!
—Carola... Juan no me lo perdonará —el híbrido pudo formular a penas con su voz quebrada, sus ojos abiertos y su mirada fija en el objeto que sostenía.
—¿De qué estás...? —el vikingo quiso preguntarle, inclinándose hacia él para intentar apoyarlo. No funcionó. Antes de que pudiera lograr nada con su amigo, las orejas del híbrido habían comenzado a moverse, el gesto típico del más joven cuando estaba alerta.
Y llegó Zorman. El científico tenía el rostro pálido, sudado, viéndose totalmente desarreglado, mientras sostenía entre sus manos el amuleto verde que pertenecía a su Juan casi destrozado en su totalidad. El aroma fresco impregnado en él logró que Spreen saltase sobre el hombre de pelo negro casi de forma salvaje, sus manos temblando cuando le quitó el objeto.
—¿Dónde está? —la voz distorsionada del híbrido se dejó oír, su cabeza trabajando más rápida que su boca cuando se imaginó los peores escenarios al ver el estado del científico.
Tras de él, llegando apenas con un par de segundos de diferencia, apareció Drako. Estaba tan desgastado como Zorman, pero tenía una mirada que reflejaba el absoluto arrepentimiento. Y se ahogó. La saliva se atoró en su garganta y todos sus sentidos parecían no funcionar en cuánto las lágrimas del par brotaron, hablando apenas entre jadeos casi ininteligibles, dándole la peor de sus pesadillas mientras no se dignaban a hablar.
—S-spreen... —fue el mayor de ellos el que comenzó hablando, su mano dirigiéndose hasta su pareja para darle algo de conforte con ambos intentando comunicar lo que pasó hacía menos de un par de minutos.
—¡Habla yá, boludo! ¡¿Dónde está Juan?!
—Spreen —Zorman continuó, logrando, a diferencia de Drako, mantener la voz estable. —Juan se fue —soltó por fin, el nudo que le asfixiaba soltándose por fin, aunque los ojos confundidos del híbrido solo lograron hacerlo sentir culpable. —Es... Le pedimos que fuera vernos hace menos de una hora... Las cosas no salieron bien y su poder se descontroló, él abrió un portal que lo absorbió.
—Me estás jodiendo, posta —soltó luego de interminables segundos en silencio.
El par recién llegó fue capaz de ver como las garras brotaban en el híbrido, los ojos se le oscurecían y su expresión se volvía salvaje. El híbrido siempre era aterrador, pero esta vez su ira estaba dirigida a ellos. Zorman no podía sentirse con el derecho de reclamarle, no cuando su propia consciencia le culpaba por lo que pasó con su mejor amigo. Drako ni siquiera reaccionaba correctamente.
—Zorman, hijo de las re mil putas —su tono lúgubre y grave lo acompañó de un paso lento reteniendo de apretar los puños para no clavarse sus propias garras, el aura amenazante siendo particularmente aterrador cuando no había nada que lo retuviera. —Decime que eso no es verdad...
—Fue mi culpa —aseguró Drako, interponiéndose entre el avance del oso y su pareja, asustado de un ataque.
—¡VOS CÁLLATE! —rugió, su fuerte grito logrando enseñar los colmillos que rompieron incluso sus labios. —Zorman, DILO AHORA. ¡DECILO! ¡¿DÓNDE ESTÁ?!
—No te mintió, Juan abrió un portal. Es probable que haya caído en algunas de las millones dimensiones existentes —Drako se apresuró a explicarle, obligado a reaccionar cuándo notó la inminente amenaza hacia su pareja.
—No pudo irse —negó, apartándose levemente del científico. Volvió a tomar entre sus manos aquella caja que el más bajo dejó, su respiración volviéndose errática. —¡No se iría!
—Juan no estaba bien —relató Zorman, intentando acercarse al híbrido al verle afectado, siendo impedido por Drako quién no confiaba lo suficiente en que Spreen no reaccionase agresivamente. Era probable que estuviese experimentando la disociación dolorosa de su animal interno al saber que su pareja no estaba con él. —Fue culpa nuestra no verlo antes, la noticia que se le dio lo impactó. Él tiró su artefacto y perdió el control.
El control.
Juan no estaba bien.
Juan estaba afectado...
Juan dejó su regalo.
Juan había sido plantado por él.
¡Lo había abandonado en su cita!
¡En el día especial que planeó!
No era culpa de ellos... Era suya.
—¡No puede ser! —aulló, su grito acompañándose de gruñidos cortados escapándose junto a las lágrimas que no tardaron en aparecer. No le importó en absoluto los otros tres presentes lo vieran en deplorable estado, preocupado más bien de que pudo pasarle a su pareja y lo que debió sentir.
Era el peor.
Ni siquiera lo recordó.
¿Cómo lo iba a explicar?
—Spreen, tranquilo... —Carola instó, guiándole a paso suave hasta la cama desarmada. Zorman se ubicó frente a él, mirando el artefacto que hizo entre las manos del oso. —Juan volverá.
—Es la única opción. —sentenció Drako, incómodo, evitando la mirada severa que el vikingo le dirigió. Entendía su intención de estabilizar a su amigo más joven, pero ahora mismo necesitaba comunicarle todo o darle la información por trozos podría resultar muy mal para ellos.
—Nadie más que Juan puede usar esa clase de magia, no podemos hacerlo volver —explicó Zorman —Solo podemos esperar que la dimensión en la que esté pueda replicar las condiciones para usar su poder. La magia de Juan falla cuando no usa su artefacto...
—¿Él lo dejó? —Spreen cuestionó, fijándose en el curioso brillo verde que desprendía la pieza rota que sostenía, la que apenas conservaba parte del aroma de Juan.
—Sí... —el científico respondió, una mirada de reojo a su pareja con cierto regaño, esperando que entendiese su mensaje.
Drako asintió en su dirección.
—Carola, ven conmigo un momento —pidió Zorman, dándole la oportunidad al monaguillo de hablar en privado lo que sabía era necesario. Por más que fuese un tema íntimo familiar, Spreen necesitaba saber aquello en lo que estaría involucrado también. Además, viendo el desastre que habían causado, ponerle en contexto parecía ser la mejor opción.
El rubio no lo tomó a bien, preocupado por su amigo, obligándose a seguir al azabache al notar la intensa mirada que intercambian los otros dos. Drako se dejó caer frente al híbrido, la mancha de las lágrimas en su cara creando caminos sucios a través de sus mejillas, su cabello desordenado, con una vestimenta que más bien parecía su pijama.
—Habla rápido lo que sea que querás hablarme, capo —Spreen comenzó, la indecisión del otro comenzando a acabar con la poca paciencia que poseía. —No tengo ganas de escuchar una pija, así que apúrate, ¿va?
—Juan es mi hermano. —soltó sin más. —Lo sé hace ya un tiempo, meses en realidad. No sabía qué hacer, él no me iba a creer porque fui un estúpido. Sé que nuestra situación familiar puede no ser de tu interés, pero el profeta lo está usando. Cuando descubrí que también era su hijo, lo supe también. —la explicación le trajo devuelta el recuerdo de Juan horas atrás.
—¿De qué hablás? ¿Qué es lo que el viejo quere' hacerle? —preguntó, sin comprender muy bien el hilo de pensamientos que Drako seguía.
—Spreen, el profeta me trajo devuelta como su mano derecha solo porque quiso presionar a Juan a recuperar su poder. Funcionó, porque el mamahuevo me enseñó a odiarlo, así que lo hice, lo molesté hasta orillarlo a mejorar. Juan cumplió. —un largo suspiro resignado se escapó, recordando su propia estupidez. —Luego él supo que era su padre, se aprovechó de que Juan solo quiere una familia, y se volvió el padre que Juan quería tener. Todo, desde libros hasta implementos mágicos se los dio sin queja, instándole a conocer más sobre su conexión mágica con los dioses.
—Juan ya era hechicero, ¿cuál es el objetivo del viejo?
—Revivir a Xena. —sentenció. Los ojos cafés encontrándose con el gris del híbrido. Spreen apenas había oído su nombre, quién era la progenitora de su amado y quién les hizo la vida imposible en su anterior pueblo. —Es cierto que Juan ya era hechicero, pero no tan poderoso, no lo necesitaba. No sé si lo ha notado él mismo, la cantidad increíble de poder que ahora puede manejar. ¡Es capaz de atravesar dimensiones! Así que el profeta quería eso, que llegase a ser tan fuerte que pudiera traer de vuelta a la vida a su esposa.
—Es ridículo... Juan podría-
—Sí, podría morir. —le cortó el mayor, una expresión compleja cuando se imaginaba la muerte del que ahora sabía era su hermano menor. —No creo que le importe. No sé si Juan no lo notó, el profeta ha sido especialmente cuidadoso con su manipulación emocional. Ya que logró que nos odiáramos, era claro que, aunque le dijese toda la verdad, él iba a creer que yo mentía por envidia. Eso fue lo que pasó.
—¡Viejo estúpido! ¡Estoy hasta la puta madre de él! —gruñó el híbrido, la idea de que Juan estuviera siendo usado por deseos ajenos aprovechándose de su situación emocional vulnerable. —Vos sos un idiota por no decirle antes, pelotudo...
—Lo sé —aceptó, inclinándose en un gesto de sincero arrepentimiento, clavando su mirada en el suelo. —Zorman me advirtió que no estaba del todo bien cuando fue a nuestra casa, yo no quise hacerle caso porque pensé que de hacerlo, jamás volvería a tener el valor.
—¡Sos...! —Spreen se cubrió la mitad del rostro con una de sus manos, casi gruñendo, con la frustración a flor de piel, ya no solo por todo el estrés que le trajo desde que despertó, si no su propia impotencia y tontería. —No todo es su culpa. Yo... Yo fui un idiota. Hay cosas que debí decirle antes al gafotas, gracias a aquello que no dije, hoy lo abandoné en un día importante. Esa quizá fue la razón por la que él estaba afectado...
—Tendremos que esperar —Drako se resignó —Solo espero que esté bien sea dónde sea que cayó. Nadie más que él puede traerse devuelta...
—¿Vos estás seguro?
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Hoy... Hoy fue un día... NO SÉ. Tenía que salir a ser un ser sociable y estuve medio escuchando el stream de sprn yyyyyyyy... Fue como "¡Oh, bien wn revivió!" y luego "Pos volvió a morir". YA NO QUIERO NADA. Se me murieron los que me interesaba ver:cc, ni sé quién queda.
En fin.
Sobre el capítulo... pues fue bait decirles qué pasó con c!Juan... en este. Quizá en el próximo veamos que fue de nuestro hechicero favorito uu. Por ahora, regresamos a que le pasó al señor oso, lo madrearon y... ¿qué será eso que siente? ¡Casi se nos queda ciego también!
Me di cuenta con lo que vamos es que solo me quedan dos capítulos más preparados, así que ya me pongo a escribir de nuevo. Me molesté un poco conmigo misma porque se me olvidó una que ya había escrito, pero me robaron el cel donde hago esas notas random jaja... *llora*
Por cierto, ¿cómo quedaron con c!Juanito en el cap pasado? El cubito enserio tiene problemas;; no puede ser que intente convencerse de que tuvo la culpa solo porque no quiere aceptar que lo plantaron uu.
Bueno... Comentarios, críticas, votos... ¡todo es bien recibido!
¡Nos vemos en el siguiente!
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