Capítulo 16
Spreen podía sentir el golpe de la culpabilidad hundiéndose en su interior, la desesperación de su animal interno cuando no solo la visual de Juan temblando incontrolablemente, sus hipidos desordenados sin poder respirar correctamente, las uñas del hechicero clavándose dolorosamente sobre su propia mano y arrancándole la piel, le dejaron desgastado, sino las emociones en el fondo de sus pensamientos que no lo pertenecían únicamente a él.
Era su miedo, su pánico, su terror, su angustia... era Juan. Eran las emociones de Juan que se reflejaban en él, haciéndole sentir su sentir, compartiendo hasta su desesperanza, pero aclarándole el mensaje.
Juan había reaccionado de tal manera por aquel día. Por lo que le hizo, por lo que pasó. El día en que fue un idiota, un desconsiderado, en el que simplemente le olvidó en su día importante, en el que corrió lejos de él sin decirle nada, sin entender las consecuencias, sin dar cuenta de las repercusiones.
Sin entender cómo cuidar al resto, había dado todo de sí por cuidarle a él. Desde que su relación inició lo había notado, la inseguridad, la baja autoestima, los bajos estándares, todo, e intentó suplir, intentó cumplir, intentó reparar... Hizo lo posible por comportarse de la forma en que pensó que Juan necesitaba y quería, demostrando la mejor versión de sí mismo, ocupándose de cada inseguridad y necesidad de su amado... y, fue un demasiado engreído.
Por supuesto, Juan se había acostumbrado a su presencia, se había habituado a obtener su cariño sin pedirlo, a tener su tiempo, su atención, todo... pero porque él estaba ahí. No había aprendido a poner límites, Spreen los había puesto por él dándole todo, y se lo arrebató un día por descuido. Fue un error, un desliz, algo que para cualquiera que no fuese Juan no sería nada, nada más allá de un enfado, una preocupación por la ausencia, pero... Para Juan fue una crisis, significó el fin de todo lo entregado, significó una vuelta a la duda sobre sí era merecedor de cariño, de atención, del tiempo de los demás.
No quiso hacerlo, no fue su intención traerle devuelta a la época oscura de su vida, sin embargo, sucedió, y ahora era plenamente consciente de aquello que cimentó por meses, la dependencia emocional del hechicero hacia él.
Juan no debía sentir que moriría sin su presencia, Juan no debería sentir que a su mínima ausencia había sido abandonado, como si fuera la opción viable porque no era una persona digna de ser querida, no... Él necesitaba entender su valor propio, de sus límites, de sus necesidades por sí mismo.
Spreen le negó esa oportunidad sin querer siendo absolutamente perfecto.
¿Cómo corregir eso?
¿Cómo atenderlo ahora?
¿Qué debía hacer?
Mientras le veía casi sollozar amargamente, con los sentimientos del hechicero en su propia cabeza nublándole la razón, no sabía qué hacer. Su inexperiencia para tratar con el resto lo hacían inútil ahora mismo, su voz queriendo salir para continuar su relato, su cabeza advirtiéndole que no cuando la situación surgió por intentarlo en primer lugar. Deseaba con todas sus fuerzas comunicarle que no se trató de él siendo abandonado porque no quisiera estar a su lado, si no que la situación lo había llevado a ello por sus negocios turbios.
El hechicero no quería oír. No quería rememorar su dolor, su desesperación, la angustia que sintió cuando los minutos se volvieron horas, cuando la tarde llegó y se halló solo. No estaba dispuesto a revivir ese día, pero Spreen no podría entenderlo.
Y su animal interno reaccionó en su lugar. Su oso, desesperado por hacerle sentir su compañía, por sacarle de ese trance extraño, por volverlo a la realidad, había acabado tomando posesión de él cuando Spreen no encontró las respuestas. Fue distinto, porque era la primera vez que Juan lo veía suceder tan de cerca, con las garras alargándose, la piel llenándose de aquel pelaje azabache, del sonido como eco de huesos reacomodándose y la ropa rasgándose, de sus facciones deformándose y creciendo hasta mostrar el alargado hocico y la nariz oscura, con el par de ojos platinados siendo el único rasgo evidente que compartía con su propia forma humana.
Se había vuelto un oso en presencia del hechicero, su animal interno poniéndose a cuatro patas para caminar alrededor de la cama antes de dejarse caer recostado tras la espalda de Juan, sirviéndole a este como almohada, su cabeza metiéndose bajo su brazo para buscar que el chico reaccionase. Y lo hizo. Juan notó pronto a la enorme bestia recostándose en la cama a su espalda, con éste golpeándole levemente con la cabeza para llamar su atención. Ni siquiera procesó sus acciones cuando sus dedos ya se habían hundido en el pelaje del oso, repasando la zona cerca de las orejas y escuchando los gruñidos de satisfacción.
"Te amo". La voz vino de todos y de ningún lugar, resonando en su cabeza sacándole totalmente de su ensoñación. "No importa si no me escuchás, pero no iba a irme" Las lágrimas no tardaron en llenar su rostro, esta vez en un proceso mucho más consciente, menos desordenado, simplemente arrancando de él la angustia y dejándola irse a medida que la voz que reconocía perfectamente, llegaba a él sin necesidad de sonido.
Su respiración fue recuperándose a medida que sus dedos seguían el acompasado ritmo acariciando, su mente nublada fue recuperándose a medida que el aroma de su pareja inundaba sus fosas nasales, todo volvió a estabilizarse dentro suyo.
Spreen estaba asombrado de cómo su animal entendió mucho mejor lo que hacer que él mismo, pero estaba infinitamente agradecido de sus instintos de reaccionar a él y tranquilizar al hechicero. Si podía oírle o no, no era importante, su único interés era el bienestar de su amado, de conseguir su calma para lograr comunicarle lo más importante. Su aroma endulzándose, recuperando la frescura y acompañando el suyo fueron también para sí mismo un apaciguador.
No tenía idea de cómo lo enfrentaría con la realidad de frente, no sabía que tan adecuado sería hablarlo con Juan, no quería que el hechicero se cerrase a él por insinuarle sus problemas, pero necesitaba hallar la forma de trabajar esto porque ahora lo entendía mejor, él mismo no podía hacerlo.
Spreen sabía que no se trataba de lo que quería hacer por su pareja, se trataba de lo que debía hacer. Los sentimientos de Juan en el fondo eran abrumadores, pero por sobre todo, demasiado intensiones. Era algo compartido, el hechicero podría resentir las mismas consecuencias con sus emociones dentro de sus pensamientos, el híbrido intentaba mantener el control lo mejor que podía para no hacerle llegar sus miedos. No era su momento. Aún no.
—Gracias... —el hechicero soltó cuando por fin recuperó la cabeza, dejándose caer contra el cuerpo a su espalda del oso. —Yo... yo no desconfío de ti... sé que no te irás
La calidez y la suavidad del pelaje le hicieron suspirar, aunque poco duró la sensación cuando el craqueo sonó de nuevo, su cabeza hundiéndose contra el cuerpo encogiéndose del que era su pareja recuperando su forma humana de nueva cuenta.
Sonrió ladino cuando el híbrido se esforzó por recuperar la postura, obligándole a apartarse mientras el otro se cubría con las cobijas de la cama para tapar su desnudez.
—¿Vos me oíste? —dudó, observándole con genuina sorpresa en cuánto captó la implicación de las palabras de Juan.
—Sí... ¿cómo es eso posible? —divagó, sus recuerdos dispersos dirigiéndose al momento horas atrás cuando Spreen se lo dijo, el momento en que él reflejó el dolor del ojo herido de su pareja. —¿Ahora puedo oír tus pensamientos?
—No creo, capo —se burló el menor, pasando su mano con cuidado de no lastimar con sus garras sobre la mejilla de su amado, limpiando la humedad de lo que fueron sus lágrimas. —Al menos no todo el tiempo.
—Eso está raro... —Juan confesó, sus ojos miel desviándose a las leves heridas que él mismo infringió en las manos del oso, besando con calma la piel para curarle con apenas un par de palabras como hechizo. No lo había notado antes, todo su avance con la magia lo habían vuelto increíblemente habilidoso.
—No te quejés, boludito. Muy tarde ahora. —continuó molestándole, una pequeña risa acompañando sus palabras antes de retomar su idea original. Quizá no era el momento para decir todo, pero, no era capaz de omitirlo y dejar que Juan pensara que había sido abandonado. —Juan, yo tengo un negocio de tráfico de drogas...
—Lo sé —el hechicero asintió, sin apenas pestañar al oírle. Spreen tragó con dificultad. ¿Tan claro había sido para su pareja que ni siquiera había logrado mantenerle esto oculto como quiso? —Vamos, osito, eso era muy evidente. Tienes un buen negocio y eres inteligente, pero tienes lana para justificar eso. Además, ¿tu especialidad en química no era un indicio?
—Pará, pará... —le detuvo, la burla en las facciones risueñas de Juan haciéndole sentir la leve humillación. —Ay boludo, yo creyendo que vos no sabés nada.
—Hasta sé quiénes de tu grupo te ayudan con eso —afirmó el hechicero, dispuesto a vocalizar los nombres de todos los involucrados. Spreen se apresuró a negar repetidamente, sin ánimo de oír su fracaso. Ni siquiera iba a cuestionarle, pensar que su pareja era tan ingenua había sido su error.
—Va, pero no es a lo que quería llegar —el híbrido se animó a continuar. Saltarse la explicación interna de ello servía, por lo menos —Este negocio empezó por tu padre, él es mi cómplice.
Bien. Eso si era nuevo. Juan sintió el cortocircuito de su cerebro en cuánto lo oyó. Su padre, el hombre clérigo que predicaba y era severo con sus castigos... ¿un narcotraficante?
—Me ofreció el negocio cuándo estaba empezando, y acepté, porque me hacía falta la gita en ese entonces —explicó. —Aquella noche, Betra me llamó, al pelotudo de Carrera lo habían secuestrado, y tu padre le ordenó a Robleis a decirme que fuera.
—Mi padre es un... —gruñó el hechicero, la rabia volviendo a él cuando recordó la escena de su grupo aterrorizado, de Spreen y Drako gravemente heridos por su crueldad... Tenía que hablar con él.
—Un hijo de puta —finalizó el híbrido por él. El castaño se limitó a asentir. —No pensé que tardaría, no había razón para la que el pelotudo ese me traicionara, así que fui un idiota y salí sin decirte. Perdón. —la mirada platinada de sus ojos le comunicaba mejor el mensaje, Juan apenas hizo un ademán para que continuase. —Me dijo que mientras vos sigas conmigo, haría lo posible por jodernos. No iba a hacerle caso al viejo, es tú papá, pero yo no iba a dejarte por él, así que rescatar a Carrera fue una paja
—Lo conseguiste
—Sí, pero a cambio, nos hizo pija a mí y a Carre. Llegué demasiado tarde, yo... no recordé nuestra cita.
—Lo sé —largó Juan, sin querer su resentimiento y malestar colándose en su tono de voz. Las orejas de oso de Spreen se plegaron sobre su cabeza, haciéndole lucir como cachorro arrepentido.
—Fui un pelotudo, me confié. —se reclamó a sí mismo, su rostro dejándose caer sobre el hombro de Juan. —Jamás te haré eso otra vez a vos, perdóname, lo siento mucho...
—Está bien, Spreen —concedió el hechicero —Yo no supe cómo reaccionar, en ese momento, pensé... —trató de explicarse, su voz quebrándose cuando las palabras para poder en realidad su preocupación en ese momento. —Simplemente, no sabía cuál era la razón de que no estuvieras —terminó diciéndole, cambiando completamente lo que quería decir.
¿Cómo iba a confesarle a su oso que era un inútil sin él? ¿Cómo le diría que sin él, sintió que el mundo se caía a pedazos? Spreen no necesitaba preocuparse más por él, no podía ser una carga por más tiempo, era su momento de hacerse cargo de sí mismo.
El objeto que Spreen le extendió acabó sacándolo de sus pensamientos, observando el bello colgante creación de él mismo en manos de su pareja.
—¿Qué...? —Juan cuestionó, la sonrisa ladeada de Spreen sorprendiéndole, el mismo objeto que cuando ellos lograron contactarle le había visto usando, incluso si él no supo dónde quedó después de aquella noche.
—Auron me explicó lo que hiciste —Spreen le dijo, todavía su mano extendida hacia el hechicero para que tomase el objeto. —Fue muy útil, cariño, pero yo esperé que vos me lo entregaras, así que hasta que puedas dármelo nuevamente, quiero que lo tengas vos.
Oh. Lo aceptó, por fin, la sorpresa decorando su rostro cuando la sonrisa del híbrido se extendió, algo inusual para él, sintiendo la piedra cálida por causa del contacto. Esta había sido su creación, algo que hizo pensando en expresar a su pareja no solo su compromiso, si no su cariño, de alguna forma que fuera tan importante y profunda como lo que la marca significó para él. Juan había puesto su propia magia, cediendo su poder para ser usado únicamente por el ser objetivo. Era tal su confianza en él que era capaz de hacer esto, algo que estaba prohibido para el hechicero supremo.
Y pudo habérselo regresado en ese momento, pero solo tomó la piedra contra sí mismo y correspondió el gesto, sonriendo. Al igual que Spreen, quería poder entregárselo de una forma especial y no accidentada, en un momento en que se sintiese completamente bien hacerlo, quería poder tener esa oportunidad de ser él mismo quién lo colocase en su cuello y le contase la historia.
Estaba agradecido por la oportunidad que el híbrido le volvía a entregar.
Había algo de lo que necesitaba deshacerse y trabajar antes de volver su atención al precioso hombre que escogió como su pareja.
Antes de todo, tenía que hablar con su padre.
—Spreen...
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¡HOLAAAA!
Ahora si fue un poco más rápido, ¿a qué si? La verdad, originalmente sería un solo capítulo para su conversación, pero quizá quedaría muy largo, por lo que finalmente quedó así:ccc Ahora c!Jn necesita ir a ver al profeta... ¿le creerá algo de lo que diga después de lo que les hizo a sus amigos?
Y bueno, es evidente que c!Sprn se ha dado cuenta de lo que hizo sin querer:( demasiado perfecto para ser verdad y... c!Jn igual, pero ninguno de los dos sabe como hablarlo... ya veremos como se desenvuelve.
Comentarios, críticas, votos... ¡todo es bien recibido!
¡Nos vemos!
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